Historia de la Iglesia
El Libro de Mormón y los estudios de ADN


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cadena de ADN

El Libro de Mormón y los estudios de ADN

Reseña

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días afirma que el Libro de Mormón es un volumen de Escrituras sagradas comparable a la Biblia. Contiene un registro de la relación de Dios con tres grupos de personas que migraron desde Oriente Medio, o Asia occidental, al continente americano cientos de años antes de la llegada de los europeos1.

Aunque el propósito primordial del Libro de Mormón es más espiritual que histórico, algunas personas se han preguntado si las migraciones que en él se describen son compatibles con los estudios científicos sobre la antigua América. El debate se ha centrado en el campo de la genética de poblaciones y en los avances de la ciencia con respecto al ADN. Algunas personas sostienen que las migraciones que se mencionan en el Libro de Mormón no ocurrieron porque la mayoría del ADN que se ha localizado hasta la fecha en pueblos indígenas actuales se asemeja más al de los pobladores del este de Asia2.

Los principios básicos de la genética de poblaciones sugieren la necesidad de un análisis más detenido de los datos. Los hallazgos en genética, al igual que los de cualquier otra ciencia, no son definitivos y todavía queda mucho por hacer para entender el origen de las poblaciones indígenas del continente americano. Nada se sabe del ADN de los pueblos mencionados en el Libro de Mormón, y aun cuando se tuviera conocimiento de su perfil genético, existen razones científicas sólidas que indican que no se le podría detectar. Por esas mismas razones, los argumentos formulados por algunos defensores del Libro de Mormón que se basan en estudios de ADN también son especulativos. En pocas palabras, no se puede hacer uso de los estudios de ADN de manera concluyente para validar ni para rechazar la autenticidad histórica del Libro de Mormón.

Los antepasados de los amerindios

La evidencia recopilada hasta la fecha indica que la mayoría de los nativos americanos tienen una porción importante de ADN procedente de Asia3. Algunos científicos teorizan que en la era previa a los relatos del Libro de Mormón, un grupo relativamente pequeño de personas migró del noreste de Asia a las Américas a través de una lengua de tierra que conectaba Siberia con Alaska4. Según los científicos, estas personas se extendieron con rapidez hasta llenar el norte y el sur del continente americano, y es probable que fueran los antepasados principales de los amerindios actuales5.

El Libro de Mormón da poca información directa en cuanto al contacto cultural habido entre los pueblos que en él se describen y otros pobladores que hayan vivido cerca. En consecuencia, la mayoría de los primeros Santos de los Últimos Días suponía que personas procedentes de Oriente Medio o Asia occidental, como Jared, Lehi, Mulek y sus acompañantes, fueron los primeros grupos o los grupos más grandes, o incluso los únicos grupos, que se establecieron en las Américas. Según esta suposición, los críticos insisten en que el Libro de Mormón no da pie a la presencia de otras poblaciones grandes en el continente americano y que, por lo tanto, el ADN de los pobladores de Oriente Medio debería ser fácilmente reconocible entre los grupos de indígenas actuales.

Sin embargo, el Libro de Mormón en sí no afirma que los pueblos descritos en él fueran los habitantes predominantes o exclusivos de las tierras que ocupaban. De hecho, las pistas culturales y demográficas del texto apuntan a la presencia de otros grupos6. En la Conferencia General de abril de 1929, el presidente Anthony W. Ivins, de la Primera Presidencia, advirtió: “Debemos ser cautos con las conclusiones a las que llegamos. En el Libro de Mormón… no se dice que no había habitantes aquí antes que [los pueblos que en él se describen], ni tampoco se dice que no vinieron otros pueblos después de ellos”7.

José Smith parece haber estado abierto a la idea de que hubo otras migraciones además de las que se describen en el Libro de Mormón8, y muchos lectores y eruditos Santos de los Últimos Días del siglo pasado han determinado que el relato del Libro de Mormón es totalmente coherente con la presencia de otras poblaciones ya establecidas9. La actualización que se hizo en 2006 a la Introducción del Libro de Mormón refleja esta noción al declarar que los pueblos del Libro de Mormón “se hallan entre los antecesores de los indios de las Américas”10.

