2000–2009
La verdad restaurada
Octubre 2005


La verdad restaurada

El plan de salvación y felicidad del Padre… te ayudará a vencer todo desafío que se presente en tu vida.

Como resultado del aumento de desastres causados por la naturaleza y por el hombre, vemos a nuestro alrededor el deseo cada vez mayor que se ha manifestado por todo el mundo de obtener dirección espiritual. Ese anhelo por conseguir guía espiritual es consecuencia del ser hijos de un Padre Celestial divino. Es normal que al afrontar dificultades acudamos a nuestro Creador para pedir ayuda. Nuestro amoroso Padre Celestial sabía que el deterioro de las condiciones del mundo, los graves problemas personales y los desastres llevarían a Sus hijos a buscar Su sustento espiritual; el reto es cómo encontrarlo.

En la vida preterrenal, vivíamos en la presencia de Dios, nuestro Santo Padre y Su Amado Hijo Jesucristo. Allí obtuvimos el conocimiento del plan de salvación de nuestro Padre y de la promesa de que se nos ayudaría cuando naciéramos como seres mortales en la tierra. Se explicó el propósito principal de la vida, y se nos dijo:

“…haremos una tierra sobre la cual éstos puedan morar;

“y con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare;

“y a los que guarden su primer estado [o sea, ser obedientes en la vida preterrenal] les será añadido… y a quienes guarden su segundo estado [o sea, ser obedientes durante la vida terrenal], les será aumentada gloria sobre su cabeza para siempre jamás1”.

Esas palabras expresan el propósito más fundamental de tu existencia en la tierra. Ese propósito es demostrar que eres obediente a los mandamientos del Señor y de ese modo progresar en entendimiento, capacidad y en todo atributo digno. Es recibir toda ordenanza requerida, y hacer y guardar todo convenio necesario. Es organizar y criar una familia. Esa experiencia vivida contiene períodos de pruebas y de felicidad con el propósito de regresar triunfantes al haber afrontado los problemas y aprovechado bien las oportunidades de la vida terrenal para recibir las bendiciones gloriosas prometidas como recompensa a esa obediencia.

Con el fin de que ese período de prueba y progreso terrenales rindiera su más grande beneficio, se te enseñó y se te preparó para las circunstancias que individualmente encontrarías en la vida terrenal. Se te explicó el modelo de nuestro Padre para guiarte a lo largo de tu vida terrenal. De entre los hijos espirituales más valientes y obedientes, Él elegiría profetas y otros siervos autorizados para que poseyeran Su sacerdocio, para que se les enseñara Su verdad y para que fuesen guiados con el fin de expandir esa verdad entre Sus hijos sobre la tierra. Dios daría a cada hijo el albedrío moral, el derecho de escoger Su consejo o de hacer caso omiso de él. A todos se les alentaría a obedecer pero no se les obligaría a hacerlo. Tú comprendiste que aun cuando podías elegir tu camino sobre la tierra, no podrías determinar las consecuencias de tus elecciones. Eso se decidiría mediante la ley eterna.

Si una persona vivía para hacerse acreedora de todas las ricas bendiciones prometidas, pero por razones ajenas a su voluntad no pudiera obtenerlas en la tierra, habría una oportunidad compensatoria en la vida venidera; tu recuerdo de la vida preterrenal sería borrado de tu mente para asegurar que fuera una prueba válida, pero se te daría guía para mostrarte cómo debías comportarte. El plan de nuestro Padre para obtener la salvación en esta vida, con la oportunidad de regresar a Él, se llamaría el Evangelio de Jesucristo.

Desde antes de la creación de esta tierra, hubo una rebelión contra el plan del Padre, instigada por un espíritu brillante pero malvado al que conocemos como Lucifer o Satanás. Él propuso una modificación a los requisitos y fue tan convincente su argumento que la tercera parte de los hijos espirituales del Padre siguieron a Satanás y fueron expulsados. Ellos perdieron la oportunidad extraordinaria de progresar y la ventaja fundamental de tener un cuerpo mortal.

Nuestro Santo Padre, que conoce perfectamente a cada uno de Sus hijos, se dio cuenta de que con el correr del tiempo muchos serían tentados, se volverían mundanos y rechazarían el testimonio y las enseñanzas de Sus profetas. La tiniebla espiritual reemplazaría a la luz de la verdad y se crearía una condición llamada apostasía. A ese lapso de tiempo, desde la introducción de la verdad hasta su pérdida general originada por el pecado, se le llamaría dispensación. Se elegiría un profeta tras otro, en una serie de dispensaciones, para mantener la verdad sobre la tierra en beneficio de los fieles, a pesar de que muchos la distorsionaran o la rechazaran.

