Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
Capítulo 1: Jesucristo, nuestro único camino hacia la esperanza y el gozo


Capítulo 1

Jesucristo, nuestro único camino hacia la esperanza y el gozo

“Si nuestra vida y nuestra fe se centran en Jesucristo y en Su evangelio restaurado, nada podrá ir permanentemente mal”

De la vida de Howard W. Hunter

Un tema prominente en las enseñanzas del presidente Howard W. Hunter es que la paz, la sanación y la felicidad verdaderas llegan solamente cuando las personas se esfuerzan por conocer a Jesucristo y seguirlo. El presidente Hunter enseñó que “Cristo no sólo es el camino correcto, sino que a la postre es el único camino a la esperanza y al gozo”1.

El presidente Hunter también testificó con fervor de la misión divina del Salvador. “Como apóstol ordenado y testigo especial de Cristo, les doy mi solemne testimonio de que Jesucristo es en verdad el Hijo de Dios”, declaró. “Él es el Mesías que anunciaron los profetas del Antiguo Testamento. Él es la Esperanza de Israel, por cuya venida imploraron los hijos de Abraham, Isaac y Jacob durante los largos siglos de adoración prescrita…

“En virtud del poder del Espíritu Santo, les doy mi testimonio. Conozco la realidad de Cristo como si hubiera visto con mis ojos y escuchado con mis oídos. Sé también que el Santo Espíritu confirmará la veracidad de mi testimonio al corazón de aquellos que escuchen con el oído de la fe”2.

Sintiéndose atraído hacia los lugares donde Jesús ejerció Su ministerio, el presidente Hunter viajó a Tierra Santa más de una veintena de veces. El élder James E. Faust, del Cuórum de los Doce, dijo: “La ciudad de Jerusalén era como un imán para él… Parecía insaciable en su deseo de estar donde caminó y enseñó el Salvador. Le encantaban todos los paisajes y sonidos del lugar. En especial le gustaba Galilea, pero había un lugar que le gustaba más que todos los demás. Siempre decía: ‘Vamos al Sepulcro del Huerto, sólo una vez más, por los viejos tiempos’. Estando allí se quedaba sentado meditando como si penetrara el velo que lo separaba del Salvador”3.

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Cristo sostiene un cordero en sus brazos

¿Cuán a menudo pensamos en el Salvador? ¿Con qué profundidad, y con cuánto agradecimiento y adoración reflexionamos sobre Su vida? ¿Cuán importante es Él en nuestra vida?”.

Enseñanzas de Howard W. Hunter

1

Debemos conocer a Cristo mejor de lo que le conocemos ahora y recordarle con más frecuencia de lo que lo hacemos

Los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días cantan reverentemente:

Tan sólo con pensar en Ti

me lleno de solaz,

y por Tu gracia, oh Jesús,

veré Tu santa faz…

¿Cuán a menudo pensamos en el Salvador? ¿Hasta qué grado, y con cuánto agradecimiento y adoración reflexionamos sobre Su vida? ¿Cuán esencial consideramos que es Él en nuestra vida?

Por ejemplo, ¿qué parte de un día normal, de una semana de trabajo o de un pasajero mes dedicamos a “tan sólo pensar en Él”? Quizás no lo suficiente en el caso de algunos de nosotros.

Con toda seguridad la vida sería más tranquila, los matrimonios y las familias más fuertes, y ciertamente los vecindarios y las naciones más seguros, amables y constructivos si nuestro pecho se llenara con una mayor medida de ese “solaz” del evangelio de Jesucristo.

A menos que prestemos más atención a los pensamientos de nuestro corazón, me pregunto qué esperanza tenemos de acceder a ese mayor gozo, a ese dulce galardón: el cantar algún día “Jesús, veré Tu santa faz”.

Cada día de la vida y en toda época del año… Jesús nos pregunta a cada uno de nosotros, como lo hizo tras Su triunfante entrada en Jerusalén hace ya muchos años: “¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es Hijo?” (Mateo 22:42).

Nosotros declaramos que es el Hijo de Dios y que la realidad de ese hecho debería llenar nuestra alma con mayor frecuencia4.

