Enseñar a los jóvenes y a los jóvenes adultos
La verdad perdura


La verdad perdura

Una velada con el élder D. Todd Christofferson

Discurso dirigido a los instructores de religión del SEI • 26 de enero de 2018 • Tabernáculo de Salt Lake

Agradezco a mi Padre Celestial el privilegio de estar con ustedes esta noche. Agradezco al élder Kim B. Clark y al hermano Chad H. Webb. Admiro a todos aquellos que han sido mencionados esta noche o que se enumeran en el programa impreso. Tengo profundo aprecio por el Sistema Educativo de la Iglesia, por Seminarios e Institutos. Tengo una admiración profunda por todos aquellos que prestan servicio —los empleados, voluntarios y todos los que contribuyen. Creo que el servicio que brindan es de suprema importancia y valor para los miembros de la Iglesia, en especial para cada nueva generación y les agradezco a ustedes.

Me gustaría hablarles esta noche sobre la verdad. El Sistema Educativo de la Iglesia está dedicado a enseñar e inculcar la verdad, en especial aquellas verdades más destacadas y fundamentales que son los cimientos de la vida eterna. Siempre ha sido importante no solo enseñar sino defender la verdad, y en nuestro tiempo esa necesidad parece ir en aumento.

Todos recordamos la conversación en Juan cuando Jesús fue llevado ante Pilato y declaró que había venido al mundo “para dar testimonio de la verdad.Todo aquel que es de la verdad”, dijo Jesús, “oye mi voz”1. Pilato, con aire de cinismo, respondió: “ ¿Qué es la verdad?”2. Aparentemente fue una pregunta retórica;quizás no creía que la verdad existiera, o tal vez después de una vida de intriga política, perdió las esperanzas de llegar a saber lo que en realidad es la verdad.Sin embargo, es una buena pregunta, una en la que deberíamos pensar.

En Su magnífica oración intercesora durante la Última Cena, el Señor atestiguó que la palabra del Padre es verdad3. Declaró que el testimonio del Espíritu Santo es verdadero y que “la verdad permanece para siempre jamás”4. Se declara que tanto el Padre como el Hijo son “lleno[s] de gracia y de verdad”5. Mediante la revelación al profeta José Smith, el Salvador dio quizás la definición más concisa posible de lo que es la verdad: “… la verdad es el conocimiento de las cosas como son, como eran y como han de ser”6.

Si bien esa definición es directa, la implicación es que sin ayuda divina, la comprensión del hombre sobre la verdad no puede ser muy amplia.El profesor emérito de BYU, Chauncey C. Riddle lo explicó de esta manera:

“Ningún ser mortal puede tener más que una pequeña pizca de la verdad sobre cómo son las cosas, cómo fueron y cómo serán. Y dado que entendemos por medio de relaciones, nosotros los mortales no podemos comprender esa pizca [de verdad] que conocemos en su totalidad porque el fragmento tiene su significado completo solo cuando se relaciona con todo lo demás y el pasado, [presente] y futuro de todo lo demás.

“Por tanto, la verdad es una cosa que comprenden totalmente solo los dioses, aquellos que son omniscientes y que ven y conocen todas las cosas pasadas, presentes y futuras”7.

El profesor Riddle menciona además:

“A fin de rescatar a la humanidad de esta capacidad limitada de discernir la verdad, nuestro Padre nos ha dado a nuestro Salvador, Jesucristo, y al Espíritu Santo. Nuestro Salvador da a todos los hombres y mujeres nacidos en este mundo la Luz de Cristo, mediante la cual pueden distinguir el bien del mal…Si una persona recibe y ama la Luz de Cristo, y aprende a usarla habitualmente para discernir entre el bien y el mal, él o ella estarán listos para recibir el testimonio del Espíritu Santo… Una persona que tiene [el don del Espíritu Santo] tiene derecho a su compañía constante. Cualquier persona que tenga esa compañía constante tiene acceso a toda verdad. ‘… y por el poder del Espíritu Santo podréis conocer la verdad de todas las cosas [Moroni 10:5]’”8.

El Salvador confirmó eso en una declaración durante la Última Cena: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad”9. A José Smith, Él dijo: “El que guarda [mis] mandamientos recibe verdad y luz, hasta que es glorificado en la verdad y sabe todas las cosas”10.