Aprendiste que la Luz de Cristo proporcionaría esa guía que da luz y vida a todas las cosas, que induce a todas las personas de la tierra a distinguir la verdad del error, lo correcto de lo incorrecto. La Luz de Cristo no es una persona; es un poder y una influencia que provienen de Dios nuestro Padre, mediante Su Hijo Jesucristo y que, cuando se sigue, lleva a la persona a ser merecedora de la guía y de la inspiración insuperables del Espíritu Santo. Se te dijo que la transgresión debilitaría la influencia del Espíritu Santo pero que se restauraría mediante el debido arrepentimiento. Te regocijaste al saber que el obediente que recibiera las ordenanzas correspondientes junto con los convenios necesarios, y que permaneciera fiel, heredaría la gloria celestial y viviría en la presencia del Padre y de Su Hijo por todas las eternidades.

¿Cómo podemos conocer esas verdades? ¿Cómo puedes confirmar su validez? Ves a tu alrededor gran confusión acerca de la naturaleza de Dios, de Sus enseñanzas y del propósito de la vida. Entonces, ¿cómo guía Dios, nuestro Padre Celestial a Sus hijos en la tierra? ¿Cómo comunica la verdad y Su voluntad para que Sus hijos fieles y creyentes tomen las decisiones correctas y reciban las bendiciones que nuestro Padre Celestial desea que tengan? Te explicaré.

Desde la fundación de esta tierra, Dios, nuestro Padre, ha seguido invariablemente Su plan que acabo de describir. Adán se esforzó por compartir con sus hijos y sus descendientes el plan de nuestro Padre. Muchos creyeron y fueron bendecidos; pero muchos decidieron utilizar su don divino del albedrío moral para rechazar Sus enseñanzas y Su Evangelio. Los desobedientes rechazaron la verdad, distorsionaron las enseñanzas y las ordenanzas y se distanciaron de Dios. Con el tiempo, a la luz de la verdad la remplazó la oscuridad espiritual, y el sacerdocio y la Iglesia verdadera se perdieron.

Los profetas tales como Enoc, Noé, Abraham y Moisés restablecieron la verdad en sus respectivas dispensaciones, pero, con el tiempo, sus esfuerzos fueron rechazados por la mayoría. En el meridiano de los tiempos, Jesucristo, el Amado Hijo de Dios, nació en la tierra. Él restauró la verdad y ministró con amor y compasión; volvió a establecer Su Iglesia sobre la tierra, con apóstoles y profetas. Por medio de intenso sufrimiento, Él cumplió la comisión divina que le había dado Su Padre Santo para convertirse en nuestro Salvador y Redentor. Él permitió que se le crucificara; resucitó y venció la muerte física. Su sacrificio expiatorio infinito es un don divino que permite que el penitente sea perdonado de sus pecados y que sea merecedor de la vida eterna. Aún así, el Hijo de Dios fue rechazado por todos, con excepción de unos pocos. Sus apóstoles y los miembros de la Iglesia fueron perseguidos y muchos fueron muertos. La tierra se sumió en un largo y terrible periodo de intensa oscuridad espiritual.

Las Escrituras registran que a lo largo de la historia, en ocasiones de importancia excepcional, se ha oído la voz de Dios el Padre. En repetidas ocasiones, Jesucristo se ha aparecido personalmente a ciertas personas. Pero que nosotros sepamos, sólo existe una ocasión celestial y única en la que el mismo Dios el Padre se apareció en persona. Lo hizo con Su preciado Hijo Santo, Jesucristo, a sólo una persona. Se trataba del joven José Smith, un espíritu extraordinario que había sido preparado desde antes de la fundación de la tierra. Él llegaría a ser el profeta más extraordinario enviado a la tierra. A punto de salir a luz, estaba el retorno de la autoridad del sacerdocio, la plena restauración de la Iglesia que estableció el Salvador, con Escrituras adicionales necesarias para nuestra época recibidas por medio de la revelación continua del Salvador.

