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CAPÍTULO 11: ELEGIR Y SER UNA COMPAÑERA O UN COMPAÑERO ETERNO


CAPÍTULO 11

ELEGIR Y SER UNA COMPAÑERA O UN COMPAÑERO ETERNO

INTRODUCCIÓN

Cuando contraemos matrimonio en el templo y vivimos dignamente, nuestra unión se sella por la eternidad. Por lo tanto, escoger a un cónyuge es elegir a alguien que va a permanecer junto a nosotros no sólo en esta vida sino también para siempre. La relación que tengamos con nuestro cónyuge influirá en nosotros y en nuestra posteridad a lo largo de esta vida y tendrá implicaciones eternas.

El presidente Spencer W. Kimball, decimosegundo Presidente de la Iglesia, enseñó: “Cuando se elige un compañero para esta vida y para la eternidad, se debe efectuar la más cuidadosa preparación, meditación, oración y ayuno para asegurarse de que, entre todas las que se tomen, ésta no sea una decisión equivocada. En un verdadero matrimonio debe existir una unión de la mente así como del corazón. Las emociones no deben determinar las decisiones por completo, sino que la mente y el corazón, fortalecidos mediante el ayuno, la oración y una consideración seria, nos proporcionarán la mejor oportunidad para la felicidad marital” (“Unidad en el matrimonio”, Liahona, octubre de 2002, pág. 36).

PRINCIPIOS PARA COMPRENDER

  • Un matrimonio logra florecer cuando esposo y esposa comparten valores e intereses similares.

  • Debemos prepararnos para ser los mejores compañeros posibles.

  • Debemos buscar la confirmación del Señor al elegir la persona con quien vamos a casarnos.

  • La proclamación sobre la familia es una guía para aquilatar nuestra actitud y la de nuestro futuro cónyuge.

  • El esposo y la esposa tienen la solemne responsabilidad de amarse y cuidarse el uno al otro, y también a sus hijos.

CITAS Y ESCRITURAS CORROBORATIVAS

Un matrimonio logra florecer cuando esposo y esposa comparten valores e intereses similares.

“No os unáis en yugo desigual con los incrédulos” (2 Corintios 6:14).

Presidente Spencer W. Kimball:

“He advertido a la juventud de los peligros que existen en el matrimonio entre personas de religiones diferentes , y con toda la fuerza de mi ser he amonestado a los jóvenes de evitar el dolor y la decepción que resultan de casarse fuera de la Iglesia, así como para evitarles encontrarse en las situaciones infelices que, casi sin excepción, ocurren cuando un creyente se casa con un cónyuge que no comparte sus creencias. He indicado que la Iglesia exige a sus miembros que sacrifiquen su tiempo, sus fuerzas y sus fondos; que la fortaleza de los vínculos espirituales aumenta tras el casamiento y con la llegada de los hijos; que el surgimiento del antagonismo es natural cuando las partes del matrimonio son así de disparejas; que estas razones, al igual que muchas otras, presentan evidencia clara a favor del matrimonio entre miembros de la Iglesia ya que marido y mujer comparten antecedentes, ideales, normas, creencias, esperanzas, metas y, ante todo, el que esos matrimonios puedan ser eternos por medio de asistir rectamente al santo templo…

“…Recomendamos que las personas se casen con individuos que tengan más o menos el mismo nivel económico, social y educativo (no todos esos requisitos son esenciales, sino preferibles), pero ante todo y sin lugar a duda, que tengan la misma formación religiosa” (véase “Marriage and Divorce”, 1976 Devotional Speeches of the Year, 1977, págs. 142–144; véase El matrimonio eterno: Manual para el alumno, págs. 270–271).

Presidente N. Eldon Tanner de la Primera Presidencia:

“Cuando los jóvenes me consultan por asuntos de noviazgos y matrimonios, por lo general les sugiero que se hagan las siguientes preguntas:

“¿Qué clase de madre o padre quiero que tengan mis hijos?

“¿Qué clase de madre o padre estoy preparado para ser?

“¿Quiero relacionarme con alguien solamente por su popularidad, o busco sus valores espirituales y morales?

