Si alguna vez te has sentido absolutamente abrumado por el nivel de sufrimiento y dificultades en el mundo, no estás solo. Las incesantes noticias sobre catástrofes pueden hacer que cualquiera de nosotros se sienta impotente para influir en asuntos complicados y a menudo lejanos. Pero el Evangelio nos enseña que somos agentes que actúan y que, como discípulos de Jesús, tenemos acceso al poder de Dios. Este fin de semana hablé en la conferencia general sobre cómo cada uno de nosotros puede ser humanitario y comparto a continuación dieciséis cosas que puedes hacer. Cada una de estas sugerencias es sencilla, pero creo que las pequeñas gotas de bondad que cada uno de nosotros aporta se suman con el tiempo para llegar a cambiar verdaderamente al mundo.

Ayuna y da una ofrenda de ayuno generosa. Hay un poder fabuloso en una persona de convenios que ayuna por algo que desea llevar a cabo. La promesa a quienes ayunan es la siguiente: “Entonces invocarás, y te responderá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí” (Isaías 58:9).

Sirve como voluntario con regularidad. La mayoría de las organizaciones están encantadas con un servicio de una sola vez, pero anhelan tener voluntarios regulares y constantes con los que puedan contar para establecer relaciones con los beneficiarios. Lee con niños en la escuela, lleva a personas mayores a citas, traduce para citas médicas, actúa como mentor de una familia de refugiados: las opciones son casi infinitas. www.JustServe.org es una buena fuente para encontrar oportunidades.

Céntrate en la nueva generación. Aprende los nombres de los niños y las niñas. Ten uno o dos amigos o amigas especiales en la Primaria. Averigua lo que les apasiona y ayúdales con sus sueños y deseos. Este es el desarrollo sostenible en su versión más básica.

Habla con tus líderes municipales. ¿Cuáles son sus prioridades locales? ¿Qué ayuda necesitan? ¿Cómo puedes tú contribuir y hacer participar a otras personas? De nuevo, considera la posibilidad de publicar un proyecto en www.JustServe.org e invitar a otras personas a ayudar.

Ministración. Ya sea que se te asigne o no se te asigne, la ministración se encuentra en el centro del evangelio de Jesucristo. Es la prueba de fuego para cualquier ayuda humanitaria: ¿ministras? Ayuda a las personas con sus problemas. Permite que sientan tu sincero interés y amor.

Ora para que mejoren las situaciones que escuchas en las noticias. Hay muchas personas y lugares a los que no podemos llegar, pero siempre podemos orar y usar nuestra fe para solicitar las bendiciones del Señor. “… [L]a oración eficaz del justo puede mucho” (Santiago 5:16).

Tiende una mano a otras religiones y congregaciones, y establece relaciones. Realiza un proyecto de servicio en la comunidad con personas de otra religión. Celebren juntos una festividad. Ayúdales con una de las prioridades de su congregación.

Sirve en una misión o apoya a un misionero. “Y quienes os reciban, allí estaré yo también, porque iré delante de vuestra faz. Estaré a vuestra diestra y a vuestra siniestra, y mi Espíritu estará en vuestro corazón, y mis ángeles alrededor de vosotros, para sosteneros” (Doctrina y Convenios 84:88).

Aprende una habilidad, enseña una habilidad. Esta sencilla acción nos acerca mutuamente de maneras que pueden durar décadas. Es el superpoder humanitario. Deportes, trucos de trampolín, mousse de chocolate, Escrituras, historia, jardinería, ciencia, recolección de rocas, hacer mermelada, torneado de madera, reparaciones del hogar, ministrar, criar gallinas, acolchados, historia familiar, baile, clase de caligrafía, cualquier cosa servirá. ¡Y no tengas miedo de aprender algo nuevo tú mismo!

Piensa en la preparación para emergencias más allá del almacenamiento de alimentos. ¿Qué podría hacer tu familia o tu vecindario para ser proactivo? Aprovecha las lecciones de desastres anteriores y aprende cómo ser flexible y estar preparado.

Pregunta al obispo, a la presidenta de la Sociedad de Socorro o al presidente del cuórum de élderes quién podría necesitar atención y cuidado especiales que no estén asignados. Ofrece tu servicio: “Heme aquí; envíame a mí” (Isaías 6:8).

Haz un donativo al fondo humanitario de la Iglesia. Y sigue a Latter-day Saint Charities en las redes sociales para ver cómo se emplean las donaciones.

Tiende una mano de amistad y comprensión a alguien que no asiste a la Iglesia en este momento. Encuentra cosas que tengan en común aunque no estén de acuerdo con respecto a temas religiosos.

Procura que las cosas sean accesibles para todos. Busca maneras de hacer que el barrio, el vecindario y tu comunidad sean más accesibles para todos. Invita a otras personas a unirse a ti y a actuar juntos.

Aprende más sobre nutrición. El exceso de peso, el estar por debajo del peso apropiado y la falta de vitaminas y nutrientes, todos conllevan sus propios desafíos. ¿Cómo se podrían hacer más nutritivas y saludables las cenas familiares, los almuerzos escolares, los donativos del banco de alimentos y las golosinas? Compártelo con tu familia, clase, amigos, cuórum o Sociedad de Socorro.

Ora para que Dios te envíe a socorrer alguien que te necesite. Todos los días.

Te invito a unirte a millones de otros amigos en el mundo que, al igual que el Salvador, andan haciendo bienes en silencio. Te aseguro que sentirás más empatía, amor y esperanza, y que tendrás evidencia de que el mundo sigue siendo bueno. Y lo mejor de todo es que estarás sembrando la paz al seguir al Príncipe de Paz.

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