El Libro de Mormón y los estudios de ADN


La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días afirma que el Libro de Mormón es un volumen de Escrituras sagradas que se compara a la Biblia. Contiene un registro de la relación que Dios tuvo con tres grupos de personas que migraron desde el Medio Oriente o el occidente de Asia al continente americano cientos de años antes de la llegada de los europeos1.

Aunque el propósito primordial del Libro de Mormón es más espiritual que histórico, algunas personas se han preguntado si las migraciones que el libro describe concuerdan con los estudios científicos hechos en la antigua América. El debate se ha centrado en el campo de la genética de poblaciones y en los avances de la ciencia con respecto al ADN. Algunas personas sostienen que las migraciones que se mencionan en el Libro de Mormón no ocurrieron ya que la mayoría del ADN que se ha localizado hasta la fecha en los pueblos indígenas modernos se asemeja más al de los pobladores del este de Asia2.

Los principios básicos de la genética de poblaciones sugieren la necesidad de un análisis más detenido de los datos. Los hallazgos de la genética no son definitivos, al igual que los de cualquier ciencia, y todavía queda mucho por hacer para entender el origen de las poblaciones indígenas del continente americano. Nada se sabe acerca del ADN de los pueblos mencionados en el Libro de Mormón, y aun cuando se supiera su perfil genético, existen razones científicas lógicas que indican que podría quedar sin determinarse. Por esas mismas razones, los argumentos formulados por algunos defensores del Libro de Mormón que se basan en estudios del ADN también son especulativos. En pocas palabras, no se puede hacer uso de los estudios del ADN de manera decisiva para afirmar o rechazar la autenticidad histórica del Libro de Mormón.

Los antepasados de los amerindios

Las pruebas recopiladas hasta la fecha indican que la mayoría de los amerindios son en su mayoría portadores del ADN que caracteriza a los pobladores de Asia3. Los científicos sostienen la teoría de que en una época que precedió a la de los registros del Libro de Mormón, un grupo relativamente pequeño de personas emigró del noreste de Asia hacia el continente americano por medio de un puente de tierra que conectaba Siberia con Alaska4. Según los científicos, ese grupo creció y se propagó rápidamente para poblar Norte, Centro y Sudamérica, y es probable que sean los principales antepasados de los amerindios modernos5.

El Libro de Mormón proporciona poca información directa en cuanto al contacto cultural producido entre los pueblos que describe y otros pobladores que hayan vivido cerca. En consecuencia, la mayoría de los primeros Santos de los Últimos Días suponía que personas procedentes del Medio Oriente o del occidente de Asia como Jared, Lehi, Mulek y sus acompañantes fueron los primeros grupos o los grupos más grandes o incluso los únicos grupos que se establecieron en América. Con base en esa suposición, los críticos insisten en que el registro histórico del Libro de Mormón no permite la presencia de otras poblaciones grandes en el continente americano y que, por lo tanto, el ADN de los pobladores del Medio Oriente debería ser fácilmente reconocible entre los grupos de indígenas modernos.

Sin embargo, el Libro de Mormón en sí no afirma que los pueblos descritos fueran los habitantes predominantes o exclusivos de las tierras que ocupaban. De hecho, las pistas culturales y demográficas incluidas en el texto implican la presencia de otros grupos6. En la Conferencia General de abril de 1929, el Presidente Anthony W. Ivins, de la Primera Presidencia advirtió: “Debemos tener cuidado con las conclusiones a las que llegamos. En el Libro de Mormón… no se dice que no había habitantes aquí antes que [los pueblos que describe] ni tampoco se dice que no vinieron otros pueblos después que ellos”7.

José Smith parece haber estado dispuesto a considerar la idea de que hubo otras migraciones aparte de las que se describen en el Libro de Mormón8, y durante el siglo pasado muchos líderes y eruditos de la Iglesia han determinado que el relato del Libro de Mormón es totalmente compatible con la presencia de otros pueblos establecidos9. La modificación hecha en la introducción del Libro de Mormón en inglés en 2006 refleja ese punto de vista dado que indica que los pueblos del Libro de Mormón se hallan entre los “antecesores de los indios de las Américas”10.