Debemos conocer a Cristo mejor de lo que le conocemos; debemos recordarlo con más frecuencia de lo que lo hacemos; debemos servirle más valientemente de lo que le servimos. Entonces beberemos del agua que salta para vida eterna y comeremos del pan de vida5.

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Cristo enseña a un grupo de personas

“Seamos seguidores más devotos y disciplinados de Cristo. Apreciémoslo en nuestros pensamientos y pronunciemos Su nombre con amor”.

2

Jesús es nuestra única fuente de esperanza y gozo duradero

El de sumiso corazón,

en Ti perdón tendrá.

Al pecador que vuelva a Ti,

la redención darás.

¡Qué hermosa estrofa y qué mensaje de esperanza, basado en el evangelio de Cristo! ¿Hay alguien entre nosotros, sea cual sea su condición en la vida, que no necesite perdón y redención? Éstas son las necesidades y anhelos universales del ser humano, y son las promesas de Cristo a Sus seguidores. En esa estrofa, se da la esperanza a todos los de “sumiso corazón” y gozo “al pecador que vuelva a Ti”.

El volvernos al Señor tiene un alto precio: nos cuesta el orgullo y la insensibilidad, pero, en especial, nos cuesta nuestros pecados. No en vano, como lo supo el padre del rey Lamoni hace veinte siglos, ése es el precio de la verdadera esperanza. “¡Oh Dios!”, clamó, “¿te darías a conocer a mí?, y abandonaré todos mis pecados para conocerte, y para que sea levantado de entre los muertos y sea salvo en el postrer día” (Alma 22:18). Cuando nosotros también estemos deseosos de dejar todos nuestros pecados para conocerle y seguirle, también seremos colmados de la esperanza de la vida eterna.

¿Y qué diríamos del sumiso? En un mundo demasiado preocupado por ganar empleando la intimidación y que lucha por alzarse con el primer puesto, no veremos largas filas de personas para comprar libros que recomienden la mera sumisión. Sin embargo, el manso heredará la tierra, una adquisición bastante impresionante desde el punto de vista empresarial, ¡y lo hará sin intimidación! Tarde o temprano, y rogamos que sea temprano más bien que tarde, todos reconocerán que el camino de Cristo no sólo es el camino correcto, sino que a la postre es el único camino a la esperanza y al gozo. Toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que la amabilidad es mejor que la brutalidad, que la bondad es superior a la coerción, que la voz apacible aleja la ira. Al final, e incluso tan pronto como sea posible, debemos ser más como Él…

Sé nuestro gozo, oh Jesús;

del malo ten piedad;

danos tu gloria celestial

por la eternidad.

Ésa es mi oración personal y mi deseo para todo el mundo… Testifico que Jesús es la única fuente de felicidad duradera, que nuestra única paz duradera reside en Él. Es mi deseo que todos recibamos Su “gloria celestial”, la gloria que cada uno anhela personalmente y el único galardón que los hombres y naciones podrán atesorar permanentemente. Él es nuestro galardón en esta vida y la eternidad; cualquier otro premio es vano en definitiva; cualquier otra grandeza se desvanece con el tiempo y se disuelve con los elementos. Al final… nunca sentiremos un verdadero gozo sino en Cristo.

…Ruego que seamos seguidores más devotos y disciplinados de Cristo. Apreciémoslo en nuestros pensamientos y pronunciemos Su nombre con amor. Arrodillémonos ante Él con mansedumbre y misericordia. Bendigamos y sirvamos a los demás para que ellos puedan hacer lo mismo6.

3

La mayor necesidad que existe en el mundo entero es una fe activa y sincera en el Salvador y Sus enseñanzas

Hay quienes declaran que es anticuado creer en la Biblia. ¿Es anticuado creer en Dios, en Jesucristo, el Hijo del Dios viviente? ¿Es anticuado creer en Su sacrificio expiatorio y en la resurrección? Si así es, me declaro a mí mismo anticuado y a la Iglesia también. Con una gran sencillez, el Maestro enseñó los principios de la vida eterna y lecciones que brindan felicidad a aquellos que tienen fe para creer. No parece razonable suponer que sea necesario modernizar estas enseñanzas del Maestro. Su mensaje concernía principios de naturaleza eterna7.

