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Capítulo 6: La conferencia general


Capítulo 6

La conferencia general

Introducción

El Señor instruyó al profeta José Smith (1805–1844) que: “Los varios élderes que componen esta Iglesia de Cristo deben reunirse en conferencia… de cuando en cuando” con el fin de llevar a cabo “cualquier asunto de la iglesia que fuere necesario en esa ocasión” (D. y C. 20:61–62). Aproximadamente dos meses después de la organización de la Iglesia, se llevó a cabo la primera conferencia, el 9 de junio de 1830. El profeta José Smith registró lo siguiente con respecto a esa primera conferencia: “Éramos aproximadamente treinta, además de las muchas personas que se habían reunido con nosotros, que eran creyentes o estaban ansiosas de aprender. Habiendo empezado la reunión con canto y oración, participamos juntos de los emblemas del cuerpo y de la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Luego procedimos a confirmar a varios que recientemente se habían bautizado, después de lo cual llamamos y ordenamos a varios a los diversos oficios del sacerdocio. Se nos dio mucha exhortación e instrucción, y el Espíritu Santo se derramó sobre nosotros de manera milagrosa; muchos de nuestros miembros profetizaron, mientras que a otros se les desplegaron los cielos ante su vista” (en History of the Church, tomo I, págs. 84–85).

Así como en 1830, las conferencias generales continúan proporcionando “mucha exhortación e instrucción”, y “el Espíritu Santo [se derrama]” en esas congregaciones sagradas. En este capítulo se recalcan los propósitos de las conferencias generales de la Iglesia y se enfatiza nuestro papel en aceptar el consejo y las advertencias de los siervos del Señor. Al estudiar este capítulo, evalúa tu actitud actual respecto a la conferencia general y considera lo que podrías hacer para recibir una mayor renovación espiritual e instrucciones personales de los mensajes de los líderes de la Iglesia.

Comentarios

6.1

Los propósitos de las conferencias generales

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el Centro de Conferencias

El Centro de Conferencias en Salt Lake City, Utah

El presidente David O. McKay (1873–1970) resumió los propósitos de las conferencias generales:

“(1) Informar a los miembros acerca de las condiciones generales: si la Iglesia está progresando o retrocediendo desde el punto de vista económico, eclesiástico y espiritual. (2) Elogiar el verdadero mérito. (3) Expresar gratitud por la guía divina. (4) Dar instrucción ‘en principio, en doctrina, en la ley del evangelio’. (5) Proclamar la restauración, con la autoridad divina para administrar en todas las ordenanzas del evangelio de Jesucristo; y declarar, citando al apóstol Pedro, que ‘no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres’ que el de Jesucristo ‘en que podamos ser salvos’(Hechos 4:12). (6) Exhortar e inspirar para continuar en mayor actividad” (en Conference Report, octubre de 1954, pág. 7).

6.2

La conferencia general brinda oportunidades para la renovación espiritual

El presidente Howard W. Hunter (1907–1995) enseñó que la conferencia general es un tiempo para fortalecer nuestro testimonio y la determinación de mejorar nuestra vida:

Los días de conferencia son un tiempo de renacimiento espiritual en el que aumentan y se fortalecen el conocimiento y el testimonio de que Dios vive y bendice a aquellos que son fieles. Es el tiempo en el que la comprensión de que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios viviente, se graba en el corazón de aquellos que han tomado la determinación de servirle y de guardar Sus mandamientos. Es el tiempo en el que nuestros líderes nos dan dirección inspirada en cuanto a la manera de conducir nuestra vida; en el que nuestro corazón se conmueve y se toman resoluciones de ser mejores esposos y esposas, padres y madres, de ser hijos e hijas más obedientes, mejores amigos y vecinos” (véase “Nuestro testimonio al mundo”, Liahona, febrero de 1982, pág. 20; énfasis agregado).

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la barra de hierro

La barra de hierro —la palabra de Dios— nos lleva con seguridad a través de los vapores de tinieblas.

Durante la sesión final de la Conferencia General de octubre de 2006, el élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, explicó que el dar oído a la voz de Dios mediante Sus siervos es de vital importancia para la supervivencia espiritual en nuestros días de peligros y dificultades:

“Vivimos días turbulentos y difíciles; vemos guerras por el mundo y dificultades nacionales. Nuestros vecinos afrontan aflicciones personales y pesares familiares. Muchísimas personas pasan por muchas clases diferentes de temor y tribulación. Eso nos hace recordar que cuando los vapores de tinieblas envolvieron a los viajeros en la visión de Lehi del árbol de la vida, rodearon a todos los participantes, tanto a los justos como a los injustos, al joven junto con el anciano, al nuevo converso y al miembro de mucho tiempo. En esa alegoría, todos hacen frente a la oposición y a las penalidades, y únicamente la barra de hierro —la palabra declarada de Dios— puede guiarlos con seguridad. Todos necesitamos esa barra; todos necesitamos esa palabra. Nadie está seguro sin ella, porque si no se tiene, cualquiera puede ‘[caer] en senderos prohibidos y [perderse]’, como se indica en el registro [1 Nefi 8:28; véanse también versículos 23–24]. Cuán agradecidos estamos por haber oído la voz de Dios y sentido la fuerza de esa barra de hierro en esta conferencia estos dos días pasados” (véase “De nuevo llegaron profetas a la tierra”, Liahona, noviembre de 2006, pág. 105; énfasis agregado).

