2021
Un piano para Profeta
Marzo de 2021


Un piano para Profeta

Este relato ocurrió en Gran Acra, Ghana.

Un niño llamado Profeta tenía dos metas importantes.

“La música es un idioma que todos entienden” (Canciones para los niños, pág. iii).

Imagen
hands on piano keyboard

A Profeta le encantaba la música; le encantaban especialmente las canciones de la Primaria y los himnos de la Iglesia. Tarareaba las melodías todo el día. Se imaginaba sentado al piano, tocando sus canciones favoritas. También se imaginaba a sí mismo enseñando a otras personas a tocar.

Solo había un problema. Él no tenía un piano.

Un día, Profeta tuvo una entrevista con su obispo.

“¿Te has puesto alguna meta para el programa Niños y Jóvenes?”, preguntó el obispo.

“Sí”, dijo Profeta. “Quiero aprender a tocar el piano”.

“Esa es una buena meta”, dijo el obispo.

“Y cuando logre esa meta”, dijo Profeta, “entonces tengo otra meta. Quiero enseñar a otras veinte personas a tocar”.

“Tienes dos buenas metas”, dijo el obispo.

“Y tengo un problema”, dijo Profeta. “No tengo un piano”.

“Bueno, veamos qué podemos hacer”.

En la capilla, el domingo siguiente, el obispo le dijo a Profeta que había encontrado una pareja de misioneros que podían enseñarle. Llevarían teclados de piano para que él y otras personas practicaran. Querían enseñar a muchas personas a tocar el piano.

El obispo habló con unas personas; Profeta habló con otras más; la familia de Profeta habló con la gente. En poco tiempo, todo el barrio estaba hablando de las lecciones de piano, y otras personas más también.

“Muchos de mis amigos que no son miembros también quieren aprender”, le dijo Profeta al obispo.

“Son bienvenidos, por supuesto”, dijo el obispo. “Los misioneros te darán un libro y te ayudarán a aprender las lecciones, y después de que aprendas, puedes ayudarlos a enseñar a todos los demás”.

“¡Esa es mi segunda meta!”, exclamó Profeta.

Al poco tiempo, Profeta estaba practicando con los misioneros. Le encantaba aprender el significado de cada una de las notas y escucharlas juntas para formar una canción. Dos de sus amigos de la Iglesia, Kelvin y Alexander, también estaban aprendiendo. Después de un mes, los tres niños también comenzaron a enseñar.

Todos los días, los niños daban clases de teclado en el edificio de la Iglesia. Al principio había unos diez alumnos, luego veinte, ¡luego cincuenta!

“¡Esto es divertido!”, dijo Kelvin un día cuando terminó la clase.

“Creo que nuestro Padre Celestial está feliz porque estamos ayudando a otras personas a aprender”, dijo Alexander.

Profeta asintió. Su meta ya estaba ayudando a muchas personas.

Sin embargo, había algo más que lo hacía feliz. Mientras los demás alumnos practicaban las canciones de la Primaria, también estaban aprendiendo acerca de nuestro Padre Celestial. Algunos de ellos le preguntaron a Profeta si podían aprender más sobre la Iglesia.

Y de hecho, algunas de las personas que escucharon por primera vez sobre la Iglesia gracias a las lecciones de piano terminaron bautizándose.

“Ahora, en las reuniones”, dice Profeta, “todos nos reunimos y cantamos las canciones que nos encantan”.