En esta época, como en todas las épocas pasadas y en todas las que vendrán, la necesidad más grande que existe en el mundo es el tener una fe activa y sincera en las enseñanzas básicas de Jesús de Nazaret, el Hijo viviente del Dios viviente. El hecho de que muchos rechacen Sus enseñanzas da más motivo aún a los verdaderos creyentes en el evangelio de Jesucristo para proclamar sus verdades y demostrar con el ejemplo la fortaleza y la paz de una vida digna y bondadosa…

¿Cómo debemos comportarnos cuando nos ofenden, nos interpretan mal, nos tratan maliciosa o injustamente o se cometen pecados que nos afectan directamente? ¿Qué debemos hacer si nuestros seres queridos nos hieren, o si en el empleo dan a otro el ascenso que nos habían prometido, si nos acusan falsamente o atacan arbitrariamente nuestras buenas intenciones?

¿Ejercemos represalias? ¿Reunimos fuerzas para enviar un batallón aun más numeroso? ¿Volvemos a la ley del “ojo por ojo” y “diente por diente?”… o llegamos a la conclusión de que esto en definitiva nos deja ciegos y sin dientes…

En la majestuosidad de Su vida y el ejemplo de Sus enseñanzas, Cristo nos dio mucho consejo, acompañado siempre de promesas seguras. Enseñó con una grandiosidad y autoridad que llenaba de esperanza tanto a los educados como a los ignorantes, a los ricos como a los pobres, a los sanos como a los enfermos8.

Esfuércense por cultivar un testimonio personal de Jesucristo y de la Expiación. El estudio de la vida de Cristo y el testimonio de su realidad es un objetivo que cada uno de nosotros debería buscar. Al llegar a comprender Su misión, y la Expiación que Él llevó a efecto, desearemos vivir más como Él9.

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Cristo en la barca con los apóstoles

El Salvador puede calmar las tempestades de nuestra vida.

4

Al ejercer fe en el Salvador, Él calmará las aguas encrespadas de nuestra vida

Todos hemos experimentado tormentas súbitas en nuestra vida. Algunas de ellas… pueden ser violentas, imponentes y potencialmente destructivas. Como personas, como familias, como comunidades, como naciones, y aun como Iglesia, hemos pasado por ráfagas repentinas que han hecho que nos preguntemos de una manera u otra: “Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?” [Marcos 4:38]. Y de algún modo, durante la calma que sigue a la tormenta, siempre escuchamos las palabras del Señor: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” [Marcos 4:40].

A ninguno le agrada pensar que no tiene nada de fe, pero supongo que en gran manera nos merecemos esa suave reprimenda del Señor. Ese gran Jehová, en quien afirmamos confiar y cuyo nombre hemos tomado sobre nosotros, es el mismo que dijo: “Haya un firmamento en medio de las aguas, y separe aquel las aguas de las aguas” (Génesis 1:6). Y es el mismo que dijo: “Júntense las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco” (Génesis 1:9). Es más, también fue Él quien dividió las aguas del Mar Rojo para que pudieran pasar los israelitas sobre tierra seca (véase Éxodo 14:21–22). Ciertamente no debe sorprendernos que pudiera mandar a unos cuantos elementos agitados en el Mar de Galilea, y si tenemos fe recordaremos que también puede calmar las tormentas de nuestra vida…

Creo que podemos estar razonablemente seguros de que todos tendremos algunas adversidades en el transcurso de nuestra vida, algunas de las cuales podrán ser violentas, dañinas y destructivas;algunas incluso podrán poner a prueba nuestra fe en un Dios amoroso que tiene el poder para brindarnos alivio.

Pienso que a estos temores el Padre de todos nosotros respondería: “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo es que no tenéis fe?”. Y lógicamente, esta fe debe perdurar a través de todo nuestro camino, toda experiencia, nuestra vida entera, no solamente durante las partes y los momentos tempestuosos…

Jesús dijo: “En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo” (Juan 16:33)10.