6.3

Las palabras de los profetas pronunciadas mediante el Espíritu durante la conferencia general son Escritura de los últimos días

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Presidente Monson dirigiendo la palabra

El presidente Thomas S. Monson discursando en una conferencia general

Una Escritura es la intención y la voluntad de Dios revelada por medio de Sus siervos (véase D. y C. 68:4). El apóstol Pablo declaró: “… la profecía nunca fue dada por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (2 Pedro 1:21). Tales Escrituras se han escrito y preservado en los libros canónicos como joyas inestimables de verdad eterna. Sin embargo, los libros canónicos no son la única fuente de Escritura. El élder James E. Talmage (1862–1933), del Cuórum de los Doce Apóstoles, indicó la conexión que existe entre los libros canónicos y las palabras de los profetas vivientes:

“Los libros canónicos de la Iglesia constituyen la autoridad escrita de la Iglesia en cuanto a doctrina. Sin embargo, la Iglesia se mantiene preparada para recibir luz y conocimiento adicionales ‘pertenecientes al Reino de Dios’ mediante revelación divina. Creemos que Dios está tan dispuesto hoy, como lo ha estado siempre, a revelar Su intención y voluntad al hombre, y que lo hace por medio de Sus siervos señalados —profetas, videntes y reveladores— investidos por ordenación con la autoridad del Santo Sacerdocio. Por tanto, confiamos en que las enseñanzas de los oráculos vivientes de Dios tienen igual validez que las doctrinas de la palabra escrita” (Articles of Faith, 1968, pág. 7; énfasis agregado).

El presidente Joseph Fielding Smith (1876–1972), enseñó en cuanto a las Escrituras de los últimos días:

“Cuando uno de los hermanos presidentes se pone de pie delante de una congregación del pueblo hoy en día, y la inspiración del Señor está sobre él, habla lo que el Señor quiere que hable, y es Escritura, tanto como cualquier cosa escrita en cualquiera de estos registros; sin embargo, a estos los llamamos los libros canónicos de la Iglesia. Dependemos, naturalmente, de la guía dada por las Autoridades que tienen derecho a la inspiración.

“Hay solamente un hombre a la vez, en la Iglesia, que tiene el derecho de dar revelación para ella, y ese hombre es el Presidente de la Iglesia. Pero eso no impide que otros miembros de esta Iglesia expresen la palabra del Señor, como se indica aquí en esta revelación, sección 68 [véase D. y C. 68:2–6]; mas una revelación que tiene que ser dada como lo fueron las revelaciones de este libro, para toda la Iglesia, solamente vendrá mediante el oficial presidente de la Iglesia. Sin embargo, la palabra del Señor, expresada por otros siervos en las conferencias generales y en las conferencias de estaca, o dondequiera que ellos estén, cuando expresan lo que el Señor ha puesto en sus bocas, es la palabra del Señor tanto como los escritos y las palabras de otros profetas en otras dispensaciones” (véase Doctrina de Salvación, compilación de Bruce R. McConkie , 1954, tomo I, pág. 179).

El presidente J. Reuben Clark Jr. (1871–1961) explicó que debemos ser dignos y recibir inspiración del Espíritu Santo para saber cuándo las Autoridades Generales hablan por el poder del Espíritu Santo:

“La pregunta es, ¿cómo sabremos cuando las cosas que han hablado fueron dichas ‘conforme los inspire el Espíritu Santo’? [D. y C. 68:3].

“He reflexionado en esa pregunta, y la respuesta, según lo puedo determinar, es: podemos saber si los oradores son ‘inspirados por el Espíritu Santo’ solamente si nosotros mismos somos ‘inspirados por el Espíritu Santo’.

“En un sentido, eso hace que la responsabilidad de determinar cuándo hablan en esa forma pase de los hombros de ellos a los nuestros” (“When Are Church Leaders’ Words Entitled to Claim of Scripture?”, Church News, 31 de julio de 1954, pág. 9; énfasis agregado; véase también 2 Pedro 1:20–21).

El presidente Howard W. Hunter (1907–1995) habló en cuanto a los discursos de conferencia general en comparación con las Escrituras de los últimos días:

“Los profetas, videntes y reveladores, así como otras Autoridades Generales de la Iglesia, dan muchos consejos inspirados durante la conferencia general. Nuestros profetas de hoy en día nos han instado a hacer de la lectura de los ejemplares de conferencia de nuestras revistas de la Iglesia una parte importante y regular de nuestro estudio personal. De ese modo, la conferencia general se convierte, en cierta forma, en un complemento o una extensión de Doctrina y Convenios. Además de los ejemplares de la conferencia de la revista de la Iglesia, la Primera Presidencia escribe artículos mensuales que contienen consejo inspirado para nuestro bienestar” (The Teachings of Howard W. Hunter, ed. Clyde J. Williams, 1997, pág. 212; énfasis agregado; véase también Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Howard W. Hunter, 2015, pág. 123).

