2013
El matrimonio: Observen y aprendan
Mayo de 2013


El matrimonio: Observen y aprendan

Las promesas del Señor se extienden a todos aquellos que siguen el modelo de vida que construye relaciones matrimoniales felices y sagradas.

Imagen
Élder L. Whitney Clayton

Una noche, hace varios años, mi esposa y yo fuimos a cenar a casa de uno de nuestros hijos, su esposa e hijos. Era un evento típico para una familia con niños pequeños: había mucho ruido y mucha más diversión. Poco después de la cena, Anna, nuestra nieta de cuatro años, y yo, todavía estábamos sentados a la mesa. Al darse cuenta de que tenía toda mi atención, se puso de pie sobre un banco y me miró fijamente. Cuando estaba segura de que la estaba mirando, solemnemente me ordenó “observa y aprende”. Entonces bailó y me cantó una canción.

La instrucción de Anna, “observa y aprende” era sabiduría de la boca de una pequeñita. Podemos aprender mucho al observar y luego considerar lo que hemos visto y sentido. En ese espíritu, permítanme compartir con ustedes algunos principios que he advertido al observar y aprender de matrimonios maravillosos y fieles. Estos principios edifican matrimonios firmes y gratificantes que concuerdan con principios celestiales. Los invito a que observen y aprendan conmigo.

Primero, he observado que en los matrimonios más felices, tanto el esposo como la esposa consideran su relación como una perla de gran precio, un tesoro de valor infinito. Ambos dejan a su padre y a su madre y se disponen a edificar juntos un matrimonio que prosperará por toda la eternidad; comprenden que caminan por una senda divinamente ordenada. Saben que no existe ningún otro tipo de relación que pueda aportar tanto gozo, generar tanto bien ni producir tanto refinamiento personal. Observen y aprendan: los mejores compañeros conyugales consideran su matrimonio como algo inestimable.

A continuación: la fe. Los matrimonios de éxito se construyen sobre el fundamento de la fe en el Señor Jesucristo y la observancia de Sus enseñanzas1. He observado que las parejas que han logrado que su matrimonio sea invaluable, practican los modelos de la fe: asisten a la reunión sacramental y a las demás reuniones todas las semanas, llevan a cabo la noche de hogar, oran y estudian las Escrituras juntos e individualmente, y pagan un diezmo íntegro. Su búsqueda común es la de ser obedientes y buenos. No consideran que los mandamientos sean opciones como en un restaurante de autoservicio, en el que pueden seleccionar sólo las propuestas más atractivas.

La fe es la base de toda virtud que fortalece el matrimonio. El fortalecer la fe fortalece el matrimonio. A medida que guardamos los mandamientos, la fe crece y también crecen la armonía y el gozo en el matrimonio. En consecuencia, la observancia de los mandamientos es fundamental para establecer matrimonios fuertes. Observen y aprendan: la fe en el Señor Jesucristo es el cimiento de los matrimonios eternos felices.

Tercero: el arrepentimiento. He aprendido que los matrimonios felices se apoyan en el don del arrepentimiento; es un elemento esencial de toda buena relación matrimonial. Los cónyuges que frecuentemente llevan a cabo un honrado autoanálisis, y rápidamente dan los pasos necesarios para arrepentirse y mejorar, gozan de un bálsamo sanador en su matrimonio. El arrepentimiento contribuye a restaurar y mantener la armonía y la paz.

La humildad es la esencia del arrepentimiento. La humildad es desinteresada, no es egoísta; no busca lo suyo ni habla con superioridad moral. Más bien, la humildad aporta la blanda respuesta2 y escucha amablemente para comprender, no para justificarse. La humildad reconoce que nadie puede cambiar a otra persona, pero que con fe, esfuerzo y la ayuda de Dios nosotros podemos experimentar nuestro propio gran cambio en el corazón3. Experimentar el gran cambio en el corazón nos hace tratar a los demás con mansedumbre4, especialmente a nuestro cónyuge. La humildad significa que tanto el esposo como la esposa procuran bendecir, ayudar y elevarse el uno al otro, dando prioridad al otro en cada decisión. Observen y aprendan: el arrepentimiento y la humildad establecen matrimonios felices.

Cuarto: el respeto. He observado que en los matrimonios maravillosos y felices, el esposo y la esposa se tratan el uno al otro como compañeros iguales. Las prácticas de cualquier lugar o cualquier época en las que los esposos han dominado a su esposa, o la han tratado de alguna manera como una compañera de segunda clase en el matrimonio, no están en concordancia con la ley divina y deben sustituirse por principios y modelos correctos de comportamiento.

