Jehová mira el corazón
Todo lo que Dios necesita para cumplir Sus propósitos y ayudar a convertirnos en quienes Él quiere que seamos es que cada uno vuelva su corazón hacia Él.
Cuando se le ordenó elegir al nuevo rey de Israel de entre los hijos de Isaí, el profeta Samuel, al ver a Eliab, el hijo mayor de Isaí, exclamó con entusiasmo: “De cierto delante de Jehová está su ungido”. Pero Eliab no era el siervo escogido por el Señor. El Salvador le advirtió a Samuel: “No mires a su parecer ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que el hombre mira, pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”.
Aunque David no fuera el más fuerte ni el más hábil de sus hermanos, su corazón era fuerte ante los ojos de Dios. Él amaba a Dios con todo su corazón, y tenía un gran deseo de obedecerle. Tenía una fe inquebrantable en el amor, el poder y las bendiciones prometidas de Dios, como demostró más tarde al luchar sin temor y derrotar a Goliat con la ayuda del Señor.
Esto nos enseña que todo lo que Dios necesita para cumplir Sus propósitos y ayudar a convertirnos en quienes Él quiere que seamos, es que cada uno vuelva su corazón hacia Él. A un abogado, Él le mandó: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón”; al profeta José Smith le dijo: “He aquí, el Señor requiere el corazón y una mente bien dispuesta” ; y a los nefitas, el Salvador resucitado les extendió esta invitación: “Y me ofreceréis como sacrificio un corazón quebrantado y un espíritu contrito”.
¿Por qué es así? El Salvador enseñó que, si nuestro corazón está totalmente vuelto hacia Él, gracias a Su sacrificio expiatorio, podemos ser bendecidos con la fortaleza y los dones espirituales necesarios para superar los desafíos terrenales, resistir la tentación, recibir guía y comprensión, y sentir alegría y paz en la vida. “De las cosas pequeñas proceden las grandes”, ha dicho Él. El Salvador puede hacer que “las cosas débiles sean fuertes” y bendecirnos con todo lo que necesitamos para tener éxito en esta vida terrenal y alcanzar la vida eterna. “Bienaventurados los de limpio corazón”, dijo, “porque ellos verán a Dios”.
Es por eso que, en parte, Jesucristo corrigió tan a menudo a los escribas y fariseos en Su ministerio terrenal. Aunque eran diligentes en guardar Su ley, lo hacían por razones equivocadas. Él los reprendió diciendo: “Este pueblo con sus labios me honra, mas su corazón está lejos de mí”.
Esto es un recordatorio para Sus discípulos de que no se trata solo de lo que hacemos —nuestras palabras y acciones—, sino también de por qué hacemos lo que Jesucristo nos pide que hagamos —nuestros deseos y motivos—. Él dijo: “pues yo, el Señor, juzgaré a todos los hombres según sus obras, según el deseo de sus corazones”. Nuestro Padre Celestial desea algo más que actos mecánicos de obediencia y servicio de Sus hijos. Quiere que hagamos tales cosas con verdadera intención, porque lo amamos con todo nuestro corazón. Quiere que deseemos llegar a ser como Él.
Ahora bien, si la salud espiritual de nuestro corazón es una de las principales preocupaciones del Salvador —lo que Él busca en un verdadero discípulo—, ¿cómo podemos examinar nuestro corazón y saber si es recto a los ojos de Dios?
Hace poco, cuando mi esposa y yo regresamos de nuestra misión en Portugal, nos hicimos exámenes médicos para ver nuestra salud física. Algunos se centraron en la salud de nuestro corazón, como análisis de sangre, ecocardiogramas y pruebas de esfuerzo. Creo que el Salvador también nos ha dado una serie de pruebas espirituales que podemos usar para ver la condición espiritual de nuestro corazón. Comparto algunas de ellas con ustedes.
Evaluar su corazón con pruebas espirituales
Primero, nuestro enfoque, prioridades y motivos
“Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”, enseñó Jesús. Un tesoro es algo precioso para nosotros, algo a lo que dedicamos esfuerzo y atención. El lugar donde decidimos pasar nuestro tiempo y centrar nuestra atención, así como lo que nos motiva a hacer lo que hacemos, dice mucho de nuestro corazón. El Salvador advirtió que, aunque muchos son llamados por Él, pocos son escogidos “porque a tal grado han puesto su corazón en las cosas de este mundo, y aspiran tanto a los honores de los hombres”. ¿Hago del Salvador una prioridad en mi vida? ¿Tengo la mira puesta en Su gloria en todo lo que hago?
Segundo, nuestra disposición a obedecer los mandamientos de Dios
En las Escrituras, el Señor y Sus profetas han asociado el orgullo y la desobediencia con tener un corazón endurecido. Nefi exhortó a sus hermanos y dijo: “¿Cómo es que no guardáis los mandamientos del Señor? ¿Cómo es que queréis perecer a causa de la dureza de vuestros corazones?”. A los santos en Misuri, el Señor advirtió: “Mas el que no hace nada hasta que se le mande, y recibe un mandamiento con corazón dudoso, y lo cumple desidiosamente, ya es condenado”. Aunque el Salvador no espera la perfección en el cumplimiento de Sus mandamientos, sí nos pide que deseemos guardarlos y que nos esforcemos con todo nuestro corazón.
