¿Dónde están las llaves y la autoridad del sacerdocio?
La autoridad y las llaves del sacerdocio ponen en marcha el motor, abren las puertas de los cielos, permiten usar el poder celestial y preparan el camino del convenio para regresar a nuestro amoroso Padre Celestial.
A medida que el sol de una tarde de invierno se deslizaba tras el enorme cerro nevado donde esquiamos, el gélido viento invernal nos golpeaba en las mejillas y la nariz, y parecía querer empujarnos a buscar nuestros autos en el estacionamiento del centro turístico. Allí, dentro del auto, la calefacción nos calentaría los fríos dedos de las manos y los pies. El crujido de la nieve al caminar confirmaba que aquel era un frío extremo.
Nuestra familia se había divertido esquiando ese día, que estaba llegando a su fin con temperaturas extremas. Al llegar al auto, metí la mano en el bolsillo del abrigo en busca de las llaves; luego en el otro y en otro más. ¿Dónde están las llaves? ¡Todos esperaban ansiosos que encontrara las llaves! La batería del auto estaba cargada, todos los sistemas —incluso la calefacción— estaban listos para funcionar, pero sin las llaves, las puertas cerradas no nos dejarían entrar y el motor no encendería el vehículo.
En ese momento, nuestra preocupación principal era cómo entrar en el auto y calentarnos, pero yo no podía dejar de pensar —aun entonces— que de aquello se podía extraer una lección. Sin las llaves, aquel maravilloso milagro de la ingeniería no era nada más que una decoración. Aun cuando el auto tenía un potencial enorme, sin las llaves no podía cumplir su función.
Cuanto más reflexiono sobre esta experiencia, más profunda se vuelve esta analogía para mí. Me maravilla el amor que el Padre Celestial tiene por Sus hijos. Me llenan de asombro las visitas celestiales y las grandes visiones de la eternidad que Dios confirió a José Smith; y de forma particular, mi corazón rebosa de una gratitud incontenible por la restauración de la autoridad y las llaves del sacerdocio. Sin esta restauración, no podríamos acceder al vehículo necesario para llevarnos de regreso a unos amorosos padres celestiales. Llevar a cabo cada ordenanza de salvación que forma parte de nuestro trayecto de convenios de regreso a la presencia de nuestro Padre Celestial requiere la administración apropiada por medio de las llaves del sacerdocio.
En mayo de 1829, Juan el Bautista se apareció a José Smith y a Oliver Cowdery y les confirió el Sacerdocio Aarónico y las llaves pertenecientes a ese sacerdocio. Poco después, Pedro, Santiago y Juan les confirieron el Sacerdocio de Melquisedec y sus correspondientes llaves1.
Casi siete años después, un domingo, en el Templo de Kirtland, solo una semana después de su dedicación, “el Señor Jehová se aparece en su gloria” a José y a Oliver, y después se aparecieron Moisés, Elías y Elías el Profeta, que entregaron “sus llaves y dispensaciones”2. Esta autoridad restaurada del sacerdocio y estas llaves habían estado perdidas durante siglos. De la misma manera que mis hijos y yo no podíamos entrar en el auto por haber perdido las llaves, todos los hijos del Padre Celestial no pudieron acceder a las ordenanzas salvadoras del evangelio de Jesucristo hasta que esos mensajeros celestiales efectuaron una restauración divina. Nunca más tendremos que preguntar: “¿Dónde están las llaves?”.
Un hermoso día de otoño el año pasado visité el apacible bosque ubicado en el noreste de Pensilvania, que en las Escrituras se llama Harmony, donde Juan el Bautista se apareció a José Smith y a Oliver Cowdery y restauró el Sacerdocio Aarónico. Estuve también en la orilla del río Susquehanna, donde José y Oliver, investidos con la autoridad y las llaves, fueron bautizados. Cerca de ese mismo río, Pedro, Santiago y Juan se aparecieron y restauraron el Sacerdocio de Melquisedec y sus correspondientes llaves3.
