Conferencia General
La caridad: Una señal del verdadero discipulado
Conferencia General de abril de 2025


11:29

La caridad: Una señal del verdadero discipulado

El verdadero propósito del discipulado es, literalmente, llegar a ser como Jesucristo.

El presidente Russell M. Nelson nos invitó hace poco a que “hagamos de nuestro discipulado nuestra máxima prioridad”. Esa poderosa invitación me ha inspirado a meditar profundamente en mi discipulado personal de Jesucristo.

El discipulado es deliberado

Un discípulo es un seguidor o alumno de otra persona. Los discípulos son “aprendices” que dedican su vida a llegar a ser como su maestro. Por tanto, ser discípulo de Jesucristo implica más que creer en Sus enseñanzas y doctrina. Implica incluso más que reconocer Su divinidad y aceptarlo como nuestro Salvador y Redentor, por muy importante que esto sea.

El presidente Dallin H. Oaks explicó: “Seguir a Cristo no es una práctica casual ni ocasional, sino una dedicación continua y una manera de vivir que debe guiarnos en todo tiempo y en todo lugar”. El discipulado es un viaje deliberado que emprendemos para ser transformados mediante el sacrificio expiatorio del Señor y Su poder habilitador. El verdadero propósito del discipulado es, literalmente, llegar a ser como Jesucristo, hasta el punto en que recibamos “su imagen en [n]uestros rostros”.

Para ser discípulos del Señor, debemos imitar intencionalmente Sus pensamientos y acciones todos los días; por ejemplo, Su obediencia, humildad y paciencia. A medida que incorporamos gradualmente esos atributos a nuestra propia identidad, llegamos a ser “participantes de [Su] naturaleza divina”. La emulación del carácter del Salvador es la esencia de la adoración a Él. Como enseñó el presidente Nelson: “La mejor manera de expresar nuestra adoración por Jesús es emulando Su ejemplo”.

La señal del verdadero discipulado

De los muchos atributos divinos de Jesucristo que debemos emular, uno sobresale e incluye a todos los demás. Ese atributo es Su amor puro o la caridad. Tanto el profeta Mormón como el apóstol Pablo nos recuerdan que, sin caridad, “no so[mos] nada”. O, como le fue revelado al profeta José Smith, sin caridad “no pod[emos] hacer nada”.

El Salvador mismo definió el amor como una señal mediante la cual se reconocería a Sus verdaderos discípulos cuando declaró:

“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis los unos a los otros.

“En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros”.

La caridad es un concepto significativo que puede ser difícil de definir, pero aquellos a quienes beneficia la perciben fácilmente. Predicad Mi Evangelio enseña que “la caridad, al igual que la fe, lleva a la acción”. De hecho, la caridad se puede describir como “el amor en acción”. Esta descripción da una clara idea de la declaración resumida de la vida del Salvador: Él “anduvo haciendo bienes”.

Como seguidores de Jesucristo, debemos intentar emular el modo en que nuestro Maestro demostró Su amor puro por los demás. Aunque el Salvador manifiesta caridad de muchas maneras, quisiera señalar tres modelos de Su caridad que se pueden ver en Sus verdaderos discípulos.

La caridad es mostrar compasión

Primero, el Salvador mostró caridad al ser compasivo. Durante Su ministerio entre los nefitas, como se registra en el Libro de Mormón, el Señor invitó al pueblo a volver a casa y meditar en las cosas que había enseñado, y a prepararse para Su regreso al día siguiente. El registro luego dice:

“Estaban llorando, y lo miraban fijamente, como si le quisieran pedir que permaneciese un poco más con ellos.

“Y les dijo: He aquí, mis entrañas rebosan de compasión por vosotros”.

La compasión es la parte de la caridad que procura aliviar el sufrimiento. Lleno de compasión, el Señor sanó a los enfermos y afligidos del pueblo. Después, bendijo a sus hijos mientras ángeles descendían del cielo y los rodeaban. Él llevó a cabo esos tiernos y amorosos actos, y muchos más, porque “tuvo compasión”.

Mientras servía como joven misionero en Sudamérica, yo también me beneficié de la compasión de un querido amigo. Una noche, mientras conducía con mi compañero hacia la casa de nuestro presidente de misión, un joven en bicicleta giró de repente frente al vehículo. Sucedió tan rápido que no pude evitar la colisión. Trágicamente, ese joven murió por el impacto, y yo quedé devastado por su muerte. Aterrorizado y conmocionado al ver la terrible realidad de lo que acababa de ocurrir, me llevaron a la cárcel y me encerraron. Nunca me he sentido más asustado y solo. La desesperación y el temor de ser encarcelado por el resto de mi vida me invadieron.

Un compañero de misión, el élder Brian Kochevar, se enteró del accidente y se llenó de compasión. Fue a la cárcel y suplicó a los oficiales que le permitieran quedarse conmigo en la celda para que no estuviera solo. Milagrosamente, aceptaron. Hasta hoy, siento profunda gratitud por el acto de amor cristiano de ese discípulo que me calmó, animó y consoló en el momento de mayor aflicción de mi vida. Su caritativa compasión fue una reveladora señal de su discipulado. El presidente Nelson señaló: “Una de las maneras más sencillas de reconocer a un verdadero seguidor de Jesucristo es fijarse en qué medida trata a los demás con compasión”.