Lo primero que debemos entender acerca de la verdad es que el conocimiento de la verdad en cualquier medida notable requiere ayuda divina, ya sea a través de la Luz de Cristo o la ayuda del Espíritu Santo.Dada nuestra capacidad y recursos, si no contamos con la ayuda de la revelación, simplemente no podemos alcanzar un conocimiento comprensivo de las cosas tal como eran, como son y como serán, y cómo una cosa se relaciona a cómo fue, cómo es, o cómo será todo lo demás.

No obstante, el Señor aconsejó al profeta José Smith a “estudiar y aprender, y familiarizaros con todos los libros buenos y con los idiomas, lenguas y pueblos”11. Y Él extiende ese consejo a todos nosotros: “… buscad palabras de sabiduría de los mejores libros [o podríamos decir “verdad”]; buscad conocimiento, tanto por el estudio como por la fe”12. Y lo debemos hacer, dijo, “diligentemente”13. Debemos esforzarnos al máximo, y ese mejor esfuerzo incluye ejercitar la fe, pedir, buscar y llamar activamente para que recibamos la verdad y la luz que proviene de Dios14. Este es el “aprendizaje profundo”, como el élder Kim Clark lo ha descrito esta noche.

Creo que la mayor parte, si no toda, la verdad que podemos descubrir proviene de la ayuda divina, ya sea que la reconozcamos o no. Al escribir sobre la Luz de Cristo o el Espíritu de Cristo, el presidente Boyd K. Packer destacó lo siguiente:

“El Espíritu de Cristo puede iluminar al inventor, al científico, al pintor, al escultor, al compositor, al actor, al arquitecto, al autor para producir obras grandes e incluso inspiradas para la bendición y el beneficio de toda la humanidad.

“Este Espíritu puede inspirar al granjero en su campo y al pescador en su barca; puede inspirar al maestro en la sala de clase, al misionero cuando presenta una charla;puede inspirar al estudiante que escuche.Y, lo que es de enorme importancia, puede inspirar a marido y mujer, a padre y madre”15.

Nosotros, más que nadie, debemos ser humildes y lo suficientemente realistas como para reconocer que no solo la salvación se recibe por la gracia “después de hacer cuanto podamos”, sino que nuestra comprensión de la verdad también se recibe por la gracia “después de hacer cuanto podamos”16. “Porque la palabra del Señor es verdad, y lo que es verdad es luz, y lo que es luz es Espíritu, a saber, el Espíritu de Jesucristo”17.

Ahora acudo a la declaración del Salvador: “… la verdad permanece para siempre jamás”18. En la sección 93 de Doctrina y Convenios, el Señor declara: “Toda verdad es independiente para obrar por sí misma en aquella esfera en que Dios la ha colocado, así como toda inteligencia; de otra manera, no hay existencia”19. Considero que eso significa que toda verdad, incluida la verdad que gobierna nuestra esfera actual, existe independiente y aparte.No la afecta mi preferencia ni la opinión de ustedes.Se mantiene independiente de cualquier esfuerzo por controlarla o cambiarla.No se la puede presionar ni influenciar de ninguna manera.Es una realidad fija.

El Salvador dijo que sin esa realidad fija de la verdad “no hay existencia”20, Creo que esto es lo que Lehi tenía en mente cuando enseñó:

“Y si decís que no hay ley, [aquí se utiliza ley como sinónimo de verdad, verdad que es ‘independiente… en aquella esfera en que Dios la ha colocado’], decís también que no hay pecado [siendo el pecado la desobediencia a la ley]. Si decís que no hay pecado, decís también que no hay rectitud [siendo la rectitud la obediencia a la ley; en otras palabras, sin ley o verdad no hay nada que obedecer o desobedecer]. Y si no hay rectitud, no hay felicidad [siendo la felicidad el resultado de la rectitud]. Y si no hay rectitud ni felicidad, tampoco hay castigo ni miseria [siendo el castigo y la miseria la consecuencia del pecado]. Y si estas cosas no existen, Dios no existe. Y si no hay Dios, nosotros no existimos, ni la tierra; porque no habría habido creación de cosas, ni para actuar ni para que se actúe sobre ellas; por consiguiente, todo se habría desvanecido”21.

