Conferencia General
Perfeccionaos en Él
Conferencia General de octubre de 2022


Perfeccionaos en Él

Nuestra perfección solo es posible mediante la gracia de Dios.

Nuestro Padre Celestial y nuestro Salvador, Jesucristo, tienen el poder de salvarnos y transformarnos. Pueden ayudarnos a llegar a ser como Ellos son.

Hace unos años, uno de nuestros jóvenes nietos, Aaron, empezó a tener problemas de salud. Se fatigaba, se le hacían muchos moretones y no se veía saludable. Luego de unas pruebas médicas se le diagnosticó anemia aplásica grave, una enfermedad en la que la médula ósea deja de producir glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas. Sin un tratamiento ni una posible cura, su sangre podría no coagular correctamente ni defenderse de las infecciones; por lo tanto, aun pequeñas caídas, heridas o enfermedades podrían enseguida convertirse en mortales.

Durante un tiempo, Aaron recibió con regularidad transfusiones de plaquetas y de sangre para mantenerlo fuera de peligro. Los médicos explicaron que la única cura sería un trasplante de médula ósea y que habría una mayor probabilidad de tener éxito teniendo un hermano como donante. Si uno de sus hermanos fuera un donante ideal, el resultado del trasplante podría salvarle la vida. Se hicieron pruebas a sus cuatro hermanos menores y uno, Maxwell, fue considerado un donante perfecto.

Aun con un donante perfecto, un trasplante de médula ósea supone un riesgo grave de complicaciones. El proceso requería que las células propias de Aaron en su médula ósea enferma se destruyeran con una combinación de quimioterapia y radiación antes de recibir las células madre de la médula ósea de su hermano Maxwell. Luego, al quedar inmunodeprimido, Aaron necesitaba estar aislado en el hospital por varias semanas y luego en casa por varios meses, con protocolos, restricciones y medicamentos especiales.

El resultado deseado del trasplante era que el cuerpo de Aaron no rechazara las células donadas, y que las células de Maxwell produjeran gradualmente los necesarios glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas en el cuerpo de Aaron. Un trasplante satisfactorio provoca un cambio fisiológico muy real. Para nuestro asombro, un médico explicó que, si Aaron cometiera un delito y dejara sangre en el lugar del crimen, la policía podría arrestar a su hermano Maxwell. Esto se debe a que la sangre de Aaron vendría de las células trasplantadas de Maxwell, que tendrían el ADN de Maxwell y que sería así por el resto de su vida.

Que Aaron fuera salvado por la sangre de su hermano provocó muchos pensamientos sobre la sangre expiatoria de Jesucristo y el efecto de Su expiación en nosotros. Hoy quisiera centrarme en el cambio permanente y vivificante que se produce cuando permitimos que el Señor obre milagros en nosotros1.

Aaron no tenía el poder por sí mismo de superar la enfermedad. Su cuerpo no podía generar las células sanguíneas necesarias para mantenerse vivo. Sin importar lo que hiciera a título personal, él no podía curar su médula ósea. Al igual que Aaron no se podía curar a sí mismo, nosotros no podemos salvarnos a nosotros mismos. No importa lo capaces, instruidos, brillantes o fuertes que seamos, no podemos limpiarnos de nuestros pecados, cambiar nuestro cuerpo a un estado inmortal, ni exaltarnos. Esto solo es posible mediante el Salvador Jesucristo y Su expiación infinita. “… no hay otro camino, ni nombre dado debajo del cielo por el cual el hombre pueda salvarse en el reino de Dios”2. Es Su sangre expiatoria la que nos limpia y santifica3.

Aunque Aaron no podía curarse a sí mismo, para que el trasplante funcionara, necesitaba estar dispuesto a hacer lo que los médicos le pedían, incluso cosas muy difíciles y complejas. Si bien no nos podemos salvar a nosotros mismos, cuando sometemos nuestra voluntad al Señor y guardamos nuestros convenios, se abre la vía para nuestra redención4. Al igual que el extraordinario proceso del cambio del ADN en las células sanguíneas de Aaron, podemos hacer que cambie nuestro corazón5, tener Su imagen en nuestro rostro6 y llegar a ser nuevas criaturas en Cristo7.

