Veamos la Navidad con nuevos ojos
¡Ésta es una maravillosa época del año! Son tantas las cosas que llenan nuestro corazón con el espíritu de la Navidad: la melodía de los villancicos, las luces, las decoraciones y los alegres saludos de “¡Feliz Navidad!”.
Hay ciertas palabras que resuenan como campanas en mi alma y me recuerdan la belleza y el significado de la Navidad, palabras como: “Y aconteció en aquellos días que salió un edicto de parte de Augusto César”1 y, desde luego, “¡Regocijad! Jesús nació”, “Jesús en pesebre” y “Noche de Luz”.
Hay otras palabras, de mayor precaución, que también son dignas de nuestra consideración, palabras tales como:
A cada Quién
en Villa-Quién
la Navidad le encantaba…
Pero el Grinch,
quien moraba al norte de Villa-Quién,
¡NO LA SOPORTABA!2
El Grinch, ese personaje memorable del clásico relato infantil del Dr. Seuss, tenía el corazón dos veces más pequeño y odiaba todo lo relacionado con la Navidad. No obstante, a lo largo del relato sufre una profunda transformación cuando descubre que la Navidad es algo más que decoraciones y regalos.
Tal vez el relato del Grinch sea tan memorable porque, si somos francos, puede que nos identifiquemos con él. ¿Quién de entre nosotros no se ha sentido preocupado por la comercialización, e incluso la codicia, de la época navideña? ¿Quién no se ha sentido abrumado por las agendas apretadas, el estrés de encontrar regalos, la presión de planificar comidas y eventos? De hecho, los psicólogos nos dicen que durante esta época de alegría y buena voluntad, muchos sienten pesar y tristeza.
Nosotros sabemos lo que debe ser la temporada navideña; sabemos que debería ser una época de reflexión en el nacimiento del Salvador, una época de celebración y de generosidad. Pero a veces nos centramos tanto en las cosas que nos desagradan y nos abruman, que casi podemos oírnos decir al unísono con el Grinch: “¿Por qué, después de 53 años, debo soportarlo? ¡TENGO que evitar que la Navidad venga este año!… ¿Pero CÓMO haré para lograrlo?”
Si bien es cierto que podemos hallar materialismo y ansiedad en la Navidad, también es cierto que, si tenemos ojos para ver, podemos experimentar el poderoso mensaje del nacimiento del Hijo de Dios y sentir la esperanza y la paz que Él brinda al mundo. Nosotros, al igual que el Grinch, podemos ver la Navidad con nuevos ojos.
Busquemos a Cristo
Una antigua tradición que nuestra familia siempre ha celebrado es el Adviento de Navidad. Comenzando el cuarto domingo antes de la Navidad, solíamos reunirnos los domingos por la tarde, encendíamos velas en una corona de adviento de ramas de abeto, disfrutábamos de unas deliciosas galletas caseras y leíamos pasajes de las Escrituras que se centran en Cristo.
Leíamos relatos de antiguos profetas que anhelaron la venida del Mesías. Leíamos pasajes que proclaman el maravilloso relato de Su nacimiento. Cada semana, al cantar bellos villancicos y al pasarlo bien juntos, nuestra familia trataba de recuperar el enfoque en el verdadero significado de la temporada. ¡Debo admitir que el delicioso chocolate caliente, el jugo de manzana caliente y las sabrosas galletas caseras contribuían enormemente a captar ese gozoso sentimiento de la época de Navidad!
Si bien celebrar el Adviento de Navidad no forma parte de todas las culturas del mundo, hay algo que podemos aprender de esta tan extendida tradición cristiana. Tal vez aun este año podríamos tomar algún tiempo de nuestro apretado horario para estudiar y reflexionar en el verdadero significado de la Navidad, tanto personalmente como en familia.
Cuando nos preparamos para la Navidad meditando en su verdadero significado, nos preparamos para sentir al Cristo y Su mensaje. Permítanme sugerir tres cosas que tal vez deseemos estudiar, meditar y aplicar en esta época de preparación.
Regocijémonos en el nacimiento de nuestro Salvador
Primero, regocijémonos en el nacimiento de nuestro Salvador. Celebramos el nacimiento del Hijo de Dios, el Creador, nuestro Mesías. Nos regocija que el Rey de reyes vino a la tierra, nació en un pesebre y vivió una vida perfecta. Cuando Jesús nació, el gozo en los cielos fue tan grande que no se pudo contener, las huestes angelicales partieron el velo y proclamaron a los pastores “nuevas de gran gozo… [alabando] a Dios y [diciendo]: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!”3
Los magos “se regocijaron con gran gozo. Y cuando… vieron al niño con su madre María, y postrándose, le adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes”4.