6.4

El beneficio y el valor de la revelación de los últimos días

El presidente Harold B. Lee (1899–1973) observó la importancia de aceptar y dar oído a la revelación:

“Algunos de los grandes pensadores de nuestra generación, aparte de los miembros de la Iglesia, han comprendido la necesidad de tener revelaciones del Señor para dar vitalidad a las enseñanzas de una iglesia. Fue Ralph Waldo Emerson quien dijo:

“‘Las escrituras hebreas y griegas contienen frases inmortales que han sido el pan de vida para millones de personas, pero carecen de grandiosa integridad, son fragmentarias y no se muestran al intelecto en su orden… Tampoco la Biblia puede permanecer cerrada hasta que nazca el último gran hombre… Los hombres han llegado a referirse a la revelación como algo que se dio hace mucho tiempo y se terminó, como si Dios hubiera muerto. Ese daño a la fe reprime a los predicadores, y la institución más buena se convierte en una voz incierta e incoherente. Nunca hubo mayor necesidad de revelación que hoy’. [Contiene declaraciones de un discurso pronunciado en Harvard Divinity School, 15 de julio de 1838, y Representative Men, “Uses of Great Men”]…

“Existen en esta, nuestra época, hombres comisionados por el Señor con poder y autoridad, y Él les ha dado la inspiración para enseñar y proclamar estas cosas al mundo con el propósito que el Señor ha declarado: … que los élderes de la Iglesia puedan aconsejar a los miembros acerca de los asuntos importantes conforme a la inspiración y revelación que reciban de tiempo en tiempo. Al salir los Santos de los Últimos Días de esta conferencia e ir a sus hogares, sería bueno que consideraran seriamente la importancia de… esta conferencia y la utilizaran como guía para sus acciones y sus palabras en los próximos seis meses. Estos son los asuntos importantes que el Señor considera oportuno revelar a este pueblo en la actualidad” (en Conference Report, abril de 1946, págs. 67–68).

El presidente Thomas S. Monson nos alentó a estudiar los discursos de la conferencia que se encuentran en las revistas de la Iglesia:

“Les recordamos que los mensajes que hemos escuchado durante esta conferencia se imprimirán en los ejemplares de las revistas Ensign y Liahona. Al leerlos y estudiarlos, recibiremos más instrucción e inspiración. Es mi deseo que incorporemos a nuestro diario vivir las verdades que allí se encuentran” (“Palabras de clausura”, Liahona, noviembre de 2009, pág. 109; énfasis agregado).

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la Liahona

La conferencia general es semejante a una Liahona moderna y merece nuestra fe, obediencia y diligencia (véase 1 Nefi 16:28).

El élder Lowell M. Snow, de los Setenta, comparó la conferencia general a la Liahona que el Señor proporcionó para guiar a Lehi y a su familia (véase 1 Nefi 16:10, 16, 29):

“El Señor proporciona hoy en día guía y dirección a las personas y a las familias como lo hizo con Lehi. Esta conferencia general es en sí una Liahona moderna, el momento y el lugar para recibir la guía y dirección inspiradas que nos hacen prosperar y nos ayudan a seguir el sendero de Dios por los parajes más fértiles de la vida terrenal. Piensen en que estamos reunidos para oír el consejo de profetas y apóstoles, quienes han orado intensamente y se han preparado con cuidado para saber qué es lo que el Señor desea que digan. Hemos orado por ellos y por nosotros mismos para que el Consolador nos enseñe la intención y la voluntad de Dios. Sin duda, no hay mejor momento ni mejor lugar para que el Señor dirija a Su pueblo que en esta conferencia.

Las enseñanzas de esta conferencia son la brújula del Señor. En los próximos días, ustedes podrán, al igual que Lehi, salir a la puerta de entrada de su casa y encontrar una Liahona u otra publicación de la Iglesia en el buzón, y allí encontrarán los mensajes de las reuniones de esta conferencia. Al igual que la Liahona de la antigüedad, esta nueva Escritura será sencilla y fácil de leer, y les proporcionará a ustedes y a su familia el conocimiento concerniente a los caminos y los senderos del Señor” (véase “La brújula del Señor”, Liahona, noviembre de 2005, pág. 97; énfasis agregado).

6.5

Nos comprometemos a dar oído y a apoyar a quienes sostenemos en la conferencia general

El sostenimiento de los oficiales de la Iglesia siempre ha sido parte de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. En las Escrituras se enseña que: “No se ordenará a ninguna persona a oficio alguno en esta iglesia, donde exista una rama de ella debidamente organizada, sin el voto de dicha iglesia” (D. y C. 20:65). En la primera reunión de la Iglesia que se efectuó el 6 de abril de 1830, “José Smith preguntó a los presentes si estaban dispuestos a aceptarlo a él y a Oliver Cowdery como sus maestros y consejeros espirituales. Todos levantaron la mano en señal de aprobación” (véase La historia de la Iglesia en el cumplimiento de los tiempos, Manual del alumno, manual del Sistema Educativo de la Iglesia, 2003, pág. 74; véase también History of the Church, tomo I, pág. 77). Más tarde, el Señor afirmó que “todas las cosas se harán de común acuerdo en la iglesia, con mucha oración y fe” (D. y C. 26:2; énfasis agregado). En la conferencia general tenemos la oportunidad de sostener, de común acuerdo, a la Primera Presidencia, al Cuórum de los Doce Apóstoles, a los miembros de los Cuórums de los Setenta y a otros oficiales generales de la Iglesia.