No se sabe nada en cuanto a las consecuencias de los matrimonios entre distintas poblaciones ni a la mezcla genética entre los pueblos del Libro de Mormón o sus descendientes, y otros habitantes del continente americano, aunque parece evidente que se produjo cierta mezcla, incluso durante el período que abarca el texto11 del libro. Lo que parece claro es que el ADN de los pueblos del Libro de Mormón probablemente representaba solamente una fracción de todo el ADN de la antigua América. Pedir que se encuentre y se determine claramente el ADN de dichos pueblos en la actualidad podría ser imposible para la ciencia de la genética de poblaciones.

Interpretación de la evidencia genética

Un breve repaso de los principios básicos de la genética ayudará a explicar la forma en que los científicos se valen del ADN para estudiar las poblaciones de la antigüedad. También destacará lo difícil que es formular teorías contundentes en cuanto al Libro de Mormón mediante el estudio de la genética.

El ADN consiste en un juego de instrucciones que establece y sostiene la vida, y se encuentra en el núcleo de casi todas las células humanas. Está organizado en 46 unidades llamadas cromosomas, 23 de las cuales se reciben de cada uno de los progenitores. Esos cromosomas contienen aproximadamente tres mil doscientos millones de instrucciones. Dos personas indistintas comparten aproximadamente el 99,9 % de su disposición genética. Sin embargo, las miles de pequeñas diferencias ocasionan la amplia variación que existe entre la gente.

Las variaciones genéticas se presentan mediante el fenómeno que los genetistas llaman mutación aleatoria. Las mutaciones consisten en errores que se producen a medida que se copia el ADN durante la formación de células reproductoras. Esas mutaciones se acumulan con el tiempo a medida que se pasan de generación en generación, lo cual resulta en perfiles genéticos únicos. El modelo de herencia de la información genética de los primeros 22 pares de cromosomas (llamados autosomas) se caracteriza por el continuo cambio: la mitad del ADN del padre y de la madre se vuelve a combinar para formar el ADN de cada hijo. El par 23 de cromosomas determina el sexo del niño (XY para el hombre, XX para la mujer). Debido a que únicamente los hombres tienen el cromosoma “Y”, un hijo varón hereda ese cromosoma de su padre de forma casi intacta.

Las células humanas también tienen ADN en un componente de la célula llamado mitocondria. El ADN mitocondrial es relativamente pequeño, contiene aproximadamente 17.000 instrucciones y se hereda en gran medida intacto de la madre. La madre transmite su ADN mitocondrial a todos sus hijos, pero únicamente las hijas mujeres lo pasarán a la siguiente generación.

El ADN mitocondrial fue el primer tipo de ADN en ser analizado y por ende fue el primero que los genetistas emplearon para estudiar a las poblaciones. A medida que la tecnología ha mejorado, el análisis del ADN autosómico ha permitido que los genetistas lleven a cabo estudios sofisticados que incluyen la combinación de varios marcadores genéticos.

Los genetistas de poblaciones intentan reconstruir el origen, las migraciones y las relaciones de las poblaciones valiéndose de muestras de ADN tanto actuales como antiguas. Al examinar los datos disponibles, los científicos han determinado combinaciones que son características de las poblaciones de diferentes regiones del mundo. Los perfiles únicos del ADN mitocondrial y del cromosoma “Y” se llaman haplogrupos12. Los científicos denotan los haplogrupos con letras del alfabeto13.

En la actualidad, los científicos concuerdan en que la gran mayoría de los amerindios pertenecen a ramas secundarias de los haplogrupos C y Q del cromosoma Y14, y de los haplogrupos A, B, C, D y X del ADN mitocondrial, todos los cuales son predominantes en el este de Asia15. Sin embargo, el panorama no está del todo claro. Los estudios continuos proporcionan más conocimiento y algunos de ellos ponen en tela de juicio las conclusiones previas. Por ejemplo, un estudio realizado en 2013 señala que, como máximo, una tercera parte del ADN de los amerindios se originó en Europa o en el occidente de Asia en la antigüedad, y que es probable que se haya introducido en el acervo genético antes de la primera migración hacia América16. Dicho estudio sugiere un panorama más complejo que el sugerido por la opinión que prevalecía de que todo el ADN de los amerindios procedía esencialmente del este de Asia.

Aunque existen marcadores del ADN del Medio Oriente en el ADN de las poblaciones nativas actuales, es difícil determinar si son el resultado de migraciones anteriores a los viajes de Colón, como las que se describen en el Libro de Mormón, o si derivan de la mezcla genética que ocurrió después de la conquista europea. Eso se debe en parte al hecho de que el “reloj molecular” utilizado por los científicos para calcular la fecha de aparición de los marcadores genéticos no siempre es lo suficientemente preciso para señalar el momento exacto en que ocurrieron las migraciones de hace cientos de años o aún hace miles de años17.

