1990–1999
La Voz Profética
Abril 1996


La Voz Profética

“La revelación continua y el liderazgo de la Iglesia provienen del Presidente de la Iglesia, quien nunca desviara a los miembros del camino que deben seguir.”

Mis queridos hermanos y amigos, al comenzar esta histórica conferencia, se que en el transcurso de ella escucharemos la voz del Señor. La guía divina ha dirigido los asuntos de esta Iglesia durante ciento sesenta y seis años exactamente, desde que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días fue legalmente organizada el 6 de abril de 1830. Lo que ha sucedido en esta obra, en tan poco tiempo, es realmente un milagro. De pequeño, oía a mi tío abuelo William Wetzel contar cómo había cruzado las planicies de este país con su familia hasta llegar al Valle del Gran Lago Salado; sus relatos de luchas, sacrificios y fe dejaron una huella indeleble en mi joven corazón.

Cuando la familia de mi bisabuelo llegó a este valle, la mayoría de los miembros de la Iglesia vivían en un grupo de pequeñas y polvorientas colonias establecidas en el territorio de Deseret; muchos habían cruzado valientemente el océano para venir a los Estados Unidos, y luego habían viajado o en carromatos o llevando carros de mano, bajo un calor insoportable o un intenso frío, a través de las planicies y las altas cimas de las montañas, con el fin de encontrar paz y adorar a Dios.

En aquella época, los miembros de nuestra fe eran generalmente despreciados, perseguidos y echados de un lado a otro. Pero desde ese entonces ha comenzado a cumplirse la declaración del Señor, que dice: “… en esta época en que comienza a surgir mi iglesia y a salir del desierto, clara como la luna, resplandeciente como el sol”(1). No se puede comprender completamente cómo y por que la Iglesia ha salido “de la obscuridad”(2) y ha florecido, sin antes conocer algunas de las verdades proféticas fundamentales sobre las cuales se ha establecido.

Hace muchos años, cuando se me llamó por primera vez como Autoridad General, fui a ver al presidente Hugh B. Brown, que en ese entonces era miembro de la Primera Presidencia, y le pregunte: “Presidente Brown, )que consejo le daría usted a una Autoridad General nueva, joven y sin experiencia?” Aquel hombre sabio y venerable me respondió en forma sencilla y directa: “Obedezca a las Autoridades Generales”. )Quienes son las Autoridades Generales? Son los que poseen las llaves del Reino de Dios en la tierra; son los de la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce Apóstoles, cada uno de los cuales es Apóstol y Profeta; son los Setenta; y, en asuntos temporales, es el Obispado Presidente.

La expansión de la Iglesia desde Palmyra a Kirtland, de Kirtland a Nauvoo, de Nauvoo al Oeste de los Estados Unidos, y luego a mas de ciento cincuenta países de todo el mundo se ha logrado porque la mayoría de los miembros, dondequiera que se encuentren, han sido leales a las Autoridades Generales; ha habido millones de hombres y mujeres que han seguido a los profetas de Dios. Quisiera rendir un tributo especial a todas las mujeres fieles que, desde la época de la Restauración, han escuchado la voz profética de la Iglesia; con sus celestiales dones y sus habilidades femeninas, han bendecido la obra de Dios en aquello que es mas importante e indispensable.

Los que permanecen fieles a las Autoridades Generales tienen un firme testimonio de que José Smith fue un Profeta de Dios que, bajo la autoridad divina, estableció nuevamente la Iglesia de Jesucristo en nuestra época. Esa inconmovible fe es el cimiento de la lealtad que manifiestan la gran mayoría de los fieles miembros de la Iglesia que, a través de su historia, han recibido un testimonio corroborante de la veracidad de la revelación continua. Esta revelación se ha recibido a su debido tiempo, por medio de cada uno de los Presidentes de la Iglesia, de sus consejeros en la Primera Presidencia y del Quórum de los Doce Apóstoles, quienes prestan servicio bajo la dirección del Presidente.

La dispensación de la verdad divina en la cual vivimos actualmente, contrario a lo que sucedió con las dispensaciones anteriores, no será destruida por la apostasía; ello se debe al cumplimiento de la profecía de Daniel de que “el Dios del cielo levantará un reino que no será jamas destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo”(3). El presidente John Taylor afirmó lo mismo cuando dijo:

“Hay algo muy cierto … y es que, no obstante lo que piensen los hombres y lo que tramen e inventen, este reino no será nunca dejado en manos de otro pueblo; y crecerá y se expandirá, y nadie podrá detener su progreso”(4).