Cuando el presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) fue sostenido como Presidente de la Iglesia, él explicó el compromiso que hacemos cuando sostenemos a los líderes de nuestra Iglesia:

“Esta mañana todos participamos en una asamblea solemne, la cual es, exactamente, lo que el nombre indica. Es una reunión de miembros, donde cada uno es igual al otro al ejercer, con seriedad y solemnidad, el derecho de apoyar o no apoyar a aquellos que, según las disposiciones que se originan en las revelaciones, han sido llamados a dirigir.

“La práctica del sostenimiento es mucho más que el rito de levantar la mano; es el compromiso de sostener, de apoyar y de ayudar a quienes han sido elegidos

“Al levantar la mano esta mañana en la asamblea solemne, manifestaron su disposición y deseo de sostenernos, a nosotros, sus hermanos y siervos, con su confianza, fe y oraciones” (“Esta obra está dedicada a la gente”, Liahona, julio de 1995, pág. 57; énfasis agregado).

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sostenimiento en la conferencia general

La oportunidad de sostener a los líderes de la Iglesia conlleva obligaciones solemnes.

El élder David B. Haight (1906–2004), del Cuórum de los Doce Apóstoles, habló acerca del convenio que hacemos con Dios cuando sostenemos a los líderes de la Iglesia:

“Cuando sostenemos al Presidente de la Iglesia con la mano levantada, no solo reconocemos ante Dios que él es el poseedor legal de todas las llaves del sacerdocio, sino que también hacemos convenio con Dios de que obedeceremos la dirección y los consejos que recibamos por medio de Su Profeta. Este es un convenio solemne” (véase “Las asambleas solemnes”, Liahona, enero de 1995, pág. 16).

En Doctrina y Convenios 107:22 dice que los miembros de la Primera Presidencia son “sostenidos por la confianza, fe y oraciones de la iglesia”. El día en que Thomas S. Monson, Henry B. Eyring y Dieter F. Uchtdorf fueron sostenidos en una asamblea solemne como Primera Presidencia, el presidente Eyring enseñó lo siguiente con respecto a lo que significa sostener a nuestros líderes:

“A fin de sostener a quienes se ha llamado hoy, debemos examinar nuestra vida; arrepentirnos, de ser necesario; prometer guardar los mandamientos del Señor y seguir a Sus siervos. El Señor nos advierte que si no hacemos estas cosas, el Espíritu Santo se retirará, perderemos la luz que hemos recibido y no podremos cumplir la promesa que hemos hecho hoy de sostener a los siervos del Señor en Su Iglesia verdadera…

“Hoy, en especial, sería acertado tomar la determinación de sostener con nuestra fe y nuestras oraciones a todos los que nos presten servicio en el Reino. Sé, personalmente, del poder de la fe de los miembros para sostener a los que han sido llamados. Las últimas semanas he sentido de manera muy intensa las oraciones y la fe de personas que no conozco y que me conocen a mí solo como alguien llamado a servir mediante las llaves del sacerdocio. El presidente Thomas S. Monson será bendecido por medio de la fe sustentadora de ustedes; también se derramarán bendiciones sobre la familia Monson debido a la fe y las oraciones de ustedes. Todos aquellos a quienes sostuvieron hoy serán sostenidos por Dios debido a la fe de ellos y a la de ustedes” (véase “La Iglesia verdadera y viviente”, Liahona, mayo de 2008, pág. 21; énfasis agregado).

La siguiente declaración pone de relieve el compromiso que el presidente Joseph F. Smith (1838–1918) tenía de sostener a aquellos a quienes reconocía como siervos del Señor:

“Se me llamó para la misión después de haber trabajado cuatro años como colono en un terreno, y solo tenía que quedarme un año más para tener derecho a reclamar la propiedad y conseguir el título de la tierra; pero el presidente Young quería que fuera de misionero a Europa, a hacerme cargo de la misión allá. Yo no le dije: ‘Hermano Brigham, no puedo ir, estoy a punto de obtener el título del terreno, y si voy lo perderé’. Le dije al hermano Brigham: ‘Está bien, presidente Young; iré donde usted quiera que vaya; estoy a la orden para obedecer el llamado de mi líder’. Y fui. Perdí la tierra, pero aun así, nunca me quejé de ello, ni acusé al hermano Brigham de haberme robado. Sentía que estaba embarcado en una obra más grande que la de asegurarme sesenta y tantas hectáreas de terreno. Se me envió a declarar el mensaje de salvación a las naciones de la tierra. Se me llamó por la autoridad de Dios en la tierra y no me detuve a considerarme a mí mismo ni a mis insignificantes derechos y privilegios personales. Fui, tal como se me había llamado, y Dios me sostuvo y me bendijo en ello” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith, 1999, pág. 226; énfasis agregado).

6.6

Nuestra preparación influye en el provecho que obtenemos de la conferencia general

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mujer estudiando

Aparta tiempo para estudiar los discursos de la conferencia.