Los esposos y esposas de buenos matrimonios toman las decisiones unánimemente, siendo cada uno de ellos pleno participante con derecho a voz y voto del mismo valor5, se centran primero en el hogar y en ayudarse mutuamente con sus responsabilidades compartidas6. Su matrimonio se basa en la cooperación, no en la negociación. La hora de la cena y el tiempo con la familia después de ella se convierten en el centro del día y el objeto de sus mejores esfuerzos; apagan los aparatos electrónicos y renuncian al pasatiempo personal para ayudar en las tareas domésticas. En lo posible, leen con sus hijos cada noche y ambos participan en acostar a los pequeñitos. Se retiran a la cama juntos. En la medida en que lo permiten sus deberes y circunstancias, el esposo y la esposa trabajan hombro con hombro al llevar a cabo la obra más importante que existe: la que efectuamos en nuestro propio hogar.

Donde hay respeto, también hay transparencia, la cual es un elemento clave de los matrimonios felices. En los matrimonios basados en el respeto mutuo y la transparencia, no existen secretos sobre cuestiones relevantes. El esposo y la esposa toman todas las decisiones financieras juntos y ambos tienen acceso a toda la información.

La lealtad es una forma de respeto. Los profetas enseñan que los compañeros conyugales que logran el éxito son “vehementemente leales” el uno al otro7. Usan los medios sociales con total dignidad, en todos los sentidos. No se permiten experiencias secretas en internet; comparten libremente sus contraseñas de las redes sociales; no miran el perfil virtual de ninguna persona en manera alguna que traicione la confianza sagrada de su cónyuge. Nunca hacen ni dicen nada que se acerque a la apariencia de lo inapropiado, ya sea virtual o físicamente. Observen y aprendan: los matrimonios espléndidos son totalmente respetuosos, transparentes y leales.

En quinto lugar, el amor. Los matrimonios más felices que he visto irradian la obediencia a uno de los mandamientos más felices: “Viviréis juntos en amor”8. Dirigiéndose a los esposos, el Señor mandó: “Amarás a tu esposa con todo tu corazón, y te allegarás a ella y a ninguna otra”9. Un manual de la Iglesia enseña: “La palabra allegarse significa ser completamente dedicado y fiel a alguien. Las parejas casadas se allegan a Dios y entre sí al servirse y amarse mutuamente, y al guardar convenios con absoluta fidelidad el uno para con el otro y para con Dios…”. Tanto el esposo como la esposa “dejan atrás su vida de solteros y establecen su matrimonio como [su] prioridad principal… No permiten que ninguna otra persona ni ningún interés tenga mayor prioridad… que el guardar los convenios que han hecho con Dios y entre sí”10. Observen y aprendan: las parejas exitosas se aman el uno al otro con completa devoción.

Hay personas cuyo matrimonio no es tan feliz como lo desearían, que nunca se han casado, están divorciados, son padres solos o por diversos motivos no están en circunstancias que les permitan casarse. Esas circunstancias pueden estar llenas de dificultades y de dolor, pero no tienen que ser eternas. A aquellos de ustedes que se encuentren en tales situaciones y que a pesar de ello “[hagan] con buen ánimo cuanta cosa esté a [su] alcance”11 por perseverar, ruego que el cielo los bendiga abundantemente. Procuren lograr la meta de formar un matrimonio eterno, lo cual incluye esforzarse o prepararse para ser un cónyuge digno. Guarden los mandamientos y confíen en el Señor y en Su amor perfecto por ustedes. Algún día recibirán toda bendición prometida con respecto al matrimonio12.

Uno de los versículos más dulces del Libro de Mormón declara sencillamente: “Y se casaban y se daban en matrimonio, y fueron bendecidos de acuerdo con la multitud de las promesas que el Señor les había hecho13”. Las promesas del Señor se extienden a todos aquellos que siguen el modelo de vida que construye relaciones matrimoniales felices y sagradas. Tales bendiciones llegan como resultados deleitables y predecibles por vivir fielmente el evangelio de Jesucristo.

Me siento agradecido por mi maravillosa esposa Kathy, quien es el amor de mi vida.

El matrimonio es un don de Dios a nosotros; la calidad de nuestro matrimonio es un regalo de nosotros a Él. Doy testimonio del magnífico plan de nuestro amoroso Padre Celestial, que proporciona la oportunidad de tener un matrimonio eterno y maravilloso. En el nombre de Jesucristo. Amén.