Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
Principios de estabilidad económica


Capítulo 13

Principios de estabilidad económica

Cuando evitamos las deudas y pagamos nuestros diezmos y ofrendas, el Señor nos bendice económica y espiritualmente, y nos da la oportunidad de ayudar a edificar Su reino.

De la vida de Heber J. Grant

En 1893 sobrevino una crisis económica que azotó la mayor parte de los Estados Unidos, dejando en la ruina económica a cientos de bancos, empresas ferroviarias, minas y negocios. Esa crisis, a la que se denominó “El Pánico de 1893”, tomó desprevenido al élder Grant, que en aquel entonces era miembro del Quórum de los Doce Apóstoles. Quedó con deudas que tardó años en cancelar. En un discurso que dio durante aquel tiempo, dijo: “Quiero confesarles que yo y muchas otras personas hemos hecho mal. ¿Por qué? Porque hemos estado tan deseosos de hacer dinero que nos hemos endeudado y ahora no podemos pagar puntualmente nuestras deudas… Por primera vez en mi vida, han venido personas a pedirme que les pagase el dinero que les debía y he tenido que solicitarles que me dieran más tiempo para abonarles. Si el Señor me perdona esta vez, nunca más volveré a encontrarme en la misma situación. He pedido dinero prestado desde que tenía dieciocho años; si tan sólo puedo saldar lo que debo ahora, me contentaré, creo, con las bendiciones del Señor, sean lo que sean, sean grandes o pequeñas”1.

Imagen
Financial planning

Marido y mujer deben trabajar en colaboración para administrar sus finanzas. El presidente Heber J. Grant dijo: “Si hay algo que dará paz y contentamiento al corazónhumano, y a la familia, es llevar un tren de vida que nuestros ingresos nos permitan”.

En calidad de Presidente de la Iglesia, Heber J. Grant aconsejaba a los santos con respecto a la estabilidad económica, basándose en sus propias experiencias y siguiendo el ejemplo de su predecesor, el presidente Joseph F. Smith. El presidente Grant se concentraba en dos principios básicos: la paz que recibimos cuando evitamos incurrir en deudas y las bendiciones temporales y espirituales que recibimos cuando pagamos los diezmos y las ofrendas. En abril de 1932, enseñó esos principios en una conferencia general de la Sociedad de Socorro. En aquel tiempo, Estados Unidos se había hundido en la desesperación de la gran depresión económica, una crisis generalizada por la baja actividad económica y el elevado índice de desempleo. El presidente Grant reprendió a los santos por no haber prestado oídos a los consejos que les había dado el presidente Smith:

“Si los del pueblo que se conoce como Santos de los Últimos Días hubieran prestado oídos a los consejos que dio mi predecesor desde este mismo estrado, bajo la inspiración del Señor, con los que instaba a los Santos de los Últimos Días a no contraer deudas, esta gran depresión económica habría perjudicado muy, muy poco a los Santos de los Últimos Días… En mi opinión, la razón principal del desastre económico que ha sobrevenido en los Estados Unidos en forma global es la esclavitud de las deudas y el espíritu que reina entre la gente de aventurarse en riesgos financieros con la esperanza de ganar a sabiendas de que se puede perder”.

Al continuar con su discurso, el presidente Grant hizo hincapié en la necesidad de evitar contraer deudas. También exhortó a sus oyentes a pagar los diezmos y las ofrendas aun en los tiempos de dificultades económicas. Contó de una ocasión, muchos años antes, en que él contrajo deudas para comprar acciones del Teatro de Salt Lake, con la esperanza de que el edificio se salvase y no fuese derribado:

“Deseo que todas las personas que oyen mi voz aprendan para su propio beneficio de la experiencia que tuve al comprar acciones del teatro. [Durante] treinta y dos años de mi vida… cada dólar que tuve lo perdí antes de ganarlo. Es una carga muy grande, explicándolo en sentido figurado, tener un caballo muerto y tener que cargar con él durante treinta y dos años antes de poder enterrarlo. Es una situación espantosa y todo por motivo de las deudas. Desde aquel tiempo, siempre he vivido al alcance de mis ingresos…