Esos lugares, así como la reconstrucción del primer hogar de José y Emma —donde se tradujo la mayor parte del Libro de Mormón—, la casa cercana de los padres de Emma y un centro de visitantes incorporado a un nuevo centro de reuniones, constituyen el Sitio de la restauración del sacerdocio, dedicado por el presidente Russell M. Nelson en septiembre del año pasado. Allí sentí el poder y la realidad de los acontecimientos celestiales que ocurrieron en aquel sagrado lugar. Esa experiencia me llevó a meditar, estudiar y orar sobre la autoridad y las llaves del sacerdocio, lo que me inspiró un deseo de compartir con los hombres y las mujeres jóvenes de la Iglesia cómo pueden bendecirlos la autoridad del sacerdocio y las llaves restauradas.
En primer lugar, puede ser útil entender estos términos. El sacerdocio o la autoridad del sacerdocio se han definido como “el poder y la autoridad de Dios”4 y “el poder supremo de la tierra”5. Las llaves del sacerdocio se definen también para que las entendamos: “Las llaves del sacerdocio son la autoridad que Dios ha dado a los líderes del sacerdocio para dirigir, controlar y gobernar el uso de Su sacerdocio en la tierra”6. Las llaves del sacerdocio controlan el ejercicio de la autoridad del sacerdocio. Las ordenanzas que originan un registro en la Iglesia requieren llaves y no se pueden hacer sin autorización. El élder Oaks enseñó que “al final, todas las llaves del sacerdocio las posee el Señor Jesucristo, de quien es este sacerdocio. Él es quien determina qué llaves se delegan a los mortales y la forma en que habrán de utilizarse”7.
Con respecto a ustedes, los jóvenes, he considerado tres maneras en que pueden “encontrar las llaves” o usar las llaves y la autoridad del sacerdocio para bendecir su vida y la vida de otras personas.
La primera es prepararse para el servicio misional
Mis jóvenes hermanos y hermanas, tal vez no se den cuenta, pero las llaves del recogimiento de Israel, restauradas por Moisés, permiten que se realice la obra misional en nuestra dispensación. Asimismo, tengan en cuenta los cerca de 75.000 misioneros de tiempo completo en el campo trabajando bajo la dirección de estas llaves. Considerando eso, recuerden que nunca es demasiado pronto para prepararse para el servicio misional. En Para la Fortaleza de la Juventud leemos: “Hombres jóvenes del Sacerdocio Aarónico… trabajen diligentemente para prepararse para representar al Señor como misioneros”8. Las jóvenes también se pueden preparar, pero “no están bajo el mismo mandato de servir que los hombres”9. Toda su preparación, no obstante, sirvan o no como misioneros de tiempo completo, los beneficiará en la vida como miembros misioneros.
La segunda manera de “encontrar las llaves” es asistir al templo
Las llaves para sellar, restauradas por el profeta Elías, del Antiguo Testamento, permiten que se realicen ordenanzas en los santos templos. Las ordenanzas efectuadas allí permiten a las personas y las familias regresar a la presencia de nuestros padres celestiales.
Jóvenes, les animamos a investigar y buscar los nombres de sus antepasados, y a efectuar bautismos en su nombre en el templo. ¡Vemos que esto sucede de manera significativa y sin precedentes en todo el mundo! Los bautisterios de muchos templos se llenan de jóvenes temprano por la mañana y hasta que anochece. Las llaves se utilizan para permitir que las familias queden unidas al efectuarse las ordenanzas sagradas en los templos.
¿Ven la relación que hay entre las llaves del sacerdocio y las bendiciones? A medida que participen en esta obra, creo que descubrirán que el Señor participa en los detalles. Como prueba de ello, hace poco oí hablar de una madre que llevaba de manera regular a sus hijos al templo a efectuar bautismos vicarios. En un día en particular, cuando la familia finalizó sus bautismos e iba a marcharse del templo, entró en el bautisterio un hombre con una gran cantidad de nombres de familiares. Al ver que no quedaba nadie en el bautisterio para ayudar con esos nombres, un obrero del templo se acercó a la familia que se marchaba y pidió a los hijos si podrían volver a entrar y cambiarse de ropa para ayudar con los bautismos. Aceptaron de buena gana y volvieron a entrar. Mientras sus hijos efectuaban los bautismos, la madre, que estaba escuchando, empezó a reconocer los nombres y, para asombro de todos, se dio cuenta de que el grupo de familiares de aquel hombre también eran antepasados fallecidos de su familia. Qué tierna y dulce misericordia.