No se sabe nada en cuanto a la cantidad de matrimonios mixtos ni sobre la mezcla genética que pudo haber entre los pueblos del Libro de Mormón, o sus descendientes, y otros habitantes del continente americano, aunque parece evidente que hubo cierta mezcla, incluso durante el período que abarca el texto del libro11. Lo que parece claro es que el ADN de los pueblos del Libro de Mormón probablemente representaba solo una fracción de todo el ADN de la antigua América. Pedir que se encuentre y se determine claramente el ADN de dichos pueblos en la actualidad sería pedirle a la ciencia de la genética de poblaciones algo que es incapaz de facilitarnos.

Interpretación de la evidencia genética

Un breve repaso de los principios básicos de la genética permitirá explicar la forma en que los científicos se valen del ADN para estudiar las poblaciones antiguas. También resaltará lo difícil que es llegar a conclusiones en cuanto al Libro de Mormón valiéndose del estudio de la genética.

El ADN es el conjunto de instrucciones que establece y sostiene la vida, y se encuentra en el núcleo de casi toda célula humana. Está organizado en 46 unidades llamadas cromosomas, 23 de las cuales se reciben de cada progenitor. Los cromosomas contienen unos tres mil doscientos millones de instrucciones. Dos personas distintas cualesquiera comparten aproximadamente el 99,9 % de su disposición genética; sin embargo, las miles de pequeñas diferencias son responsables de la amplia gama de variaciones que hay en las personas.

Las variaciones genéticas se presentan mediante el fenómeno que los genetistas llaman mutación aleatoria. Las mutaciones son errores que se producen cuando se copia el ADN durante la formación de las células reproductoras. Esas mutaciones se acumulan con el tiempo a medida que se transmiten de generación en generación, lo cual resulta en perfiles genéticos únicos. El patrón o modelo de herencia de la información genética de los primeros 22 pares de cromosomas (llamados autosomas) se caracteriza por el cambio continuo: la mitad del ADN del padre y de la madre se vuelven a combinar para formar el ADN de cada hijo. El par 23 de cromosomas determina el sexo del niño (XY para el hombre, XX para la mujer). Debido a que únicamente los hombres tienen el cromosoma Y, un hijo varón hereda ese cromosoma de su padre de forma casi intacta.

Las células humanas también tienen ADN en una serie de componentes celulares llamados mitocondrias. El ADN mitocondrial es relativamente pequeño —apenas contiene 17 000 instrucciones— y se hereda en gran medida intacto de la madre. La madre transmite su ADN mitocondrial a todos sus hijos, pero solo las hijas lo pasarán a la siguiente generación.

El ADN mitocondrial fue el primer tipo de ADN en ser secuenciado y, por ende, fue el primero que emplearon los genetistas para el estudio de las poblaciones. Según ha ido mejorando la tecnología, el análisis del ADN autosómico ha permitido que los genetistas lleven a cabo estudios sofisticados que incluyen la combinación de múltiples marcadores genéticos.

Los genetistas de poblaciones intentan reconstruir el origen, las migraciones y las relaciones de las poblaciones valiéndose de muestras de ADN tanto actuales como antiguas. Al examinar los datos disponibles, los científicos han determinado combinaciones de mutaciones que son características de poblaciones de diferentes regiones del mundo. Los perfiles únicos de ADN mitocondrial y del cromosoma Y se denominan haplogrupos12. Los científicos designan estos haplogrupos con letras del alfabeto13.

En la actualidad, los científicos concuerdan en que la gran mayoría de los nativos americanos pertenecen a ramas secundarias de los haplogrupos C y Q del cromosoma Y14, y de los haplogrupos A, B, C, D y X del ADN mitocondrial, todos los cuales parecen haber llegado a las Américas mediante migraciones procedentes del este de Asia15. Estudios sucesivos continúan arrojando más luz que tanto cuestionan como confirman las conclusiones previas16. Por ejemplo, un estudio del año 2014 sostiene que hasta una tercera parte del ADN amerindio puede haberse originado en la antigüedad en Europa o en Asia Occidental. A partir de esta evidencia, la comunidad científica ha concluido que algunos europeos y habitantes de Asia Occidental migraron al este a través de Asia, mezclándose con un grupo que con el tiempo emigró a las Américas miles de años antes de los acontecimientos que se describen en el Libro de Mormón17.

