1990–1999
“Examíname, oh Dios, Y Conoce Mi Corazón”
Abril 1998


“Examíname, oh Dios, Y Conoce Mi Corazón”

“Las ordenanzas y los convenios … son los medios que el Señor ha proporcionado para que nos conduzcan a la vida eterna”.

Mis queridos hermanos, hermanas y amigos:

Con humildad me encuentro ante este púlpito que por más de cien años ha sido santificado por la palabra de Dios expresada en infinidad de mensajes inspirados, los que han elevado espiritualmente el alma de quienes los han escuchado. En concordancia con este legado, ruego que nuestro corazón sea receptivo a todo lo que se diga en esta conferencia.

Hoy deseo hablar acerca de las bendiciones que emanan de los convenios hechos con el Señor. Como base, comenzaré con el convenio que el Señor hizo con la Casa de Israel: “Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”1.

Ese convenio es universal para todos los seres de cualquier raza que hayan sido “bautizados en Cristo”2. Como Pablo declaró: “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa”3.

Los convenios no son simplemente rituales externos, sino medios reales y eficaces para cambiar: “El nuevo nacimiento viene por el Espíritu de Dios mediante las ordenanzas”4. Debemos siempre honrar y guardar sagrados los convenios de salvación que hemos hecho con el Señor y, si lo hacemos, Él nos ha prometido: “… recibirás revelación tras revelación, conocimiento sobre conocimiento, a fin de que conozcas los misterios y las cosas apacibles, aquello que trae gozo, aquello que trae la vida eterna”5.

Muchos convenios son indispensables para la felicidad tanto aquí como en la vida venidera. Entre los más importantes se encuentran los convenios del matrimonio hechos entre marido y mujer; de esos convenios emana la dicha más grande de la vida.

El convenio del bautismo, con la ordenanza de la confirmación que le acompaña, abre la puerta para la vida eterna.

El juramento y convenio del sacerdocio contienen la promesa mediante la cual los élderes dignos de la Iglesia recibirán “… todo lo que [el] Padre tiene …”6.

Los convenios del templo son la base para obtener las bendiciones más grandes que el Señor tiene para nosotros.

Nosotros tenemos el gran privilegio de participar de la Santa Cena, la Cena del Señor. La renovación de nuestros convenios bautismales al participar de la Santa Cena nos protege contra toda clase de mal. Al participar dignamente del pan y del agua santificados, en memoria del sacrificio del Salvador, testificamos ante Dios el Padre que estamos dispuestos a tomar sobre nosotros el nombre de Su Hijo, y a recordarle siempre, y a guardar Sus mandamientos qué El nos ha dado. Si hacemos eso, siempre tendremos Su Espíritu con nosotros 7. Si participamos de la Santa Cena con regularidad y somos fieles a esos convenios, la ley estará en nuestras entrañas y estará escrita en nuestro corazón. Permítanme contar un relato del “Church News” con el fin de ilustrar lo antedicho:

“Un grupo de maestros de religión estaba tomando un curso de verano sobre la vida del Salvador; dicho curso se concentraba de manera particular en las parábolas.

“Al llegar el día del examen final … los alumnos llegaron al salón de clases y encontraron una nota que decía que el examen se presentaría en otro edificio que quedaba del otro lado del campo universitario. Más aún, la nota decía que era necesario terminarlo dentro del término de dos horas, que comenzarían a contar casi de inmediato.

“Los alumnos se apresuraron a cruzar el campo universitario. En el trayecto, pasaron junto a una pequeña que lloraba junto a su nueva bicicleta a la que se le había reventado un neumático; un anciano cojeaba dolorosamente en camino a la biblioteca con un bastón en una mano mientras que con la otra trataba de sujetar una pila de libros que se le iban cayendo. Cerca de uno de los edificios vieron sentado en un banco a un hombre barbudo y mal vestido (obviamente acongojado).

“Al entrar apresurados al salón de clases los recibió el maestro, quien les dijo que todos habían salido mal en el examen final.

“Les expresó que la única prueba para saber si habían comprendido la vida y las enseñanzas del Salvador había sido la forma en que tratarían a la gente necesitada.

“Las semanas de estudio a los pies de un excelente profesor les habían enseñado mucho acerca de lo que Cristo había dicho y hecho”8. Sin embargo, en su apuro por terminar con las formalidades del curso, no se dieron cuenta de lo que representaban esas tres escenas que deliberadamente se habían puesto en su camino: habían aprendido la letra pero no el espíritu; habían hecho caso omiso de la pequeña y de los dos hombres, lo que demostró que el intenso mensaje del curso no había hecho mella en su mente.

A veces debemos mirar dentro de nuestra alma y ver lo que en realidad somos. Por más que quisiéramos, nuestra verdadera forma de ser no se puede ocultar puesto que emana de forma diáfana de nuestro interior; los intentos que hacemos para engañar a los demás sólo nos engañan a nosotros mismos. En ocasiones somos como el emperador del cuento de hadas que pensó que estaba ataviado con hermosos vestidos cuando en realidad estaba desnudo.

