Historia de la Iglesia
“A las islas del mar”


“A las islas del mar”

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Tamaiti, converso de Tubuai

Cuando era joven, Tamaiti fue uno de los primeros conversos, bautizado por Addison Pratt. Fotografía tomada en 1921.

El 28 de marzo de 1843, Addison Pratt recibió una bendición patriarcal de Hyrum Smith. La bendición decía que él “saldría, entraría e iría sobre la faz de la tierra”, presumiblemente para predicar. En su juventud, Pratt había navegado el mundo en expediciones para cazar ballenas y aprendió algo del idioma hawaiano después de dejar su trabajo en el barco en Oahu. “Supongo que tienes que ir a la caza de ballenas”, señaló Hyrum después de la bendición. Seis semanas después, Pratt, Benjamin Grouard (otro exmarino mercante), Noah Rogers y Knowlton F. Hanks fueron llamados como los primeros misioneros a la Polinesia Francesa.

Los misioneros partieron ese otoño; durante el viaje de siete meses desde el Atlántico Norte a Tahití, Knowlton Hanks murió. En abril de 1844, el barco de los misioneros se detuvo en la isla de Tubuai y unos isleños les trajeron provisiones. “Mi corazón saltó de gozo”, escribió Pratt, “porque parecían como viejos conocidos”. Él estaba profundamente impresionado con la reverencia de la familia con la que se quedó cuando oraron esa noche. Los habitantes de Tubuai también estaban alegres de conocer los misioneros. El rey Tamatoa pidió personalmente que uno de los élderes se quedara. “Consideré el tema con espíritu de oración”, escribió Pratt. Aunque él había planeado continuar su viaje hasta Tahití, estaba “convencido de que si se iba de la isla, estaría huyendo del deber”. El élder Grouard y el élder Rogers continuaron a Tahití sin él.

Una pareja, Nabota y Telli, acogieron a Pratt en su hogar a medida que estudiaba el tahitiano y empezó a predicar con la ayuda de exmarineros como intérpretes. En menos de un año, Pratt estableció una rama local de la Iglesia que incluía a casi una tercera parte de la pequeña población de Tubuai, entre ellos, los anfitriones y los extraductores de Pratt. Sin embargo, Pratt estaba angustiado porque no recibía noticias de su hogar.

Finalmente, llegaron cartas de su esposa, Louisa, el 4 de diciembre de 1845, que confirmaban los rumores de que José Smith había sido asesinado. El mismo bote también traía correspondencia de Benjamin Grouard. Él se había quedado solo cuando Noah Rogers se había desalentado y se había marchado a casa, y le escribió a Pratt que 600 personas se habían bautizado en Anaa en las islas Tuamotus y le rogó que le ayudara a administrar la Iglesia allí.

Acompañado de Nabota y Telli, Pratt navegó a Anaa. Telii ayudó a establecer la Iglesia allí: ella enseñó himnos a los miembros y ayudó a Pratt a ministrar a los enfermos. Ella también dio bendiciones de salud a mujeres, lo cual era una práctica común para las hermanas de esa época. Grouard le pidió a Pratt que se quedara en Anaa mientras él iba a otras islas en el archipiélago para predicar. “Tú tienes una mejor habilidad para presidir”, argumentó Grouard, ”y me gusta hacer la obra misional más que a ti”. Él estableció ramas en otras seis islas. Casi al mismo tiempo, Haametua y su esposa, Hamoe, algunos de los primeros conversos de Tubuai, pusieron los cimientos para el crecimiento de la Iglesia en Tahití al enseñar a sus parientes allí.

A finales de 1846, casi un millar de personas se habían bautizado. Grouard, que se había casado con una mujer llamada Tearo en la isla Anaa, se quedó para presidir mientras Pratt partió para los Estados Unidos con la esperanza de encontrar líderes de la Iglesia y buscar ayuda. Los miembros le dieron a Pratt regalos para el viaje y lo instaron a llevar a su familia cuando regresara.

Las esperanzas de los santos se volvieron realidad en 1850, cuando Pratt regresó con 22 misioneros, entre ellos su esposa e hijas. Louisa Pratt y su hermana, Caroline Barnes Crosby, establecieron escuelas en la misión y comenzaron una organización para mujeres similar a la Sociedad de Socorro Femenina de Nauvoo. No obstante, el aumento de las tensiones con las autoridades coloniales francesas forzó a los misioneros a partir en 1852, dejando a los líderes locales responsables de mantener la Iglesia y cuidar de entre 1500 y 2000 miembros de la Iglesia que se encontraban en más de veinte islas.