Aunque existen marcadores adicionales de ADN de Europa, Asia Occidental y África en el ADN de las poblaciones nativas actuales, es difícil determinar si son el resultado de migraciones anteriores a los viajes de Colón, como las que se describen en el Libro de Mormón, o si derivan de la mezcla genética que ocurrió después de la conquista europea18. Eso se debe en parte al hecho de que el “reloj molecular” utilizado por los científicos para fechar los marcadores del cromosoma Y y el ADN mitocondrial no siempre es lo suficientemente preciso como para indicar el momento exacto en que ocurrieron las migraciones de hace unos pocos cientos de años y menos las de hace miles de años19. Es más, actualmente no hay disponible ningún reloj molecular para completar los genomas.

La comunidad científica no descarta la posibilidad de que se produjeran migraciones adicionales menores a las Américas20. Por ejemplo, un análisis genético realizado en 2010 de un cuerpo paleo-esquimal de 4000 años de antigüedad llevó a los científicos a sugerir la hipótesis de que otro grupo de personas aparte de las procedentes de Asia oriental había migrado a las Américas21. En sus comentarios sobre dicho estudio, el genetista poblacional Marcus Feldman, de la Universidad de Stanford, dijo: “Los modelos que sugieren una única migración suelen considerarse sistemas idealizados… Es probable que hubiera cantidades pequeñas de migraciones a lo largo de miles de años”22.

El efecto fundador

Una de las razones por las que es difícil valerse de la evidencia del ADN para formular conclusiones definitivas acerca de los pueblos del Libro de Mormón es que no se sabe nada en cuanto al ADN que Lehi, Saríah, Ismael y otras personas llevaron a las Américas. Aun cuando los genetistas contaran con una base de datos del ADN que existe hoy en día en todos los grupos de amerindios actuales, sería imposible saber exactamente lo que se está buscando. Es posible que cada integrante de los grupos de emigrantes descritos en el Libro de Mormón tuviera un ADN típico de Oriente Medio y que algunos de ellos portaran un ADN que fuera más común en otras regiones. En ese caso, los descendientes podrían heredar un perfil genético inesperado dado el lugar de origen de su familia. Este fenómeno se conoce como efecto fundador.

Considere el caso del Dr. Ugo A. Perego, que es un genetista poblacional miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Su genealogía confirma que él es de descendencia italiana por varias generaciones, pero el ADN de su linaje genético paterno corresponde a una rama del haplogrupo C de asiáticos y nativos americanos. Es probable que eso signifique que, en algún momento, se produjo una migración desde Asia hasta Europa, la cual introdujo un ADN que no es típico del lugar de origen de Perego23. Si Perego y su familia fueran a colonizar una masa continental aislada, los genetistas del futuro que llevaran a cabo un estudio de los cromosomas Y de sus descendientes podrían concluir que los primeros colonos de esa masa continental procedían de Asia y no de Italia. Ese panorama hipotético demuestra que las conclusiones en cuanto a la genética de una población deben basarse en la comprensión clara del ADN de los antepasados originales de esa población. En el caso del Libro de Mormón, no se dispone de ninguna información clara de ese tipo.

Cuello de botella y deriva genética de una población

Las dificultades no terminan con el efecto fundador. Incluso si llegara a saberse con un alto grado de certeza que los emigrantes descritos en el Libro de Mormón portaban lo que se pudiera considerar ADN característico de Oriente Medio, es muy posible que sus marcadores de ADN no sobrevivieran en los siglos posteriores. Principios bien conocidos por los científicos, como el cuello de botella y la deriva genética de poblaciones, a menudo causan la pérdida de marcadores genéticos o hacen que sea imposible detectarlos.

Cuello de botella de una población

El cuello de botella de una población consiste en la pérdida de la variación genética que se produce cuando un desastre natural, una epidemia, una guerra masiva u otra calamidad causa la muerte de gran parte de una población. Esos acontecimientos pueden reducir gravemente o eliminar totalmente ciertos perfiles genéticos. En tales casos, una población puede recuperar la diversidad genética con el tiempo por medio de la mutación, aunque gran parte de la diversidad que existía previamente se pierde de manera irremediable.