Los científicos no descartan la posibilidad de que haya habido otras migraciones de pequeña escala hacia América18. Por ejemplo, el análisis genético realizado en 2010 en un espécimen paleoesquimal bien conservado de 4.000 años de antigüedad encontrado en Groenlandia llevó a la hipótesis científica de que un grupo de personas, aparte de las procedentes del este de Asia, había emigrado hacia el continente americano19. Con respecto a ese estudio, el genetista de poblaciones Marcus Feldman de la Universidad Stanford comentó: “Las hipótesis que sugieran una sola migración de gran magnitud por lo general se consideran como teorías idealizadas… Es probable que hubiera pequeñas migraciones a lo largo de miles de años”20.

El efecto fundador

Una de las razones por las cuales es difícil valerse de la evidencia del ADN para formular conclusiones definitivas acerca de los pueblos del Libro de Mormón es que no se sabe nada en cuanto al ADN que Lehi, Saríah, Ismael y otras personas trajeron a América. Aun cuando los genetistas contaran con una base de datos del ADN que existe hoy en día de todos los grupos de amerindios modernos, sería imposible saber exactamente lo que se está buscando. Es posible que cada integrante de los grupos de emigrantes descritos en el Libro de Mormón tuviera un ADN típico del Medio Oriente y también es posible que algunos de ellos portaran ADN que sea más común en otras regiones. En ese caso, los descendientes podrían heredar un perfil genético que sería inesperado dado el lugar de origen de su familia. Ese fenómeno se conoce como efecto fundador.

Considere el caso del Dr. A. Ugo. Perego, quien es genetista miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Su genealogía confirma que él es de descendencia italiana de varias generaciones, pero el ADN de su linaje genético paterno corresponde a una rama del haplogrupo C de asiáticos y amerindios. Es probable que eso signifique que, en algún momento, se produjo una migración desde Asia hasta Europa, la cual introdujo el ADN que no es típico del lugar de origen de Perego21. Si Perego y su familia fueran a colonizar una masa continental aislada, los genetistas del futuro que llevaran a cabo un estudio de los cromosomas “Y” de sus descendientes podrían concluir que los primeros colonos de esa masa continental procederían de Asia y no de Italia. Ese panorama hipotético demuestra que las conclusiones en cuanto a la genética de una población deben basarse en la comprensión clara del ADN de los antepasados originales de esa población. En el caso del Libro de Mormón, no se tiene a disposición ninguna información clara de ese tipo.

Cuello de botella y deriva genética de una población

Las dificultades no terminan con el efecto fundador. Incluso si llegara a saberse con un alto grado de certeza que los emigrantes descritos en el Libro de Mormón portaban lo que se pudiera considerar el ADN característico del Medio Oriente, es muy posible que sus marcadores de ADN no hayan sobrevivido a lo largo de los siglos transcurridos. Principios bien conocidos para los científicos, incluso el cuello de botella y la deriva genética de población, a menudo ocasionan la pérdida de los marcadores genéticos o hacen que sea imposible detectar los mismos.

Cuello de botella de una población

El cuello de botella de una población consiste en la pérdida de la variación genética que se produce cuando un desastre natural, una epidemia, una guerra masiva u otra calamidad causa la muerte de gran parte de una población. Esos acontecimientos pueden reducir gravemente o eliminar totalmente ciertos perfiles genéticos. En tales casos, una población puede recuperar la diversidad genética con el tiempo por medio de la mutación, aunque gran parte de la diversidad que existía previamente se pierde de manera irremediable.

Ilustración del cuello de botella de una población

Ilustración del cuello de botella de una población. Debido a la drástica reducción de la población, se pierden algunos perfiles genéticos (representados aquí por los círculos amarillos, anaranjados, verdes y morados). Las generaciones posteriores heredan solamente el ADN de los sobrevivientes.

Además de la desoladora guerra que tuvo lugar al final del Libro de Mormón, la conquista europea del continente americano durante los siglos XV y XVI condujo a una cadena de acontecimientos catastróficos. Como resultado de la guerra y de la transmisión de enfermedades, muchos grupos amerindios sufrieron devastadoras pérdidas de la población22. Un antropólogo molecular hizo la observación de que la conquista “hizo pasar a toda la población amerindia a través de un cuello de botella genético”. Llegó a la conclusión de que “esa reducción de la población ha cambiado para siempre la genética de los grupos sobrevivientes, así que complica cualquier intento de reconstruir la estructura genética precolombina de la mayoría de los grupos del Nuevo Mundo”23.