El élder Paul V. Johnson, de los Setenta, describió la forma en la que aprendió a dar prioridad a la conferencia general:

“A mi madre le encantaba la conferencia general; ella siempre encendía la radio y la televisión, y subía tanto el volumen que era difícil encontrar un lugar en la casa donde la conferencia no se oyera. Ella quería que sus hijos escucharan los discursos y, de vez en cuando, nos preguntaba qué recordábamos de los mismos. Algunas veces yo salía con uno de mis hermanos a jugar a la pelota durante una de las sesiones del sábado. Nos llevábamos una radio porque sabíamos que mamá nos haría preguntas más tarde. Jugábamos a la pelota y a veces tomábamos un descanso para escuchar con atención a fin de darle un informe a mamá. Dudo que engañáramos a mamá cuando daba la casualidad de que los dos recordábamos la misma parte de toda una sesión.

Esa no es la manera correcta de escuchar la conferencia, por lo que ya me he arrepentido. He aprendido a amar la conferencia general y estoy seguro de que se debe en parte al amor que mi madre tenía por las palabras de los profetas vivientes. Recuerdo que, mientras estaba en la universidad, escuché todas las sesiones de una conferencia yo solo en mi apartamento. El Espíritu Santo le testificó a mi alma que Harold B. Lee, el Presidente de la Iglesia en ese entonces, era en verdad un profeta de Dios. Eso sucedió antes de irme al campo misional y estaba entusiasmado por dar testimonio de un profeta viviente, porque había llegado a saberlo por mí mismo. Desde ese entonces, he tenido el mismo testimonio acerca de cada uno de los profetas.

“Mientras me encontraba en el campo misional, la Iglesia no contaba con un sistema de satélite y el país en el que me encontraba no recibía las transmisiones de la conferencia general. Mi madre me enviaba las cintas de audio de las sesiones, y yo las escuchaba una y otra vez. Aprendí a amar las voces y las palabras de los profetas y apóstoles…

“Decidan ahora dar a la conferencia general un lugar de importancia en su vida; decidan escuchar con atención y seguir las enseñanzas que se den. Escuchen o lean los discursos más de una vez para comprender mejor el consejo, y seguirlo. Al hacer estas cosas, las puertas del infierno no prevalecerán contra ustedes, los poderes de las tinieblas se dispersarán delante de ustedes y se sacudirán los cielos para su bien” (véase “Las bendiciones de la conferencia general”, Liahona, noviembre de 2005, págs. 51–52; énfasis agregado).

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leyendo una revista de la Iglesia

Podemos recibir revelación personal a medida que estudiamos discursos de la conferencia. El Espíritu Santo nos ayudará a aplicar los mensajes a nosotros personalmente.

El presidente Boyd K. Packer (1924–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, recalcó la importancia de nuestra preparación para la conferencia general:

“Dentro de unos días comenzará otra conferencia general de la Iglesia. Los siervos del Señor nos impartirán consejos. Ustedes podrán escuchar con oídos y corazones ansiosos de aprender, o podrán desechar esos consejos… El provecho que ustedes obtengan no dependerá tanto de la preparación de los mensajes de ellos, sino de la forma en que ustedes se preparen para recibirlos” (Follow the Brethren, Brigham Young University Speeches of the Year, 23 de marzo de 1965, pág. 10; énfasis agregado).

Considera las siguientes ideas para prepararte:

  1. Planifica y reserva tiempo personal para escuchar y estudiar los discursos de la conferencia. Tal vez sea necesario que te apartes de distracciones o interrupciones. Asegúrate de que el ambiente en el que veas, escuches o estudies los discursos de la conferencia sea propicio para el Espíritu Santo.

  2. Ora con fe para que recibas mensajes que sean de importancia en tu vida. Ora por los líderes de la Iglesia mientras se preparan y pronuncian sus discursos.

  3. Antes de escuchar o estudiar los discursos de la conferencia, haz una lista de las preguntas o inquietudes para las cuales estés buscando respuesta. Al hacer un inventario espiritual, tal vez notes aspectos de tu vida en los que desees mejorar. En un diario personal o cuaderno, anota las respuestas e impresiones que recibas durante la conferencia.

  4. Después de escuchar o estudiar los discursos de la conferencia, vuelve a comprometerte a mejorar tu vida en los aspectos que te impresionaron.

El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) extendió la siguiente invitación al comienzo de una conferencia general:

“Ustedes se han reunido para ser alentados, inspirados, edificados y dirigidos como miembros de la Iglesia… Se han reunido para recibir ayuda con respecto a sus preocupaciones temporales, sus fracasos y sus victorias. Han venido a escuchar la voz del Señor enseñada por aquellos que, no por su propia elección, han sido llamados como maestros de esta gran obra.

“Ustedes han orado pidiendo que puedan escuchar aquello que les ayude a resolver sus problemas y fortalezca su fe…

“Los invito a que escuchen, a que escuchen por el poder del Espíritu, a los discursantes que les hablarán hoy y mañana, y esta noche. Si lo hacen, no dudo en prometerles que serán edificados, la resolución que tienen de ser mejores se fortalecerá, encontrarán soluciones a sus problemas y a sus necesidades, y serán guiados a agradecer al Señor lo que habrán escuchado” (véase “Escuchen por el poder del Espíritu”, Liahona, enero de 1997, págs. 4–5).