Entonces, mediante esas cosas, sabemos que la verdad existe, que representa una realidad fija e inmutable, que sin contar con ayuda, la cantidad de verdad que los mortales puedan discernir es relativamente pequeña, que dependemos de la ayuda de la revelación divina para aprender “la verdad de todas las cosas”22, y que nosotros y Dios dependemos de la verdad para actuar y crear, “de otra manera, no hay existencia”23. En otra parte también aprendemos que la verdad no entra en conflicto con la verdad, sino que, de hecho, toda la verdad puede circunscribirse en un gran todo.

Y bien, ¿dónde nos hallamos en el mundo de hoy al procurar enseñar y afirmar la verdad, en especial la verdad espiritual?

En la mayor parte del mundo, el modo de pensar relativista se ha convertido en una filosofía dominante.Por relativismo me refiero a la opinión de que las verdades éticas o morales son relativas, que dependen de las actitudes y los sentimientos de quienes las poseen, y que nadie puede juzgar la validez de la “verdad” de otra persona. Hoy día se oye mucho hablar acerca de “mi verdad”, la “verdad de él” o la “verdad de ella”. Ese modo de pensar lo describe el autor David Brooks, en su crítica del libro Perdido en la transición por el sociólogo de Norte Dame Christian Smith y otros. Brooks declara:

“La posición a la cual la mayoría de [los entrevistados de Smith] recurrió automáticamente una y otra vez es que las decisiones morales son solo cuestión de preferencia individual. ‘Es algo personal’, normalmente decían los entrevistados. ‘Depende de la persona. ¿Quién soy yo para juzgar?’.

“En rechazo a la sujeción ciega a la autoridad, muchos jóvenes se han ido al otro extremo: ‘Yo haría lo que considerara que me haría feliz o según lo que sintiera. No tengo otro modo de saber qué hacer sino según lo que sienta interiormente’.

“Muchos se apresuraron a hablar sobre sus sentimientos morales, pero vacilaron en vincularlos a un modo de pensar más amplio sobre un marco u obligación moral compartida. Como dijo uno de ellos: ‘Lo que quiero decir es que lo que hace que algo sea correcto es cómo me siento al respecto.Pero diferentes personas piensan de diversas maneras, así que no podría hablar en nombre de nadie sobre lo que está bien y lo que está mal’”24.

Creo que estarían de acuerdo en que la filosofía del relativismo moral ha hecho grandes avances en nuestro tiempo. “No juzgar” se ha convertido en una norma casi incuestionable para la conversación y el comportamiento. Pero, en realidad, todos juzgamos lo que está bien y lo que está mal, y no solo para nosotros mismos, sino también para las personas y la sociedad que nos rodean. Las leyes y los sistemas de la ley, incluso los sistemas políticos, forman parte de los valores morales y lo que se percibe como verdad. En una sociedad pluralista, podemos debatir qué valores se deben recoger en las leyes o regulaciones y qué es correcto o incorrecto o verdadero, pero al final, prevalece la visión de alguien, o la opinión que algún grupo tenga de la verdad, y todos quedan sujetos a ella.

El relativismo moral simplemente no funciona si ha de haber orden y justicia en la sociedad.¿Puede el asesinato ser incorrecto para la mayoría, pero correcto para algunos?¿Tiene derecho el ladrón a guardar lo que roba y seguir robando porque cree que robar es lo correcto para él, en especial porque creció en una circunstancia desfavorable? O, al tomar en cuenta algo que está muy presente en las noticias de hoy, ¿tiene derecho un hombre a acosar sexualmente a una mujer porque lo considera compatible con su sentido personal del bien y del mal?

Alguien podría decir: “Bueno, usted está hablando de cosas que generalmente se aceptan como incorrectas. Existen algunos valores que son innatos en la existencia humana que son la base de las leyes contra el asesinato, la violación, el robo y otros actos que dañan a las personas o que interfieren con su legítima búsqueda de la felicidad. Esos son derechos humanos esenciales y universales que niegan cualquier derecho personal a lo contrario. El relativismo moral solo se aplica más allá de esos derechos humanos reconocidos, donde cada persona puede definir por sí misma lo que está bien o mal”. Pero ese tipo de razonamiento señala que en realidad hay absolutos morales, ya sea que los llamen derechos humanos universales o algo más. Al menos existen algunas verdades y conceptos morales aparte del capricho o la preferencia personal. El único debate, realmente, es qué son y hasta dónde se extienden. A lo que nos referimos como relativismo moral es en realidad un debate continuo sobre la tolerancia: ¿Qué acciones y diferencias se deben tolerar en la sociedad y en las relaciones humanas?

