Les agradezco [dignatarios] y especialmente a ustedes cadetes por esta invitación para estar con ustedes hoy. Aunque en mi vida profesional ejercí de educador, nunca había tenido el privilegio de visitar esta academia hasta el día de hoy. Es imponente y hermosa; es todo lo que me habían dicho que sería. Ustedes representan una gran tradición en la historia de los Estados Unidos, por lo que me siento profundamente honrado de estar hoy en su campus para conocer personalmente a algunos de ustedes y para rendir tributo a la historia de esta nación, de la cual ustedes forman parte. Personalmente les agradezco por su asistencia ¡a tan temprana hora!

He sido invitado a esta serie de desayunos de oración, junto con líderes de diversos credos religiosos, para hablar de uno de los valores éticos que conforman la identidad moral y la misión de la academia. Otros ponentes han disertado ya o aún lo harán, sobre la lealtad, el deber, el respeto, el servicio desinteresado, el honor y el valor personal. Me complace hablarles brevemente sobre la integridad, la cual, como lo indica la palabra misma, es un valor que integra a todos los demás.

Ustedes recordarán de sus clases de matemáticas en secundaria que un íntegro es un número entero, un número sin fracciones. En ese espíritu deseo hablarles de soldados que son enteros, soldados que no están fracturados ni fragmentados en su carácter, soldados que, como lo dijo un profeta de las Escrituras, son fieles a sí mismos, a su país y a su Dios “en todo tiempo, y en todo lugar en que estuvieseis, aun hasta la muerte” (Mosíah 18:9). En mis simples palabras, la integridad es hacer lo correcto en el momento correcto por la razón correcta, a cualquier costo.

Respaldo en este sentido a Thomas Jefferson quien dijo una vez: “Estoy seguro de que cuando consideramos la valía de cualquier hombre [o mujer], bien sea en la vida privada o pública, la cualidad que primero valoramos es la integridad genuina, mientras que su conocimiento y sus talentos vienen en segundo lugar”.1

Y un renombrado ex-alumno de esta academia, Dwight D. Eisenhower, dijo: “La suprema cualidad del liderazgo es una integridad intachable. Sin ella no es posible el verdadero éxito, no importa si es en una cuadrilla ferroviaria, en un campo de fútbol, en un ejército, o en una oficina”.2

Esta referencia al fútbol nos permite hacer un poco más ameno el tono. Se cuenta la historia de Frank Szymanski, un jugador centro del equipo de fútbol americano de la Universidad de Notre Dame en los años cuarenta; en una ocasión compareció como testigo en un juicio en South Bend y al estar en el estrado para testificar, el juez le preguntó:

“‘¿Forma parte usted del equipo de fútbol americano de Notre Dame este año?’.

“‘Sí, su Señoría.’

“‘¿Cuál posición juega?’

“‘Centro, su Señoría.’

“‘¿Qué tan buen centro es usted?’

“Szymanski se revolvió en su asiento, pero dijo con firmeza: ‘Señor, soy el mejor centro que Notre Dame haya tenido jamás.’

“El entrenador Frank Leahy, que estaba en la sala, se sorprendió. Szymanski siempre había sido modesto y nada pretencioso. Así que al terminar el juicio le preguntó aparte a Szymanski por qué había hecho una declaración tan osada. Szymanski se sonrojó.

“‘Entrenador, no quería hacerlo’, le dijo, ‘pero, estaba bajo juramento’”.3

Bien, ya sé que el Ejército ha jugado unos cuantos juegos contra Notre Dame en el transcurso de los años. Para algunos de ustedes resultará difícil pensar que un jugador de Notre Dame pueda efectivamente actuar con integridad. Pero así es la historia por lo menos. Y en cuanto a la Marina, ése es otro asunto, pero mejor paro antes de que sea demasiado tarde.

Durante los pocos minutos que pasaremos aquí, permítanme continuar con la definición sencilla de integridad que ya mencioné, considerando tres aspectos adicionales de la palabra. Uno es “lealtad firme a un código de ...valores: incorruptibilidad”. El segundo es “en condición intacta: solidez”, y la tercera, “la cualidad o estado de estar completo”.4 Me gustaría examinar cada una de estas definiciones en lo que se relacionan con su éxito como cadetes, soldados y seres humanos morales.