La caridad es ministrar para satisfacer las necesidades no expresadas

Otro ejemplo de cómo el Salvador demuestra Su amor es mediante Su observancia y ministración de las necesidades no expresadas de los demás. Al hombre que había estado cojo por treinta y ocho años sin nadie que lo ayudara, el Señor lo sanó y lo animó a vivir rectamente. A la mujer sorprendida en adulterio, le ofreció esperanza y consuelo en vez de condenación. Al hombre paralítico que fue bajado del techo, el Señor le ofreció el perdón de los pecados, no solo la sanación del cuerpo.

Cuando fui llamado como obispo, nuestros seis hijos pequeños hacían de la reunión sacramental un desafío para mi esposa, Cristin, quien tenía que cuidarlos sola mientras yo estaba en el estrado. Como imaginarán, nuestros hijos a menudo eran poco reverentes. Al ver su situación, John y Debbie Benich, miembros de nuestro barrio, comenzaron a sentarse con ella cada domingo para ayudarla. Su bondad continuó por años, y se convirtieron en abuelos sustitutos para nuestra familia. Así como el Señor, esos discípulos vieron la necesidad no expresada y actuaron con amor, lo cual es una señal notoria de su discipulado.

La caridad es ayudar a los demás a lo largo de la senda de los convenios

Por último, el amor perfecto del Salvador se centra en posibilitar que todos los hijos de Dios alcancen su potencial divino para que puedan “particip[ar] de su salvación y del poder de su redención”. Al llegar a ser más como nuestro Maestro, el deseo de ayudar a nuestros hermanos y hermanas a lo largo de la senda de los convenios aumentará naturalmente.

Por ejemplo, podemos elevar y hermanar a quienes se sientan ofendidos u olvidados, ayudar a los que son nuevos en nuestra congregación a sentirse bienvenidos, o invitar a amigos a adorar con nosotros en la reunión sacramental, quizás en la próxima Pascua de Resurrección. Hay innumerables maneras de alentar y ayudar a los demás en su progreso si buscamos deliberadamente y con oración la ayuda del cielo a fin de tener ojos para ver como Jesucristo los ve y un corazón para sentir lo que Él siente por ellos.

Ayudar a los demás a lo largo de su senda de los convenios puede tomar la forma de un acto de servicio inusual. Por ejemplo, durante mi asignación actual en Filipinas, supe de la familia Agamata. Fueron bautizados en 2023 y luego fijaron una fecha para ser sellados como familia en el cercano Templo de Urdaneta, Filipinas. Sin embargo, justo antes de la cita de la familia, varios tifones azotaron la región. El hermano Agamata, un agricultor de arroz, no pudo plantar sus cultivos durante las fuertes tormentas. Cuando pasaron las tempestades, tuvo que plantar rápidamente el arroz mientras el suelo estaba empapado de agua, las condiciones ideales para plantar. Lamentablemente, el viaje al templo tendría que posponerse.

Los misioneros ayudan a plantar arroz.
Misioneros plantando arroz.

Dos discípulos, el élder y la hermana Cauilan, junto con tres jóvenes misioneros de servicio, supieron de las dificultades de la familia Agamata y ofrecieron ayuda a pesar de su inexperiencia en agricultura. Trabajando bajo un sol abrasador, ayudaron a plantar las plántulas, permitiendo que los Agamata completaran su tarea y asistieran a su sellamiento en el templo según lo programado. El élder Cauilan dijo: “El semblante [de los Agamata] parecía resplandecer cuando los vimos vestidos de blanco en la Casa del Señor. ¡El gozo que sentimos al ministrar a la persona en particular es indescriptible!”.

La familia Agamata en el exterior del templo.

Los Agamata ahora disfrutan de las ricas bendiciones de estar sellados como familia eterna gracias a que unos condiscípulos llenos de caridad, una señal de su discipulado, decidieron ayudar a sus hermanos y hermanas a avanzar por su senda de los convenios.

Hermanos y hermanas, el discipulado de Jesucristo es el único modo de obtener felicidad duradera. Es una senda repleta de actos de amor deliberados y significativos hacia los demás. Aunque la senda del discipulado sea difícil y desafiante, y aunque a veces tengamos dificultades y fallemos, podemos sentir el consuelo de que Dios nos tiene en cuenta y anhela ayudarnos cada vez que lo intentamos. Isaías nos recuerda que “Dios [nos] sostiene de la mano […] y [nos] dice: No temas, yo te ayudaré”.

Con esa certeza que nos da nuestro Padre Celestial en mente, ruego fervientemente que sigamos la invitación del presidente Nelson de priorizar nuestro discipulado. Ruego que “pid[amos] al Padre con toda la energía de [n]uestros corazones que se[amos] llenos de este amor que él ha otorgado a todos los que son discípulos verdaderos de su Hijo Jesucristo; […] para que cuando él aparezca, seamos semejantes a él” porque llevaremos una señal del verdadero discipulado, que es “la caridad […], el amor puro de Cristo”.

Testifico que Jesucristo es nuestro glorioso y viviente Salvador, Redentor, Ejemplo y Amigo. En el nombre de Jesucristo. Amén.