Para la Fortaleza de la Juventud
Ayudar de manera sencilla y poderosa a los demás a venir a Cristo
Marzo de 2024


“Ayudar de manera sencilla y poderosa a los demás a venir a Cristo”, Para la Fortaleza de la Juventud, Marzo de 2024.

Ayudar de manera sencilla y poderosa a los demás a venir a Cristo

Tienes innumerables maneras de mostrar amor, compartir tus creencias e invitar a los demás a venir a Jesucristo.

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Jesucristo

Un día, durante mi primer año de secundaria, mi amiga Nedra me preguntó: “Russ, ¿por qué no vas a Seminario?”.

En ese momento, mis padres no asistían a la Iglesia. Yo asistía solo de vez en cuando con mis amigos y no participaba en Seminario. Al día siguiente, asistí a Seminario a las 6:30 de la mañana. Después de eso, asistí todos los días, incluso en las frías y nevadas mañanas de invierno.

Lo que aprendí en Seminario me conmovió el corazón. Mi testimonio creció a medida que aprendí más acerca de Jesucristo y Su Evangelio restaurado. Eso me preparó para servir en la misión en Inglaterra y para proseguir toda una vida de servicio al Señor y a Su Iglesia.

El hecho de que Nedra me invitara a Seminario me ayuda a ver, de manera personal, que hay innumerables oportunidades de ayudar a otras personas a venir al Señor Jesucristo. De maneras sencillas pero poderosas, puedes mostrar tu amor, compartir tus creencias e invitar a quienes te rodean a experimentar el gozo y la paz que el Salvador y Su Evangelio brindan.

Llegar a conocer al Salvador

Para ayudar verdaderamente a los demás a venir a Cristo, primero debes entender quién es Él. Jesucristo es el Hijo de Dios y el único que podía ser el Salvador y Redentor del mundo.

Solo Él podía vivir una vida perfecta, expiar tus pecados, padecer todos tus “dolores, aflicciones y tentaciones” (Alma 7:11), y luego dar Su vida y volverla a tomar. Gracias a Jesucristo, todos los hijos de Dios se levantarán de la muerte y podrán recibir Sus bendiciones más sagradas y gloriosas.

A medida que entiendas quién es el Salvador —y cuál puede ser tu destino eterno gracias a Él— querrás vivir tu vida de tal manera que le agrade a Él. Y ciertamente a Él le agrada cuando proclamas Su Evangelio, en palabra y obra, a aquellos con los que interactúas cada día.

Tender la mano con amor

Al llegar a conocer y amar al Salvador, desearás seguirlo a Él y Sus enseñanzas más estrechamente, incluso Su mandamiento de que “os améis los unos a los otros” (Juan 13:34).

Cuando Ammón fue a predicar el Evangelio a los lamanitas, ofreció ser siervo del rey Lamoni. Ammón mostró amor y dedicación genuinos cuando protegió las ovejas del rey. Las acciones de Ammón ablandaron el corazón del rey Lamoni. Cuando Ammón enseñó el Evangelio, el Espíritu dominó al rey Lamoni y este se convirtió (véase Alma 17–19).

Ser un verdadero discípulo de Jesucristo significa amar a tu prójimo como a ti mismo (véase Mateo 22:36–40). Si tu prójimo puede sentir que lo amas y que te preocupas por él, es probable que esté más dispuesto a permitirte que compartas las cosas que sabes que son verdaderas.

Buscar el valor para compartir

Por medio del profeta José Smith, el Salvador restauró el sacerdocio en la tierra con todas las ordenanzas y convenios necesarios para nuestro progreso eterno. Una vez que el glorioso mensaje de la Restauración nos ha llegado al corazón, ¡queremos gritarlo desde los tejados! Debes estar anhelosamente consagrado a compartir el preciado conocimiento del Evangelio restaurado con todo el mundo. ¡A mí me encanta hacerlo!

A algunos quizás les preocupe que los demás no muestren interés o rechacen lo que comparten. Sí, eso podría suceder. Después de que Abish corrió de casa en casa haciendo saber al pueblo que el poder de Dios había sobrevenido sobre el rey Lamoni y su casa, algunos creyeron, pero muchos otros decidieron no escuchar (véase Alma 19:17–31).

Ya sea que lo acepten o no, el mayor regalo que podrías darle a un amigo o familiar —o incluso a un enemigo— es el Evangelio de Jesucristo. Ora para pedir valor y luego, cuando sea apropiado, comparte lo que sabes que es verdad.

Extender una invitación sincera

Mientras servía como presidente de la Misión Canadá Toronto, ayudé a varios de mis misioneros a enseñar a un prominente hombre de negocios. Después de la lección, lo invité a orar y a preguntar al Padre Celestial si nuestro mensaje era verdadero.

“No sé orar”, dijo él.

Le dije que todo lo que tenía que hacer era arrodillarse y simplemente pedirle al Padre Celestial que le confirmara la verdad.

“¡Usted puede!”, lo animé.

Nos arrodillamos juntos y el hombre comenzó su oración. Cuando terminó, me dijo: “¿Qué ocurre? Nunca me había sentido así”.

“Así es como el Padre Celestial contesta las oraciones”, le dije. “Usted ha preguntado y Él ha contestado”.

Siempre enseño a los misioneros y a los miembros de todo el mundo que la conversión comienza con lo que las personas sienten. Cuando invites a otras personas a escuchar el Evangelio, invítalas también a orar y pedir que sientan la verdad en el corazón. Si piden a Dios (véase Santiago 1:5) con un corazón sincero, con verdadera intención y fe en Cristo, pueden recibir la confirmación de la verdad por el poder del Espíritu Santo (véase Moroni 10:4–5). Es emocionante y un gozo ayudar a los demás a descubrir la verdad por sí mismos.

Recuerda que cada alma es preciosa

Nunca sabes lo que sucederá cuando ayudas a otras personas a venir a Cristo al amar, compartir e invitar. Los lamanitas, por ejemplo, parecían ser las personas con menos probabilidades de aceptar el Evangelio, pero se convirtieron tanto que “nunca más se desviaron” (Alma 23:6–7).

No debes esperar ese resultado cada vez que compartas el Evangelio, pero de manera sencilla y poderosa, puedes testificar de la verdad y ayudar a que más hijos del Padre Celestial conozcan el Evangelio restaurado.

Cuando te das cuenta de lo preciado que cada uno de los hijos del Padre Celestial es para Él, quieres hacer todo lo posible para ayudar a los demás a venir a Cristo y entrar en la luz de Su Evangelio y en el sendero de la inmortalidad y la vida eterna.

¿Qué mayor experiencia que esa puedes tener en la vida?