Ilustración del cuello de botella de una población. Debido a la drástica reducción de la población, se pierden algunos perfiles genéticos (representados aquí con círculos amarillos, anaranjados, verdes y morados). Las generaciones posteriores heredan solamente el ADN de los supervivientes.

Además de la desoladora guerra que tuvo lugar al final del Libro de Mormón, la conquista europea del continente americano durante los siglos XV y XVI inició una cadena de acontecimientos catastróficos. A consecuencia de la guerra y el contagio de enfermedades, muchos grupos de nativos americanos sufrieron unas pérdidas poblacionales devastadoras24. Un antropólogo molecular señaló que la conquista “comprimió a toda la población amerindia a través de un cuello de botella genético”, y concluyó: “Esa reducción de la población alteró para siempre la genética de los grupos sobrevivientes, complicando así cualquier intento de reconstruir la estructura genética precolombina de la mayoría de los grupos del Nuevo Mundo”25.

Deriva genética

La deriva genética consiste en la pérdida gradual de marcadores genéticos en poblaciones pequeñas debido a acontecimientos aleatorios. A menudo se emplea una sencilla ilustración para enseñar ese concepto:

Se llena un frasco con 20 canicas (bolitas): 10 de color rojo y 10 de color azul. El frasco representa a una población y las canicas representan a personas con distintos perfiles genéticos. Se saca una canica al azar de esa población, se anota el color y se la devuelve al frasco. Cada vez que se saca una canica representa el nacimiento de un niño. Se repite el proceso 20 veces para simular una nueva generación dentro de la población. La segunda generación podría tener la misma cantidad de cada color, pero lo más probable es que tenga un número desigual de ambos colores.

Antes de llegar a la tercera generación, se ajusta la proporción de cada color en el frasco de modo que refleje la nueva combinación de perfiles del acervo genético. A medida que se sigan sacando canicas, es posible que la mezcla desigual ocasione que se saquen canicas del color dominante con mayor frecuencia. Después de varias generaciones, esa “deriva” hacia un solo color resultará casi por seguro en la desaparición del otro color.

Este ejercicio ilustra el modelo de herencia del material genético a lo largo de varias generaciones y muestra la forma en que la deriva ocasiona la pérdida de perfiles genéticos. El efecto de la deriva es particularmente pronunciado en pequeñas poblaciones aisladas o en casos en los que un grupo pequeño con un perfil genético particular se mezcla con una población mucho más grande de un linaje diferente.

Un estudio realizado en Islandia, en el que se combinaron tanto datos genéticos como genealógicos, demuestra que la mayoría de las personas que viven en ese país en la actualidad heredaron el ADN mitocondrial de un pequeño porcentaje de personas que vivieron en ese país hace solo 300 años26. El ADN mitocondrial de la mayoría de los islandeses de esa época simplemente no sobrevivió a los efectos aleatorios de la deriva. Cabe la posibilidad de que gran parte del ADN de los pueblos del Libro de Mormón no haya sobrevivido por la misma razón.

La deriva genética afecta en particular el ADN mitocondrial y la información del ADN del cromosoma Y, pero también conduce a la pérdida de variación en el ADN autosómico. Cuando una población pequeña se mezcla con una de gran tamaño, las combinaciones de marcadores autosómicos típicos del grupo más pequeño son rápidamente asimiladas o dominadas por las del grupo mayoritario. Los marcadores del grupo más pequeño no tardan en ser poco comunes en la población y pueden extinguirse debido a los efectos de la deriva genética y a los cuellos de botella descritos antes. Por otra parte, el cambio y la recombinación del ADN autosómico que tiene lugar de una generación a otra produce nuevas combinaciones de marcadores en las que la información genética predominante proviene de la población original más grande. Eso puede ocasionar que las combinaciones de marcadores características del grupo más pequeño se diluyan tanto que no se puedan determinar de manera fiable.

