Manuales y llamamientos
Liderazgo


Liderazgo

El ejemplo del Salvador

Nuestro Salvador, Jesucristo, nos ha dado el ejemplo perfecto que los miembros debemos seguir como líderes dentro de la familia y de la Iglesia. Él amaba a Su Padre y a las personas a las que servía; vivió para servir a los demás, aliviando las cargas de los oprimidos y dando esperanza a los desalentados.

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Jesús comprendía Su llamamiento y lo cumplió con diligencia y un espíritu de oración. Él siempre hizo la voluntad de Su Padre y le otorgó a Él la gloria, sin buscar la suya propia. Él lo sacrificó todo por el género humano al dar Su vida en la cruz y al expiar los pecados de toda la gente.

A medida que los líderes sigan el ejemplo del Salvador, Él aumentará la capacidad de ellos de llevar a cabo Su obra y les inspirará para que sepan lo que deben decir y hacer (véase D. y C. 100:6). Los líderes realmente llegarán a ser Sus consiervos en la obra de edificar el reino de Dios. Llegarán a ser estudiantes de las Escrituras, aprenderán las doctrinas y principios del Evangelio y se esforzarán por enseñárselas a las personas a las que sirven.

Rasgos de carácter de los líderes

Fe

Durante Su ministerio terrenal, el Salvador amonestó a Sus discípulos a que ejercitaran la fe (véase Mateo 17:14–21; Lucas 8:22–25). Los líderes de la Iglesia deben tener fe en que Jesucristo es nuestro Salvador y Redentor. Esta fe se puede desarrollar a través de la oración, del estudio de las Escrituras, de la obediencia y del arrepentimiento. A medida que nutramos la semilla de la fe, crecerá en nuestro interior y dará un fruto que es el más precioso y dulce de todos (véase Alma 32:42).

Amor

El Salvador dijo: “Un nuevo mandamiento os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:34–35). Los líderes deben amar a las personas de las cuales el Señor les hace responsables. A medida que los líderes amen a la gente, desearán prestarles servicio, enseñarle y ayudarle a obrar por su salvación.

En el mundo no se concibe a los líderes como a siervos, pero el Salvador enseñó por Sus palabras y ejemplo que los líderes deben servir a la gente que dirigen. Le dijo a los Doce: “Y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mateo 20:27). Cuando servimos a los demás, estamos sirviendo al Señor (véase Mateo 25:31–40; Mosíah 2:17).

Obediencia

Jesucristo estableció un ejemplo perfecto de obediencia y sumisión a la voluntad del Padre Celestial (véase Mateo 26:39; Juan 5:30). Los líderes deben obedecer los mandamientos del Señor para que puedan dar el ejemplo a los demás y sean dignos de recibir la guía del Espíritu Santo. La obediencia demuestra amor por el Señor (véase Juan 14:15).

Los mandamientos del Señor son revelados en las Escrituras, por medio de los líderes de la Iglesia y mediante los susurros del Espíritu Santo. A medida que los líderes obedezcan esos mandamientos, el Señor les ayudará a cumplir con sus llamamientos.

Unidad

En su gran oración intercesora, el Salvador pidió que los que creían en Él pudieran ser uno, así como Él y Su Padre son uno (véase Juan 17:20–23). La unidad es esencial para lograr el éxito en todas las organizaciones de la Iglesia. Los presidentes del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares no deben trabajar en forma independiente de sus consejeros. Las presidencias pueden lograr mucho más si están unificadas y deliberan en consejo.

Sacrificio

El joven rico preguntó al Salvador qué debía hacer para heredar la vida eterna. “Guarda los mandamientos”, le dijo el Señor. El joven le dijo que había guardado los mandamientos desde su juventud, y después preguntó: “¿Qué más me falta?“. Jesús, que conocía su corazón, le dijo que vendiera sus posesiones, que las diera a los pobres y que le siguiera, pero el joven “se fue triste, porque tenía muchas posesiones”. (Véase Mateo 19:16–22.)

En este incidente, el Señor enseñó que los líderes deben estar dispuestos a sacrificar todas las cosas para seguirle. Como sucedió con el joven rico, los líderes pueden ser llamados a sacrificar sus posesiones, o tal vez se les pida que sacrifiquen su tiempo, sus talentos o sus intereses personales para llevar adelante la obra del Señor. A medida que los líderes se sacrifiquen por el Señor y Su reino, Él les promete que les bendecirá en todas las cosas (véase Mateo 19:29; D. y C. 97:8–9).

Deberes de los líderes

Fijar metas

Los líderes saben que procurar la guía del Señor en oración para que puedan saber lo que Él desea que ellos hagan es esencial en sus llamamientos. Fijar metas con la guía del Espíritu les ayudará a llevar a cabo la obra que el Señor les ha dado.

Al fijar metas, los líderes deben planificar la manera de alcanzarlas. Por ejemplo, un presidente de distrito podría fijarse la meta de aumentar la asistencia a las reuniones sacramen- tales en su distrito; su plan podría incluir pedir a los presidentes de rama que invitaran a todos los miembros de las ramas a comprometerse a asistir a las reuniones sacramentales.

Los líderes deben alentar a los miembros a fijarse metas personales y lograrlas. Los líderes pueden sugerir metas para las personas, pero debe ser la persona la que fije sus propias metas y realice planes para lograrlas.