“¿Analizo las similitudes y las deferencias que hay entre nosotros, relacionadas con el ambiente en que fuimos criados, la cultura y el intelecto?

“¿Estoy preparado para ajustarme a esas diferencias?

“¿Comprendo que esos ajustes se deben hacer antes del casamiento?

“Esas circunstancias nos ayudan a elegir la persona apropiada con la cual vamos a vivir en la eternidad. Después del matrimonio, hay muchas responsabilidades que no deben descuidar; pero si cada cónyuge hace su parte, no habrá nada en esta vida que le dé mayor satisfacción y felicidad” (véase “Por esta vida y la eternidad”, Liahona, julio de 1980, pág. 26).

Élder Richard G. Scott del Quórum de los Doce Apóstoles:

“Los cimientos de un matrimonio eterno consisten en mucho más que una cara hermosa o una figura atractiva; es preciso tener en cuenta mucho más que la popularidad o la simpatía. Al buscar un compañero eterno, considera a alguien que esté cultivando los atributos esenciales que brindan felicidad: amor profundo por el Señor y por Sus mandamientos, determinación de obedecerlos, comprensión bondadosa, deseo de perdonar y disposición de dar de sí, el deseo de tener una familia bendecida con hermosos hijos y la determinación de enseñarles los principios de verdad en el hogar.

“Una prioridad esencial en una futura esposa es el deseo de ser esposa y madre; debe estar en el proceso de desarrollar las cualidades sagradas que Dios ha dado a Sus hijas para que sobresalgan como esposas y madres: la paciencia, la bondad, el amor por los niños y el deseo de atender a sus hijos en lugar de procurar satisfacciones profesionales. Debe estar adquiriendo una buena educación a fin de prepararse para las exigencias de la maternidad.

“Un futuro esposo debe también honrar el sacerdocio que posee y utilizarlo al servicio de los demás. Busca a un hombre que acepte su función de ser quien provea lo necesario para vivir, que tenga la capacidad de hacerlo y que esté haciendo diligentes esfuerzos para prepararse para cumplir esas responsabilidades.

“Te sugiero que no pases por alto muchos candidatos que estén todavía en el proceso de desarrollar esos atributos por buscar a alguien que ya los haya perfeccionado. Probablemente no encuentres a esa persona perfecta… Es mejor pulir juntos esos atributos como esposo y esposa” (véase “Recibe las bendiciones del templo”, Liahona, julio de 1999, pág. 29).

Debemos prepararnos para ser los mejores compañeros posibles.

“…el matrimonio lo decretó Dios para el hombre” (D. y C. 49:15).

Élder Richard G. Scott: “El carácter digno se forja mejor con una vida de constantes elecciones correctas centradas en las enseñanzas del Maestro. Por un momento, hablo a quien se esté preparando para ese dulce período de descubrimiento que lleva al matrimonio eterno, que se conoce como el noviazgo. Puede ser una época maravillosamente hermosa de progresar y de compartir; una época en que debes concentrar tus pensamientos, acciones y planes en dos personas: los padres de tus futuros hijos. Prepárate para tener éxito como padre o madre siendo completamente digno en todo pensamiento y acto durante el noviazgo” (véase “Recibe las bendiciones del templo”, Liahona, julio de 1999, pág. 29).

Élder Henry B. Eyring del Quórum de los Doce Apóstoles: “Hay cosas que podemos empezar a hacer ahora mismo a fin de proveer para las necesidades espirituales y físicas de una familia. Hay cosas que podemos hacer ahora para prepararnos, mucho antes de que surja la necesidad, a fin de tener paz, sabiendo que hemos hecho todo lo posible” (véase “La familia”, Liahona, octubre de 1998, pág. 19).

