Jesucristo enseñó que el bautismo es esencial para la salvación de todos los que han vivido en la tierra (véase
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Jesucristo dijo: “El que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). Jesucristo mismo fue bautizado (véase Mateo 3:13–17).
Muchas personas han vivido en la tierra sin escuchar hablar jamás del evangelio de Jesucristo y no se bautizaron. Otros han vivido sin comprender plenamente la importancia de esa ordenanza. Más aún, otros fueron bautizados, pero sin la autoridad adecuada.
Siendo que es un Dios amoroso, el Señor no maldice a las personas que, sin ser culpables, nunca han tenido la oportunidad de bautizarse. Por lo tanto, ha autorizado que se lleven a cabo bautismos vicarios por ellos. Una persona viva, a menudo un descendiente que se haya convertido en miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, recibe el bautismo en nombre de una persona ya fallecida. Esta obra la realizan los miembros de la Iglesia en templos ubicados en todo el mundo.
Algunas personas han interpretado erróneamente que, cuando se llevan a cabo estos bautismos, las personas fallecidas son bautizadas en la Iglesia contra su voluntad. Esto no es así. Todas las personas tienen albedrío o el derecho de elegir. La validez de un bautismo por los muertos depende de que la persona fallecida lo acepte y siga al Salvador mientras se encuentra en el mundo de los espíritus. Los nombres de las personas fallecidas no se agregan a los registros de miembros de la Iglesia.
En el Nuevo Testamento se indica que en la época del apóstol Pablo se efectuaban bautismos por los muertos (véase 1 Corintios 15:29). Esta ordenanza se restauró junto con el establecimiento de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Referencias de las Escrituras
Materiales adicionales para el estudio
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“Templos”
Leales a la fe, 186–190 -
“Bautismo por los muertos”
Véase Encyclopedia of Mormonism -
“Historia Familiar y genealogía, obra de”
Leales a la fe, 99–102