Deriva genética

La deriva genética consiste en la pérdida gradual de los marcadores genéticos en pequeñas poblaciones debido a acontecimientos aleatorios. A menudo se emplea una sencilla ilustración para enseñar ese concepto:

Se llena un frasco con 20 canicas (bolitas), 10 de color rojo y 10 de color azul. El frasco representa a una población y las canicas representan a personas con distintos perfiles genéticos. Se saca una canica al azar de esa población, se anota el color y se la vuelve a colocar en el frasco. Cada vez que se saca una canica representa el nacimiento de un niño. Se repite el proceso 20 veces para simular una nueva generación dentro de la población. La segunda generación podría tener la misma cantidad de cada color, pero lo más probable es que tenga un número desigual de los dos colores.

Antes de llegar a la tercera generación, se ajusta la proporción de cada color en el frasco de modo que refleje la nueva combinación de perfiles del acervo genético. A medida que se sigan sacando canicas, es posible que la mezcla desigual ocasione que se saquen canicas del color dominante con mayor frecuencia. Después de varias generaciones, esa “deriva” hacia un solo color resultará casi por seguro en la desaparición del otro color.

Ilustración de la deriva genética

Ilustración de la deriva genética haciendo uso de canicas de colores.

Este ejercicio ilustra el modelo de herencia del material genético a lo largo de varias generaciones y muestra la forma en que la deriva ocasiona la pérdida de perfiles genéticos. El efecto de la deriva es particularmente pronunciado en pequeñas poblaciones aisladas o en casos en los que un pequeño grupo que porta un perfil genético particular se mezcla con una población mucho más grande de un linaje diferente.

Un estudio realizado en Islandia en el que se combinaron tanto datos genéticos como genealógicos demuestra que la mayoría de las personas que viven en ese país en la actualidad heredaron el ADN mitocondrial de sólo un pequeño porcentaje de personas que vivieron en ese país hace sólo 300 años24. El ADN mitocondrial de la mayoría de los islandeses de esa época simplemente no sobrevivió los efectos aleatorios de la deriva. Cabe la posibilidad de que gran parte del ADN de los pueblos del Libro de Mormón no haya sobrevivido por la misma razón.

La deriva genética afecta en particular el ADN mitocondrial y la información del ADN del cromosoma “Y”, pero también conduce a la pérdida de variación en el ADN autosómico. Cuando una pequeña población se mezcla con una de gran tamaño, las combinaciones de marcadores autosómicos típicos del grupo más pequeño son rápidamente arrolladas o dominadas por las del grupo más grande. Los marcadores del grupo más pequeño pronto llegan a ser poco comunes en la población y pueden extinguirse debido a los efectos de la deriva genética y a los cuellos de botella descritos anteriormente. Por otra parte, el cambio y la recombinación del ADN autosómico que sucede de una generación a otra produce nuevas combinaciones de marcadores en las que la información genética predominante proviene de la población original más grande. Eso puede ocasionar que las combinaciones de marcadores características del grupo más pequeño se diluyan tanto que no se puedan determinar con fiabilidad.

Los autores de un documento publicado en American Journal of Physical Anthropology en 2008 resumieron el impacto de esos procesos genéticos de manera concisa: “La deriva genética ha sido un factor significativo [en la genética de los amerindios] y junto con la considerable disminución de la población que se produjo tras el arribo de los europeos, ha alterado la frecuencia de los haplogrupos y ha ocasionado la pérdida de muchos haplotipos”25. Existe la posibilidad de que se hayan perdido perfiles genéticos completos y las combinaciones que pudieron haber existido en algún momento podrían haberse diluido a tal grado que son difíciles de detectar. Por tanto, partes de una población podrían tener parentesco desde el punto de vista genealógico con alguna persona o con algún grupo, aunque no porten ADN que pudiera determinarse como perteneciente a esos antepasados. En otras palabras, los amerindios cuyos antepasados incluyan a los pueblos del Libro de Mormón no pueden confirmar ese parentesco mediante el ADN26.