Élder Richard G. Scott: “Al tomar decisiones de acuerdo con la verdad eterna, desarrollarás un carácter recto y aumentará tu fortaleza para resistir la tentación. Puedes contar con la ayuda de Dios para cumplir con tus decisiones dignas; mereces entonces ser guiado por el Espíritu, para elegir la senda correcta; te advertirá de tentaciones que quizás no reconocerías de otro modo. Las decisiones correctas que tomes ahora te ayudarán a prepararte para ser sellado o sellada en el templo a una compañera o compañero digno y para formar y enseñar a tu propia familia eterna. Todos los que se hagan merecedores de esas bendiciones las tendrán en el tiempo preciso del Señor, ya sea aquí o en la vida venidera” (véase “La fuerza de la rectitud”, Liahona, enero de 1999, págs. 80–81).

Debemos buscar la confirmación del Señor al elegir la persona con quien vamos a casarnos.

“Pero he aquí, te digo que debes estudiarlo en tu mente; entonces has de preguntarme si está bien; y si así fuere, haré que tu pecho arda dentro de ti; por tanto, sentirás que está bien.

“Mas si no estuviere bien, no sentirás tal cosa, sino que te sobrevendrá un estupor de pensamiento que te hará olvidar lo que está mal” (D. y C. 9:8–9).

Los líderes del sacerdocio aconsejan a los ex misioneros a participar activamente en la Iglesia, a seguir con sus estudios o sus trabajos, a pagar el diezmo y las ofrendas, a inscribirse en el instituto, y a prepararse para contraer matrimonio en el templo. Ellos no le sugieren un periodo de tiempo en el cual se tienen que casar. El matrimonio es tan importante que la decisión se debe tomar sólo después de una consideración cuidadosa tomada mediante la oración.

Élder Richard G. Scott: “Si eres una persona soltera y aún no cuentas con un firme candidato para un matrimonio celestial, vive para lograrlo. Ora por ello, espéralo en el debido tiempo del Señor. No transijas en tus normas de ningún modo que pueda impedirte esa bendición, ya sea de éste o del otro lado del velo. El Señor conoce los deseos de tu corazón; Sus profetas han dicho que obtendrás tal bendición si eres constante al vivir de tal manera que lo merezcas. No sabemos si sucederá en este lado o en el otro lado del velo, pero vive para lograrlo. Ora por ello” (véase “Recibe las bendiciones del templo”, Liahona, julio de 1999, pág. 31).

Élder Gerald N. Lund de los Setenta: “Cuando yo tenía dieciséis años y no era lo suficientemente listo para saber nada de nada, el Espíritu me conmovió de modo tal que me di cuenta de lo importante que es la mujer con que uno se casa. A partir de entonces comencé a orar para que el Señor me encontrara a la mujer que habría de ser mi compañera eterna. Esas oraciones fueron contestadas, y todo lo que ahora disfrutamos en nuestra familia con hijos y nietos es en gran parte debido a ella” (“La oportunidad de servir”, Liahona, Julio de 2002, pág. 96).

La proclamación sobre la familia es una guía para aquilatar nuestra actitud y la de nuestro futuro cónyuge.

“Lo que yo, el Señor, he dicho, yo lo he dicho… sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo” (D. y C. 1:38 [Dominio de las Escrituras, D. y C. 1:37–38]).

“Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas” (Amós 3:7 [Dominio de las Escrituras]).

Élder Henry B. Eyring:

“En vista de que nuestro Padre ama a Sus hijos, no nos dejará hacernos conjeturas en cuanto a lo que más importa en esta vida, con respecto a lo que debemos recalcar para ser felices y a la tristeza que puede resultar de nuestra indiferencia. A veces, mediante la inspiración, lo comunicará directamente a la persona, pero, además, nos dirá por medio de Sus siervos… Esto lo hace a fin de que aun los que no sientan la inspiración puedan saber, si tan sólo escuchan, que se les ha dicho la verdad y que se les ha advertido al respecto.

“El título de la proclamación sobre la familia dice: ‘La Familia: Una proclamación para el mundo— La Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días’ (véase Liahona, octubre de 1998, pág. 24).