Los autores de un artículo de 2008 del American Journal of Physical Anthropology resumieron de manera sucinta el impacto de esas fuerzas: “La deriva genética ha sido una fuerza significativa [en la genética de los nativos americanos] y, junto con una importante caída poblacional acaecida después del contacto con los europeos, alteró las frecuencias de los haplogrupos y ocasionó la pérdida de muchos haplotipos”27. Los perfiles genéticos pueden perderse en su totalidad y las combinaciones que existieron en cierta ocasión pueden diluirse al punto de que sean difíciles de detectar. Por tanto, partes de una población podrían tener parentesco desde el punto de vista genealógico con alguna persona o con algún grupo, aunque no porten ADN que pudiera determinarse como perteneciente a esos antepasados. En otras palabras, es posible que los nativos americanos cuyos antepasados incluyan a los pueblos del Libro de Mormón no puedan confirmar ese parentesco mediante el ADN28.

Conclusión

Aunque tanto los críticos del Libro de Mormón como sus defensores quieran valerse de los estudios de ADN para respaldar sus puntos de vista, la evidencia sencillamente no es concluyente. No se sabe nada del ADN de los pueblos del Libro de Mormón. Aunque llegara a conocerse esa información, procesos como el cuello de botella de poblaciones, la deriva genética o la migración post-colombina procedente de Eurasia occidental hacen que sea poco probable que se pueda detectar su ADN en la actualidad. El élder Dallin H. Oaks, del Cuórum de los Doce Apóstoles, señaló: “Nuestra postura es que la evidencia secular no puede ni probar ni refutar la autenticidad del Libro de Mormón”29.

El principal objetivo de las personas encargadas de llevar los registros del Libro de Mormón fue el de transmitir las verdades religiosas y preservar el legado espiritual de su pueblo. Ellos oraron para que, a pesar de la destrucción de la mayor parte del pueblo, que había sido profetizada, el registro que llevaron fuera conservado y pudiera un día servir para restaurar el conocimiento de la plenitud del evangelio de Jesucristo. Ellos prometieron a todo el que estudiara el libro “con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo” que Dios les “manifestará la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo”30. Para las innumerables personas que han hecho la prueba de la autenticidad del Libro de Mormón, este es un volumen de Escritura sagrada que tiene el poder de acercarlos más a Jesucristo.

La Iglesia reconoce la aportación de eruditos al contenido científico de este artículo; su trabajo se utiliza con permiso.

Publicado originalmente en enero de 2014. Actualizado en abril de 2017.

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Recursos de aprendizaje

Recursos generales

“When Lehi’s Party Arrived in the Land, Did They Find Others There?”, Journal of Book of Mormon Studies

“DNA and the Book of Mormon: A Phylogenetic Perspective”, Journal of Book of Mormon Studies

“The Book of Mormon and the Origin of Native Americans from a Maternally Inherited DNA Standpoint”, BYU Religious Studies Center

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“Las enseñanzas de José Smith: El Libro de Mormón”

  1. Véase la Introducción al Libro de Mormón.

  2. En este se usan los términos nativos americanos y amerindios para referirse a todos los pueblos indígenas de Norteamérica, Centroamérica y Sudamérica. Para saber más sobre la relación entre los estudios de ADN y el Libro de Mormón, véase Ugo A. Perego, “Is Decrypting the Genetic Legacy of America’s Indigenous Populations Key to the Historicity of the Book of Mormon?”, Interpreter: A Journal of Mormon Scripture, tomo XII, 2014, págs. 237–279; Michael F. Whiting, “DNA and the Book of Mormon: A Phylogenetic Perspective”, Journal of Book of Mormon Studies, tomo XII, nro. 1, 2003, págs. 24–35; Daniel C. Peterson, editor, The Book of Mormon and DNA Research, Provo, UT: Neal A. Maxwell Institute, 2008.

  3. Antonio Torroni y otros autores, “Asian Affinities and Continental Radiation of the Four Founding Native American mtDNAs”, American Journal of Human Genetics, tomo LIII, 1993, págs. 563–590; Alessandro Achilli y otros autores, “The Phylogeny of the Four Pan-American MtDNA Haplogroups: Implications for Evolutionary and Disease Studies”, PloS ONE, tomo III, nro. 3, marzo de 2008, pág. e1764.

