#Escúchalo – ¿Cómo lo escuchas? El élder D. Todd Christofferson comenta que siempre debemos estar preparados, dispuestos y abiertos para escuchar al Señor.
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Lo escucho por medio de la oración, la meditación y la confianza en Él

Espero que todos puedan entender que no hay una “oración perfecta”. No tenemos que seguir un tipo específico de patrón o lenguaje. Lo único que se requiere es el corazón: el deseo genuino de recibir lo que el Señor quiere que recibamos.

En la Arboleda Sagrada, José Smith dio un ejemplo muy sencillo pero poderoso de cómo escuchar la voz del Señor y cómo buscar la sabiduría y la guía de Dios. Todos podemos esforzarnos por acudir al Señor en oración con regularidad. El Padre Celestial nos ha dado a todos lo que llamamos la Luz de Cristo —ese sentido de la verdad, del bien y del mal— para guiarnos. A medida que lo busco a Él, Él me da lo que necesito de acuerdo con Su sabiduría, amor y comprensión de mis necesidades, y de acuerdo con mi preparación para recibir lo que Él está dispuesto a compartir conmigo. Me gustaría compartir con ustedes varias maneras que he aprendido de cómo “escucharlo”.

Lo escucho por medio de un deseo sincero

Espero que todos puedan entender que no hay una “oración perfecta”. No tenemos que seguir un tipo específico de patrón o lenguaje. Lo único que se requiere es el corazón: el deseo genuino de recibir lo que el Señor quiere que recibamos. Nuestro compromiso de actuar de acuerdo con Sus impresiones es lo que realmente saca a la luz Su voz y Su dirección.

Aun cuando sean lo más sinceros posible, tal vez no reciban la respuesta inmediata que esperaban del Señor. La respuesta viene a Su discreción y de acuerdo con Su voluntad. Debemos ser sinceros y tener la paciencia y la humildad para esperar a que Dios responda, como hizo José. A veces esperamos mucho tiempo; otras veces es casi instantáneo.

Lo escucho cuando estoy dispuesto a confiar en Su tiempo

Cuando yo era adolescente, tuve la oportunidad de estar en la Arboleda Sagrada en Palmyra, Nueva York. Estaba participando en el espectáculo al aire libre del cerro de Cumorah que se llevaba a cabo en esa época en el verano. Una noche, después de la representación del espectáculo, fui yo solo a la Arboleda Sagrada. Era una noche de verano muy agradable y tranquila del mes de julio, y brillaba una hermosa luna. Entré solo en la arboleda y pensé: “Este es realmente el lugar perfecto para que ore y reciba el tipo de respuestas que José Smith recibió aquí, en este mismo lugar”.

Oré con gran sinceridad durante un rato largo y deseé una confirmación similar. Creí que estaba siendo humilde cuando dije: “Como quieras responder estará bien para mí”. Pero no llegó nada, ninguna respuesta. Finalmente me fui decepcionado, sin saber qué había hecho mal.

Unas seis semanas después, estaba en casa leyendo el Libro de Mormón, meditando un poco en un momento de tranquilidad, cuando me inundó ese espíritu confirmador. De esa experiencia aprendí que uno no puede decirle a Dios cómo y cuándo debe responder sus oraciones. Uno tiene que decir: “Siempre estoy receptivo, siempre estoy listo, siempre estoy dispuesto a escuchar”.

Podemos escucharlo dondequiera que estemos

Mi experiencia en la Arboleda Sagrada también me enseñó que no tenía que estar en ningún lugar especial ni hacer una peregrinación a ninguna ubicación especial a fin de recibir un testimonio del Espíritu y una respuesta a mi oración, así como ustedes no tienen que ir a Jerusalén para obtener un testimonio de Jesucristo y de Su expiación y resurrección. De esa experiencia aprendí que el lugar es bastante inmaterial y que el Señor puede encontrarnos dondequiera que estemos.

Lo escucho al escribir mis experiencias

Mi expresidente de misión, el élder Richard G. Scott, solía decirnos como misioneros: “Cuando reciban comunicaciones del Espíritu… escríbanlas, lleven un registro. Es importante recordarlo”. Cuando escribíamos lo que habíamos recibido, el élder Scott nos animaba a orar y preguntar: “¿Lo he captado? y ¿hay algo más?”. La mayoría de las veces, había más. Era el trampolín para la comunicación adicional del Señor. Ese es un proceso que he visto que realmente me ayuda a escuchar Su voz, recordarla y luego escuchar más.

Recordar las comunicaciones que reciben, cuando ustedes lo han escuchado a Él, hace dos cosas. Refresca la dirección espiritual que han recibido, pero también revive los sentimientos de ese momento. Revive las cosas que experimentaron en ese momento, y el testimonio del Espíritu que estuvo presente regresa de nuevo y reafirma lo que sucedió, sin importar cuándo haya sucedido. Cuando escriben sus impresiones, tienen más sobre lo que pueden edificar, y pueden desarrollar una base más profunda y más amplia.

Lo escucho por medio de la meditación y la reflexión en calma

En nuestra cultura, hay tanto ruido y distracción que tienen que trabajar intencionalmente para encontrar ese momento de tranquilidad con regularidad. Una oración, en la que ustedes son los únicos que hablan, cierra la comunicación que viene del otro lado. Tiene que haber tiempo para meditar, pensar y reflexionar, así como para hablar.

Espero que nadie mire a alguien que parece tener un conducto abierto hacia el cielo y se sienta desanimado o piense: “Bueno, esa no es mi experiencia. Yo nunca tendré eso”. Simplemente sigan esforzándose y, con el tiempo, aumentarán y mejorarán su capacidad tanto para recibir como para comprender lo que les llega. No creo que ninguno de nosotros deba compararse con otra persona en ese sentido.

En el Libro de Mormón, el Salvador dijo: “Veo que sois débiles, que no podéis comprender todas mis palabras que el Padre me ha mandado que os hable en esta ocasión. Por tanto, id a vuestras casas, y meditad las cosas que os he dicho, y pedid al Padre en mi nombre que podáis entender; y preparad vuestras mentes para mañana, y vendré a vosotros otra vez” (3 Nefi 17:2–3).

Así es para todos nosotros; a menudo somos débiles, y lo somos ciertamente en comparación con Él. No podemos entender de inmediato todo lo que Él tiene para darnos o lo que es apropiado que Él hable en un momento determinado, y eso está bien. Él no condenó al pueblo; simplemente dijo: “Vayan a sus hogares, mediten en ello, pregunten al Padre y preparen sus mentes para recibir más fielmente”.

Si tener fe llega a ser una lucha, es algo que pueden pedir, tal como dijo el hombre que buscaba la bendición para su hijo: “Ayuda mi incredulidad” (Marcos 9:24). Debemos pedir el don espiritual de la fe para creer y procurar el conocimiento que Él está dispuesto a darnos, siguiendo diligentemente la senda que Él ha trazado. Esto se aplica a todas las personas del mundo, Él sí contesta, y podemos escucharlo.

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