El respeto hacia las personas con discapacidades


“Porque el Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16).

Del mismo modo que no hay dos personas iguales, ninguna persona con discapacidad es igual a otra, aunque ambas tengan la misma discapacidad. Las discapacidades son limitaciones de las funciones que pueden interferir con la capacidad de una persona para caminar, oír, hablar, ver, pensar y aprender, aunque no afectan a todo el mundo del mismo modo. Además, algunas personas pueden padecer varias discapacidades de diversa gravedad.

Al hablar o relacionarse con una persona con una discapacidad:

  • Sonría y sea espontáneo.
  • Céntrese en las capacidades de la persona. No se centre en la discapacidad al punto de ya no ver a la persona.
  • Hable con la persona que tenga la discapacidad (o con los responsables de su cuidado, si es lo adecuado) sobre el modo en que se le puede incluir en las actividades y de lo que la hace sentirse a gusto.
  • Sea respetuoso. Ofrezca ayuda si se la solicitan o si es obvio que se necesita. No mueva las sillas de ruedas u otros dispositivos para desplazarse sin el permiso del propietario.
  • Cuando hable con una persona con deficiencias auditivas, hable lenta y directamente. No suponga que una persona con una deficiencia auditiva o un trastorno del habla tenga también una discapacidad intelectual.
  • Sea paciente.
  • Tenga en cuenta los sentimientos de la persona al hablar con los demás. ¿Le gustaría que se dijera de usted lo que usted está a punto de decir de la persona?

Recuerde hablar sin elevar el tono de voz a menos que la persona tenga una deficiencia auditiva. El elevar el tono de voz no facilita la comprensión.

Usar el lenguaje con consideración

Algunos términos que se consideran apropiados con frecuencia varían de un grupo de personas a otro y de una generación a otra. Una buena norma general a seguir es el considerar a la persona antes que la discapacidad. Por ejemplo, una persona con una discapacidad no es una “mujer minusválida” o un “hombre lisiado”. Del mismo modo, la hermana Jaramillo tampoco es una “minusválida” o una “lisiada”. Mejor refiérase a la persona primero y, si fuera necesario, haga referencia después a la discapacidad: “La hermana Smith” o “La hermana Smith tiene una discapacidad”.

Para los miembros con discapacidades, sus familiares o las personas responsables de su cuidado

Sea paciente conforme otros miembros aprenden sobre las discapacidades y superan las ideas erróneas. Comprenda que la mayoría de los miembros de la Iglesia están dispuestos a recibir orientación sobre cómo ayudar e incluir a quienes tienen discapacidades. Tenga en cuenta que otras personas que se preocupan también podrían recibir inspiración sobre cómo ayudar. El Espíritu Santo puede ayudar a los familiares, los maestros y los líderes a tender una mano y ser de utilidad.