El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) nos animó a anotar, recordar y actuar de acuerdo con las ideas que recibamos al escuchar los mensajes que se den durante la conferencia general:

“Confiamos en que los líderes y los miembros de la Iglesia que han asistido a la conferencia y la hayan escuchado, hayan sido inspirados y elevados. Confiamos en que hayan tomado abundantes notas de las ideas que han acudido a su mente mientras las Autoridades Generales les hablaban. Se han dado muchas sugerencias que los ayudarán en su condición de líderes para perfeccionar su trabajo. Hemos oído ideas que nos serán de mucha ayuda para perfeccionar nuestra propia vida; esa es, sin duda, la razón básica de nuestra presencia aquí.

“Mientras me encontraba sentado en el estrado, tomé la determinación de que, cuando regrese a mi hogar tras la finalización de esta conferencia hoy, habrá muchos, muchos aspectos de mi vida que puedo perfeccionar. He hecho una lista mental de los mismos, y espero ponerme a trabajar tan pronto como esta conferencia termine” (“Spoken from Their Hearts”, Ensign, noviembre de 1975, pág. 111; énfasis agregado).

6.7

La conferencia general es un llamado a la acción

Durante una conferencia general en 1856, el presidente Brigham Young hizo un llamado a los santos para que fuesen y rescataran a las compañías de carros de mano que se encontraban varadas. Utilizando eso como una analogía, el élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó que la renovación espiritual que obtenemos de la conferencia debe impulsarnos a prestar servicio a los demás:

“… cada una de estas conferencias es un llamado para actuar, no solamente en nuestra propia vida, sino también a favor de los que nos rodean, aquellos que son de nuestra propia familia y fe, como los que no lo son…

“Tan ciertamente como el rescate de aquellas personas necesitadas fue el tema de la Conferencia General de octubre de 1856, es también el tema de esta conferencia, y de la última conferencia y la de la primavera siguiente. Tal vez en esta conferencia no afrontemos ventiscas ni sepulturas en terrenos congelados, pero los necesitados aún están allí: el pobre y el fatigado, el desalentado y el desanimado, los que ‘[caen] en [los] senderos prohibidos’ [1 Nefi 8:28] que mencionamos anteriormente, y las multitudes que ‘no llegan a la verdad solo porque no saben dónde hallarla’ [D. y C. 123:12]. Están allí con las manos caídas y las rodillas debilitadas [véase D. y C. 81:5] y el mal tiempo se avecina. Únicamente los pueden rescatar aquellos que tienen más, que saben más y que pueden ayudar más. Y no se preocupen por preguntar: ‘¿Dónde están?’. Están por todas partes; a nuestra derecha y a nuestra izquierda, en nuestro vecindario y en el trabajo; en toda comunidad, municipio y nación de este mundo. Tomen su yunta y su carromato, cárguenlo con su amor, su testimonio y un saco de harina espiritual, y después tomen cualquier rumbo. El Señor los guiará hacia los necesitados si tan solo adoptan el evangelio de Jesucristo que se ha enseñado en esta conferencia. Abran el corazón y la mano a los que están atrapados en el equivalente del siglo XXI de Martin’s Cove y Devil’s Gate [lugares históricos por los que pasaron esas compañías]. Al hacerlo, honraremos la repetida súplica del Maestro a favor de las ovejas, las monedas y las almas perdidas [véase Lucas 15]” (véase “De nuevo llegaron profetas a la tierra”, Liahona, noviembre de 2006, pág. 106; énfasis agregado).

6.8

El llevar a la práctica las enseñanzas de la conferencia general mejorará nuestra vida

El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) enseñó lo siguiente acerca de la importancia de llevar a la práctica lo que aprendemos en la conferencia general:

“El domingo por la noche, el 7 de abril, el gran Tabernáculo se cerró, las luces se apagaron, las máquinas grabadoras se interrumpieron, las puertas se cerraron y otra histórica conferencia se convirtió en historia. Habrá sido un esfuerzo en vano —una pérdida de tiempo, energía y dinero— si no se da oído a sus mensajes. En [varias] sesiones de dos horas… se enseñaron verdades, se expusieron doctrinas, se dieron exhortaciones, lo suficiente como para salvar al mundo entero de todos sus males —y quiero decir, de TODOS sus males. A millones de personas se les impartió una educación bastante completa de verdades eternas con la gran esperanza de que haya habido oídos para oír, ojos para ver y corazones vibrantes, convencidos de la verdad…

“Que ninguna persona arrogante, vanidosa y autodenominada intelectual descarte las verdades que allí se enseñaron y los testimonios que allí se dieron, ni dispute los mensajes y las instrucciones que allí se impartieron…

“Espero que ustedes, jóvenes, hayan oído los mensajes importantes pronunciados [durante la conferencia general]. Habrá otras conferencias cada seis meses. Espero que obtengan un ejemplar de las revistas [Ensign o Liahona] y subrayen los conceptos pertinentes, y que la conserven con ustedes como referencia constante. Ningún texto o volumen aparte de los libros canónicos de la Iglesia debería ocupar un lugar tan prominente en los estantes de su biblioteca personal, no por su excelencia retórica ni por la elocuencia con que se pronunció, sino por los conceptos que señalan el camino a la vida eterna” (In the World but Not of It, Brigham Young University Speeches of the Year, 14 de mayo de 1968, págs. 2–3).

