Historia de la Iglesia
“Dios nos ha reunido”


“‘Dios nos ha reunido’”, Historias mundiales: Samoa Estadounidense, 2020

“‘Dios nos ha reunido’”, Historias mundiales: Samoa Estadounidense

“Dios nos ha reunido”

Kimo Pelio y Samuela Manoa llegaron a la isla de Aunu‘u, procedentes de Hawái, el 24 de enero de 1863 tras un mes de viaje en un barco ballenero. Hicieron proselitismo fielmente en las islas de Aunu‘u, Tutuila y Upolu, llegando a bautizar entre cuarenta y cincuenta personas. Los líderes les habían prometido enviar a otros misioneros para ayudarlos, pero no llegó nadie. Con el tiempo se enteraron de que Walter Murray Gibson, la persona que los había enviado, no había sido honrado con los santos de Hawái y había sido excomulgado por abusar de su autoridad. Después de averiguar esto, redujeron su atención a la obra misional y cada uno estableció una carrera profesional y empezó una familia. Siguieron observando los servicios del día de reposo y les escribían a sus amigos de Hawái preguntándoles por qué no se enviaba misioneros a Samoa.

Pelio y Manoa nunca volvieron a ver Hawái. Después de la muerte de Pelio en 1876, Manoa siguió él solo hasta que perdió la mano derecha en un accidente de pesca en 1882. Pasó los siguientes quince meses confinado en su casa, curándose. Sin un líder y creyendo que el cuerpo principal de la “Iglesia se había olvidado completamente de ellos”, los conversos se unieron a otras iglesias.

Sin embargo, los santos de Hawái jamás olvidaron las cartas de Pelio y Manoa. Joseph H. Dean, que había oído a los miembros hablar de Pelio y Manoa durante su primera misión en Hawái en la década de 1870, analizó con los líderes de la Iglesia en Salt Lake City la posible reapertura de la misión en Samoa. En 1887, él y su esposa, Florence, fueron llamados a reabrir la misión en Samoa. Ambos llegaron a Aunu‘u el 21 de junio de 1888.

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Fotografía de Joseph y Florence Dean

Joseph y Florence Dean con otros misioneros en Samoa, aprox. 1888.

Manoa, que llevaba veinticinco años esperando a que la Iglesia volviera a la isla, se quedó maravillado cuando por fin pudo saludar a otro misionero. Tomando a Dean de la mano, dijo: “Me siento enormemente bendecido porque Dios nos haya reunido y por poder encontrarme con Su buen siervo aquí en Samoa”, y entonces se echó a llorar. Manoa y su esposa, Fasopo, ofrecieron a los Dean un cuarto de su casa. Tres días después se celebró una reunión sacramental a la que asistió “casi ‘toda la isla’”. Manoa dirigió la reunión, oró y tradujo las palabras de Dean. Uno de los conversos de Manoa, Miomio Lemafa, ofreció la última oración.

Algunos de los primeros conversos no tardaron en regresar a la Iglesia, a menudo acompañados de amigos y familiares. Al poco tiempo se llamó a muchos miembros como misioneros locales, lo cual aceleró la obra. En 1900, cuando Samoa quedó dividida en un territorio occidental bajo dominio alemán y otro oriental gobernado por los Estados Unidos, había algo más de mil Santos de los Últimos Días en las islas.