Lealtad a un código de conducta

Primero, lealtad a un código de conducta. En West Point ustedes tienen un código que estipula simplemente: “Un cadete no miente, no engaña, no roba, ni tolera a quienes lo hacen”. Se espera de todo el que viene aquí que se rija por ese código de conducta. Este código, como tal, es externo —en otras palabras, lo impone la institución, y aquellos que lo violan quedan expuestos a severas medidas disciplinarias por parte de la institución.

Pero los hombres y las mujeres de honor tienen interiorizado un código de conducta que rige todas sus decisiones y es mucho más exigente de lo que la Academia pueda imponer. Un soldado que construye ese código interno sobre principios verdaderos siempre hará lo correcto en cualquier situación, aún a costa de grandes sacrificios personales.

Deseo contarles una pequeña historia que recuerdo de mi niñez, que ayuda a ver cómo la integridad en las cosas pequeñas logra que las cosas grandes salgan solas.

Un emperador de un libro de cuentos convocó un día a todos los jóvenes de su reino. Él les dijo: “Ha llegado mi tiempo para dejar el trono y escoger al próximo emperador. Será uno de ustedes. Para saber a quién seleccionar, les daré hoy una semilla a cada uno de ustedes. Vuelvan dentro de un año con lo que hayan obtenido de esta semilla”.

Un muchacho joven, llamado Ling, se hallaba en el grupo de los niños. Al regresar a casa le contó todo a su madre con gran emoción. Ella le ayudó a conseguir una maceta y algo de tierra para plantar. Él plantó la semilla que le habían dado. Diariamente él la regaba y observaba para ver si había crecido.

Después de tres semanas, algunos jóvenes comenzaron a hablar de cómo crecían sus plantas. Ling continuaba observando su maceta, pero nada crecía en ella.

Finalmente todos los demás jóvenes conversaban de sus plantas. Aparentemente Ling era el único que había fracasado. Todos los demás hablaban de sus arbustos y grandes plantas, pero él no tenía nada.

Finalmente transcurrió el año y todos los jóvenes trajeron sus plantas al emperador para que las inspeccionara. Ling le dijo a su madre que no iba a llevar una maceta vacía. Pero ella le animó a que fuera y relatara lo mucho que se había esforzado, y que fuera honesto en cuanto a lo sucedido. Ling se sentía mal del estómago, pero comprendió que su madre tenía razón; así que llevó su maceta vacía al Palacio.

Ling puso su maceta vacía en el suelo, en medio de hermosas plantas y flores de todas las formas y tamaños. Cuando llegó el emperador, Ling trató de ocultarse al fondo del salón. Pero el emperador ubicó a Ling y a su maceta vacía y dió órdenes a sus guardias de traerle al frente, donde exclamó: “¡He aquí a vuestro nuevo emperador!”.

Ante una audiencia que ahora estaba enmudecida, el anciano explicó: “Hoy hace un año entregué una semilla a cada uno. Les pedí que la llevaran, la plantaran, la regaran y me la trajeran de vuelta hoy. Pero les entregué semillas cocidas, que no iban a crecer. Sin embargo, todos ustedes, con la excepción de uno, me han traido árboles magníficos y plantas y flores. Obviamente, cuando ustedes vieron que la semilla que les di no crecía, la sustituyeron por otra. Aparentemente sólo un joven entre ustedes tuvo la integridad de seguir las reglas que les di. Puedo confiar en él para tomar mi lugar y que gobierne a mi pueblo”.

Debo haber tenido seis o siete años cuando escuché por primera vez este cuento que me leyó mi madre. Discúlpenme por citar un ejemplo tan casero, pero el hecho es que su enseñanza ha permanecido en mí por más de 60 años. El código en ese cuento y el código aquí en la Academia son en esencia el mismo código. En resumen, hacen que un hombre o una mujer sean incorruptibles. Y el mundo tiene necesidad de personas incorruptibles hoy más que nunca antes en su historia. Agradezco que en la Academia Militar de los Estados Unidos se albergue esta creencia.

John J. Baxter dijo acerca de ustedes:

“Cada organización, cada sociedad, cada familia se edifica con base en la honestidad y en la moral. Cada uno de estos grupos tiene una fundación que es la base de todas sus funciones y acciones. ...La integridad edifica el carácter y ...establece las condiciones para el éxito. Es la única forma que una unidad militar pueda cumplir su misión. . . .