En el transcurso de mi vida, he visto ir en aumento la fidelidad de los miembros de la Iglesia; tan es así que si se midiera tomando como base las normas establecidas, hay manifestaciones mucho mayores de fidelidad, como nunca las hubo antes. Por ejemplo, desde el punto de vista del porcentaje, en un domingo de hoy, más del doble de personas participa de la Santa Cena del Señor en todo el mundo en comparación con las que lo hacían cuando yo era niño.

Tratamos de cuidar de los pobres y de los necesitados que hay entre nosotros mediante la generosidad de los miembros fieles de la Iglesia que observan la ley del ayuno y participan del inspirado programa de bienestar. La ayuda humanitaria de diferentes clases, que suma millones de dólares, se ha enviado a muchos países con el fin de aliviar el hambre y el sufrimiento; esto se administra de acuerdo con las necesidades y sin tener en cuenta la raza, el color o el credo religioso.

Muchos más de los de nuestra gente disfrutan de las bendiciones que se reciben al vivir la antigua ley del diezmo, al devolver voluntariamente al Señor un diez por ciento de los ingresos que Él les ha dado. Miles y miles más de nuestros santos fieles disfrutan del privilegio de la adoración en el templo. Ahora tenemos cincuenta y ocho mil misioneros prestando servicio. Todo eso me da mucha alegría y estoy seguro de que el Señor está complacido. Pero me pregunto si en la misma medida nos hemos vuelto más cristianos: ¿proviene de un corazón puro el servicio que prestamos?

Hablo de la importancia de guardar los convenios porque ellos son una protección en un mundo que se deja arrastrar lejos de los valores que se han honrado por tanto tiempo y que nos brindan dicha y felicidad. En el futuro, puede ser que esa pérdida de los valores morales se incremente aún más. La decencia básica de la sociedad disminuye. En el futuro, se espera que nuestra gente, en particular nuestros hijos y nuestros nietos, se vean bombardeados más y más por las maldades de Sodoma y Gomorra.

Demasiadas familias se han disuelto; a lo bueno dicen malo y a lo malo bueno 9. En la actualidad, “por la facilidad que presenta la senda”10,¿nos hemos olvidado de los principios de sacrificios y consagración que nos demostraron tan bien nuestros antepasados pioneros? Si es así, como lo sugirió Wordsworth:

“Del mundo somos demasiado y, tarde o temprano,

al adquirir y al gastar, los afanes derrochamos …

En sórdido intercambio el corazón vendimos!

Y por eso, por todo eso, la armonía perdimos”11.

Quizás en nuestros días es más difícil mantenerse moralmente fuertes y firmes ante los embates de los vientos malignos que soplan más fuertes que nunca. Es un proceso de refinamiento. En la actualidad, los paralelos modernos de Babilonia, de Sodoma y de Gomorra se exhiben en forma sugestiva y explícita en la televisión, el Internet, las películas, los libros, las revistas y los lugares de entretenimiento

En la última conferencia general, el presidente Gordon B. Hinckley nos advirtió sobre el hecho de que nos hemos acercado demasiado a la forma de ser de nuestra sociedad en algunos aspectos tales como el observar el día de reposo, la desintegración de la familia y otros asuntos. El dijo:

“Nos hemos acercado demasiado a la forma de ser de nuestra sociedad en este asunto. Por supuesto que hay buenas familias; las hay en todas partes, pero también existen muchas que están en problemas. Esta es una enfermedad que tiene remedio. La receta es simple y maravillosamente eficaz: Es amor …”12.

En nuestra sociedad, muchos valores sagrados se han visto corroídos en nombre de la libertad de expresión. Lo vulgar y lo obsceno se ven protegidos en el nombre de la libertad de palabra. La tendencia principal de la sociedad se ha vuelto más tolerante e incluso ha aceptado la forma de conducta que tanto Jesús, como Moisés, el profeta José Smith y otros profetas nos han advertido desde el comienzo de la historia de la humanidad.

No debemos permitir que nuestros valores personales se corroan, aun cuando otros piensen que somos peculiares. Siempre se nos ha tenido por personas peculiares; sin embargo, el ser correctos espiritualmente es mucho mejor que el ser popularmente correctos. Claro está que, tanto de manera individual al igual que como pueblo, deseamos que se nos quiera y se nos respete; no obstante, no podemos seguir la tendencia principal de la sociedad si ello significara abandonar esos principios justos que, como un trueno que descendió desde Sinaí, los refinó más tarde el Salvador y posteriormente los enseñaron los profetas

de los últimos días. Sólo debemos sentir temor de ofender a Dios y a Su Hijo .Jesucristo, quien es la cabeza de esta Iglesia.

Toda forma de maldad ha sido disfrazada: me refiero a la inmoralidad sexual; me refiero a las apuestas de dinero, que en muchos lugares se le llama juego en lugar de timba. Es la forma típica en que muchas otras maldades se disfrazan para que parezcan más aceptables. Hay otro tipo de conducta que también se disfraza, la cual ha sido condenada a través de la historia de la humanidad, una conducta que es destructiva para la familia, la unidad básica de la sociedad. En “La familia: Una proclamación para el mundo”, la Primera Presidencia y los Doce declararon; “Nosotros … solemnemente proclamamos que el matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios y que la familia es la parte central del plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos”.