“…Si hay hombre viviente alguno que tenga derecho a decir: ‘No contraigan deudas’ es Heber J. Grant. Doy gracias al Señor por haber podido pagar [todas mis deudas], y por haberlo hecho sin pedir un dólar de rebaja a nadie. No creo que hubiera podido pagarlas si no hubiese sido absolutamente honrado con el Señor. Cuando ganaba algún dinero, la primera deuda que pagaba era al Señor, y creo sin asomo de duda que, si los Santos de los Últimos Días, como pueblo, hubieran seguido los consejos del profeta del Señor y hubiesen sido íntegros pagadores de diezmos, no se encontrarían en la situación en que se encuentran hoy. Si hubieran sido honrados y concienzudos en el pago de [las ofrendas de ayuno], podríamos cuidar de todas las personas que pasan estrecheces en esta Iglesia”2.

El presidente Grant ponía en práctica los principios que enseñaba y, andando el tiempo, salió adelante económicamente tanto en su vida personal como en lo que tenía que ver con los asuntos financieros de la Iglesia. Con todo, siempre se esmeró en hacer resaltar que el verdadero éxito no se encuentra en la aptitud para hacer dinero. Dijo: “No se puede decir que es verdaderamente próspero el que tan sólo consigue hacer una fortuna y, en el proceso de lograrlo, debilita los afectos naturales del corazón, desterrando de éste el amor al prójimo, sino el que vive de tal modo que los que le conocen mejor le querrán más; y Dios, que conoce no sólo sus obras, sino también los sentimientos más recónditos de su ser, le amará. Sólo de esta última persona, aunque muera en la pobreza, se puede decir con toda justicia ‘que merece la corona de laureles de la prosperidad’ ”3.

Enseñanzas de Heber J. Grant

Si llevamos un tren de vida que nuestros ingresos nos permitan, evitaremos la esclavitud de las deudas.

Si hay algo que dará paz y contentamiento al corazón humano, y a la familia, es llevar un tren de vida que nuestros ingresos nos permitan, y si hay algo que es difícil y desalentador y descorazonador es tener deudas y obligaciones que no se puedan cumplir4.

Permítaseme advertir a los Santos de los Últimos Días que compren automóviles y las cosas habitualmente indispensables para la vida si tienen el dinero para comprarlos, y que no hipotequen su futuro… Deseo decirles que los que no piensan en su futuro, que contraen deudas para conseguir las cosas necesarias para la vida y artículos lujosos se están echando sobre los hombros enormes cargas traducidas en los intereses que tendrán que pagar, los que les ocasionarán grandes tribulaciones y humillación5.

Si las personas fueran dueñas de lo que tuviesen y no tuvieran que pagar intereses y sólo compraran las cosas cuando tuviesen el dinero para pagarlas, la mayoría de ellas se hallarían en circunstancias razonablemente desahogadas… Hemos hipotecado nuestro futuro sin tener en cuenta los incidentes que puedan sobrevenir, como las enfermedades, las intervenciones quirúrgicas, etc.6.

No sabemos lo que nos traerá el futuro. Pero sí hay algo que sabemos, y ello es que si tenemos el dinero en la mano para comprar una radio, un automóvil o cualquier otra cosa y lo compramos, no importa cuánto se desvalorice, es nuestro7.

Creo que casi todas las penurias de la mayoría de las personas desaparecerían si estuvieran dispuestas a renunciar al hábito de usar medias de seda, por ejemplo, y a volver a la costumbre de vestir de un modo sencillo; si estuviesen dispuestas a renunciar a nueve de las diez películas que van a ver y a retornar a la costumbre del ahorro y de la economía8.

El pago honrado de los diezmos y de las ofrendas trae consigo bendiciones temporales y espirituales.

Deseo repetir a los Santos de los Últimos Días mi firme creencia en que Dios nuestro Padre Celestial prospera, bendice y da sabiduría a los hombres y a las mujeres que son totalmente honrados con Él en el pago de sus diezmos. Creo que cuando un hombre se encuentra en dificultades económicas, la mejor forma de salir de esa dificultad (y hablo basándome en mi propia experiencia, puesto que más de una vez en mi vida me he visto en dificultades económicas tan serias como las de casi todas las demás personas) es ser absolutamente honrado con el Señor y no permitir jamás que dinero alguno llegue a sus manos sin dar el diez por ciento de él al Señor.