5

Al centrar nuestra vida en el Salvador, no tenemos por qué temer, y nuestras preocupaciones se transformarán en gozo

Conozco lo suficiente sobre su vida agitada y ocupada para saber que a veces se sienten frustrados. Quizá incluso se preocupen un poco de vez en cuando. Soy consciente de todo eso…

Mi mensaje para ustedes hoy es: “No temáis, rebañito”. Es alentarlos a regocijarse en las grandes bendiciones de la vida. Es invitarles a sentir la gran emoción que brinda el vivir el Evangelio y el amor de nuestro Padre Celestial. La vida es maravillosa, incluso en los momentos difíciles; hay felicidad, gozo y paz en todas las paradas a lo largo del camino, y porciones interminables de todo ello al final de la senda.

De seguro hay muchísimas cosas de qué preocuparse, algunas de ellas muy graves, pero por esta razón hablamos en términos del Evangelio de la fe, la esperanza y la caridad. Como Santos de los Últimos Días, contamos con la “vida… en abundancia”, y procuramos recalcar nuestras bendiciones y oportunidades al tiempo que minimizamos nuestras decepciones e inquietudes. “Escudriñad diligentemente, orad siempre, sed creyentes”, dice este pasaje de las Escrituras, “y todas las cosas obrarán juntamente para vuestro bien” (D. y C. 90:24). Quiero recordarles esa promesa…

Les ruego que recuerden lo siguiente: Si nuestra vida y nuestra fe se centran en Jesucristo y en Su evangelio restaurado, nada podrá ir permanentemente mal. Por otro lado, si nuestra vida no está centrada en el Salvador ni en Sus enseñanzas, ningún otro éxito podrá estar permanentemente bien…

Todos afrontamos problemas de salud ocasionalmente, algunos constantemente. Las enfermedades y afecciones forman parte de la carga de la mortalidad, así que tengan fe y sean positivos. El poder del sacerdocio es real, y hay muchísimas cosas buenas en la vida, incluso si sufrimos físicamente. Es un gozo saber que no habrá lesiones ni enfermedades en la resurrección.

Algunas de nuestras preocupaciones pueden llegar a modo de tentaciones. Otras pueden ser decisiones difíciles en cuanto a la formación académica, al dinero o al matrimonio. Sea cual sea su carga, hallarán la fuerza que necesitan en Cristo. Jesucristo es el Alfa y la Omega, literalmente el principio y el fin. Él está con nosotros de principio a fin y, por tanto, es mucho más que un espectador en nuestra vida…

Si el yugo bajo el cual nos batimos es el pecado en sí, el mensaje es el mismo. Cristo conoce el peso íntegro de nuestros pecados, ya que Él lo soportó primero. Si nuestra carga no son los pecados ni las tentaciones, sino la enfermedad, la pobreza o el rechazo, es lo mismo. Él la conoce…

Él sufrió por mucho más que por nuestros pecados. Aquel a quien Isaías llamó “varón de dolores” (Isaías 53:3; Mosíah 14:3) conoce a la perfección cada problema por el que pasamos, ya que Él decidió cargar con el peso íntegro de todos nuestros problemas y dolores…

Hermanos y hermanas, ustedes tienen y tendrán preocupaciones y desafíos de muchas clases, pero acepten la vida llenos de gozo y de fe. Estudien las Escrituras con regularidad. Oren fervientemente. Obedezcan la voz del Espíritu y a los profetas. Hagan cuanto puedan para ayudar a los demás. En ese camino hallarán una gran felicidad. Llegará un día glorioso en que sus preocupaciones se transformarán en gozo.

Como escribió José Smith a los santos en dificultades desde su celda de la cárcel de Liberty:

Hagamos con buen ánimo cuanta cosa esté a nuestro alcance; y entonces podremos permanecer tranquilos, con la más completa seguridad, para ver la salvación de Dios y que se revele su brazo”. [D. y C. 123:17, cursiva agregada].