Conclusión

Aunque tanto los críticos como los defensores del Libro de Mormón quieran valerse de los estudios del ADN para respaldar sus puntos de vista, la evidencia no es concluyente. No se sabe nada acerca del ADN de los pueblos del Libro de Mormón. Aunque llegara a conocerse esa información, los procesos como el cuello de botella de población y la deriva genética causan que sea poco probable que se pueda detectar su ADN en la actualidad. Tal como el élder Dallin H. Oaks, del Quórum de los Doce Apóstoles señaló: “Nuestra postura es que la evidencia secular no puede ni probar ni refutar la autenticidad del Libro de Mormón”27.

El principal objetivo de las personas encargadas de llevar los registros del Libro de Mormón fue el de transmitir las verdades religiosas y conservar el legado espiritual de su pueblo. Ellos oraron para que, a pesar de la destrucción de la mayor parte del pueblo que fue profetizada, el registro que llevaron fuera conservado y pudiera un día ayudar a restaurar el conocimiento de la plenitud del evangelio de Jesucristo. La promesa que ellos dan a todos los que estudien el libro “con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en Cristo”, es que Dios “manifestará la verdad de [él] por el poder del Espíritu Santo”28. Para innumerables personas que han puesto en práctica ese prueba de la autenticidad del libro, el Libro de Mormón es un volumen de Escrituras sagradas que tiene el poder de acercarlas más a Jesucristo.

