2021
Lo que el Padre Celestial me enseñó acerca de cambiar el corazón
Junio de 2021


Desde el campo misional

Lo que el Padre Celestial me enseñó acerca de cambiar el corazón

Con una simple experiencia, el Padre Celestial me enseñó que se preocupa tanto por los misioneros como por aquellos a quienes enseñan y que Él puede cambiar cualquier corazón.

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misioneras hablan con una persona en la calle.

Bajé la mirada con los ojos llenos de lágrimas. Yannick (se ha cambiado el nombre) había dicho de manera terminante: “No puedo perdonarlos. No puedo dejar atrás este dolor. El corazón se me ha endurecido”. Aunque yo comprendía su francés a la perfección, no podía comprender sus sentimientos.

Hacía diez años, Yannick se había unido a la Iglesia a pesar de la oposición de su numerosa familia. Había tenido el valor de salir en una misión y esperaba vivir una experiencia que cambiara su vida al dedicar dos años al Señor. No tenía idea de cómo cambiaría su vida. Solo unos meses después de haberse ido a la misión, Yannick estaba de vuelta en casa. Fue objeto de dolorosos y falsos rumores de compañeros desobedientes, y fue recibido al regreso por miembros que dieron crédito a esos rumores. Yannick sentía que nadie lo quería en la Iglesia y decidió no volver.

Al cabo de diez años, Yannick decidió que era tiempo de dejar atrás el dolor y el enojo. Buscó a las misioneras de su área, es decir, a mi compañera y a mí. Habíamos visitado a Yannick durante varias semanas para compartir mensajes espirituales y analizar principios del Evangelio sentados a la sombra de sus árboles de mangos. Yannick no había dejado de estudiar las Escrituras ni de aprender acerca del Evangelio. No había perdido su testimonio de la Iglesia, pero la vergüenza que experimentó después de su misión le impedía disfrutar de las bendiciones del Evangelio. Yo sentía que había sido enviada a ese lugar por una razón, quizás para ayudarle a reconocer esas bendiciones una vez más.

Pensaba que habíamos estado progresando, pero luego de oír lo que dijo acerca de no poder perdonar, me di cuenta de inmediato de que todavía teníamos mucho trabajo por delante.

Incliné la cabeza sin saber qué decir. Las palabras de Yannick resonaban en mis oídos: “El corazón se me ha endurecido”. Mi compañera pareció quedarse sin habla, al igual que yo. Miré la Biblia que tenía en el regazo y lamenté en silencio que estuviera en francés. Después de nueve meses en el campo misional, todavía no entendía bien los pasajes de la Biblia en ese idioma. Elevé una oración en silencio para saber qué decirle a ese hombre que sentía que su corazón no podía sanar.

La respuesta acudió a mi mente: “Ezequiel capítulo 36”.

Me esforcé mucho por tratar de recordar si había aprendido de memoria algún pasaje de Ezequiel, pero no era así.

Ezequiel capítulo 36”. La respuesta resonó una vez más en mi mente.

Abrí la Biblia y la hojeé hasta Ezequiel 36. Eché una mirada a la página, pero no vi nada. ¿Por qué no pudo estar en inglés? ¿Qué deseaba el Padre Celestial que buscara? Proseguí de todas maneras.

“Yannick, hay un pasaje de la Biblia que me gustaría compartir con usted. Se encuentra en Ezequiel capítulo 36…”.

No sabía qué decir a continuación, pero al mirar la página otra vez, fijé la mirada en el lugar exacto: “… versículo 26”.

Leí: “Y os daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne”.

Ya no era yo la única con lágrimas en los ojos. Yannick me miró con una expresión de asombro en el rostro.

“Yannick, eso significa que su corazón puede cambiar. El Padre Celestial puede darle un corazón nuevo”.

Respondió con dificultad: “¿Cómo? Díganme qué debo hacer”.

De pronto, un hombre que había estado listo para darse por vencido ahora deseaba creer que podía cambiar. Yannick oyó la promesa del Señor en ese pasaje de las Escrituras diciéndole que podía dejar atrás la amargura de su corazón y perdonar a quienes le habían hecho daño.

En los meses siguientes, el corazón de Yannick cambió poco a poco. Se esforzó en perdonar a quienes lo habían herido y pudo dejar atrás una gran cantidad de amargura y enojo. Al confiar en el Padre Celestial, llegó a comprender mejor la función del Salvador en cuanto a sanar y cambiar el corazón. Después de más de diez años, Yannick comenzó a asistir de nuevo a la Iglesia, aceptó un llamamiento y volvió a asistir al templo. Aceptó una sincera invitación para regresar a la mesa del Señor y finalmente pudo disfrutar de todas las bendiciones del Evangelio.

Aunque Yannick fue quien aprendió de primera mano que los corazones pueden cambiar, yo aprendí valiosas lecciones por mí misma. Aprendí que el Padre Celestial cumple Su promesa de que Sus misioneros pueden “expresa[r] los pensamientos que [Él] pondr[á] en [su] corazón […]; “porque [les] será dado en la hora, sí, en el momento preciso, lo que ha[n] de decir” (Doctrina y Convenios 100:5–6). El Padre Celestial ama a Sus misioneros, así como a quienes enseñan, al punto de inspirar a una misionera a encontrar el pasaje de las Escrituras que uno de Sus hijos necesitaba para no renunciar a las bendiciones eternas.

También aprendí que el Padre Celestial desea comunicarse con nosotros y lo puede hacer por medio del Espíritu Santo y de las Escrituras.

Y, sobre todo, sé que hasta los corazones más endurecidos pueden cambiar mediante la expiación de Jesucristo; Yannick es un testimonio viviente de ello.