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dentro del Tabernáculo

La conferencia general es una época de renovación espiritual.

El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) describió la forma en que podríamos beneficiarnos más de la conferencia general:

“Oro humildemente para que todos nosotros sigamos los consejos y las instrucciones que hemos recibido.

“Al igual que hemos sentido el Espíritu y hemos hecho nuevos y sagrados compromisos, ruego que ahora tengamos la valentía y la fuerza de llevar adelante esas determinaciones que hemos tomado.

“En los próximos seis meses, el ejemplar de la revista Liahona en el que se publican los discursos de la conferencia debería estar junto a sus libros canónicos… para que lo consulten frecuentemente. Así como dijo mi querido amigo y hermano, el presidente Harold B. Lee, debemos dejar que estos discursos de la conferencia ‘sean los que guíen nuestros pasos y nuestras palabras en los próximos seis meses. Estos son los importantes asuntos que el Señor considera oportuno revelar a su pueblo en este día’ (en Conference Report, abril de 1946, pág. 68).

“Que todos vayamos a nuestro hogar con renovados deseos de dedicarnos a hacer que se cumpla la sagrada misión de la Iglesia que en forma tan hermosa se ha expuesto en estas sesiones de la conferencia: ‘… invitar a todos a venir a Cristo’ (D. y C. 20:59), y ‘… venid a Cristo, y perfeccionaos en él’ (Moroni 10:32)” (véase “Venid a Cristo, y perfeccionaos en él”, Liahona, julio de 1988, pág. 84).

El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) expresó el deseo de que todo miembro de la Iglesia llegara a ser una persona mejor al poner en práctica las enseñanzas que se impartieron en la conferencia general:

“Espero que todos meditemos con espíritu sumiso los discursos que hemos escuchado. Espero que reflexionemos con tranquilidad sobre las cosas maravillosas que nos han dicho. Espero que nos sintamos un poco más contritos y humildes.

“Todos hemos sido edificados; pero los resultados se verán al aplicar a nuestra vida las enseñanzas recibidas. Si en lo sucesivo somos un poco más amables, si tratamos mejor a nuestros vecinos, si nos hemos acercado más al Señor con una resolución más firme de seguir Sus enseñanzas y Su ejemplo, entonces esta conferencia habrá tenido gran éxito. Pero si, por lo contrario, nuestra vida no mejora en ningún sentido, entonces quienes nos han hablado habrán fracasado en gran medida.

“Esos cambios tal vez no se podrán ver en un día, ni en una semana ni en un mes. Las resoluciones se hacen y se olvidan con rapidez. Pero si de aquí a un año, nos comportamos mejor de lo que lo hemos hecho en el pasado, entonces los esfuerzos de estos días no habrán sido en vano.

“No recordaremos todo lo que se ha dicho, pero aun así todo esto servirá para elevar nuestro espíritu. Podría ser un cambio indefinible, pero aun así será real. Como el Señor dijo a Nicodemo: ‘El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; pero no sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu’ (Juan 3:8).

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familia estudiando un mensaje de la conferencia general

Se nos alienta a analizar los discursos de la conferencia general durante las lecciones de la noche de hogar.

“Eso sucederá con la experiencia que acabamos de disfrutar. Y quizás, de todo lo que hemos escuchado, una frase o un párrafo se haya destacado o nos haya llamado particularmente la atención. Si eso ha pasado, espero que la escribamos y luego reflexionemos sobre ella hasta llegar a comprender su significado más profundo y lograr hacerla parte de nuestra vida.

“Espero que en la noche de hogar hablemos con nuestros hijos de esos principios para que ellos también disfruten de la belleza de las verdades que hemos disfrutado. Y cuando… salga publicada la revista Liahona con todos los mensajes de la conferencia, no la pongan a un lado diciendo que ya los han escuchado, sino léanlos y medítenlos. Encontrarán muchas cosas que se les habrán pasado al escuchar a los oradores…

“Mañana por la mañana, regresaremos a nuestras labores, nuestros estudios o sean cuales fueren nuestras actividades, pero llevaremos con nosotros el recuerdo de este memorable acontecimiento para darnos sostén” (véase “Un corazón humilde y contrito”, Liahona, enero de 2001, págs. 102–103; énfasis agregado).