  4. Ugo A. Perego y otros autores, “Distinctive Paleo-Indian Migration Routes from Beringia Marked by Two Rare mtDNA Haplogroups”, Current Biology, tomo XIX, 2009, págs. 1–8.

  5. Martin Bodner y otros autores, “Rapid Coastal Spread of First Americans: Novel Insights from South America’s Southern Cone Mitochondrial Genomes”, Genome Research, tomo XXII, 2012, págs. 811–820.

  6. John L. Sorenson, “When Lehi’s Party Arrived in the Land, Did They Find Others There?”, Journal of Book of Mormon Studies, tomo I, nro. 1, otoño de 1992, págs. 1–34. Estos argumentos se resumieron más recientemente en John L. Sorenson, Mormon’s Codex: An Ancient American Book, Provo, UT: Neal A. Maxwell Institute, 2013. Sorenson sugiere que el texto del libro contiene indicadores que señalan “de forma innegable que había poblaciones de magnitud considerable en la ‘tierra prometida’ durante todo el período del registro nefita y probablemente también en la época de los jareditas” (“When Lehi’s Party Arrived”, pág. 34). Si bien hay varias hipótesis plausibles en cuanto a las ubicaciones geográficas de los acontecimientos que se describen en el Libro de Mormón, la Iglesia no adopta una postura oficial, excepto que dichos acontecimientos tuvieron lugar en las Américas. Véase El Libro de Mormón, Manual del maestro de seminario, 2013, pág. 228.

  7. Anthony W. Ivins, en Conference Report, abril de 1929, pág. 15.

  8. “Facts Are Stubborn Things”, Times and Seasons, tomo III, 15 de septiembre de 1842, pág. 922. Se desconoce el nombre del autor del artículo, pero se publicó bajo la dirección editorial de José Smith. Véase también Hugh Nibley, Lehi in the Desert, The World of the Jaredites, There Were Jaredites, Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, 1988, pág. 250.

  9. Para un análisis de citas en cuanto a este tema, véase Matthew Roper, “Nephi’s Neighbors: Book of Mormon Peoples and Pre-Columbian Populations”, FARMS Review, tomo XV, nro. 2, 2003, págs. 91–128.

  10. Introduction to the Book of Mormon, edición revisada, Nueva York: Doubleday, 2006. La introducción, que no forma parte del texto del Libro de Mormón, anteriormente indicaba en la versión en inglés que los lamanitas son “los principales antepasados de los indios de las Américas”. Incluso esa afirmación, publicada por primera vez en 1981, implica la presencia de otros pueblos (Introduction to the Book of Mormon, edición de 1981 en inglés). Al principio del Libro de Mormón, el nombre lamanita alude a los descendientes de Lamán y Lemuel (véanse 2 Nefi 5:14 y Jacob 1:13). Cientos de años más tarde se empleaba para identificar a las personas con ideologías políticas y religiosas diferentes a las de los responsables de las planchas del Libro de Mormón (véanse Helamán 11:24 y 4 Nefi 1:20).

  11. John L. Sorenson, “When Lehi’s Party Arrived”, págs. 5–12.

  12. Peter A. Underhill y Toomas Kivisild, “Use of Y Chromosome and Mitochondrial DNA Population Structure in Tracing Human Migrations”, Annual Review of Genetics, tomo XLI, 2007, págs. 539–564.

  13. Los nombres de los haplogrupos siguen una nomenclatura estandarizada en la que se alternan letras y números. Véase la publicación de la International Society of Genetic Genealogy, “Y-DNA Haplogroup Tree 2014”, y Mannis van Oven y Manfred Kayser M., “Updated Comprehensive Phylogenetic Tree of Global Human Mitochondrial DNA Variation”, Human Mutation, tomo XXX, 2009, págs. E386–E394.

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  14. Vincenza Battaglia y otros autores, “The First Peopling of South America: New Evidence from Y-Chromosome Haplogroup Q”, PLoS ONE, tomo VIII, nro. 8, agosto de 2013, pág. e71390.