Nuestro Padre benevolente vino a esta tierra desde Sus vastas creaciones con el fin de aclarar la verdad, dispersar las densas nubes de oscuridad espiritual, establecer Su verdadera identidad, restaurar la plenitud de la verdad y proporcionar la única vía para obtener guía espiritual segura. Esa notable restauración comenzó con la sencilla frase del Padre: “Éste es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!2”. A ello le siguió la restauración de la verdad, del sacerdocio, de las ordenanzas sagradas y de la Iglesia verdadera con el plan de salvación y felicidad del Padre. Ese plan, al vivirlo, te ayudará a vencer todo desafío que se presente en tu vida. Te ayudará a ser merecedor, por medio de la fe y la obediencia, de tener la guía espiritual y divina que necesitas. Ese apoyo te brindará fortaleza para vivir cómo tú sabes que debes hacerlo, sin importar si las condiciones del mundo empeoran.

¿Qué suceso sería tan extraordinariamente importante para justificar esa visita sin precedentes de Dios el Padre? Fue para iniciar la “dispensación del cumplimiento de los tiempos” predicha por los profetas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Había llegado el momento de que el Padre reuniera todas las cosas en Cristo3, de entregar todas las llaves del reino y de restaurar el conocimiento que se había dado en dispensaciones pasadas4 al establecer Él la última dispensación del Evangelio sobre la tierra.

El Salvador, sabiendo que sería difícil para muchos creer que hubiera tenido lugar una restauración tan gloriosa, proporcionó un testigo tangible para establecer la veracidad de ello, a saber, el Libro de Mormón. La forma de confirmar la autenticidad de la restauración se describe en sus páginas. Además, por medio de José Smith, Él proporcionó Escritura adicional revelada en Doctrina y Convenios y la Perla de Gran Precio. No es de extrañar entonces que casi todo el ministerio de José Smith se haya concentrado en el Salvador, en Su expiación y en la doctrina de liberación.

No obstante que ese mensaje preciado y esencial se ha proclamado por el mundo, Satanás ha sido muy eficiente al hacer que la gente no le preste atención, o que lo busque en los lugares equivocados. La gran mayoría de los hijos del Padre no sólo se han olvidado de su Padre Celestial y del propósito de la vida terrenal, sino que raramente piensan en Él, ni meditan sobre la razón por la que están en esta vida terrenal. Se han dejado llevar y consumir por las cosas del mundo que los distraen de las esenciales. No cometas ese error.

Como siervo de Jesucristo, testifico que lo que he descrito es verdadero. No es suficiente tener una vaga comprensión de la verdad o de la autenticidad del Padre y de Su Hijo, nuestro Salvador. Cada uno de nosotros debe llegar a saber quiénes son Ellos en realidad. Es preciso que sientas cuánto te quieren. Debes confiar en que, a medida que vivas en forma constante la verdad lo mejor que puedas, Ellos te ayudarán a hacer realidad el propósito de tu vida terrenal y te fortalecerán para que seas merecedor de las bendiciones prometidas. Para ser obediente a los mandamientos de Dios es necesario comprenderlos; se debe tener fe en ellos. La mejor manera de obtener esa comprensión es por medio del estudio personal de la doctrina. Esa es una de las razones por las que en julio de este año, el presidente Hinckley y sus consejeros instaron a todos los miembros a leer el Libro de Mormón antes de finalizar el año. Ellos prometieron: “Los que lean el Libro de Mormón serán bendecidos con una medida extra del Espíritu del Señor, así como con una mayor resolución de obedecer Sus mandamientos y con un testimonio más firme de que el Hijo de Dios vive y es real5”. Yo he puesto a prueba esa promesa en mi propia vida y he confirmado su veracidad. Si tú has obedecido ese consejo a conciencia, sabes de lo que estoy hablando. Si todavía no has comenzado, todavía tienes tiempo de enriquecer tu vida al leer las páginas del Libro de Mormón. Por favor, hazlo.

En calidad de Apóstol del Señor Jesucristo, solemnemente testifico que Dios nuestro Padre y Jesucristo, por medio de José Smith, llevaron a cabo la Restauración de la que hablé, que la luz resplandeciente de la verdad y la Iglesia de Jesucristo están de nuevo en la tierra, que la verdadera naturaleza de Dios el Padre y de Su Hijo se ha revelado nuevamente y que la manera correcta de recibir orientación espiritual se ha aclarado. Testifico que el plan de salvación de Dios está al alcance de todos los que lo busquen con sinceridad. Acéptenlo y vívanlo para que tengan paz y felicidad. En el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Abraham 3:24–26.

  2. José Smith—Historia 1:17.

  3. Véase Efesios 1:10.

  4. Véase D. y C. 128:18–21.

  5. Véase Carta de la Primera Presidencia, 25 de julio de 2005.