Alma le recordó al pueblo de Zarahemla sobre la generación anterior que se había convertido. Refiriéndose a su padre, Alma explicó que “según su fe, se realizó un potente cambio en su corazón”8. Entonces preguntó: “¿Habéis experimentado este potente cambio en vuestros corazones?”9. No eran las personas quienes cambiaron sus propios corazones, el Señor realizó el verdadero cambio. Alma fue muy claro al respecto cuando dijo: “He aquí, él cambió sus corazones”10. Ellos “se humillaron, y pusieron su confianza en el Dios verdadero y viviente […], [y] fueron fieles hasta el fin […], [y] fueron salvos”11. Las personas estaban dispuestas a abrir sus corazones y ejercer la fe, y entonces el Señor cambió sus corazones. ¡Y qué gran cambio ocurrió! Piensen cuán diferente fue la vida de estos dos hombres llamados Alma antes y después de que sus corazones fueran cambiados12.

Somos hijos de Dios y tenemos un destino majestuoso. Podemos ser cambiados para llegar a ser como Él y tener “una plenitud de gozo”13. Satanás, por el contrario, desea que seamos miserables como él es14. Tenemos la capacidad de escoger a quién seguir15. Cuando seguimos a Satanás, le damos poder16. Cuando seguimos a Dios, Él nos da poder.

El Salvador enseñó que “[fuésemos] perfectos”17. Eso puede parecer intimidante. Claramente puedo ver mis ineptitudes personales y penosamente estoy al tanto de la distancia entre la perfección y yo. Tal vez tengamos la tendencia a pensar que debemos perfeccionarnos nosotros mismos, pero eso no es posible. Seguir cada sugerencia de cada libro de autoayuda del mundo no provocará eso. Solo hay una manera y un nombre mediante el cual viene la perfección. Somos “hechos perfectos mediante Jesús, el mediador del nuevo convenio, que obró esta perfecta expiación derramando su propia sangre”18. Nuestra perfección solo es posible mediante la gracia de Dios.

¿Se imaginan cuán abrumador habría sido para nuestro joven nieto Aaron suponer que tendría que entender y realizar él mismo todos los procedimientos médicos asociados a su trasplante? No debemos suponer que necesitamos hacer lo que solo el Salvador puede hacer en el milagroso proceso de nuestra perfección.

Al concluir su registro, Moroni enseñó: “Sí, venid a Cristo, y perfeccionaos en él […], y si os abstenéis de toda impiedad, y amáis a Dios con todo vuestro poder, mente y fuerza, entonces su gracia os es suficiente, para que por su gracia seáis perfectos en Cristo”19. ¡Qué verdad tan consoladora y poderosa! Su gracia es suficiente para mí, es suficiente para ustedes y es suficiente para todos los que están “trabajados y cargados”20.

Con tratamientos como el de Aaron siempre hay alguna incertidumbre en cuanto al resultado. De hecho, necesitó un segundo trasplante cuando surgieron complicaciones con el primero. Afortunadamente, en cuanto al cambio espiritual de corazón se refiere, no debemos preguntarnos si sucederá. Cuando vivimos de acuerdo con Su voluntad, “confiando íntegramente en los méritos de aquel que es poderoso para salvar”21, hay una garantía del cien por ciento de ser limpios mediante la sangre del Salvador y finalmente ser perfeccionados en Él. Él es “un Dios de verdad, y no [puede] mentir”22.

No hay duda de que este proceso de cambio lleva tiempo y no estará completo hasta después de esta vida, pero la promesa es segura. Aunque el cumplimiento de las promesas de Dios parece lejano, aun así aceptamos esas promesas, sabiendo que se cumplirán23.

El cambio milagroso en la salud de Aaron ha traído gran gozo a nuestra familia. Imaginen el gran gozo en el cielo cuando suceden cambios potentes en nuestra alma.

Nuestro Padre Celestial y nuestro Salvador, Jesucristo, nos aman y han ofrecido con bondad cambiarnos y perfeccionarnos. Desean hacerlo, pues es fundamental para Su obra y Su gloria24. Testifico que tienen el poder de hacerlo cuando acudimos a Ellos con fe. En el nombre de Jesucristo. Amén.