  15. Ugo A. Perego y otros autores, “The Initial Peopling of the Americas: A Growing Number of Founding Mitochondrial Genomes from Beringia”, Genome Research, tomo XX, 2010, págs. 1174–1179; Jennifer Anne Raff y Deborah A. Bolnick, “Does Mitochondrial Haplogroup X Indicate Ancient Trans-Atlantic Migration to the Americas? A Critical Re-Evaluation”, PaleoAmerica, tomo IV, nro. 1, 2015, págs. 297–303.

  16. Véase Rasmus Nielsen y otros autores, “Tracing the People of the World through Genomics”, Nature, tomo DXLI, 2017, págs. 302–310.

  17. Maanasa Raghavan y otros autores, “Upper Palaeolithic Siberian Genome Reveals Dual Ancestry of Native Americans”, Nature, tomo DV, 2014, págs. 87–91.

  18. Stephen L. Zegura y otros autores, “High-Resolution SNPs and Microsatellite Haplotypes Point to a Single, Recent Entry of Native American Y Chromosomes into the Americas”, Molecular Biology and Evolution, tomo XXI, nro. 1, 2004, págs. 164–175.

  19. El “reloj” se basa en la frecuencia observada en la que, con el tiempo, se producen mutaciones aleatorias en el ADN. Puede verse un ejemplo de una propuesta de un reloj molecular de ADN mitocondrial en Pedro Soares y otros autores, “Correcting for Purifying Selection: An Improved Human Mitochondrial Molecular Clock”, American Journal of Human Genetics, tomo LXXXIV, nro. 6, 2009, págs. 740–759.

  20. Alessandro Achilli y otros autores, “Reconciling Migration Models to the Americas with the Variation of North American Native Mitogenomes”, Proceedings of the National Academy of Sciences, tomo CX, nro. 35, 2013, págs. 14308–14313.

  21. Morten Rasmussen y otros autores, “Ancient Human Genome Sequence of an Extinct Palaeo-Eskimo”, Nature, 11 de febrero de 2010, págs. 757–762. Esa migración hipotética se habría producido aproximadamente 200 generaciones después de las primeras migraciones a las Américas.

  22. Citado en Cassandra Brooks, “First Ancient Human Sequenced”, Scientist, 10 de febrero de 2010, www.thescientist.com/blog/display/57140. Michael H. Crawford, antropólogo molecular de la Universidad de Kansas, señaló del mismo modo que la “evidencia no excluye la posibilidad de que hubiera contactos culturales a pequeña escala entre sociedades de amerindios específicas y navegantes procedentes de Asia y Oceanía” (Michael H. Crawford, The Origins of Native Americans: Evidence from Anthropological Genetics, Cambridge: Cambridge University Press, 1998, pág. 4).

  23. Ugo A. Perego, “Origin of Native Americans”, págs. 186–187.

  24. Las poblaciones nativas se redujeron hasta un 95 por ciento. Véase David S. Jones, “Virgin Soils Revisited”, William and Mary Quarterly, tomo LX, nro. 4, octubre de 2003, págs. 703–742.

  25. Michael H. Crawford, Origins of Native Americans, págs. 49–51, 239–241, 260–261.

  26. Agnar Helgason y otros autores, “A Populationwide Coalescent Analysis of Icelandic Matrilineal and Patrilineal Genealogies: Evidence for a Faster Evolutionary Rate of mtDNA Lineages than Y Chromosomes”, American Journal of Human Genetics, tomo LXXII, 2003, págs. 1370–1388.

  27. Beth Alison Schultz Shook y David Glenn Smith, “Using Ancient MtDNA to Reconstruct the Population History of Northeastern North America”, American Journal of Physical Anthropology, tomo CXXXVII, 2008, pág. 14.

  28. Véase “How Many Genetic Ancestors Do I Have?”, Co-op Lab, Population and Evolutionary Genetics, UC Davis.

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  29. Dallin H. Oaks, “The Historicity of the Book of Mormon”, en Paul Y. Hoskisson, editor, Historicity and the Latter-day Saint Scriptures, Provo, UT: Brigham Young University Religious Studies Center, 2001, pág. 239.

  30. Moroni 10:4.