2023
Aprender a creer que el Salvador podía sanarme
Mayo de 2023


Aprender a creer que el Salvador podía sanarme

Sabía que Jesucristo podía sanarlo todo, pero invocar Su poder sanador en mi hora de necesidad fue más difícil de lo que esperaba.

Imagen
Una mujer armándose a sí misma con piezas de rompecabezas

Durante un momento en particular de la misión, tuve dificultades con un problema que creía que no tenía solución. Cansada y frustrada, le conté a una amiga cercana acerca de la situación. Después de dejar que me desahogara, mi amiga —que siempre estaba a tono con el Espíritu— respondió de forma muy sencilla: “¿Has probado orar al respecto?”.

La respuesta era un sí a medias. Sí, había intentado orar al respecto antes, pero no de todo corazón. No había orado con fe en que el Salvador puede sanar todas las heridas. Aquello era una verdad que creía que se aplicaba a los demás, pero no a mí.

Como misionera, enseñaba a las personas de manera rutinaria que podían encontrar sanación en Cristo. No obstante, sin importar cuánto me esforzara por tratar de convencerme de que Su poder sanador también se aplicaba a mí, nunca lo creía por completo.

Cierto día, me sentía abrumada por las dificultades que afrontaba; las cosas que por lo general me daban consuelo no parecían hacerlo. Necesitaba algo más; necesitaba un Salvador que pudiera sanar toda herida. Oré con más fervor que nunca antes y, por primera vez, le pedí a Dios que me ayudara a creer en el poder sanador que se recibe por medio de la expiación de Jesucristo.

Conforme estudiaba la expiación del Salvador y hacía todo lo que estaba en mi poder para creer, mi mentalidad comenzó a cambiar. Me sentí llena de “gozo, paz y consuelo”1 y aprendí por mí misma que “[t]odo lo que es injusto en la vida se puede remediar por medio de la expiación de Jesucristo”2.

¿Se produjo mi sanación mediante algún milagro físico como los que leemos en el Nuevo Testamento? ¿Hubo milagros incomprensibles como que el agua que se convirtiera en vino o que algún hombre se levantara de entre los muertos?

No.

Sin embargo, el poder sanador que vi en mi vida llegó mediante el consuelo y la paz que recibía a diario; llegó mediante el optimismo inexplicable que sentía en lo profundo del alma. Esas cosas me dieron la fortaleza que necesitaba para sobrellevar un día más, una semana más y un mes más; y todo ello con una sonrisa en el rostro.

Para ser sincera, no me di cuenta de que el poder sanador del Salvador obraba en mi vida hasta que hubo pasado algún tiempo y hube comenzado a sentir que mi prueba era mucho más fácil de sobrellevar. Al reflexionar sobre la forma en que me había sentido algunos meses antes, antes de haber buscado la ayuda del Salvador, me di cuenta de que había experimentado un milagro. Pude ver claramente que no había manera de que yo hubiera podido superar las adversidades que estaba pasando sin que el amoroso Salvador me extendiera Sus brazos de misericordia y me sanara.

Creo que la verdad es que el poder sanador de Cristo a menudo se manifiesta mediante los pequeños milagros que ocurren cada día, y que todo aquel tiempo estuve pasando por alto dicha verdad. Sí, es cierto que leemos sobre enormes milagros palpables en la Biblia y en el Libro de Mormón, pero a mí me gusta pensar que algunos de los milagros más significativos que ocurrieron cuando Cristo estuvo sobre la tierra probablemente se manifestaron mediante sencillos actos de bondad que no se escribieron, pero que tengo la certeza de que Él efectuaba a diario.

Ya fuere por medio de alguna conversación que haya tenido con alguien que pasaba por el camino, la cual le haya hecho sentir esperanza; o tan solo por medio de una simple sonrisa que haya ofrecido a alguien marginado de la sociedad, estoy segura de que, tal como sucedió conmigo, con frecuencia sanaba a las personas tanto de pequeñas como de grandes maneras.

Cristo puede sanar toda herida. Me ofrecía Su mano sanadora de maneras que casi pasé por alto y que por poco no se las atribuí a Él; y creo que puede hacer lo mismo por todos nosotros. Como enseñó la hermana Amy A. Wright, Primera Consejera de la Presidencia General de la Primaria: “[T]odos tenemos algo en nuestra vida que está roto y que necesita ser reparado, arreglado o sanado. Cuando acudimos al Salvador, cuando alineamos nuestro corazón y nuestra mente con Él, cuando nos arrepentimos, Él viene a nosotros ‘con sanidad en sus alas’ [2 Nefi 25:13]”3.

Si no crees que Jesucristo puede sanarte, te invito a orar pidiendo fe para creer. Ora a fin de que se te abran los ojos para ver los pequeños milagros que ocurren a diario gracias a Él. Búscalo. Te prometo que no hay aflicción demasiado grande ni desafío demasiado vasto como para que Él no los pueda sanar, en Su propio tiempo y a Su propia manera. A nadie se excluye del amor del Salvador, incluyéndote a ti. Si se lo permites, Él te ayudará a encontrar sanación de tus heridas a Su manera perfecta. Así lo ha hecho por mí.