Tercero, nuestra diligencia en el estudio de las Escrituras y en la búsqueda de revelación
El Señor invitó a Oliver Cowdery y le dijo: “atesora estas palabras en tu corazón”. Se nos invita a escudriñar diligentemente las Escrituras y, mediante el poder del Espíritu Santo, a buscar obtener comprensión y un testimonio de la veracidad del Evangelio en nuestro corazón.
El profeta Abinadí reprendió a los sacerdotes del malvado rey Noé por no hacerlo, y les dijo: “No habéis aplicado vuestros corazones para entender; por tanto, no habéis sido sabios”. ¿Estoy haciendo un esfuerzo sincero por estudiar las Escrituras a diario y aplicar mi corazón a comprenderlas mediante la oración?
Cuarto, nuestros pensamientos y palabras
El Salvador enseñó que “del corazón salen los malos pensamientos” y que “de la abundancia del corazón habla la boca”. La calidad de nuestros pensamientos y palabras es un buen indicador de la pureza de nuestro corazón. ¿Alimento pensamientos negativos sobre las acciones o motivos de los demás, o sobre mí mismo? ¿Soy muy rápido al juzgar y condenar a los demás? ¿Tengo excusas o justifico mis errores? ¿Y qué tal mis palabras? ¿Animan e inspiran a los que me rodean? ¿O crean conflicto y resentimiento?
Al completar mis pruebas físicas, el médico dijo que, en general, mi corazón estaba sano, pero que había problemas que debían tratarse ahora, antes de agravarse. Después, me recetó cambios en mis hábitos. Asimismo, cuando realicen esta evaluación espiritual de su corazón y noten que comienzan a aparecer algunos síntomas negativos, ¡no se asusten! El Salvador les ha dado un gran medicamento y tratamiento para ayudarles. ¡Incluso les ha prometido darles un corazón nuevo! Aquí hay algunas acciones que pueden mejorar la fortaleza espiritual de su corazón:
Mejorar la salud espiritual de su corazón
Primero, fortalezcan su relación con Cristo
Cuando dedicamos tiempo cada día a acercarnos más a Cristo, nuestro corazón cambia. El estudio diario de las Escrituras, acompañado de oraciones sinceras y ayunos regulares, aumentará su amor por el Salvador y fortalecerá su fe y su deseo de arrepentirse y entregar humildemente su corazón a Dios. Consideren este ejemplo de Nefi: “Clamé […] al Señor; y he aquí que él me visitó y enterneció mi corazón, de modo que creí todas las palabras que mi padre había hablado”.
A medida que continuemos alimentando la semilla de la fe con nuestros deseos y acciones justas, experimentaremos la misma santificación de nuestro corazón que los nefitas experimentaron: “Ayunaron y oraron frecuentemente, y se volvieron más y más fuertes en su humildad, y más y más firmes en la fe de Cristo, hasta henchir sus almas de gozo y de consolación; sí, hasta la purificación y santificación de sus corazones, santificación que viene de entregar el corazón a Dios”.
Segundo, alineen su voluntad con la Suya
El Salvador enseñó: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Él nos invita a demostrar nuestro amor al hacer y guardar convenios con Él. Si nos esforzamos cada día por guardar Sus mandamientos, arrepentirnos sinceramente de nuestros pecados y perseverar en tomar Su nombre sobre nosotros y alinear nuestra voluntad con la Suya, podemos ser bendecidos con la compañía constante del Espíritu Santo.
Nefi testificó: “Sé que si seguís al Hijo con íntegro propósito de corazón, sin acción hipócrita y sin engaño ante Dios, sino con verdadera intención, arrepintiéndoos de vuestros pecados, testificando al Padre que estáis dispuestos a tomar sobre vosotros el nombre de Cristo por medio del bautismo […], entonces recibiréis el Espíritu Santo”. El Espíritu Santo los guiará y los ayudará a conocer la voluntad del Señor y a tomar buenas decisiones.
Por último, sirvan a Dios y a los demás con todo su corazón
El Salvador invita a todos a “que le sirváis con todo vuestro corazón”. Cuando decidimos hacer todo lo que el Señor nos ha pedido que hagamos —como guardar los mandamientos, participar de la Santa Cena, adorar en el templo y servir a los demás— con un corazón sincero y con intención real, cada acto de servicio y adoración se convierte en una poderosa experiencia espiritual que fortalece nuestra fe y nuestro testimonio, y llena nuestro corazón de gozo y amor por Dios y por nuestros semejantes.
La pregunta del profeta Alma aun resuena hoy: “¿Habéis nacido espiritualmente de Dios? ¿Habéis recibido su imagen en vuestros rostros? ¿Habéis experimentado este potente cambio en vuestros corazones?”.
Hermanos y hermanas, los invito a entregar hoy todo su corazón al Salvador. Que cada acto de adoración y servicio sea sincero y deliberado. Dejen a un lado las distracciones del mundo y esfuércense por dedicar tiempo significativo al Señor todos los días de su vida. Arrepiéntanse y vuelvan a Él con todo su corazón, y Él los perdonará y los envolverá en los brazos de Su amor. No busquen las cosas de este mundo, sino elijan tener la mira puesta únicamente en Su gloria y busquen las cosas de un mundo mejor. Él conoce sus pensamientos y los deseos de su corazón, y cuando acudan a Él, los bendecirá con fortaleza, confianza, paz y gozo en esta vida, y un lugar en Su reino celestial por toda la eternidad.
Sé que Jesucristo vive, Él es nuestro Redentor. Y Él nos ama a ustedes y a mí con todo Su corazón. En el nombre de Jesucristo. Amén.