El Señor no necesita el dinero de ustedes ni el mío. La obediencia a la ley del diezmo y las donaciones que hacemos para los centros de reuniones de los barrios, los centros de estaca, los planteles educacionales, los templos, la obra misional y otras necesidades diversas son para nuestro bien. Son sencillamente lecciones que aprendemos y que nos servirán para hacernos más santos y estar mejor preparados para volver a la presencia de nuestro Padre Celestial. Las mismísimas lecciones de índole económica que se nos dan a nosotros son lo mismo que las lecciones que se dan en el colegio a niños y a niñas; son para el beneficio de los niños; son para el beneficio de las niñas, para su progreso, para su regocijo y felicidad en la vida venidera; por motivo de todo el conocimiento y de la información que adquirimos, y por el progreso que logramos, nosotros mismos somos los beneficiados.

Dios nuestro Padre Celestial ha instituido leyes para refinar a los de Su pueblo física, espiritual e intelectualmente, y una de las mejores leyes que hay en el mundo para refinar a los Santos de los Últimos Días es la ley del diezmo. Hay muchas personas que creen en el Evangelio y que probablemente lo aceptarían si no fuera por el hecho de que son como el joven de quien leemos en las Escrituras al que el Salvador dijo, después de que el joven le hubo afirmado: “todo esto lo he guardado desde mi juventud”, que vendiese todo lo que tenía y lo diese a los pobres [véase Mateo 19:16–22]. Muchas personas no pueden vivir el Evangelio por motivo de los requisitos financieros que se les hacen y permiten que las cosas de este mundo, a las cuales se han aferrado firme y tenazmente, les roben el mayor de todos los dones de Dios, que es la vida eterna. Recomiendo a los Santos de los Últimos Días observar la ley del diezmo9.

La ley de la prosperidad económica para los Santos de los Últimos Días, bajo convenio con Dios, es ser un honrado pagador de diezmos y no robar al Señor en los diezmos ni en las ofrendas [véase Malaquías 3:8]. La prosperidad llega a los que observan la ley del diezmo. Cuando digo prosperidad, no me refiero sólo al dinero… sino a lo que considero la verdadera prosperidad: lo más valioso para todo hombre y para toda mujer que vive es crecer en el conocimiento de Dios, y en testimonio, y en poder para vivir de acuerdo con el Evangelio e inspirar a nuestras familias a hacer lo mismo. Ésa es la prosperidad auténtica10.

Creo firmemente en que la fe sin obras es muerta y también creo firmemente en que el Señor quiso decir exactamente lo que dijo cuando prometió abrir las ventanas de los cielos y derramar sobre nosotros bendición si pagábamos nuestro diezmo [véase Malaquías 3:10]11.

Yo creo que la gente recibe bendiciones en proporción con su generosidad. No estoy diciendo que siempre ganen más dinero que otras personas; pero en lo que respecta al aumento que adquieren en la fe, en el testimonio y en el conocimiento de la divinidad de la obra a la que nos hemos consagrado, los hombres que son honrados con el Señor en el pago de sus diezmos logran un progreso que los que no son honrados con el Señor no logran nunca. No me cabe la menor duda de eso. Además, soy lo suficientemente tonto para pensar que el Señor magnifica a los que pagan sus diezmos, y que éstos son más prósperos, por lo general, que los que no lo hacen. Creo que a los que son generosos [en sus donaciones] el Señor les da ideas y progresan en capacidad y aptitud con más rapidez que los que son tacaños. Tengo mucha fe en eso, y la he tenido desde que era niño12.

Si damos en proporción con nuestros medios, si pagamos nuestro diezmo, no importa lo pequeños que sean nuestros ingresos… Dios nuestro Padre Celestial magnificará los nueve dólares que sobren de los diez, o los cuarenta y cinco centavos que sobren de cada cincuenta centavos y tendrán ustedes suficiente sabiduría para utilizarlos de un modo provechoso, de manera que no perderán nada por ser honrados13.