Nuestro llamado, y es cada vez más urgente en este entorno, es enseñar la verdad de los conceptos morales: lo que son y hasta dónde se extienden.Valoramos la verdad sobre cualquier tema de diversa fuente, pero la verdad eterna, en especial si se relaciona con el significado y el propósito y la dirección de la vida, debemos obtenerla de Dios. Por lo general, los relativistas morales no ven ninguna función o relevancia para que Dios entre en esta conversación y típicamente dudan de que Él exista. Sería muy inconveniente para ellos si Él existiera, y aún más si hablase al hombre.Uno solo puede pensar en la verdad como relativa si Dios no figura en ella.

La firma de investigación Pew informó recientemente que por primera vez, la mayoría de los estadounidenses (el 56 por ciento) indicó que no es necesario tener una creencia religiosa para ser una buena persona.“‘Dios no es un prerrequisito para los buenos valores y la moralidad’, dijo Greg Smith, director asociado de investigación Pew, en su publicación sobre los resultados”25.

Estoy seguro de que estaríamos de acuerdo en que las personas que son ateas o que no profesan una religión o creencia religiosa pueden ser buenas y honestas, y la mayoría lo son. Pero no estaríamos de acuerdo en que eso ocurra sin Dios. Como se señaló antes, ya sea que a alguien le guste o no, lo crea o no, o lo advierta o no, él o ella llevan en su interior la Luz de Cristo y, por lo tanto, poseen un sentido común de lo correcto y lo incorrecto que a veces llamamos conciencia. El Salvador dijo: “… yo soy la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene al mundo”26. También leemos: “Y el Espíritu da luz a todo hombre que viene al mundo; y el Espíritu ilumina a todo hombre en el mundo que escucha la voz del Espíritu”27.

El presidente Boyd K. Packer, en el artículo que cité antes, enseñó:

“Todo hombre, mujer y niño de toda nación, creencia y color —todos, sea cual sea el lugar donde vivan, lo que crean y lo que hagan— tienen dentro de sí la imperecedera luz de Cristo. En ese sentido, todas las personas son iguales. La luz de Cristo en todos es un testimonio de que Dios no hace acepción de personas (véase D. y C. 1:35), sino que trata a todos equitativamente al investirlos con esa luz”28.

La Luz de Cristo que existe en todo ser mortal es lo que Lehi tenía en mente cuando declaró: “Y los hombres son suficientemente instruidos para discernir el bien del mal…Y porque son redimidos de la caída, han llegado a quedar libres para siempre, discerniendo el bien del mal, para actuar por sí mismos”29. Mormón exhortó: “… [buscad] diligentemente en la luz de Cristo, para que podáis discernir el bien del mal; y si os aferráis a todo lo bueno, y no lo condenáis, ciertamente seréis hijos de Cristo”30.

El relativismo moral hace verdadero daño ya que actúa para disminuir la conciencia.Si se reconoce y se sigue, la conciencia conducirá a una luz y una verdad cada vez mayores,pero ignorar o suprimir la conciencia aleja a la persona de la luz y la verdad y la lleva a la negación, el error y el remordimiento. El pretender que no existe una verdad fija y objetiva no es más que un intento de evadir la responsabilidad y rendir cuentas. Esa no es una receta para la felicidad.

Hace veinte años, J. Budziszewski, un profesor de gobierno y filosofía en la Universidad de Texas, Austin, escribió un artículo interesante para la revista católica First Things titulado: “La venganza de la conciencia”. Se refería a la conciencia como parte de la ley natural, “una ley escrita en el corazón de todo ser humano”. Nosotros, naturalmente, la describiríamos como la Luz de Cristo. En cualquier caso, sus observaciones sobre los intentos de sofocar la conciencia son perspicaces.