[En palabras del Señor al profeta José Smith:]

No temáis, rebañito; haced lo bueno; aunque se combinen en contra de vosotros la tierra y el infierno, pues si estáis edificados sobre mi roca, no pueden prevalecer…

Elevad hacia mí todo pensamiento; no dudéis; no temáis.

Mirad las heridas que traspasaron mi costado, y también las marcas de los clavos en mis manos y pies; sed fieles; guardad mis mandamientos y heredaréis el reino de los cielos [D. y C. 6:34–37]11.

Sugerencias para el estudio y la enseñanza

Preguntas

  • Piense en cómo contestaría las preguntas del presidente Hunter de la sección 1. ¿Cómo podemos hacer que Jesucristo ocupe un lugar más central en nuestra vida? ¿Cómo podemos lograr que ocupe un lugar más central en nuestro hogar? ¿Cómo podemos llegar a conocer a Cristo mejor de lo que lo hacemos?

  • ¿Qué “nos cuesta” recibir la esperanza, el gozo y la paz que brinda Cristo? (Véase la sección 2). ¿Cuándo ha sentido la esperanza, la paz y el gozo que provienen del Salvador?

  • ¿Por qué piensa que “la mayor necesidad que existe en el mundo entero es una fe activa y sincera en las enseñanzas de Jesús de Nazaret”? (Véase la sección 3). ¿Cómo puede mostrar su fe en las enseñanzas de Cristo cuando se siente ofendido, malinterpretado, maliciosa o injustamente tratado, o cuando algunos cometen pecados que le afectan directamente?

  • ¿Qué podemos aprender de las enseñanzas del presidente Hunter sobre el temor y la fe? (Véase la sección 4). ¿En qué forma puede ayudarnos la fe a vencer el temor? Reflexione sobre ocasiones en las que el Salvador haya calmado las tempestades de su vida cuando usted haya ejercido fe en Él.

  • ¿Cómo puede el consejo del presidente Hunter de la sección 5 ayudarnos a aceptar “la vida llenos de gozo”, aun cuando suframos tristezas, decepciones y enfermedades? ¿Cómo podemos cultivar una perspectiva eterna? ¿Cómo lo ha ayudado el Salvador a tener una vida más abundante?

Pasajes de las Escrituras relacionados con el tema

Mateo 11:28–30; Juan 14:6; 2 Nefi 31:19–21; Alma 5:14–16; 7:10–14; 23:6; Helamán 3:35; 5:9–12; D. y C. 50:40–46; 93:1.

Ayuda para el estudio

“Al estudiar, ponga especial atención en los conceptos que acudan a su mente y en los sentimientos que reciba en su corazón” (Predicad Mi Evangelio, 2004, pág. 19). Considere anotar las impresiones que reciba, aun cuando no parezcan estar relacionadas con las palabras que esté leyendo. Es posible que sean justo lo que el Señor desea revelarle.

Notas

  1. Véase “Tan sólo con pensar en ti”, Liahona, julio de 1993, págs. 74–75.

  2. Véase “El testimonio de un apóstol de Cristo”, Liahona, agosto de 1984, págs. 24–25.

  3. Véase Presidentes de la Iglesia, Manual del alumno, pág. 255.

  4. Véase “Tan sólo con pensar en ti”, págs. 73–74.

  5. Véase “¿Qué clase de hombres habéis de ser?”, Liahona, julio de 1994, pág. 73; véase también “Él nos exhorta a seguir a Jesucristo”, Liahona, octubre de 1994, pág. 6.

  6. Véase “Tan sólo con pensar en ti”, págs. 74–75.

  7. En Eleanor Knowles, Howard W. Hunter, 1994, pág. 318.

  8. Véase “Un faro en un puerto de paz”, Liahona, abril de 2002, pág. 24.

  9. The Teachings of Howard W. Hunter, ed. Clyde J. Williams, 1997, pág. 30.

  10. Véase “Cristo, el mar se encrespa”, Liahona, enero de 1985, págs. 27–29.

  11. “Fear Not, Little Flock” (discurso pronunciado en la Universidad Brigham Young el 14 de marzo de 1989), págs. 1–2, 4–5; speeches.byu.edu.