2023
Recoge, no esparzas
Julio de 2023


“Recoge, no esparzas”, Para la Fortaleza de la Juventud, julio de 2023.

Ven, sígueme

Hechos 10

Recoge, no esparzas

Dios no muestra favoritismos con las personas y nosotros tampoco deberíamos hacerlo.

Imagen
personas diversas

Ilustración por Travis Constantine

Unas semanas después de llegar a Alemania como misionero, mi entrenador y yo tocamos a la puerta de una mujer mayor, que accedió a dejarnos enseñarle.

Durante la primera lección, la invitamos a leer un pasaje de las Escrituras en voz alta. Leía con gran dificultad valiéndose de gruesos lentes, tropezando con las palabras y sus respuestas a nuestras preguntas eran breves. No estábamos seguros de cuánto entendía.

Le pedimos que leyera ciertos pasajes del Libro de Mormón antes de nuestra siguiente visita. Cuando volvimos, los había leído, pero parecía no entenderlos. Nos preguntamos si tal vez tendría problemas de aprendizaje y si debíamos seguir enseñándole, pero continuamos adelante.

En nuestra siguiente visita, nos sorprendió cuando dijo que quería bautizarse. Luego, conforme continuamos enseñándole, nos dimos cuenta de que leía mejor. Sus respuestas a nuestras preguntas seguían siendo breves, pero parecían mejores y con más confianza.

Poco después me trasladaron a otra ciudad, pero mi entrenador me escribió más adelante para decirme que aquella mujer se había bautizado y que contaba con el apoyo de los miembros de la rama. Si nos hubieras preguntado semanas antes quién de todos nuestros contactos tenía más posibilidades de bautizarse y hallar lugar en la Iglesia, ella no habría estado en los primeros puestos de la lista.

Así que aprendimos una vieja lección, la misma que el apóstol Pedro había aprendido tanto tiempo atrás y que cada uno de nosotros debe seguir aprendiendo: “Dios no hace acepción de personas” (Hechos 10:34).

Un gran cambio

Pedro presidió la Iglesia en un momento crucial. El Salvador había dicho a Sus apóstoles: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15), pero hasta ese entonces solo habían estado predicando y bautizando entre los judíos.

Entonces ocurrieron varias cosas notables. Un centurión romano llamado Cornelio —un gentil, alguien que no era judío, un soldado que vestía el mismo uniforme que los que habían crucificado a Jesucristo— vio un ángel en una visión. El ángel le dijo a Cornelio que mandara llamar a un hombre llamado Pedro para que le enseñara. Poco después, Pedro tuvo una visión en la que vio alimentos prohibidos por la ley judía, pero se le dijo que los comiera porque Dios los había limpiado. Justo después de que Pedro vio la visión, llegaron los siervos de Cornelio y le pidieron que fuera con ellos; el Espíritu indicó a Pedro que fuera.

Después de conocer a Cornelio y ver cuán bueno y fiel era, Pedro supo el significado de la visión: el Evangelio también debía llevarse a los gentiles como Cornelio. Fue entonces cuando dijo: “En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace lo justo” (Hechos 10:34–35). Pedro enseñó a Cornelio acerca de Jesucristo y lo invitó a él y a su familia a bautizarse (véase Hechos 10).

Llevar el Evangelio a los gentiles supuso un gran cambio para la Iglesia primitiva. A algunas personas les costó aceptar ese cambio, pero era lo correcto y enseñaba una verdad básica sobre Dios y nuestros semejantes.

Ningún favoritismo

Cuando Él bendice a Sus hijos, Dios no muestra favoritismos según la nacionalidad, la raza, el sexo, las riquezas, la educación, la capacidad, la apariencia ni ninguna otra diferencia que divida a las personas1. Él “estima a toda carne igual; el que es justo es favorecido de Dios” (1 Nefi 17:35). Todos pueden venir a Él porque “todos son iguales ante Dios” (2 Nefi 26:33). Él “mira el corazón” (1 Samuel 16:7) y acepta a los que “hace[n] justicia, y ama[n] la misericordia” y andan en humildad (véase Miqueas 6:8).

Cualquier persona puede escoger venir a Jesucristo, hacer convenios con el Padre Celestial y seguir Sus sendas, y dicha verdad debe guiar la forma en que compartimos el evangelio del Señor y Su amor.

No podemos limitarnos a ver las características exteriores de alguien y pensar que no se ajusta al “tipo adecuado” para el Evangelio. No podemos poner las etiquetas del mundo a las personas y creer que tales etiquetas los descalifican para su inclusión en la Iglesia. No podemos decidir no servir a alguien simplemente porque tenga opiniones políticas, pasatiempos o gustos diferentes de los nuestros.

Dios no ve a las personas como un conjunto de etiquetas que representan a diversos grupos o atributos; Él ve a la persona individualmente —a Su hijo o Su hija—, y así es como nosotros debemos ver a cada persona: como alguien único con la misma oportunidad y capacidad de venir a Dios.

Sé un recogedor

El presidente Russell M. Nelson nos ha instado a participar en el recogimiento de Israel2, pero si nosotros, a diferencia de Dios, escogemos “hace[r] acepción de personas” a la hora de compartir el Evangelio e incluir a las personas en la Iglesia, tal vez estemos esparciendo o dividiendo más de lo que estamos recogiendo y uniendo.

Cada uno de nosotros debe hacer el compromiso: no esparzamos más; más bien, seamos recogedores. Amemos, compartamos e invitemos.

Mi compañero y yo no estábamos seguros de que la mujer a la que enseñábamos en Alemania fuera a bautizarse. No conocíamos su corazón, pero Dios sí. Me alegro de que nos sintiéramos inspirados a seguir enseñándole.

A medida que trates de seguir el Espíritu y no hacer acepción de personas, se te guiará a ayudar a quienes te rodean a venir a Cristo, más allá de sus diferencias.

Notas

  1. Véase Dieter F. Uchtdorf, Conferencia General de abril de 2020 (Liahona, mayo de 2020, pág. 105).

  2. Véase, por ejemplo, Russell M. Nelson, “Juventud de Israel” (devocional mundial para los jóvenes, 3 de junio de 2018), HopeofIsrael.ChurchofJesusChrist.org.