2000–2009
Puedo orar a mi Padre Celestial en cualquier momento y en cualquier lugar
Abril 2003


Puedo orar a mi Padre Celestial en cualquier momento y en cualquier lugar

Sé que podemos orar al Padre Celestial en cualquier momento y en cualquier parte, y estoy muy agradecida por ello.

Mis queridos hermanitos y hermanitas. ¿Recuerdas la última vez que recibiste respuesta a tus oraciones? ¿Fue cuando perdiste algo? ¿Cuando tenías miedo? Quizás estabas enfermo o algún ser querido estaba enfermo. Yo también he orado en momentos así.

¿Dónde te encontrabas la última vez que oraste? Yo he orado en muchos lugares: he orado en la playa, en las montañas, en la Iglesia, en el patio de recreos; he orado en mi casa, en el avión y en el hospital. Sé que puedo orar al Padre Celestial en cualquier momento, en cualquier lugar. Sé que Él me escucha.

Te voy a contar un relato de dos niños: un niño de unos seis años y una niña que apenas había cumplido siete. Un caluroso día de verano fueron a pasear con su papá en el viejo Jeep del abuelo. Condujeron cerca de una hora y media cuando el automóvil comenzó a hacer ruidos extraños, hasta que finalmente se paró por completo al llegar a una estación de servicio del pueblo más cercano. “Podemos arreglarlo”, dijo el encargado, y les indicó cómo ir a pie hasta un almacén de repuestos. Una vez dentro de la tienda, los niños vieron que había muchas cosas interesantes para ver y no se dieron cuenta de que su papá se fue con el vendedor a la parte de atrás del local. Lo único que sabían era que ya no lo veían. Se asomaron hacia fuera y vieron a un hombre por la calle que llevaba puesto un sombrero como el de su papá. Al verlo doblar la esquina, corrieron detrás de él, gritando: “¡Papá! ¡Papá!”

Cuando se dieron cuenta de que no era su papá, se habían perdido. No podían encontrar el almacén de repuestos ni sabían dónde se encontraban; tampoco conocían a nadie en esa ciudad. La niña quería ir hacia un lado y el niño pensaba que debían ir hacia el otro. ¿Cómo podrían encontrar a su papá o por lo menos al Jeep? “Tenemos que orar”, dijo la niña. Al niño le daba algo de vergüenza orar en público, pero después de orar, ambos comenzaron a caminar en la misma dirección. Encontraron la estación de servicio, se subieron al Jeep y esperaron. Poco después —aunque a ellos les pareció mucho tiempo— llegó su padre. Él también había estado orando para encontrarlos lo más pronto posible.

En las Escrituras hay muchos relatos de oraciones que fueron contestadas; ¿recuerdas alguno de ellos? A Nefi se le dijo cómo debía construir un barco; Daniel oró para ser protegido de los leones; Enós oró todo el día hasta la noche para pedir perdón por sus pecados; Ana oró que pudiese tener un bebé. Mi relato favorito acerca de la oración es el del jovencito que deseaba saber algo. Quería saber a qué iglesia debía unirse. Sus amigos y su familia buscaban iglesias a las cuales unirse, pero él no sabía cuál era la correcta, y sólo tenía catorce años.

Un día, José Smith estaba leyendo la Biblia, y leyó esto: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). ¡Esa Escritura lo conmovió tanto! Él nunca había orado en voz alta, pero necesitaba una respuesta y creía en lo que decía el pasaje de Escritura. Con humildad, fue hasta un bosque que había cerca de su casa, se arrodilló y comenzó a orar. Era una oración tan importante que los poderes de las tinieblas amenazaron con destruir a ese joven y fuerte muchacho del campo, pero él clamó a Dios que le ayudara. Al hacerlo, una luz descendió y la oscuridad desapareció. José vio a dos personajes en medio de la luz, y uno de Ellos le dijo, señalando al otro: “Éste es mi hijo amado: ¡Escúchalo!” (José Smith– Historia 1:17). Eran Dios el Padre y Su Hijo Jesucristo.

Al pensar en ese relato, pienso en mis hijos. Todos ellos fueron misioneros fuera de los Estados Unidos y tuvieron que aprender un nuevo idioma. Una de las cosas que aprendieron a compartir en su nuevo idioma fue el relato de la oración de José Smith. ¿Por qué la aprendieron? Porque las personas a las que enseñaban debían saber que el Padre Celestial y Jesús habían elegido a José Smith para ser el profeta que restauraría el Evangelio y la Iglesia de Jesucristo de nuevo sobre la tierra. Y era necesario que las personas supieran que de la misma forma que José Smith había recibido respuesta a su oración, también ellas podían orar al Padre Celestial y recibir respuestas a sus oraciones. Él también contestará tus oraciones. Sé que podemos orar al Padre Celestial en cualquier momento y en cualquier parte, y estoy muy agradecida por ello.

En los dedos de la palma de mi mano está mi testimonio:

  1. Sé que Dios es nuestro Padre Celestial y que Él nos ama.

  2. Jesucristo es Su Hijo, nuestro Salvador y Redentor.

  3. José Smith es un profeta de Dios. Él tradujo el Libro de Mormón por el don y el poder de Dios.

  4. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es la Iglesia del Señor sobre la tierra hoy en día.

  5. El profeta viviente es el presidente Gordon B. Hinckley.

En el nombre de Jesucristo. Amén.