“Hay tres elementos del título en los que debemos reflexionar detenidamente. Primero, el tema: la familia; segundo, a quién está dirigida, o sea, a todo el mundo; y tercero, los que emiten la proclamación son aquellas personas a las que sostenemos como profetas, videntes y reveladores. Todo esto significa que la familia debe tener para nosotros gran importancia, que el contenido de la proclamación puede ayudar a cualquier persona del mundo y que la proclamación está incluida en la promesa que dio el Señor cuando dijo: ‘…sea por mi propia voz o por la voz de mis siervos, es lo mismo’ (D. y C. 1:38)” (“La familia”, Liahona, octubre de 1998, pág. 12).

Élder Robert D. Hales del Quórum de los Doce Apóstoles: “Para saber y guardar los mandamientos, debemos conocer al Salvador y a los profetas de Dios y seguirlos. Hace poco, todos hemos tenido la bendición de recibir un mensaje importante de los profetas de nuestros días, titulado, ‘La Familia: Una proclamación para el mundo’ (véase Liahona, enero de 1996, págs. 116–117). Esta proclamación nos advierte de lo que sucederá si no fortalecemos la unidad familiar en nuestros hogares, comunidades y naciones. Todo poseedor del sacerdocio y toda persona en general debería estudiarla detalladamente” (véase “Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”, Liahona, julio de 1996, pág. 39).

Élder L. Aldin Porter de la Presidencia de los Setenta: “Deseo sugerirles con toda solemnidad y seriedad que un estudio muy cuidadoso de esa proclamación les será de inmensa ayuda cuando comiencen a edificar un hogar y una familia. Ahora, una voz de advertencia: si su futuro esposo o esposa no está de acuerdo con la doctrina que se enseña en ella, sepan del peligro de comprometer su vida a esa persona” (véase Escudriñad los profetas, charla fogonera del SEI para jóvenes adultos, 4 de febrero de 2001, pág. 1).

El esposo y la esposa tienen la solemne responsabilidad de amarse y cuidarse el uno al otro, y también a sus hijos

“El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido” (1 Corintios 7:3).

“Pero en el Señor, ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón” (1 Corintios 11:11).

Presidente Gordon B. Hinckley, en ese entonces Primer Consejero de la Primera Presidencia:

“Qué hermosa es la ceremonia matrimonial del joven y la señorita que empiezan sus vidas juntos, arrodillados ante el altar en la Casa del Señor, prometiéndose amor y lealtad el uno para con el otro durante esta vida y por toda la eternidad. Cuando los niños llegan a ese hogar, se les nutre, cuida, ama y bendice con la certeza de que su padre ama a su madre. En ese ambiente encuentran paz, fortaleza y seguridad. Al ver a su padre, desarrollan respeto hacia la mujer. Se les enseña autocontrol y autodisciplina, lo que brinda la fortaleza para evitar una tragedia en el futuro.

“Los años pasan, los hijos dejan el hogar, uno a uno, y los padres se quedan solos otra vez. Pero están juntos para hablar, dependen el uno del otro, se nutren, se apoyan y se bendicen. Después, llega el otoño de la vida y ven el pasado con satisfacción y felicidad. Durante todo ese tiempo ha reinado la lealtad entre ellos, se han tratado con consideración y ternura, y ahora hay una cierta dulzura, un cariño que deriva de esa relación santa. Comprenden que la muerte puede llegar en cualquier momento, por lo general, primero para uno junto con una breve o larga separación. Pero también saben que debido a que fueron sellados bajo la autoridad del eterno sacerdocio, y han vivido dignos de esas bendiciones, sin lugar a dudas habrá una reunión muy dulce” (véase “Nuestras solemnes responsabilidades”, Liahona, enero de 1992, pág. 63).

Élder Neal A. Maxwell del Quórum de los Doce Apóstoles: “Es obvio que los valores familiares reflejan nuestras preferencias personales. Considerando la gravedad de las actuales circunstancias, ¿estarían dispuestos los padres a renunciar una cosa fuera del hogar y dedicar, en cambio, ese tiempo y ese talento a su familia? Padres y abuelos, por favor examinen detenidamente sus horarios y sus preferencias a fin de poder asegurarse de dedicar su tiempo principal a sus relaciones principales. Aun Brigham Young, consagrado y devoto como era, recibió el consejo del Señor de ‘velar especialmente por [su] familia’ (D. y C. 126:3). ¡El más esmerado es a veces quien más necesita el consejo!” (véase “Te mando… velar especialmente por tu familia”, Liahona, julio de 1994, pág. 103).

