Devocionales de 2016
Encontrar mi propósito


Encontrar mi propósito

Una velada con el élder Richard J. Maynes

Devocional mundial para Jóvenes Adultos • 1º de mayo de 2016 • Tabernáculo de Salt Lake

Estoy muy feliz de estar aquí esta tarde con mi esposo, y estoy agradecida por la oportunidad de dirigirles la palabra.

Cuando primeramente mi esposo me dijo que iba a hablar sobre la restauración del Evangelio, en particular sobre la primera visión de José Smith, comentamos sobre el impacto que ese tema había tenido en mi vida, y la forma en que mi experiencia podría tener una influencia positiva para fortalecer la fe de ustedes.

Soy conversa a la Iglesia, y me gustaría compartir con ustedes mi más preciada experiencia: la historia de mi conversión.

Crecí en un hogar lleno de amor, y tengo padres maravillosos. No íbamos a la iglesia a menudo, pero por ser miembros de la Iglesia Presbiteriana, siempre íbamos en Navidad y en la Pascua de resurrección, y a veces mi madre me llevaba a la Escuela Dominical. Allí es donde obtuve por primera vez mi testimonio del Salvador. Me encantaba oír las historias sobre Jesús y sabía que Él era algo especial.

De niña sentía la necesidad de decir mis propias oraciones antes de acostarme por la noche. Sabía que el Padre Celestial me escuchaba.

Luego de cumplir 20 años, salía en citas con chicos y pasaba por muchas de las frustraciones, desilusiones y desalientos que a veces ocurren al salir en citas. Tal vez algunos de ustedes han tenido esos mismos sentimientos, pero hay una diferencia. Uno tiene el evangelio de Jesucristo en su vida y eso es una gran bendición; el Evangelio da propósito y fuerza; da esperanza. En ese punto de mi vida, sabía que faltaba algo; sentía que no tenía ningún verdadero propósito ni dirección en mi vida. Empecé a ir a diferentes iglesias con la esperanza de encontrar algunas respuestas. Buscaba algo que le diera significado a mi vida, pero no sabía dónde encontrarlo.

Un día particularmente difícil, decidí que diría una oración; de modo que me arrodillé a un lado de mi cama, algo que por lo general no hacía, y le hablé con fervor al Padre Celestial, pidiéndole que me ayudara y le diera dirección a mi vida. Me sentí un poco mejor y seguí adelante con mis actividades diarias normales.

Unos días más tarde recibí la respuesta a mi oración, cuando un exmisionero llegó a mi vida; se llamaba Richard John Maynes. Me pidió salir con él e hizo lo que hacen los buenos exmisioneros: me preguntó si sabía algo sobre la Iglesia y si alguna vez había leído el Libro de Mormón.

Al poco tiempo me dio una copia del Libro de Mormón para que lo leyera. Empecé a leerlo y una cosa que de inmediato me llamó la atención fue la portada, donde decía: “El Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo”. No tenía idea de que el Libro de Mormón tratara sobre Jesús.

También empecé a tomar las lecciones misionales, y una luz se encendió en mi vida. Cuando los misioneros me enseñaron sobre el joven José que recibió la visita de Dios el Padre y Su Hijo, Jesucristo, que eran dos seres distintos, me pareció que era verdad, como algo que siempre había sentido y creído, pero no era lo que enseñaban en mi iglesia. La Primera Visión fue una parte importante de mi conversión; sentí una conexión con José Smith porque él tenía la misma pregunta que yo tenía: ¿Dónde puedo encontrar la verdad? El Padre Celestial le contestó a él su sincera oración, y contestó la mía. Seguí tomando todas las lecciones y sabía en mi corazón que lo que se me enseñaba era cierto.

El exmisionero Richard John Maynes me bautizó ese verano; Seguimos saliendo juntos, y un año más tarde nos casamos en el Templo de Manti, Utah.

Ahora bien, eso en realidad fue solo el comienzo de mi conversión. Al igual que con muchos de nosotros, la conversión es un proceso. Debemos nutrir y fortalecer nuestro testimonio cada día al leer las Escrituras, decir nuestras oraciones, ir a la Iglesia, asistir al templo y seguir a nuestro profeta.

Las Escrituras deben ser una parte importante de nuestra vida. Cuando era una jovencita, que no era miembro de la Iglesia, se me pidió que eligiera un pasaje para memorizarlo; escogí Proverbios 3:5–6:

“Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.

“Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”.

No sé cuántas veces ese pasaje de las Escrituras ha acudido a mi mente cuando necesitaba ayuda de los cielos. Si tan solo ponemos nuestra fe y confianza en el Señor, sabiendo que no entendemos todo lo que sucede en nuestra vida y nos acordamos de darle las gracias por las muchas bendiciones que tenemos, Él nos mostrará el camino. Eso tal vez no suceda según nuestro horario, pero sé que el Padre Celestial tiene un plan para cada uno de nosotros.

Uno de mis pasajes favoritos de las Escrituras se encuentra en Doctrina y Convenios 123:12: “… porque todavía hay muchos en la tierra, entre todas las sectas, partidos y denominaciones, que son cegados por la sutil astucia de los hombres que acechan para engañar, y no llegan a la verdad solo porque no saben dónde hallarla”.

Es muy importante que como miembros de la Iglesia nos esforcemos por compartir el Evangelio con los demás. Hay tantas personas como yo que están buscando la verdad, pero no saben dónde encontrarla.

Las dos decisiones más importantes que he tomado en mi vida fueron bautizarme y casarme en el templo con mi marido. Estoy muy agradecida por tener el Evangelio en mi vida. Todos sabemos que la vida a veces no es fácil. Debemos recordar las palabras del élder Jeffrey R. Holland, que dijo:

“El Maestro de los cielos y la tierra les bendecirá…

“Confíen en El plenamente y para siempre”1.

Sé que nuestro Padre Celestial es real. Él nos ama. Él escucha nuestras oraciones. Sé que Jesucristo es nuestro Salvador; Él murió por cada uno de nosotros y nos dio el gran don del arrepentimiento, que nos permite hacer los cambios en nuestras vidas para ser mejores cada día. Sé que tenemos un profeta viviente, el presidente Thomas S. Monson, y sé que el profeta José Smith vio al Padre y al Hijo y nos dio El Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo.

Ruego que sigamos fortaleciendo y nutriendo nuestros testimonios todos los días al hacer las cosas que nos han enseñado el Salvador y nuestros profetas. Es mi oración que sigamos confiando en el Señor y que sepamos que Él sabe quiénes son ustedes y que Él los dirigirá en su camino.

Digo estas cosas en el nombre de Jesucristo. Amén.

Nota

  1. Jeffrey R. Holland, “Porque ella es madre”, Liahona, julio de 1997, pág. 38.