El élder Paul V. Johnson, de los Setenta, explicó que tenemos que poner en acción los mensajes de la conferencia general:

“Para que los mensajes de la conferencia general cambien nuestra vida, debemos estar dispuestos a seguir el consejo que escuchemos. El Señor le explicó en una revelación al profeta José Smith: ‘… que al estar reunidos os instruyáis y os edifiquéis unos a otros, para que sepáis… cómo obrar de conformidad con los puntos de mi ley y mis mandamientos’ [D. y C. 43:8]. Pero el saber ‘cómo obrar’ no es suficiente. En el siguiente versículo, el Señor dijo: ‘… os obligaréis a obrar con toda santidad ante mí’ [D. y C. 43:9]. Esta disposición a actuar de acuerdo con lo que hemos aprendido abre las puertas a bendiciones maravillosas…

Cada vez que obedecemos las palabras de los profetas y apóstoles, cosechamos grandes bendiciones. Recibimos más bendiciones de lo que podemos comprender en el momento y continuamos recibiendo bendiciones mucho después de nuestra decisión inicial de ser obedientes” (“Las bendiciones de la conferencia general”, Liahona, noviembre de 2005, pág. 52; énfasis agregado).

Al concluir la conferencia general de abril de 1978, el presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) dijo:

“Al concluir esta conferencia general, prestemos atención a lo que se nos dijo. Consideremos que el consejo que se impartió se aplica a nosotros, a mí. Demos oído a aquellos que sostenemos como profetas y videntes, así como a los otros hermanos, como si nuestra vida eterna dependiera de ello, ¡porque así es!” (“Listen to the Prophets”, Ensign, mayo de 1978, pág. 77; énfasis agregado).

El presidente Marion G. Romney (1897–1988), de la Primera Presidencia, recalcó la gran cantidad de verdad que se enseña durante las conferencias generales:

“En esta conferencia hemos escuchado suficiente verdad y dirección para que nos lleve a la presencia de Dios, si la seguimos. Se nos ha llevado a la montaña espiritual y se nos han mostrado visiones de gran gloria” (en Conference Report, abril de 1954, págs. 132–133).

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estudiando las Escrituras

Reflexiona sobre la forma en que el consejo se aplica a ti personalmente.

A medida que te comprometas a poner en práctica las enseñanzas de la conferencia general, considera las siguientes sugerencias:

  1. Habla de la conferencia general con tu familia y amigos. Comparte lo que aprendiste y aprende también de lo que ellos compartan contigo.

  2. Mientras escuchas la conferencia general, si sientes las impresiones del Espíritu para hacer algo, anótalo y después hazlo.

  3. Establece metas que especifiquen cómo y cuándo pondrás en práctica el consejo que recibas en la conferencia general. Anota tus metas y consúltalas con frecuencia.

  4. Estudia los discursos cuando se publiquen en las revistas de la Iglesia o en internet, a fin de que obtengas nuevas perspectivas y renueves los sentimientos espirituales que sentiste. (Los discursos de la conferencia general están disponibles para leerse o escucharse en LDS.org. También se pueden realizar búsquedas en línea de palabras y temas de la revista Liahona).

  5. Prepara lecciones para la noche de hogar basándote en discursos de conferencia.

  6. Compra los DVD o CD de la conferencia general y míralos o escúchalos con frecuencia, posiblemente mientras viajas en la ruta al trabajo, a fin de ayudarte a utilizar tu tiempo más sabiamente.

  7. Copia citas breves de los discursos de la conferencia y colócalas en algún lugar de tu casa o apartamento donde las puedas ver con regularidad. Intenta memorizarlas.

Puntos para meditar

  • ¿Tomas notas mientras escuchas la conferencia general? ¿Son un resumen general de los comentarios de los oradores, o anotas solo las cosas que te impresionan? ¿Incluyen tus notas impresiones que recibiste del Espíritu mientras escuchabas al orador? ¿Incluyen planes y metas que pudieran ayudarte a cambiar tu vida? ¿Qué instrucciones de las que se dan en Doctrina y Convenios 43:8–10 te podrían servir para mejorar la forma en que tomas notas durante la conferencia general?

  • Reflexiona en cuanto a cómo consideras los mensajes de la conferencia general y otros discursos y escritos de las Autoridades Generales. ¿En qué forma has puesto en práctica la exhortación y la instrucción de los oradores? ¿Cómo las llevarás a la práctica en el futuro?

  • ¿Qué bendiciones se prometen a aquellos que siguen a los profetas de Dios?

  • ¿En qué forma mejorarás tu preparación para la próxima conferencia general?

  • ¿En qué forma el estudio de los discursos de la conferencia influye en tu estudio de las Escrituras?

Asignaciones sugeridas

  • Valiéndote de lo que aprendiste en este capítulo, enumera específicamente lo que puedes hacer a fin de prepararte para recibir la palabra del Señor en la conferencia general y llevarla a la práctica. Haz una segunda lista de las bendiciones que esperas recibir a medida que logres lo que escribiste.

  • Lee Mosíah 5:1–7, y haz una lista de los efectos que tuvo el discurso del rey Benjamín en su pueblo. ¿Qué puedes hacer para tener una experiencia similar con la conferencia general?

  • Lee Efesios 4:11–14, y enumera las razones que dio el apóstol Pablo por las que el Señor estableció Su Iglesia con profetas y apóstoles. ¿Cómo se relaciona la enseñanza de Pablo con la conferencia general?

  • Al estudiar los ejemplares de la conferencia de la revista Liahona y otros discursos de las Autoridades, marca las promesas específicas que hicieron los discursantes. Asimismo, pon atención a lo que los discursantes dijeron que debemos hacer para recibir las bendiciones prometidas. Anota lo que harás ahora para obtener esas bendiciones.