2009
Mi privilegio de servir
Octubre de 2009


Mi privilegio de servir

Antes de que las puertas del Templo de Recife, Brasil, se abran un día más para administrar las ordenanzas salvadoras, la hermana María José de Araújo, de setenta años, se levanta para participar un día más en servicio abnegado.

Para llegar al templo, María debe viajar durante una hora y media en cuatro autobuses diferentes, desde su casa en Cabo de Santo Agostinho, al sur de Recife, en la costa noreste de Brasil; pero antes de poder marcharse, prepara la comida y atiende otras necesidades de un primo ciego, al que cuida en el hogar de ella.

“María es un buen ejemplo del prestar servicio a los demás”, dice Cleto P. Oliveira, registrador del templo. “Desde que el templo se dedicó en diciembre de 2000, ella ha prestado servicio voluntario todos los días desde que el templo ha estado abierto; incluso lo hace durante los días festivos”.

Cada semana, de martes a sábado, desde las siete de la mañana hasta las tres de la tarde, María trabaja en el comedor del templo, lavando platos y preparando ensaladas. Ella dice que trabajaría más horas, pero debido a que el viaje de vuelta en autobús es largo, debe marcharse a tiempo para llegar antes de que anochezca.

El hermano Oliveira le dice a María que no tiene que ir al templo todos los días, pero admite que necesitaría dos personas para sustituirla. “Ella se limita a sonreír y dice que ha dedicado su vida al Señor”, explica.

Para María, prestar servicio en el templo todos los días es un gran privilegio.

“Mi Padre Celestial me ha bendecido con buena salud, y mi meta es seguir yendo todos los días, si mi salud me lo permite”, dice. “He hecho el convenio de dedicar todos mis talentos y habilidades para servir al Señor. Cuando llego a casa después de servir en el templo, no me siento cansada. El Señor me ha bendecido en ese aspecto”.

Anteriormente, durante los seis años en que sirvió en el centro de historia familiar de su barrio, María estuvo investigando su línea familiar. Entonces, varios sábados por la mañana, antes de irse a trabajar en el comedor del templo, llevó a cabo la obra vicaria por cuatro generaciones de sus antepasados (las mujeres). También se encargó de que se efectuara la obra por los varones de esas cuatro generaciones.

Cuando empezó a investigar su historia familiar, María pensó que la tarea era imposible, al no lograr determinar el nombre de dos bisabuelos. No obstante, una noche le fueron revelados en un sueño los nombres completos. Al principio se preguntó si los nombres serían correctos, pero al buscar en los registros de su madre, los encontró y pudo hallar conexiones familiares que previamente no había podido encontrar. Ella considera que tuvo el sueño como bendición por su esfuerzo en servir al Señor y a Sus hijos.

“El templo es mi vida”, dice María. “Las personas que no van al templo se están perdiendo de una gran oportunidad y bendición. Al servir en el templo, llegamos a comprender el verdadero significado y poder del templo”.

“Las personas que no van al templo se están perdiendo una gran oportunidad y bendición”, dice María José de Araújo.

María José de Araújo, que presta servicio voluntario todos los días en el Templo de Recife, Brasil, “es un buen ejemplo del prestar servicio a los demás”, dice el registrador del templo, Cleto P. Oliveira, que aparece junto a María.

Fotografías por Michael R. Morris, excepto donde se indique; fotografía del Templo de Recife, Brasil, por R. Val Johnson.