2009
Ya lo sabes
Junio de 2009


Ya lo sabes

Nunca había dudado de que el Evangelio fuera verdadero. Sin embargo, me preguntaba si eso era suficiente.

Al igual que Nefi, nací de buenos padres que me enseñaron el Evangelio. Mi familia leía las Escrituras y llevaba a cabo la oración familiar todos los días. Escuchaba a mis padres testificar acerca de José Smith, del Libro de Mormón y de cada uno de los principios del Evangelio. Debido a esas experiencias, nunca dudé de que la Iglesia fuera verdadera.

Sin embargo, en cierto momento, aunque me habían enseñado el Evangelio y había aprendido del buen ejemplo de mis padres, me di cuenta de que, si bien no dudaba de que la Iglesia fuera verdadera, no tenía un ferviente testimonio de su veracidad; y, a pesar de que toda mi vida había soñado en ir en una misión, sabía que tendría que saber con certeza que el Evangelio era verdadero.

Poco tiempo antes de cumplir dieciocho años, comencé a asistir a una clase de preparación misional en el barrio. Además, empecé a escribir un diario personal.

Un día, en la clase de preparación misional, tuvimos una lección que nunca olvidaré. El tema era “El Libro de Mormón: el núcleo de la obra misional”. El maestro nos mostró un video en el cual jóvenes de todo el mundo compartían su testimonio acerca del Libro de Mormón, así como la experiencia de un joven que estaba indeciso en cuanto a ir a una misión hasta que le preguntó a Dios.

Más tarde, el maestro nos pidió que compartiéramos nuestro testimonio. El Espíritu era muy fuerte. Me di cuenta de que el Libro de Mormón había sido una bendición en mi vida; no obstante, también me di cuenta de que nunca había orado para preguntarle a Dios en cuanto a la veracidad del Libro de Mormón ni acerca de la Primera Visión de José Smith.

Varios días después, mientras leía el Libro de Mormón, decidí que pondría a prueba la promesa de Moroni (véase Moroni 10:3–5). Me arrodillé y le expresé a Dios los sentimientos de mi alma. No sabía cómo llegaría la respuesta ni cuándo la recibiría, pero confiaba en que Él me haría saber esas cosas a Su debido tiempo.

Cuando me puse de pie, sentí el deseo de escribir en mi diario personal. Lo abrí y leí lo que había anotado la última vez, que había sido el domingo anterior después de la clase de preparación misional. Cuando leí mis propias palabras, que describían mis sentimientos, me invadió un sentimiento de paz que llenó todo mi ser. Con gran convicción, sentí en mi corazón las palabras: “Ya lo sabes; ya lo sabes”.

Volví a arrodillarme y le di gracias al Padre Celestial por contestar mi oración. Había recibido una respuesta que me confirmó lo que había creído durante toda mi vida.

Ahora puedo testificar, con valor, que José Smith vio al Padre y al Hijo y que el Libro de Mormón es verdadero. Porque lo sabía, pude servir en una misión de tiempo completo en la Misión Perú Piura. Durante mi misión, vi cómo el Señor contesta las oraciones de todos aquellos que humildemente buscan la verdad. Y por esto siempre estaré agradecido.

Ilustraciones por Dan Burr.

Diario personal