Élder M. Russell Ballard Jr., en ese entonces de los Setenta: “Me maravilla el pensar en la gran confianza que Dios nos demuestra y que ha puesto en nosotros, al permitirnos el privilegio de ser los padres mortales de Sus eternos hijos espirituales. Nunca debemos olvidar que Él tiene un interés muy especial en cada uno de nosotros y debemos darnos cuenta de la importancia de cada alma humana en el plan eterno de Dios. Cuando comprendemos esto, podemos ir con confianza ante Él en oración, a buscar Su guía y dirección en nuestra sagrada tarea como padres. Él dijo: ‘Porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre’ (Moisés 1:39). Me parece que en estas palabras se resume el importante papel que tenemos los padres en la vida eterna de cada miembro de nuestra familia” (véase “El desarrollo espiritual de nuestros hijos”, Liahona, enero de 1979, pág. 100).

Presidente Gordon B. Hinckley, decimoquinto Presidente de la Iglesia: “Yo creo que todo niño debería tener la bendición de nacer en un hogar donde sea bienvenido, nutrido, amado y bendecido con padres, un padre y una madre, que sean fieles el uno con el otro y con sus hijos… Permanezcan firmes frente a las asechanzas del mundo. Los creadores de nuestros medios de entretenimiento, los proveedores de gran parte de nuestra literatura, quieren que ustedes crean lo contrario. La sabiduría acumulada durante siglos declara con certeza y claridad que la felicidad más grande, la seguridad más grande, el mayor estado de paz mental, los más profundos depósitos de amor, los experimentan sólo los que siguen las normas de virtud, probadas por el tiempo, antes del matrimonio, y de fidelidad total dentro del matrimonio” (véase “Permanezcan firmes frente a las asechanzas del mundo”, Liahona, enero de 1996, pág. 114).

APLICACIÓN Y EJEMPLOS

Silvia se sintió en las nubes cuando Marcos le preguntó si podía ir a visitarla a su casa. Él se parecía tanto a su padre: agradable, atlético y bien parecido. Aun cuando el joven no era miembro de la Iglesia, Silvia estaba segura de que su madre quedaría muy impresionada. Él tenía buenos modales y ella lo encontraba mucho más interesante que cualquiera de los muchachos Santos de los Últimos Días que había conocido. La madre de Silvia recordaba haber tenido sentimientos parecidos por su esposo cuando se conocieron, por lo que miró a su hija a los ojos y le dijo: “Quiero que sepas que el cometido de tu padre hacia el Evangelio fue más importante para mí que su buen parecer y sus demás virtudes”. Silvia le respondió: “Sé que el amor que Marcos siente por mí lo acercará al Evangelio y que él se unirá a la Iglesia”.

  • ¿Qué consejo le darías a Silvia referente a esta relación?

Bill y Elizabeth tienen un noviazgo serio desde hace casi un año. Ambos se encuentran pisando los treinta; han sido misioneros de tiempo completo y son muy activos en la Iglesia. Les encanta estar juntos y muchas veces hablan de la posibilidad de contraer matrimonio. Sin embargo, ninguno de ellos siente que el Espíritu les ha dicho que deben casarse entre ellos, y ambos se preguntan: ¿Por qué el Señor no me inspira acerca de la persona con la que debo casarme? ¡No quiero equivocarme al tomar una decisión tan importante!”.

  • ¿Es posible que el Espíritu nos guíe y no darnos cuenta de ello? ¿Cómo podemos darnos cuenta?

  • ¿Qué consejo le darías a Bill y a Elizabeth?

RESUMEN ANALÍTICO

  • ¿Cuáles son las prioridades más importantes que debes establecer al prepararte para el matrimonio?

  • ¿Qué características importantes consideras que tanto tú como tu cónyuge deben poseer?

  • ¿Cómo influye la fe en ayudarte a ser mejor cónyuge y padre?

NOTAS E IMPRESIONES: