Capítulo 9
Daniel ayuna, confiesa y ora por todo Israel — Gabriel revela el tiempo de la venida del Mesías, quien hará expiación por la iniquidad — Se quitará la vida al Mesías.
1 En el año primero de Darío hijo de Asuero, de la descendencia de los medos, que vino a ser rey sobre el reino de los caldeos,
2 en el año primero de su reinado, yo, Daniel, entendí por los libros el número de los años de que habló Jehová al profeta Jeremías, en los que habían de concluir las desolaciones de Jerusalén: setenta años.
3 Y volví mi rostro a Dios, el Señor, buscándole en oración y ruego, en ayuno, y cilicio y ceniza.
4 Y oré a Jehová mi Dios, e hice confesión y dije: Ah Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guarda el convenio y la misericordia con los que le aman y guardan sus mandamientos;
5 hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos actuado inicuamente, y hemos sido rebeldes y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus juicios.
6 No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, y a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra.
7 Tuya es, oh Señor, la justicia, y nuestra la vergüenza de rostro, como en el día de hoy, y de todo hombre de Judá, y de los moradores de Jerusalén y de todo Israel, tanto de los de cerca como de los de lejos, en todas las tierras adonde los has echado a causa de su rebelión con que se rebelaron contra ti.
8 Oh Jehová, nuestra es la vergüenza de rostro, de nuestros reyes, de nuestros príncipes y de nuestros padres, porque contra ti pecamos.
9 De Jehová nuestro Dios es el tener misericordia y el perdonar, aunque contra él nos hemos rebelado;
10 y no obedecimos la voz de Jehová nuestro Dios, para andar en sus leyes, las cuales puso él delante de nosotros por medio de sus siervos los profetas.
11 Y todo Israel transgredió tu ley, apartándose para no obedecer tu voz; por lo cual han caído sobre nosotros la maldición y el juramento que están escritos en la ley de Moisés, siervo de Dios, porque contra Dios pecamos.
12 Y él ha confirmado su palabra que habló contra nosotros y contra nuestros jueces que nos gobernaron, trayendo sobre nosotros tan gran mal; pues nunca fue hecho debajo del cielo nada semejante a lo que se ha hecho contra Jerusalén.
13 Según está escrito en la ley de Moisés, todo este mal vino sobre nosotros; y no hemos implorado el favor de Jehová nuestro Dios, para apartarnos de nuestras iniquidades y entender tu verdad.
14 Por tanto, Jehová veló sobre el mal y lo trajo sobre nosotros; porque justo es Jehová nuestro Dios en todas sus obras que ha hecho, porque no obedecimos su voz.
15 Ahora pues, oh Señor, Dios nuestro, que sacaste tu pueblo de la tierra de Egipto con mano poderosa y te hiciste renombre, cual lo tienes en este día, hemos pecado, hemos actuado inicuamente.
16 Oh Señor, conforme a toda tu justicia, apártense, te ruego, tu ira y tu furor de sobre tu ciudad, Jerusalén, tu santo monte; porque a causa de nuestros pecados y por las iniquidades de nuestros padres, Jerusalén y tu pueblo son el oprobio de todos los que nos rodean.
17 Ahora pues, oh Dios nuestro, oye la oración de tu siervo y sus ruegos, y haz que tu rostro resplandezca sobre tu santuario desolado, por amor del Señor.
18 Inclina, oh Dios mío, tu oído y oye; abre tus ojos y mira nuestras desolaciones y la ciudad sobre la cual es invocado tu nombre; porque no derramamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias.
19 Oye, Señor; oh Señor, perdona; presta oído, oh Señor, y hazlo; no tardes, por amor de ti mismo, oh Dios mío, porque tu nombre es invocado sobre tu ciudad y sobre tu pueblo.
20 Y aún estaba hablando, y orando y confesando mi pecado y el pecado de mi pueblo Israel, y derramaba mi ruego delante de Jehová mi Dios por el monte santo de mi Dios,
21 y aún estaba hablando en oración cuando Gabriel, el varón a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza, vino a mí como a la hora de la ofrenda de la tarde.
22 Y me hizo entender, y habló conmigo y dijo: Daniel, ahora he venido para darte prudencia y entendimiento.
23 Al principio de tus ruegos salió la palabra, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la palabra y entiende la visión.
24 Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar con la transgresión, y poner fin al pecado y expiar la iniquidad, y para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía y ungir al Santo de los santos.
25 Sabe, pues, y entiende que desde la salida de la palabra para restaurar y reedificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas; se volverán a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.
26 Y después de las sesenta y dos semanas, se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra las desolaciones están determinadas.
27 Y por una semana confirmará el convenio con muchos, y a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda; después, con la muchedumbre de las abominaciones, vendrá la desolación, y esto hasta que venga la consumación y se derrame lo que ya está determinado sobre lo desolado.