La gente del mundo juzga el éxito por la aptitud que tenga la persona para hacer dinero. Pero deseo decir a ustedes, Santos de los Últimos Días, que hacer dinero no constituye la verdadera prosperidad. A medida que el hombre va adquiriendo un aumento de las cosas de este mundo, si no se cuida, perderá el Espíritu del Señor y pondrá su corazón en las cosas de este mundo. Y si pierde el Espíritu del Señor y no es honrado con Dios en el pago de sus diezmos tan rigurosamente como lo sería al dar cuentas a un socio si de un negocio se tratase, ese hombre disminuirá su fortaleza, disminuirá su poder, disminuirá el testimonio del Espíritu de Dios dentro de su alma. No tengo duda alguna de eso.

Debemos ser honrados con el Señor. La gran dificultad es que hay muchas personas que, al ir adquiriendo un aumento en las cosas de este mundo, ponen en ellas su corazón y pierden el Espíritu del Señor. Por consiguiente, lo que el mundo considera un éxito es un fracaso; porque si un hombre emprende el camino con miras a ganar un premio y no lo consigue después de haberse esforzado casi toda la vida por llegar a tenerlo, indudablemente su vida habrá sido un fracaso. Conozco a muchas personas que, cuando ganaban pequeñas sumas de dinero, eran totalmente honradas con el Señor, pues pagaban la décima parte de ellas; pero cuando ganaban grandes cantidades de dinero pagaban desde el uno por ciento, en lugar del diez por ciento, hasta el dos o el tres por ciento. ¿Qué les ha ocurrido? Vamos, que el apetito por el dinero se acrecienta en el hombre, aumenta y se fortalece si él no tiene cuidado, tal como crece la sed por el whisky (gisqui); se posesiona de él, y él llega a amar el dinero en vez de amarlo sólo por el bien que pueda hacer con él. No valora las cosas en la debida forma14.

El diezmo es una ley de Dios, y el pago del diezmo brinda paz y alegría al Santo de los Últimos Días que lo hace. La persona que es totalmente honrada con el Señor siente satisfacción en el corazón al aportar de sus medios para la edificación de la Iglesia de Cristo; sí, eso siente todo fiel pagador de un diezmo íntegro. Todas las bendiciones que tenemos ustedes y yo provienen de Dios. Debemos gratitud a Dios aun por el aliento de vida, y Él nos da todo lo que tenemos. Él nos pide que le mostremos nuestro agradecimiento y reconocimiento por Su bondad al dar a la Iglesia, tanto para el beneficio de ésta como para la difusión del Evangelio en este país, así como en el extranjero, la décima parte de lo que recibimos, todo lo cual viene de Él.

Repito que no me es posible comprender cómo hombre alguno que es totalmente honrado en sus tratos con sus semejantes y que no pensaría en cosa semejante como no pagar lo que debiera a una tienda, si pudiese pagar, no pague lo que le debe a Dios…

Suplico a los Santos de los Últimos Días que sean honrados con el Señor, y yo les prometo que la paz, la prosperidad y el éxito económico acompañarán a los que sean honrados con nuestro Padre Celestial, porque cumplirán la ley y una responsabilidad. Él los bendecirá por hacerlo. Además, el ser rigurosamente honrado con el Señor es la forma más espléndida de enseñar a los hijos a tener fe en el Evangelio de Jesucristo… Cuando ponemos el corazón en las cosas de este mundo y no somos del todo honrados con el Señor, no progresamos en la luz ni en el poder ni en la fortaleza del Evangelio como lo haríamos si fuéramos totalmente honrados con Él15.

Doy gracias a Dios por el privilegio de pagar el diezmo. Me regocijo por la oportunidad que tengo de mostrar mi gratitud a mi Padre Celestial por Sus misericordias para conmigo16.

Debemos ser generosos al utilizar aquello con que hemos sido bendecidos económicamente para ayudar a edificar el reino de Dios sobre la tierra.