También es apropiado que nosotros; al igual que los magos, los pastores y los ángeles; tomemos tiempo para regocijarnos y celebrar ese glorioso primer día de Navidad.
Meditemos en Su influencia actual en nuestra vida
Segundo, meditemos en Su influencia actual en nuestra vida. Cuanto más comercializada y llena de eventos se torna la Navidad, más fácil es que el sublime mensaje de la vida del Salvador se pierda por el camino. Si percibimos que la planificación de los festejos y el ajetreo de los regalos comienzan a opacar el apacible mensaje de Jesucristo y nos distancia del Evangelio que Él predicó, demos un paso atrás, aminoremos un poco y reconsideremos qué es lo más importante.
La Navidad es una época para recordar al Hijo de Dios y renovar nuestra determinación de tomar Su nombre sobre nosotros. Es el tiempo para reevaluar nuestra vida y examinar nuestros pensamientos, sentimientos y hechos. Dejen que sea un tiempo de recuerdo, de gratitud y un tiempo de perdón. Permitan que sea una época para meditar en la expiación de Jesucristo y en el significado personal que tiene para cada uno de nosotros. Dejen especialmente que sea un tiempo de renovación y de volver a comprometerse a vivir según la palabra de Dios y a obedecer Sus mandamientos. Al hacer eso, lo honramos mucho más de lo que lo haríamos con luces, regalos y fiestas.
Aguardemos anhelosamente Su venida
Tercero, aguardemos anhelosamente Su venida. Los antiguos discípulos de Jesucristo anhelaron el tiempo cuando Él regresaría. Para ellos la mortalidad era un tiempo de preparación y progreso, de purificación y refinamiento, un tiempo para alistar sus lámparas y prepararse para el regreso de su amado Salvador.
Hermanos y hermanas, 2.000 años después también nosotros somos Sus discípulos. Somos miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El término últimos días es significativo. Vivimos y prestamos servicio en la época previa al regreso triunfante del Señor. ¡Nuestra obra consiste en prepararnos a nosotros mismos y al mundo para la venida del Mesías en gloria!
No mucho después de Su ministerio terrenal, Cristo le dijo al apóstol Juan: “Ciertamente vengo en breve”. Y Juan respondió: “¡Sí, ven, Señor Jesús!”5
Vivimos en la hora undécima previa a la venida del día de nuestro Señor. Por tanto, aguardemos con anhelo ese día bendito cuando el Rey de reyes descienda con voz de mando6, aparte la muerte, seque las lágrimas y nos conduzca a una nueva era de paz, gozo y aprendizaje.
Si bien la época navideña normalmente es un tiempo para dar una mirada retrospectiva y celebrar el nacimiento de nuestro Señor, a mí me parece que debiera ser un tiempo para mirar al futuro. Miremos hacia adelante. Preparémonos para ese día bendito cuando Él venga otra vez. Seamos tan sabios como los de la antigüedad que velaron por Su venida. En calidad de discípulos Suyos, tengamos en nuestro corazón y en nuestra mente las palabras de Juan: “¡Sí, ven, Señor Jesús!”.
Veamos la Navidad con nuevos ojos
Si buscamos lo negativo de la época de la Navidad, ciertamente lo hallaremos. Al igual que el Grinch, podemos murmurar y quejarnos, volvernos fríos y cínicos por lo que vemos a nuestro alrededor. Sin embargo, si buscamos lo bueno, veremos esta época del año con nuevos ojos, tal vez incluso con los ojos de un niño.
El Grinch notó lo bueno cuando aprendió a ver más allá de la parafernalia mundanal de la Navidad. Si hacemos lo mismo, podremos proclamar con el Grinch: “Quizás la Navidad no sea lo que había pensado... Quizás la Navidad tenga otro significado”.
Puede que nuestro corazón no crezca tres tallas, como le sucedió al Grinch, pero nuestro corazón cambiará. Se abrirán nuestros ojos a los milagros que nos rodean, tanto en la Navidad como en el resto del año.
Ruego que durante esta época y siempre veamos la pureza del relato del nacimiento del Salvador y sintamos gratitud sincera por Su vida, Sus enseñanzas y el sacrificio salvador que hizo por nosotros; que esta gratitud nos haga renovar nuestra determinación de seguirle; que también nos acerque más a nuestra familia, a nuestra iglesia y a nuestro prójimo; que esperemos anhelosamente el día bendito cuando el Cristo resucitado camine nuevamente sobre la tierra como nuestro Señor, nuestro Rey y nuestro bendito Salvador.
Ruego que todos y cada uno de ustedes tenga una magnífica y feliz temporada de Navidad. Les dejo mi amor y mis bendiciones en el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.