2012
El llamado del Salvador a prestar servicio
Agosto de 2012


Mensaje de la Primera Presidencia

El llamado del Salvador a prestar servicio

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Presidente Thomas S. Monson

Todos los que han estudiado matemáticas saben lo que es el común denominador. Para los Santos de los Últimos Días, hay un común denominador que nos une. Ese común denominador es el llamado individual que cada uno de nosotros recibe para cumplir ciertas asignaciones en el reino de Dios aquí sobre la tierra.

¿Son ustedes culpables de haber murmurado alguna vez al recibir un llamamiento, o aceptan con agradecimiento cada oportunidad de servir a sus hermanos y hermanas, con el conocimiento de que nuestro Padre Celestial bendice a quienes llama?

Espero que no perdamos de vista el verdadero objetivo de nuestras valoradas oportunidades de servir; ese objetivo, esa meta eterna, es el mismo del que habló el Señor y que se encuentra en la Perla de Gran Precio: “Porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”1.

Recordemos siempre que el manto que nos caracteriza como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no es un manto de comodidad, sino un manto de responsabilidad. Nuestro deber, además de salvarnos a nosotros mismos, es guiar a los demás al reino celestial de Dios.

Al transitar gustosamente el sendero del servicio a Dios, nunca nos encontraremos en la posición del cardenal Wolsey de la obra de Shakespeare. Despojado de su poder después de una vida de servicio a su rey, se lamentó con tristeza:

De haber servido a mi Dios con sólo la mitad de celo

que he puesto en servir a mi rey, no me hubiera entregado éste, a mi vejez,

desnudo, al furor de mis enemigos2.

¿Qué clase de servicio requiere el cielo? “El Señor requiere el corazón y una mente bien dispuesta; y los de buena voluntad y los obedientes comerán de la abundancia de la tierra de Sión en estos postreros días”3.

Quedo absorto cuando pienso en las palabras del presidente John Taylor (1808–1887): “Si no magnifican sus llamamientos, Dios los hará responsables de aquellos a los que pudieron haber salvado si hubiesen cumplido con su deber”4.

Al ministrar entre los hombres, la vida de Jesús es como un brillante reflector de bondad. “Yo estoy entre vosotros como el que sirve”5, declaró Jesús al restaurar vigor a las extremidades de los lisiados, vista a los ojos de los ciegos, oído a los sordos y vida al cuerpo de los muertos.

Por medio de la parábola del buen samaritano, el Maestro nos enseñó a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos6; mediante Su respuesta al joven gobernante rico, Él nos enseñó a despojarnos del egoísmo7. Al alimentar a los cinco mil, nos enseñó a atender a las necesidades de los demás8; y mediante el Sermón del Monte, nos enseñó a buscar primeramente el reino de Dios9.

En el Nuevo Mundo, el Señor resucitado declaró: “…sabéis las cosas que debéis hacer en mi iglesia; pues las obras que me habéis visto hacer, ésas también las haréis; porque aquello que me habéis visto hacer, eso haréis vosotros”10.

Bendecimos a los demás al prestar servicio a la manera de “Jesús de Nazaret… [que] anduvo haciendo bienes”11.

Cómo enseñar con este mensaje

“Si hacemos lo que nos corresponde hacer, [el Señor] no permitirá que fracasemos… Él nos magnificará aun más allá de nuestros propios talentos y habilidades… Es una de las más dulces experiencias que puede tener un ser humano” (Ezra Taft Benson, en La enseñanza: El llamamiento más importante, 1999, pág. 21). Considere la posibilidad de compartir una experiencia de cuando usted o alguien a quien conozca haya sentido que el Señor magnificaba sus talentos y habilidades. Invite a los integrantes de la familia a compartir algunas de sus propias experiencias positivas cuando han respondido al llamamiento del Señor de prestar servicio.

Cristo y el joven gobernante rico, por Heinrich Hofmann, cortesía de C. Harrison Conroy Co.; ilustración fotográfica por Matthew Reier © IRI.

Fotografía cortesía de Wendy Bentley; ilustración por Beth M. Whittaker.