Desde el comienzo, algunas personas, tanto dentro como fuera de la Iglesia, han tratado de persuadir a los miembros a no seguir las inspiradas declaraciones de quienes pose en las llaves del Reino de Dios sobre la tierra; entre los que tratan de engañar, hay quienes afirman estar investidos de una inteligencia e inspiración que transcienden el orden establecido en la Iglesia. Como una advertencia acerca de los que dicen tener una autoridad especial, el Señor ha dejado bien en claro “que a ninguno le será permitido salir a predicar mi evangelio ni a edificar mi iglesia, a menos que sea ordenado por alguien que tenga autoridad, y sepa la iglesia que tiene autoridad, y que ha sido debidamente ordenado por las autoridades de la iglesia”(5).

Al comienzo de la Restauración, Oliver Cowdery llegó a ser el segundo elder de la Iglesia y vivió junto a José Smith las experiencias maravillosas de ese proceso. En 1829, fue ordenado junto con el profeta José por un mensajero celestial que llevó a cabo la restauración del sacerdocio en la tierra. Oliver Cowdery fue el escriba en la traducción del Libro de Mormón, manuscribiendo las palabras que salían de la boca del profeta José. En 1836, compartió con el las gloriosas visiones que se manifestaron en el Templo de Kirtland y fue testigo del momento en que Moisés, Elías y Elías el profeta confirieron las llaves.

En una de las primeras revelaciones, el Señor amonestó al hermano Cowdery, diciendo: “… bendito eres y no estas bajo condenación. Mas cuídate del orgullo, no sea que entres en tentación”(6).

Oliver Cowdery poseía una gran capacidad intelectual y disfrutó de maravillosas experiencias espirituales. Sin embargo, con el correr del tiempo se olvidó de la amonestación del Señor y el orgullo tomó posesión de su corazón. Brigham Young dijo después acerca de ese orgullo:

“He visto hombres que pertenecieron a este reino y que realmente pensaban que si no fuera por ellos el reino no progresaría. Uno especialmente, que recuerdo en este momento … era una persona particularmente dotada de confianza en si misma y con habilidades en general. En esencia, llegó a decirle varias veces al profeta José que si el se alejaba del reino, este no podría progresar mucho mas. Hablo de Olivar Cowdery. El lo abandonó y el reino todavía sigue progresando, triunfando sobre todos los enemigos y amparando a quienes se mantienen fieles a el”(7).

En octubre de 1848, diez años después de dejar la Iglesia, Olivar Cowdery fue a las Oficinas Generales de la Iglesia en Iowa y humildemente pidió que se le permitiera volver a ella por medio del bautismo. Al describir ese memorable acontecimiento, George A. Smith escribió lo siguiente sobre el hermano Cowdery:

“Dio su testimonio de una forma realmente positiva … y dijo a la gente que si deseaba seguir por el sendero correcto, tenía que obedecer a las autoridades de la Iglesia, ya que donde el grupo principal de la Iglesia va, allí se encuentra la autoridad”(8).

Durante su testimonio final, confirmó la venida de Juan el Bautista trayendo las llaves del Sacerdocio Aarónico; y la de Pedro, Santiago y Juan trayendo las llaves del Sacerdocio de Melquisedec . Luego declaró:

“Esos sacerdocios, con su debida autoridad, los posee ahora y seguirá poseyéndolos el cuerpo de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Bendito es el elder que haya recibido ambos, y tres veces bendito y santo quien persevere hasta el fin”(9).

A lo largo de los años, muchos ramales y grupos se han separado y no han permanecido con l as Autoridades Generales; no se trata de algo nuevo. Después de la crucifixión del Salvador, Pedro y los Apóstoles predicaban a una congregación hostil cuando un hombre llamado Gamaliel, doctor de la ley, defendió el derecho que ellos tenían de predican Luego de hacer recordar a la gente el destino aciago de dos grupos que se habían rebelado y arrastrado en pos de ellos a muchos seguidores, les propuso esta prueba segura para saber la verdad; les dijo:

“… si este consejo o esta obra es de los hombres, se desvanecerá; “mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios”(10).

En el extraordinario Sermón del Monte, el Salvador hizo una trascendental pregunta:

“… ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? …”

Luego continuó: “No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos …

“Así que, por sus frutos los conoceréis”.