“La integridad mantiene literalmente unidos a los soldados. La integridad es lo que les sostiene cuando todo lo demás falla. Es con lo que ellos cuentan, cuando la autoridad les pide cuentas. ...La integridad les permite enfrentar sus equivocaciones y aceptar las consecuencias. ...La organización puede [entonces] identificar los problemas y hallar soluciones; otros pueden ver la importancia de las normas y las regulaciones y los individuos conservan el honor de su nombre, organización y nación”.5

Como dice la joven Juana de Arco en la obra de Maxwell Anderson: “Sólo tenemos una vida y la vivimos como creemos que debemos hacerlo. Pero sacrificar lo que eres y vivir sin una creencia es un destino más terrible que morir”.6 Yo también creo, que un destino peor que la muerte es vivir sin integridad a una causa que juzgues más sagrada que la vida misma. Así tenemos que la integridad es una lealtad incorruptible a un código de conducta.

Una condición intacta

Veamos la segunda definición: la solidez de una condición intacta.

Los cirujanos hablan del corazón en términos de integridad estructural. Cuando su condición está intacta, el corazón late segura y continuamente año tras año. Solamente la válvula mitral se abre y cierra alrededor de 100.000 veces al día, 36 millones de veces al año. Si algún defecto anatómico afecta su condición, el corazón puede fallar. Y cuando el corazón falla, nos morimos. La meta de cualquier cirugía cardiovascular es restaurar la integridad estructural del corazón.7

De manera similar, los ingenieros hablan de la integridad estructural de una aeronave. Aun pequeños defectos causados por un diseño defectuoso, fatiga del metal, condiciones meteorológicas, o un sinnúmero de condiciones pueden dar lugar al fallo de un ala, que se abra el fuselaje o se desprenda la cola, acarreando consecuencias desastrosas .

El cuerpo humano tiene defectos por naturaleza y está sujeto a fallas estructurales. Pero más desafiante aún que manejar los defectos físicos, son los defectos espirituales que ocasionan una falla en la integridad del alma.

Los conflictos internos creados por la discordancia entre lo que creemos que es correcto y lo que realmente hacemos pueden, de hecho, resultar más debilitantes que los trastornos en la salud física. El antiguo dramaturgo griego Sófocles ofrece una comprensión sobre este problema y su solución.

En la obra de Sófocles, Antígona, el rey de Tebas, Creonte, decreta que ningún ciudadano que muera luchando en contra de su ciudad pueda ser enterrado. El cadáver ha de yacer donde esté. Por desgracia, su sobrino Polinices se convierte en enemigo y resulta muerto en el conflicto. Antígona, hermana de Polinices, desafía las órdenes de su tío y entierra el cuerpo de su hermano, como lo demandaba su amor por él y por sus costumbres. Creonte entra en cólera y hace que Antígona sea encerrada viva en una cueva. Posteriormente se arrepiente de su decisión y manda abrir la cueva, donde descubren que Antígona se ha ahorcado. La tragedia se agrava cuando el hijo de Creonte, Hemón, comprometido con Antígona, intenta matar a su padre en venganza, pero él mismo resulta muerto. Eurídice, la mujer de Creonte, afligida por la muerte de su hijo se suicida. (Estos antiguos griegos sabían cómo estropear las cosas, ¿no es cierto?).

Ahora es donde se presenta el tema de la integridad. A un altísimo costo personal, Creonte se mantuvo fiel a su decreto, a pesar de sus sentimientos por su sobrino. Antígona fue fiel a su corazón y a los valores tradicionales de su cultura y desafió a Creonte, también a un alto costo personal. ¿Quién tiene la mayor integridad aquí? ¿Y qué se hace cuando la integridad de una persona entra en conflicto con la integridad de otra?

Para Sófocles, Antígona merece la aprobación. El razonamiento tiene que ver con el hecho de que aunque Creonte se rige por un código, se hace evidente que éste es superficial, de visión limitada y definitivamente de carácter egoísta. De hecho, en la obra Creonte sopesa muy poco las consecuencias de sus acciones. Antígona, por el contrario, emplea buena parte del tiempo reflexionando sobre la moral, sobre las consecuencias de sus acciones y sobre las cuestiones primordiales que integran su código. Sus reflexiones sobre todo esto constituyen el corazón de este drama y explican por qué la obra lleva como título su nombre. Antígona actuaba basando sus acciones en valores que había examinado con detenimiento y que sentía en su alma que eran valores por los que ella debía vivir —o morir, si fuera necesario.

Espero que ustedes se tomen el tiempo que se les brinda aquí en West Point para reflexionar amplia y profundamente sobre lo que ustedes más valoran. ¿Qué es, qué hay en lo profundo de su corazón, que parece verdadero, puro y correcto? Una vez que lo hayan identificado, edifiquen su vida sobre esa base y, si fuera necesario, estén preparados a morir por ello.