Recursos

  1. Véase la Introducción al Libro de Mormón.
  2. En este artículo se usa el término amerindios para referirse a todos los pueblos indígenas de Norteamérica, Centroamérica y Sudamérica. Para obtener más información sobre la relación que hay entre los estudios del ADN y del Libro de Mormón en general, véase la publicación de Ugo A. Perego, “The Book of Mormon and the Origin of Native Americans from a Maternally Inherited DNA Standpoint”, edición de Robert L. Millet, No Weapon Shall Prosper: New Light on Sensitive Issues, 2011, págs.171–216; Michael F. Whiting, “DNA and the Book of Mormon: A Phylogenetic Perspective”, Journal of Book of Mormon Studies 12, Nº 1, 2003, págs. 24-35; edición de Daniel C. Peterson, The Book of Mormon and DNA Research, 2008.
  3. Antonio Torroni y otros autores, “Asian Affinities and Continental Radiation of the Four Founding Native American mtDNAs”, American Journal of Human Genetics 53, 1993, págs. 563–90; Alessandro Achilli y otros autores, “The Phylogeny of the Four Pan-American MtDNA Haplogroups: Implications for Evolutionary and Disease Studies”, PloS ONE 3, Nº 3, marzo de 2008, e1764.
  4. Ugo A. Perego y otros autores, “Distinctive Paleo-Indian Migration Routes from Beringia Marked by Two Rare mtDNA Haplogroups”, Current Biology 19, 2009, pág. 1-8.
  5. Martin Bodner y otros autores, “Rapid Coastal Spread of First Americans: Novel Insights from South America’s Southern Cone Mitochondrial Genomes”, Genome Research 22, 2012, pág. 811–820.
  6. John L. Sorenson, “When Lehi’s Party Arrived in the Land, Did They Find Others There?” Journal of Book of Mormon Studies 1, Nº 1, otoño de 1992, págs. 1–34. Estos argumentos fueron resumidos más recientemente en la publicación de John L. Sorenson, Mormon’s Codex: An Ancient American Book, 2013. Sorenson sugiere que el texto del libro contiene indicadores que señalan “de forma innegable que había poblaciones de magnitud considerable en la ‘tierra prometida’ durante todo el período del registro nefita y que probablemente también en la época de los jareditas” (“When Lehi’s Party Arrived”, pág. 34).
  7. Anthony W. Ivins, en Conference Report, abril de 1929, pág. 15.
  8. “Facts Are Stubborn Things”, Times and Seasons 3, 15 de septiembre de 1842: 922. No se incluye el nombre del autor en el artículo, pero se publicó bajo la dirección de José Smith. Véase también la publicación de Hugh Nibley, Lehi in the Desert, The World of the Jaredites, There Were Jaredites, 1988, pág. 250.
  9. Para obtener un análisis de declaraciones hechas sobre este tema, véase la publicación de Matthew Roper, “Nephi’s Neighbors: Book of Mormon Peoples and Pre-Columbian Populations”, FARMS Review 15, Nº 2, 2003, págs. 91–128.
  10. Introducción al Libro de Mormón. La introducción, que no forma parte del texto del Libro de Mormón, anteriormente indicaba en la versión en inglés que los lamanitas son “los principales antecesores de los indios de las Américas”. Incluso esa declaración, publicada por primera vez en 1981, implica la presencia de otros pueblos. (Véase la Introducción al Libro de Mormón, edición de 1981)
  11. Sorenson, “When Lehi’s Party Arrived” pág. 5–12.
  12. Peter A. Underhill y Toomas Kivisild, “Use of Y Chromosome and Mitochondrial DNA Population Structure in Tracing Human Migrations”, Annual Review of Genetics 41, 2007, págs. 539–564.
  13. Los nombres de los haplogrupos siguen una nomenclatura estandarizada en la cual se alternan letras y números. Véase la publicación de International Society of Genetic Genealogy, “Y-DNA Haplogroup Tree 2014”; Mannis van Oven y Manfred Kayser M., “Updated Comprehensive Phylogenetic Tree of Global Human Mitochondrial DNA Variation”, Human Mutation 30, 2009, E386-E394.
  14. Vincenza Battaglia y otros autores, “The First Peopling of South America: New Evidence from Y-Chromosome Haplogroup Q”, PLoS ONE 8, Nº 8, agosto de 2013, e71390.
  15. Ugo A. Perego y otros autores, “The Initial Peopling of the Americas: A Growing Number of Founding Mitochondrial Genomes from Beringia”, Genome Research 20, 2010, págs. 1174–1179.
  16. Maanasa Raghavan y otros autores, “Upper Palaeolithic Siberian Genome Reveals Dual Ancestry of Native Americans” Nature, 10 de noviembre de 2013.
  17. El “reloj” se basa en la frecuencia observada en la que con el tiempo se producen mutaciones aleatorias en el ADN. Para ver un ejemplo de un reloj molecular del ADN mitocondrial propuesto, véase la publicación de Pedro Soares y otros autores, “Correcting for Purifying Selection: An Improved Human Mitochondrial Molecular Clock,” American Journal of Human Genetics 84, 2009, págs. 740–759.
  18. Alessandro Achilli y otros autores, “Reconciling Migration Models to the Americas with the Variation of North American Native Mitogenomes”, Proceedings of the National Academy of Sciences 110, Nº 35, 2013, págs. 14308–14313.
  19. Morten Rasmussen y otros autores, “Ancient Human Genome Sequence of an Extinct Palaeo-Eskimo”, Nature, 11 de febrero de 2010, págs. 757–762. Esa migración hipotética se habría producido aproximadamente 200 generaciones después de las primeras migraciones hacia América.
  20. Citado en la publicación de Cassandra Brooks, “First Ancient Human Sequenced”, Scientist, 10 de febrero de 2010, www.thescientist.com/blog/display/57140. Michael H. Crawford, antropólogo molecular de la Universidad de Kansas, señaló del mismo modo que la “evidencia no excluye la posibilidad de que hubiera contactos culturales en pequeña escala entre sociedades de amerindios específicas y marineros procedentes de Asia y de Oceanía” (Michael H. Crawford, The Origins of Native Americans: Evidence from Anthropological Genetics, 1998, pág. 4).
  21. Perego, “Origin of Native Americans”, págs. 186–187.
  22. Las poblaciones de nativos se redujeron hasta en un 95 por ciento. Véase la publicación de David S. Jones, “Virgin Soils Revisited”, William y Mary Quarterly, Third Series, tomo 60, Nº 4, octubre de 2003, págs. 703-742.
  23. Crawford, Origins of Native Americans, págs. 49–51, 239–241, 260–261.
  24. Agnar Helgason y otros autores, “A Populationwide Coalescent Analysis of Icelandic Matrilineal and Patrilineal Genealogies: Evidence for a Faster Evolutionary Rate of mtDNA Lineages than Y Chromosomes”, American Journal of Human Genetics 72, 2003, págs. 1370–1388.
  25. Beth Alison Schultz Shook y David Glenn Smith, “Using Ancient MtDNA to Reconstruct the Population History of Northeastern North America”, American Journal of Physical Anthropology 137, 2008, pág. 14.
  26. Véase “How Many Genetic Ancestors Do I Have?”, Laboratorio en cooperación, Genética de población y de evolución, UC Davis.
  27. Dallin H. Oaks, “The Historicity of the Book of Mormon”, edición de Paul Y. Hoskisson, Historicity and the Latter-day Saint Scriptures, 2001, pág. 239.
  28. Moroni 10:4.

La Iglesia reconoce el aporte hecho por parte de los eruditos al contenido científico presentado en este artículo, y se hace uso del trabajo de ellos con su permiso.