Planificar y delegar

Los siguientes pasos ayudarán tanto a los líderes del sacerdocio como a los de las organizaciones auxiliares a planificar reuniones, actividades, proyectos de servicio y metas al llevar a cabo la obra del Señor, y pueden ser útiles para hermanar a los miembros y para amistar a los que no son miembros. Estos pasos ayudarán a los líderes a organizar la orientación familiar y las visitas de maestras visitantes de la Sociedad de Socorro y ayudarán a los líderes del sacerdocio para cuando tengan que llamar a servir a los miembros en llamamientos de la rama.

  1. Planificar y organizar. Los líderes planifican todas las reuniones, actividades y metas para que tengan un propósito del Evangelio. Al hacer estos planes, los líderes piden a los demás, entre ellos a sus consejeros, que compartan ideas y ayuden con la organización.

  2. Orar. Los líderes oran para recibir guía a través de los susurros del Espíritu en la planificación y ejecución de los planes. Deben orar por guía a fin de saber a qué personas deben llamar para que colaboren en la obra.

  3. Delegar. Un buen líder invita a los demás a ayudar porque sabe que él no puede ni debe hacerlo todo por sí mismo. Delega para ayudar a los demás a desarrollar sus aptitudes dándoles oportunidades. Explica los planes y luego delega (asigna) tareas específicas a cada persona, y le explica los deberes y las bendiciones que van asociados con el cumplimiento de la tarea.

  4. Ayuda y apoyo. Después de hacer planes, de orar y de delegar, el líder debe apoyar a aquellos a quienes ha delegado alguna responsabilidad. Debe enseñarles lo que deben saber y se ofrece para ayudarles, pero no debe hacer él mismo las tareas que les ha asignado. Debe expresarles su amor y confianza y alentarles a utilizar sus propias ideas e inspiración en vez de insistir en que las cosas se hagan siempre a su manera. Debe reconducirles o hacerles cambiar su modo de proceder sólo cuando sea necesario.

  5. Seguimiento. Después de dar una asignación, el líder solicita periódicamente un informe de progreso en cuanto a ella. Puede hacerlo en una conversación informal, durante una reunión o en una entrevista privada. Al recibir el informe, el líder agradece a la persona, le alienta y le alaba con sinceridad. También podría sugerirle formas en que la asignación podría realizarse de mejor manera.

  6. Evaluar. Cuando se haya finalizado la asignación, el líder evalúa los resultados con la persona asignada; le expresa agradecimiento, analiza la importancia de lo que se ha hecho y podría dar a la persona una nueva asignación.

Preparar una agenda

Una agenda es el plan de una reunión. En ella se pueden incluir oraciones, himnos, discursos, anuncios, asuntos, informes en cuanto a las asignaciones, nuevas asignaciones y otros apartados de importancia. Una agenda escrita permite al líder asegurarse de que se traten los asuntos más importantes y de que el tiempo de la reunión se utilice sabiamente. También le sirve para dirigir la reunión de una manera ordenada.

La persona que preside o que está a cargo es la que normalmente prepara la agenda. Él o ella se asegura de que contenga todo lo necesario para cumplir con los propósitos de la reunión. Quien prepara la agenda determina la cantidad de tiempo que se debe conceder a cada apartado de la misma. Si no queda tiempo suficiente para tratar todos los apartados, él o ella reserva algunos de los apartados para la siguiente reunión.

Dirigir reuniones

La persona que dirige una reunión actúa como líder de esa reunión. Él o ella anuncia el nombre de las personas que van a orar, discursar, dirigir la música y hacer otras cosas durante la reunión. Quien dirige la reunión debe hacerlo con reverencia y debe dirigir la reunión conforme lo guíe el Espíritu del Señor.

La persona que preside la reunión puede dirigirla o puede pedir a otra persona que la dirija bajo su dirección. Por ejemplo, un presidente de rama puede pedir a uno de sus consejeros que dirija la reunión sacramental, o un presidente del quórum puede pedir a uno de sus consejeros que dirija una reunión del quórum. Ese mismo principio puede ponerse en práctica en las organizaciones auxiliares.

Consejos

El Señor gobierna Su reino a través del principio de los consejos. Los que dirigen reuniones de consejo, tales como la reunión de consejo de rama, la reunión del comité ejecutivo del sacerdocio y las reuniones de presidencia del sacerdocio y de las organizaciones auxiliares (véase la Guía para la rama), deben aplicar los siguientes principios importantes:

  • Concentrarse en la doctrina y en los principios del Evangelio y no en asuntos especulativos.

  • Concentrarse en las personas y cómo fortalecerlas en el Evangelio, recordando que siempre se debe mantener la confidencialidad de la información.

  • Fomentar la expresión libre y abierta y dar a todos la oportunidad de ser escuchados. Los líderes deben tanto escuchar como hablar.

  • Sostener y ayudar a llevar a cabo las decisiones de los líderes que presiden.

  • Dirigir con amor e interés sincero teniendo en cuenta las necesidades y el bienestar de todos.

Guardar las confidencias

Los líderes no deben revelar la información confidencial a nadie, ya sea que haya surgido en una entrevista formal o en una conversación informal. La información que resulte de las entrevistas y confesiones, y la información relativa a la cantidad de diezmos y ofrendas que una persona pague deben quedar en la más estricta confidencialidad. Ningún líder debe hablar de los asuntos privados de una persona con otra, ni siquiera con sus consejeros o con su cónyuge, a menos que esa persona dé su permiso. Un líder que sea descuidado en lo que respecta a guardar los asuntos estrictamente confidenciales puede debilitar los testimonios y la fe de aquellos a los que él o ella sirva y hace que disminuya la confianza de la gente en él o en ella.