Escribió que “nuestro conocimiento de los principios básicos [como los que están contenidos en los Diez Mandamientos] es imborrable.Estas son las leyes que no podemos dejar de conocer”31. El relativismo moral niega que esos principios básicos existan, o si existen, niega que sean buenos para todos.El realismo moral argumenta que realmente no conocemos la verdad, pero honradamente la buscamos y hacemos lo mejor que podemos, tratando de ver en una noche brumosa, por así decirlo. Budziszewski declara: “Bien lo sabemos… no estamos haciendo lo mejor que podemos…Sabemos distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, pero deseamos no hacerlo. Aparentamos buscar la verdad, para poder hacer lo incorrecto, tolerar lo incorrecto o reprimir nuestro remordimiento por haber hecho algo malo en el pasado…Nuestro deterioro no se debe a la ignorancia moral, sino a la supresión moral.No estamos sin instrucción, sino en ‘negación’. No carecemos de conocimiento moral; lo refrenamos”32.

Lo que Alma describió a su hijo Coriantón como “remordimiento de conciencia”33 es real, y Budziszewski señala que los intentos de suprimir la conciencia o aliviar el remordimiento, a menos que sea el arrepentimiento, al final no tienen éxito.Lo vemos en personas que pretenden que lo que saben que está mal no lo está. Pueden repetir un pecado intencionalmente una y otra vez para tratar de ahogar la voz de la conciencia. Algunos pueden procurar la distracción perpetua al sumergirse en las redes sociales, los videojuegos o la música constante en sus oídos para evitar cualquier momento tranquilo en el que la conciencia pueda hablar. Lo vemos en las justificaciones que no parecen tener fin, ni en número ni en creatividad. Budziszewski cita esto: “Me digo que el sexo [fuera del matrimonio] está bien porque me voy a casar con mi pareja, porque quiero que mi pareja se case conmigo, o porque tengo que averiguar si podemos ser felices casados… [o:] ‘no necesitamos promesas porque nos amamos’. La implicación es que aquellos que [quieren o] necesitan promesas aman impuramente”34.

Además de fingir, distraerse y justificarse, las personas pueden intentar que otros participen en el acto de culpabilidad como una forma para justificarse.“No pecan en privado; ellos reclutan”35. Diríamos que Satanás es el reclutador maestro, “pues él busca que todos los hombres sean miserables como él”36. Lo más preocupante son aquellos que insisten en que “la sociedad se debe transformar para que ya no se le juzgue tan terriblemente.Entonces cambian las leyes, se infiltran en las escuelas y crean burocracias intrusivas de bienestar social”37. Bien advirtió Isaías: “¡Ay de los que a lo malo llaman bueno, y a lo bueno, malo; que hacen de la luz tinieblas y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!”38.

Por tanto, concluye Budziszewski, nuestros esfuerzos para reprimir las poderosas fuerzas de la conciencia y justificar la culpa es lo que impulsa a la sociedad al abismo moral cada vez más profundo39. Yo agregaría que también es responsable de la ira que estalla cada vez más en cualquier intento de conversar sobre lo que tenga que ver con las normas y pautas de la sociedad.

Al dirigirse a Nicodemo, Jesús dijo:

“Y esta es la condenación: que la luz ha venido al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras son malas.

“Pues todo aquel que hace lo malo aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas.

“Pero el que vive conforme a la verdad viene a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras son hechas en Dios”40.

Los intentos para reprimir la conciencia no son solo inútiles, pero si la gente entendiera las cosas en su verdadera luz, nadie querría intentarlo.Mencioné al principio lo que Lehi enseñó acerca de tratar de escapar del castigo y de la miseria al negar la realidad del pecado: “… si decís que no hay ley, decís… que no hay pecado”41. Si pudiéramos borrar la ley, o la verdad, como intentan hacer aquellos que luchan contra la conciencia, bien podríamos despojarnos de la culpa o del castigo o la miseria. Pero recuerden, como advirtió Lehi, sin la ley tampoco habría un aspecto positivo por nuestra existencia. Borraríamos la posibilidad de la rectitud y la felicidad.Borraríamos la creación y la existencia.Obviamente, la idea de borrar o eliminar la verdad es una tontería, pero hay una forma de eliminar la miseria a la vez que se preserva la oportunidad de la felicidad. Se llama la doctrina o el evangelio de Cristo: fe en Cristo, arrepentimiento y bautismo, tanto de agua como del Espíritu42.