Los dulces frutos de esta obra se conocen en la actualidad por casi toda la tierra.11

Con el fin de acreditar a quienes poseen autoridad, el Señor dijo también: “Y todas las cosas se harán de común acuerdo en la iglesia, con mucha oración y fe”(12). Además, dijo que “todo hombre hable en el nombre de Dios”(13). ¿Cómo puede ser eso? A todo hombre y joven de la Iglesia que viva de acuerdo con las enseñanzas del Salvador se le ordena al sacerdocio. Sin embargo, el uso de ese poder es limitado. Todo padre es el patriarca de su familia y toda madre es la matriarca, iguales en sus distintivas funciones de padres. Los miembros, tanto hombres como mujeres, pueden recibir inspiración por medio del don del Espíritu Santo en lo que respecta a su vida personal y a sus responsabilidades particulares.

Pero sólo el Profeta y Presidente, y nadie mas, puede utilizar todas las llaves del Reino de Dios sobre la tierra. En la actualidad, ese hombre es el presidente Gordon B. Hinckley. El, sus consejeros y el Quórum de los Doce Apóstoles han delegado autoridad y responsabilidades especificas a otras Autoridades Generales y a las autoridades locales y líderes de las organizaciones auxiliares para dirigir la obra en las zonas que les correspondan.

En los comienzos de la Iglesia, el Señor amonestó a los miembros, diciendo: “Y. no has de mandar al que te es por cabeza, y por cabeza de la iglesia”(14).

Algunos han dicho: “Mi integridad no me permite someter mi conciencia a la de ninguna otra persona”. Una conciencia limpia es una investidura espiritual muy valiosa cuando la guía el Espíritu Santo. Por último, cada cual tiene la responsabilidad de tomar sus propias decisiones morales. Sin embargo, el profeta José Smith dijo que “es contrario al sistema de Dios que un miembro de la Iglesia … reciba instrucciones para los que poseen una autoridad mayor que la de ellos’’(15).

Además, algunos han dicho tener dones espirituales o autoridad mas elevados que la autoridad establecida del sacerdocio de la Iglesia; dicen que creen en los principios y ordenanzas del evangelio y que aceptan al Presidente de la Iglesia como el administrador legal de todo eso, pero afirman tener un orden mas elevado que el del Presidente; hacen esto, por lo general, para justificar un hecho que no esta de acuerdo con la doctrina de la Iglesia. No obstante, no existe un orden mas elevado, porque el Presidente de la Iglesia posee y ejerce todas las llaves del Reino de Dios sobre la tierra. El Señor dijo del Presidente de la Iglesia “que no se os ha nombrado a ningún otro para que reciba mandamientos y revelaciones … sino por medio de el”(16).

Thomas B. Marsh fue otro querido compañero del profeta José. En la Conferencia General de abril de 1984, desde este mismo púlpito, el presidente Hinckley nos recordó que el hermano Marsh prestaba servicio como Presidente del Quórum de los Doce cuando decidió hacer caso omiso de las decisiones de la Primera Presidencia y de otros lideres de la Iglesia en relación con una disputa que se suscitó entre su esposa y otra hermana por cierta cantidad de crema de la leche (17).

Cuando, como el hijo pródigo, finalmente “volviendo en si”(18), escribió a Heber C. Kimball, que había sido uno de sus compañeros en el Quórum de los Doce, le dijo:

“Hace tres años perdí a mi esposa y desde entonces he comenzado a darme cuenta de mi situación … Se que he pecado contra el cielo y ante vuestra vista, y me siento indigno de vuestra confianza y de formar parte de la familia del cielo … No merezco ningún lugar entre vosotros en la Iglesia, ni siquiera el del miembro mas humilde; pero no puedo vivir mas como hasta ahora sin reconciliarme con los Doce y con la Iglesia, a quienes he perjudicado”. Luego habló sobre la lección que sus años de rebelión le habían enseñado y que se repite una y otra vez: “El Señor se las puede arreglar muy bien sin mi, y no perdió nada cuando yo me aleje de las filas de la Iglesia; pero en cambio yo, (cuanto perdí! Riquezas, grandes riquezas, que ni este mundo ni muchos planetas como este podrían proporcionar”. Rogaba a sus hermanos que le brindaran consuelo, paz y le devolvieran su Amistad (19).