Mientras exploran en su interior en busca de estas verdades, verán que resulta útil buscar la guía de quienes han transitado ese camino antes de ustedes —amigos de confianza, líderes respetables, personas que ustedes admiran, los autores de grandes obras, incluyendo las Sagradas Escrituras. Por encima de todo, les recomiendo la oración en silencio, la adoración y la reflexión, donde los susurros de la voz de Dios no se ahogarán en la cacofonía de nuestra cultura. Acudan a su capilla o a un bosque cercano o a cualquier lugar donde puedan desacelerar el frenético paso de sus vidas. Y sientan el espíritu del amor del cielo por ustedes. “Quedaos tranquilos” (Salmos 46:10), dicen las Escrituras, y perciban nuevamente por qué el nombre más reverente para Dios es “Padre”.

Ayer fue el día nacional de oración en este país. Esta mañana tenemos uno, de una serie de desayunos de oración. Deseo con todo mi corazón, como alguien con edad suficiente para ser su abuelo, que ustedes incluyan la oración a Dios como parte de la formación de su carácter y que aprendan que un hombre o una mujer nunca están más altos que cuando se arrodillan en humilde y ferviente oración.

No todos ustedes comparten la misma fe, pero independientemente del credo religioso que profesen, estoy seguro que todos albergan una tradición de oración. Todas las religiones lo hacen. Como cristiano yo canto con mi familia en nuestra congregación:

La senda de la oración
has recorrido ya;
oh Cristo, nuestro Salvador,
enséñanos a orar.8

Estar completo

Para finalizar, mi tercera definición de integridad: la cualidad de estar completo, sin particiones.

Antes hablamos de la integridad estructural en referencia al funcionamiento del corazón y a la seguridad de una aeronave. Los líderes políticos y militares también se refieren a la integridad territorial y se esfuerzan por mantener intacta esa integridad. Quizás el mejor ejemplo de esto en nuestra propia historia provenga de la Guerra Civil Estadounidense.

Qué trágica y sangrienta fue esa guerra. No necesitamos revivir su horror aquí. Pero todos estamos felices por haberse preservado la integridad territorial de los Estados Unidos. Y un factor decisivo para esa victoria fue la integridad personal de su comandante en jefe: Abraham Lincoln.

En un libro titulado La Ventaja de la Integridad, encontrarán este comentario sobre Lincoln:

“La herencia de nuestra nación americana incluye una profunda reverencia por la integridad. ...En un discurso, típico de otros que él hizo, Abraham Lincoln asumió una posición que terminaría costándole su carrera contra Stephen A. Douglas por un puesto en el Senado de los EE.UU. [Él dijo intrépidamente que] el país no podría sobrevivir… como una casa dividida, ‘semiesclava y semilibre.’ Él conocía las consecuencias que tendrían sus palabras sobre un tema tan delicado, pero dijo: ‘Prefiero ser derrotado por tener esa declaración en mi discurso ...que salir triunfante sin ella.’ [Y fue derrotado].

“[Pero] la integridad que le costó el asiento en el Senado [posteriormente] le llevó a la presidencia [de la nación]. Y ...también inspiró a la nación para superar [su guerra más brutal] y [finalmente liberar a aquellos esclavos a los que se refería. En gran medida] la integridad de Lincoln dio forma a los valores de nuestra joven nación [en aquellos tiempos cruciales y aún define] lo que significa ser americano”.9

En su desempeño como cadetes y futuros oficiales del ejército de los Estados Unidos será fundamental este mismo esfuerzo por preservar la integridad territorial de nuestro país. Ustedes tendrán éxito de acuerdo con la fortaleza de su propia integridad personal.

Integridad. Valores. Códigos de conducta. Paz. Guerra. Libertad. Vida. ¡Qué asuntos tan pesados están puestos sobre sus jóvenes hombros en esta academia! Admiro lo que pueden hacer y lo que harán en el mundo que les espera y les necesita.

Concluiré esta mañana con un consejo procedente de la nublada selva vietnamita, cuando yo y otros de mi generación teníamos la edad de ustedes. El relato pertenece a uno de mis amigos íntimos quien, luego de una carrera exitosa como abogado, está ahora a mi lado como Autoridad General de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Él me la contó un día y yo ahora la comparto aquí con ustedes.