Debemos ayudar a los alumnos, en las palabras del Salvador, a “[vivir] conforme a la verdad”43, eso es, a abrazar de todo corazón la Luz de Cristo en ellos y recibir la luz y la verdad adicionales que se reciben por el Espíritu Santo. Resistir, justificar y fingir no dará resultados.Solo el arrepentimiento y la obediencia a la verdad pueden brindar la “autenticidad” que muchos añoran. Solo el arrepentimiento y la obediencia a la verdad pueden preservar y aumentar nuestra felicidad y libertad.

Al principio de mi carrera legal, vi de cerca los trágicos frutos de ignorar la conciencia.Era asistente jurídico del Juez del Tribunal de Distrito de EE. UU., John J. Sirica, en Washington, D.C. El escándalo nacional conocido como Watergate comenzó antes de que iniciara mi pasantía, y los procedimientos judiciales relacionados con Watergate ocuparon el tiempo del juez Sirica y, por lo tanto, el mío, casi en su totalidad durante los casi dos años y medio siguientes.  Sin describir los detalles, simplemente diré que en 1972, los agentes de la campaña de reelección del presidente Richard Nixon, el Comité para Reelegir al Presidente, valiéndose de allanamientos y de escuchar en secreto, intentaron robar información del Comité Nacional Demócrata.Hubo arrestos y se inició un esfuerzo casi de inmediato para ocultar cualquier conexión de esas actividades ilegales con la campaña del Presidente Nixon o cualquier funcionario de la Casa Blanca.Ese encubrimiento constituyó una obstrucción criminal de la justicia que se extendió hasta incluir al presidente Nixon.

Me pareció que hubo muchos puntos en los siguientes dos años antes de que renunciara cuando Nixon, con una conciencia alerta, podría haber puesto un alto, diciendo: “Eso no está bien, no continuaremos a pesar de las consecuencias”, y bien podría haber sobrevivido a la vergüenza política, la crítica inevitable y a terminar su período. Pero nunca dijo basta. En su lugar, se inmiscuyó más en la conspiración de encubrimiento.El momento más bajo para mí fue cuando el Juez Sirica y yo escuchamos la grabación de una conversación que tuvo lugar el 21 de marzo de 1973 entre el presidente y el asesor legal de la Casa Blanca, John Dean, en la Oficina Oval.

Dean había estado a cargo del encubrimiento dentro de la Casa Blanca, y pensó que esta comenzaba a venirse abajo. Había ido a pedirle instrucciones a Nixon. En esa conversación grabada, Dean expuso lo que se había hecho durante los meses anteriores, incluidos los arreglos para entregar el dinero a las familias de aquellos que se habían declarado culpables del caso Watergate. Se dio el dinero para comprar su silencio en relación con los superiores del Comité para reelegir al Presidente, quienes habían planeado y ordenado el allanamiento, pero que ahora amenazaban con revelarlo porque el dinero para sus familias no estaba disponible o no era tanto como lo prometido.

El Juez Sirica y yo nos sorprendimos cuando oímos a Nixon preguntar tranquilamente: “¿Cuánto dinero se requeriría?”. Por su tono de voz, el propio Dean parecía sorprendido por esa respuesta, y con lo que parecía ser un número tomado de la nada, respondió: “Un millón de dólares”. Nixon respondió que no sería ningún problema recabar esa cantidad, pero a él le preocupaba cómo podría distribuirse sin dejar rastro. El juez y yo no podíamos creer, o no queríamos creer, lo que estábamos escuchando, y él me pasó una nota para sugerir que volviésemos a escuchar la cinta.Terminamos de escuchar la conversación y luego, sin decirnos mucho el uno al otro, guardamos la cinta y nos fuimos a casa temprano. Incluso ahora, recuerdo la sensación de desilusión y tristeza. Eso fue algunos meses antes de la renuncia de Nixon, pero sabíamos que el presidente sería impugnado si no renunciaba primero.

