2006
El propósito de la Sociedad de Socorro
enero de 2006


Mensaje de las maestras visitantes

El propósito de la Sociedad de Socorro

Por medio de la oración, seleccione y lea de este mensaje los pasajes de las Escrituras y las enseñanzas que satisfagan las necesidades de las hermanas a las que visite. Comparta sus experiencias y su testimonio e invite a las hermanas a las que enseñe a hacer lo mismo.

¿Para qué es la Sociedad de Socorro?

Las bendiciones que se reciben al ser parte de la Sociedad de Socorro: La Sociedad de Socorro es la organización del Señor para las hermanas de la Iglesia y presta servicio bajo la guía del sacerdocio. El propósito de la Sociedad de Socorro es colaborar con los líderes del sacerdocio para llevar a cabo la misión de la Iglesia al ayudar a las hermanas y a las familias a venir a Cristo. La Sociedad de Socorro ayuda a las hermanas y a sus familias a recibir todas las ordenanzas esenciales del sacerdocio, a guardar los convenios correspondientes y a hacerse merecedoras de la exaltación y la vida eterna.

Los siguientes objetivos apoyan el propósito de la Sociedad de Socorro:

  1. Cultivar la fe en el Señor Jesucristo y enseñar las doctrinas del reino de Dios.

  2. Destacar el valor divino que tiene toda hermana.

  3. Ejercer la caridad y atender a las personas que tengan necesidades.

  4. Fortalecer y proteger a la familia.

  5. Prestar servicio a cada una de las hermanas y apoyarlas.

  6. Ayudar a las hermanas a tener plena participación en las bendiciones del sacerdocio.

Presidente Joseph F. Smith 1838–1918): “Esta organización es divinamente hecha, divinamente autorizada, divinamente instituida, divinamente ordenada por Dios a fin de ministrar para la salvación de las almas de mujeres y hombres… Pónganla [a la Sociedad de Socorro] en primer plano, hagan que sea primordial, la más elevada, la mejor y la más profunda de todas las organizaciones que existen en el mundo. Ustedes son llamadas por la voz del Profeta de Dios para hacerlo, para ser superiores, para ser las más grandes y mejores, las más puras y dedicadas a la rectitud” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, 1998, pág. 198).

Bonnie D. Parkin, presidenta general de la Sociedad de Socorro: “Se nos ha dado una organización que contribuya a desarrollar nuestra fe en el Señor Jesucristo, a sentir Su amor y a extender ese amor a todos nuestros semejantes. Esa organización es la Sociedad de Socorro” (“Transforming Transitions”, en The Rock of Our Redeemer: Talks from the 2002 BYU Women’s Conference, 2003, pág. 45).

Eliza R. Snow (1804–1887), que fue en vida presidenta general de la Sociedad de Socorro: “¿Cuál es el propósito de la Sociedad de Socorro femenina? Yo contestaría —hacer el bien—, emplear toda habilidad que poseamos para hacer lo bueno, no sólo para socorrer a los pobres sino también para salvar almas. El esfuerzo unido logrará muchísimo más de lo que puedan lograr las labores más eficientes de una sola persona” (“Female Relief Society”, Deseret Evening News, 18 de abril de 1868, pág. 2).

¿Cómo puede usted disfrutar de las bendiciones de pertenecer a la Sociedad de Socorro?

Anne C. Pingree, segunda consejera de la presidencia general de la Sociedad de Socorro: “…cuando las hermanas de la Sociedad de Socorro miran ‘con la mira puesta únicamente en la gloria de Dios’ (D. y C. 4:5), pueden experimentar ricas percepciones personales y compartir una profunda fortaleza espiritual… las relaciones forjadas entre las mujeres del convenio en la Sociedad de Socorro en verdad pueden iluminar, alegrar y enriquecer el trayecto de la vida porque nos podemos ayudar mutuamente a aprender a poner al Señor primero en nuestro corazón y en nuestra vida” (“Caminando hacia la luz de Su amor”, Liahona, nov. de 2004, págs. 112–113).

Presidente Gordon B. Hinckley: “Mis queridas amigas de la Sociedad de Socorro, cualesquiera sean sus circunstancias, dondequiera que vivan, que las ventanas de los cielos se abran y que las bendiciones desciendan sobre ustedes; que vivan con amor la una hacia la otra; que eleven a aquellos cuyas cargas son pesadas; que lleven luz y belleza al mundo” (“A las mujeres de la Iglesia”, Liahona, nov. de 2003, pág. 115).