Después de haber vuelto a bautizarse, Thomas Marsh vino a Salt Lake City y le pidió perdón a Brigham Young, el Presidente de la Iglesia. Este lo invitó a hablar en el servicio dominical, durante el cual el hermano Marsh aconsejó a la congregación:

“Si hay entre vosotros alguien que este por apostatar y hacer lo que yo hice, mejor que se apronte para recibir unos buenos azotes, si es que esta entre los amados del Señor. Pero si aceptáis mi consejo, seguiréis a las Autoridades”(20).

En el invierno de los años 1832-1833 [diciembre a marzo en el hemisferio norte], el profeta José explicó:

“Ningún ángel de Dios vendrá nunca a ordenar a hombre alguno, porque ya han establecido el sacerdocio ordenándome a mi en el, y una vez que el sacerdocio se ha establecido en la tierra, con el poder de ordenar a otros, ningún mensajero celestial vendrá a intervenir en ese poder ordenando a mas personas …

“Podéis saber, por lo tanto, que, de ahora en adelante, si viniere un hombre profesando que ha sido ordenado por un ángel, o es mentiroso o, por haber cometido una transgresión, ha sido dominado por el diablo, pues este sacerdocio jamas se retirara de esta Iglesia”(21).

Quisiera ahora repasar cinco de las verdades proféticas fundamentales de la Iglesia:

Primero: Las llaves y la autoridad de Dios las recibió por Su intermedio José Smith y sucesivamente cada uno de los que recibió el llamamiento de Presidente de la Iglesia.

Segundo: Esas llaves y autoridad no se le darán nunca a otro pueblo, y “sepa la iglesia” quienes tienen esa autoridad (D. y C. 42: 11) .

Tercero: La revelación continua y el liderazgo de la Iglesia provienen del Presidente de la Iglesia, quien nunca desviara a los miembros del camino que deben seguir.

Cuarto: Los miembros de la Iglesia pueden recibir revelación concerniente a sus llamamientos y responsabilidades, como así también para su familia; pero no pueden recibir instrucciones espirituales para los que tengan una autoridad mas elevada que ellos.

Quinto: Quienes digan que han recibido revelación directa de Dios para la Iglesia, fuera del orden y las vías del sacerdocio establecidas, están equivocados. Lo mismo se aplica para cualquiera que les haga caso.

Si alguien se encuentra en esa situación, recuerden que hay siempre una puerta abierta en la Iglesia para quienes deseen regresar como miembros a integrarse completamente al grupo de hermanas y de hermanos del sacerdocio; y serán recibidos con los brazos abiertos.

Mi testimonio de la divinidad de los llamamientos de los hermanos que presiden la Iglesia como representantes del Señor Jesucristo fluye desde lo mas profundo de mi alma. Por muchos años, he visto el proceso de la revelación continua que proviene de Dios por medio de las llaves y la autoridad del Presidente de la Iglesia y bajo su dirección. Testifico que este poder de revelación ha dirigido esta obra desde el 6 de abril de 1830; esa confirmación es la fuente del conocimiento mas grandioso que poseo.

Aconsejo a todos y les ruego que presten atención a la continua voz profética de esta Iglesia, que revela la palabra de Dios en nuestros días. De todo ello doy testimonio en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. D. y C.5 14.

  2. D. y C. I 30.

  3. Daniel 2:44; véase también D. y C. 38:44.

  4. En Journal of Discourses, 25 348; véase también 14 367.

  5. D. y C.42:11.

  6. D. y C.23:1.

  7. En Journal of Discourses, 11:252.

  8. George A. Smith a Orson Pratt, 20 de octubre de 1848, publicado en Millennial Star, 11:14 ( 1849) .

  9. Oliver Cowdery a Samuel W. Richard, 14 de enero de 1849, publicado en Deseret News, 26 de marzo de 1884.

  10. Hechos 5:38-39.

  11. Mateo 7 16-20.

  12. D. Y C. 26:2.

  13. D.y C. 1:20.

  14. D.yC.28:6.

  15. Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 18; véase también D.yC.28:12.

  16. D. y C. 43:34.

  17. véase “De las cosas pequeñas proceden las grandes”, Liahona,Julio de 1984, págs. 135-136.

  18. Lucas 15:17.

  19. Thomas B. Marsh a Heber C Kimball, 5 de mayo de 1857, Brigham Young Collection, Departamento Histórico de la Iglesia.

  20. Citado en Journal of Discourses, 5 206.

  21. Citado por el elder David B. Haight en “Las asambleas solemnes”, Liahona, enero de 1995, pág. 17.