Me pregunté en aquel momento, y desde entonces, por qué Nixon permitió que ese escándalo llegase a ese extremo. Todavía me sorprende que con el tiempo su conciencia pudiese adormecerse al grado de que incluso el intento de chantaje al presidente de los Estados Unidos por parte de los ladrones de Watergate no le suscitara indignación.La lección que aprendí de esta experiencia fue que mi esperanza para evitar la posibilidad de una catástrofe similar en mi propia vida radicaba en nunca hacer una excepción, someterme siempre e invariablemente a los dictados de la conciencia.Dejar de lado nuestra propia integridad, aún por pequeños actos en asuntos en apariencia insignificantes, nos pone en peligro de perder al final el beneficio y la protección totales de la conciencia. Estoy seguro de que algunos se han “salido con la suya”, en el sentido de que actuaron deshonesta o ilegalmente en los negocios, o en la vida profesional o política, y nunca han tenido que rendir cuentas (al menos en esta vida).Pero una conciencia débil y, desde luego, una conciencia adormecida, abre la puerta a los “Watergates”, ya sean grandes o pequeños, colectivos o personales, desastres que pueden herir y destruir, tanto al culpable como al inocente.

Juan registra la potente promesa del Salvador “a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”44. Conocer y seguir la verdad por cierto nos hace libres —primero de la servidumbre de la ignorancia y del pecado45, y luego libres para procurar todo lo bueno hasta que recibamos el reino del Padre y todo lo que Él puede dar46. Al saber que Jesús mismo es “el camino, y la verdad y la vida”47, tal vez el significado más importante de la verdad que nos hace libres es que por Su gracia, Él nos libera de la muerte y del infierno48.

El Señor declaró: “La luz y la verdad desechan a aquel inicuo [dando fin a la servidumbre del pecado]… [Pero] aquel inicuo viene y despoja a los hijos de los hombres de la luz y la verdad, por medio de la desobediencia, y a causa de las tradiciones de sus padres”49.

En el Libro de Mormón tenemos un ejemplo profundo del maligno que quita la luz y la verdad mediante las tradiciones falsas y la desobediencia.Aproximadamente un siglo y medio antes de la venida de Cristo, se describió que el pueblo lamanita estaba agobiado por tradiciones falsas y se dijo que “nada sabían concerniente al Señor”50: Fue solo cuando los hijos de Mosíah emprendieron su extraordinaria misión que un número considerable de lamanitas escucharon el Plan de Salvación y aprendieron la verdad51.

Al rey Lamoni lo abrumó el gozo de salir de la oscuridad de la falsedad a la luz maravillosa de la verdad. “… y la luz que iluminaba su mente, que era la luz de la gloria de Dios… había infundido tal gozo en su alma, que la nube de obscuridad se había desvanecido, y la luz de la vida sempiterna se había encendido dentro de su alma; sí… había dominado [su] cuerpo natural, y que había sido transportado en Dios”52.

En realidad, solo hay dos opciones.Una es buscar la verdad al dar oído a las palabras de Cristo: “El que guarda sus mandamientos recibe verdad y luz, hasta que es glorificado en la verdad y sabe todas las cosas”53. La otra es dejar que el adversario nos atrape e intentar lo imposible: encontrar la felicidad en sus fantasías. Uno no puede triunfar en la vida aquí o en el más allá al ignorar la realidad de la verdad, pero algunos, de hecho, mucha gente lo intenta; parece mucho más fácil que arrepentirse.Pero solo el arrepentimiento y la obediencia a la verdad de Dios nos liberan de un mundo de fantasía que está destinado a fallar, “… y… grande [será] su ruina”54.

Las verdades básicas, las realidades fundamentales de nuestra existencia que debemos enseñar y volver a enseñar con convicción pura y todo el poder que Dios nos da son estas55:

  1. Dios, nuestro Padre Celestial, vive, el único Dios verdadero y viviente.

  2. Jesucristo es el Hijo Unigénito de Dios.

  3. Jesucristo vino a la tierra a redimir a Su pueblo, Él sufrió y murió para expiar los pecados de ellos.

  4. Se levantó de entre los muertos, llevando a cabo la Resurrección.

  5. Todos comparecerán ante Él para ser juzgados en el último día del juicio, de acuerdo con sus obras.

Que amemos y vivamos estas verdades. Doy testimonio solemne de que son la verdad. Ruego que de manera activa y entusiasta busquemos, enseñemos y vivamos de acuerdo con la verdad, lo ruego, en el nombre de Jesucristo. Amén.