Hace dos semanas se dedicó el Templo del Centro de la Ciudad de Provo, el número 150 en funcionamiento de la Iglesia en todo el mundo. Cuando el presidente Monson fue sostenido como Apóstol en 1963, había 12 templos en funcionamiento en la Iglesia. Los templos están cada vez más cerca de ustedes. Sin embargo, quienes vivan en lugares donde la distancia y las circunstancias no permitan una asistencia regular al templo, siempre deben mantenerse dignos de poder asistir. Ustedes pueden hacer una importante obra fuera de los templos a medida que investiguen y envíen los nombres de sus familiares.
En tercer y último lugar: sigan adelante con fe
El profeta Abraham, del Antiguo Testamento, recibió una gran bendición del Señor en su dispensación, a veces denominada el convenio abrahámico. Miles de años después, se restauraron las bendiciones de la dispensación del Evangelio a Abraham. Esto ocurrió cuando Elías el Profeta se apareció a José Smith y a Oliver Cowdery en el Templo de Kirtland.
Por medio de esta restauración, cada uno de ustedes tiene acceso a las grandes bendiciones prometidas a Abraham. Esas bendiciones pueden ser suyas si permanecen fieles y viven dignamente. En el folleto Para la Fortaleza de la Juventud, se les brinda instrucciones muy prácticas sobre cómo “seguir adelante con fe”. Resumo algunos de esos consejos: “Para ayudarte a llegar a ser todo lo que el Señor desea que llegues a ser, ponte de rodillas todos los días, por la mañana y por la noche y ora a tu Padre Celestial… Estudia las Escrituras todos los días y aplica lo que hayas leído en tu vida… Esfuérzate a diario por ser obediente… Sigue las enseñanzas de los Profetas… en toda circunstancia… Sé humilde y ten la disposición de escuchar al Espíritu Santo”.
Después de este consejo se da una promesa que conduce a las promesas transmitidas por medio de las bendiciones de Abraham: “Al hacer esas cosas, el Señor hará mucho más por tu vida de lo que tú solo(a) puedes hacer por ella: aumentará tus oportunidades, expandirá tu visión y te fortalecerá; te dará la ayuda que necesitas para hacer frente a tus pruebas y retos. Obtendrás un testimonio más firme y hallarás verdadero gozo al llegar a conocer a tu Padre Celestial y a Su Hijo Jesucristo, y al sentir el amor que Ellos tienen por ti”10.
En resumen: prepárense para el servicio misional, asistan al templo y sigan adelante con fe.
Conclusión
Terminemos ahora donde empezamos, varados en el frío estacionamiento, preguntando: “¿Dónde están las llaves?”. Por cierto, esa noche, más tarde, encontré milagrosamente las llaves que se me habían caído del bolsillo en la montaña. El Señor nos ha demostrado que no nos dejará solos en el gélido frío, sin llaves ni autoridad para guiarnos a nuestro hogar, a salvo, con Él.
Si ustedes son como yo, quizás se pregunten con frecuencia, cada día, “dónde están las llaves” del auto, de la oficina, de la casa o del apartamento. Cuando me sucede eso, no puedo evitar sonreír internamente porque, mientras busco las llaves, reflexiono sobre las llaves del sacerdocio restaurado y sobre el presidente Thomas S. Monson, a quien sostenemos “como profeta, vidente y revelador”11, y como la única persona en la tierra que posee todas las llaves del sacerdocio y que está autorizada para ejercerlas. Sí, las llaves están seguras en manos de profetas, videntes y reveladores. Se confieren, delegan y asignan a otros, de acuerdo con la voluntad del Señor, bajo la dirección del Presidente de la Iglesia.
Testifico que la autoridad y las llaves del sacerdocio ponen en marcha el motor, abren las puertas de los cielos, permiten usar el poder celestial y preparan el camino del convenio para regresar a nuestro amoroso Padre Celestial.
Ruego que ustedes, la nueva generación de hombres y mujeres jóvenes, “[sigan] adelante con firmeza en Cristo”12, para que entiendan que tienen el privilegio sagrado de actuar bajo la dirección de quienes poseen las llaves del sacerdocio que les permiten recibir las bendiciones, los dones y los poderes celestiales.
Testifico de Dios el Padre, de nuestro Salvador y Redentor, Jesucristo, del Espíritu Santo y de la restauración del Evangelio en estos últimos días. En el nombre de Jesucristo. Amén.