Carolina tiende una mano
¿Cómo podía Carolina ayudar a su amigo?
Carolina trataba de escuchar a su maestra, pero no podía dejar de mirar a su amigo Ramón. ¡No tenía pelo!
Hacía tiempo que se le estaba cayendo y ahora estaba calvo.
Carolina escuchó un ruido detrás de ella: César y Luis se reían. Esperaba que no se estuvieran riendo de Ramón.
Toda la mañana, Ramón encorvó los hombros. No levantó la mano y parecía triste. Carolina deseó poder ayudarlo a sentirse mejor.
Por fin llegó la hora de jugar afuera. Ramón fue el primero en salir del salón de clase. Cuando Carolina salió, ¡no lo vio por ningún lado! No estaba jugando al fútbol, no estaba subiendo a las barras y no estaba jugando a la rayuela cerca de la maestra.
¡Ahí estaba! Ramón estaba parado en la esquina del patio, y César y Luis también estaban allí. Carolina se acercó.
“¡Mira qué cabeza tan grande tiene!”, gritaba César.
Luis se reía. “Yo también me afeitaría la cabeza si tuviera un pelo tan feo”.
Ramón tenía los puños apretados y parecía que iba a llorar.
Carolina corrió hacia Ramón. “¿Quieres jugar conmigo?”, le preguntó. Le tendió la mano y se alejaron juntos. Siguieron caminando hasta que estuvieron cerca de la maestra. Allí nadie los molestaría.
“¿Quieres jugar a la rayuela?”, preguntó Carolina.
Ramón asintió y dibujó líneas en el suelo con tiza.
“¿Estás bien?”, le preguntó ella.
“Ahora estoy bien”, sonrió Ramón. “Gracias por ayudarme”.
Carolina sonrió. Estaba feliz de haber tenido el valor suficiente para ayudar a su amigo.
Ilustraciones por Hollie Hibbert