El fracaso de la autoridad paternal corroe la institución más imprescindible de la sociedad: la familia.

Pablo hablo de aquellos que en su época demostraron que “… la obra de la ley [estaba] escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia”‘;13. Para que los miembros de la Iglesia disfruten de las bendiciones de un pueblo del convenio, la ley del Señor debe estar escrita en sus corazones. ¿Cómo pueden lograrlo cuando hay tantas influencias que indican a nuestros hijos y a nuestros nietos que lo bueno es malo y lo malo bueno? Desearíamos que todos los padres y las madres, los abuelos y las abuelas, fueran mejores ejemplos en lo que concierne a guardar los mandamientos de Dios. Pedimos a los esposos y a las esposas que traten con más ahínco de ser bondadosos y amorosos el uno con el otro. Si el padre y la madre protegieran a su familia, tanto como les fuera posible, de las diversas influencias que nos acechan, sus hijos estarían mucho más a salvo. El estudio diario de las Escrituras, la oración diaria, la noche de hogar llevada a cabo de modo regular, la obediencia a la autoridad del sacerdocio en casa y en la Iglesia constituyen una gran póliza de seguro en contra del deterioro espiritual.

Josué habló con suma claridad cuando dijo: “… pero yo y mi casa serviremos a Jehová …

“Y el pueblo respondió a Josué: A Jehová nuestro Dios serviremos, y a su voz obedeceremos”14.

Somos libres de aceptar o de rechazar el consejo del Señor y de Sus profetas. Muchas veces, la gente que no escoge seguir a los profetas es la que critica a quienes lo hacen.

Algunas de las personas que nos critican, llaman “ovejas torpes” a quienes siguen a sus líderes espirituales. Jesús dijo: “Y cuando ha sacado fuera todas las propias, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz.

“Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños”15.

Por cierto que todo eso no comenzó con nuestra generación. Desde el comienzo, las influencias y las fuerzas de Satanás le han hecho la guerra a Dios. Satanás, el gran embaucador, dijo: “… Yo también soy un hijo de Dios”16. Él instó a los hijos de Adán a no creer las cosas de Dios “… y amaron a Satanás más que a Dios. Y desde ese tiempo los hombres empezaron a ser carnales, sensuales y diabólicos”17. La justificación es simplemente que todos lo hacen; se hace lo que “esta de moda”.

Las ordenanzas y los convenios nos ayudan a recordar quiénes somos y nuestro deber para con Dios. Son los medios que el Señor ha proporcionado para que nos conduzcan a la vida eterna. Si los honramos, Él nos dará renovada fuerza.

El élder James E. Talmage afirmó que el verdadero creyente, “con el amor de Dios en el alma, sigue una vida de servicio y rectitud sin detenerse a preguntar por qué regla o quéley se dicta o se prohibe cada acto”18.

En un mundo en el que el mal nos amenaza por todos lados tanto

a nosotros como a nuestras familias, recordemos el consejo que dio el presidente Hinckley: “Si tan sólo la gente pudiera aprender a vivir por medio de esos convenios, todo lo demás se arreglaría por sí solo” 19.

Los miembros fieles de la Iglesia que son leales a los convenios que han hecho con el Maestro no necesitan que se les explique cada jota y cada tilde. El comportamiento cristiano fluye del manantial más recóndito del corazón y del alma humana. Lo guía el Espíritu Santo del Señor, que se promete en las ordenanzas del Evangelio. Nuestra esperanza más grande debiera ser el de disfrutar de la santificación que se recibe de esa guía divina; nuestro mayor temor debiera ser el de perder esas bendiciones. Que vivamos de manera tal que, como el salmista, podamos decir: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón”20. Ruego que así sea, en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. Jeremías 31 33.

  2. Gálatas 3 27.

  3. Gálatas 3 29.

  4. Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 188.

  5. D. y C.42:61.

  6. D. y. C. 84:38.

  7. Véase D. y C. 20 77, 79.

  8. ‘ Viewpoint: Too Hurried to Serve?, Church News, 1º de octubre de 1988, pág. 16.

  9. Véase Isaías 5 20.

  10. Alma 37:46.

  11. William Wordsworth, “The World”, en The Oxford Book of English Verse, ed. Sir Arthur Quiller-Couch (1939), pág. 626.

  12. Gordon B. Hinckley, Liahona, enero de 1998, pág. 79.

  13. Romanos 2 15.

  14. Josué 24 15, 24.

  15. Juan 10 4-5, véanse también los versículos 11, 14-15, 27.

  16. Moisés 5 13.

  17. Moisés 5 13.

  18. En Conference Report, abril de 1905, pág. 78.

  19. Teachings of Gordon B. Hinckley, 1997, pág. 147.

  20. Salmos 139 23.