“En noviembre de 1966 yo había estado en la zona de combate de Vietnam por unos diez meses. Yo era un líder de sección de infantería. Ya había experimentado muchos de los peligros, las pruebas y la ansiedad de cada momento del combate. Nuestro batallón acababa de retornar a nuestro campamento base para algo de ‘D y R’ (descanso y recuperación) . . . después de varias semanas en la selva y en los arrozales. Era un sábado por la noche. Luego de tomar nuestra primera ducha en mucho tiempo, estábamos sentados en nuestras literas limpiando nuestros rifles y escuchando música en la Radio de las Fuerzas Armadas. De repente se oyó un mensaje crepitante por la radio del batallón. Otro batallón de nuestra brigada, que se encontraba aún en la selva, estaba siendo arrollado por una fuerza enemiga muy superior. Se requería nuestra ayuda. Debíamos acudir en seguida en su rescate.

“Resulta muy difícil describir con precisión el frío que invadió mi corazón en ese momento…

“Cómo quisiera haber tenido [más] tiempo. [Tiempo para descansar. Tiempo] para ¡prepararme! Tiempo para meditar en las Sagradas Escrituras. Tiempo para orar… Tiempo para ‘ceñir [mis] lomos’ [como se dice en las escrituras]. Pero no había tiempo. Sólo pude tomar mi casco, mi rifle, dar algunas órdenes escuetas a mis hombres y salir. Una cosa que sí pude hacer fue ofrecer una oración en silencio en mi corazón. Y al hacerlo vino a mi mente —literalmente— una ‘voz apacible y delicada’. La voz repetía las palabras de un pasaje de las Escrituras que yo había memorizado ...cuando fui misionero. Estas palabras se han convertido en mis favoritas de todas las Escrituras: ‘Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas’ (Proverbios 3:5–6). Al entrar esas palabras en mi mente, mi corazón se llenó de paz. Los malos presentimientos se alejaron.

“...Tras recibir ese llamado de auxilio nocturno, permanecimos en esa operación en la selva [por muchas semanas]. Finalmente llegó el último día de [la] operación. Iba en un vehículo blindado de transporte por una zona de la jungla con poca vegetación. Repentinamente, una enorme explosión debajo del vehículo [literalmente lo levantó] del suelo. ...Soldados enemigos en las inmediaciones habían detonado una gran mina terrestre. El motor se explotó. La cremallera y las ruedas se desprendieron. Todos adentro del vehículo estábamos heridos. Pero ninguno había muerto.

“Y en ese ...momento, vino nuevamente a mi mente la misma voz apacible y delicada y el mismo pasaje de las Escrituras. ‘Confía en Jehová con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas’”.10

En vida o muerte, declaro como una expresión de mi integridad que Dios vive y nos ama, que Él siempre estará con nosotros y —si tan sólo confiamos en Él— Él enderezará nuestras veredas personales.

En ese espíritu digo lo que dijo Uno cuya vereda, sin duda, fue enderezada por guía divina. Dijo Jesús de Nazaret:

“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo” (Juan 14:27).

En un día de oración ruego que Dios les bendiga siempre, en el nombre de Aquel que fue la personificación de la integridad y que nos declaró paz y buen ánimo a todos nosotros, en el nombre de Jesucristo. Amén.


Notas

  • 1. Papers of Thomas Jefferson, editado por Julian Parks Boyd y Lyman Henry Butterfield (1950), volumen 24, pág.82.
  • 2. Dwight D. Eisenhower, citado en successmethods.org/leadership-quotes.html.
  • 3. David Casstevens, “Nothing but the Truth!” en Chicken Soup for the Soul, compilado por Jack Canfield y Mark Victor Hansen (1993), pág. 72.
  • 4. Merriam-Webster’s Collegiate Dictionary, 11va edición, (2003), “integrity”.
  • 5. John J. Baxter, citado en churchboy316.com/story.htm.
  • 6. Maxwell Anderson, Joan of Lorraine (1974), pág. 80.
  • 7. Véase Russell M. Nelson, “Integrity of Heart”, Ensign, Agosto de 1995, pág. 19.
  • 8.“La oración del alma es”, Himnos Nº 79.
  • 9. Mitt Romney, en Adrian Gostick y Dana Telford, The Integrity Advantage (2003), págs. xii–xiii.
  • 10. Lance B. Wickman, “Confidence Tests” (BYU–Idaho devocionales, 25 de septiembre de 2007), págs. 9–10, byub.org/talks/Talk.aspx?id=2888.