Otra cosa que debemos aprender los Santos de los Últimos Días —y que a mí me ha costado trabajo aprender— es… limitarnos a lo indispensable de la vida y no adquirir hábitos de derroche. Si tenemos medios sobrantes, utilicémoslos como Dios desea que los utilicemos: para el progreso de Su reino y la difusión del Evangelio…

En lo que respecta a las cosas que poseemos, no son de valor real para nosotros a no ser que estemos listos y dispuestos a utilizarlas para el progreso del reino de Dios. Es nuestro deber proveer para nuestra familia; pero no es nuestro deber vivir llenos de lujos, derrochando el dinero. No es nuestro deber ganar riqueza para usar ropa costosa…

Una vez que aprendamos a estar dispuestos a utilizar los bienes que Dios nos da para el progreso de Su reino, los Santos de los Últimos Días no tendremos grandes dificultades económicas; el Señor nos bendecirá con abundancia. Lo que debemos hacer es buscar la luz y la inspiración de Su Espíritu para que nos guíe en todo momento y Él nos añadirá todas las demás cosas que sean necesarias17.

El Señor ama al dador alegre y generoso. Nadie que viva sobre la tierra puede pagar donaciones para los pobres, ni pagar para la construcción de centros de reuniones y de templos… ni sacar de sus recursos pecuniarios para enviar a sus hijos e hijas a proclamar este Evangelio sin haber extirpado el egoísmo de su alma, no importa cuán egoísta haya sido al comenzar. Ésa es una de las cosas más magníficas del mundo entero para las personas, vale decir, llegar al punto de sacar el egoísmo de su naturaleza. Una vez que se han despojado del egoísmo, se sienten contentas, deseosas y dispuestas a buscar oportunidades de hacer el bien con los recursos que el Señor ha puesto en sus manos en lugar de intentar obtener más de ellos18.

El dinero no es una bendición de Dios; el dinero sólo es una bendición si somos bendecidos con inteligencia, con sabiduría y con el espíritu de Dios para utilizarlos de un modo prudente y apropiado, y para hacer avanzar el reino de Dios sobre la tierra. Si somos beneficiados con una abundancia de los bienes de este mundo y esa abundancia nos ciega la visión… entonces, en lugar de ser una bendición de Dios, ello [proviene] del adversario19.

La disposición natural del hombre, como lo he mencionado a menudo, es ser egoísta, sórdido y codicioso; pensar en él mismo, y sólo en él mismo, y esforzarse por su ascenso personal. Pero todas las enseñanzas del Evangelio son exactamente lo contrario de eso. Descubrimos que los requisitos que se nos hacen de pagar los diezmos y las donaciones de ayuno… y de aportar de nuestros medios para enviar el Evangelio a las naciones de la tierra desalojan del alma de las personas toda inclinación egoísta y mezquina. En lugar de ser egoísta, el Santo de los Últimos Días que es fiel está lleno del amor del Evangelio, lleno del deseo de aportar de su tiempo y de sus medios para el progreso del reino de Dios. Si somos fieles a los requisitos de índole económica que se nos hacen, el Evangelio hace del hombre egoísta y sórdido un ser generoso, noble y dadivoso… El Evangelio nos llena del deseo de abandonar las cosas del mundo, de ser ello preciso, para ir a los lejanos extremos de la tierra, sin un dólar de remuneración, para el beneficio y la salvación de nuestros semejantes20.

Sugerencias para el estudio y el análisis

  • ¿Por qué son las deudas una esclavitud? ¿Qué bendiciones recibimos si vivimos al alcance de nuestros ingresos? ¿Qué prácticas nos sirven para salir de las deudas o para evitar contraerlas?

  • ¿En qué forma somos bendecidos tanto económica como espiritualmente cuando obedecemos la ley del diezmo? ¿Cómo pueden los padres enseñar a sus hijos los principios de los diezmos y las ofrendas?

  • ¿Por qué es importante ser honrados con el Señor al igual que con nuestros semejantes? ¿Por qué es una bendición para los hijos tener padres que son rigurosamente honrados con el Señor?

  • ¿Por qué el éxito o la prosperidad del mundo podría llevarnos a perder el Espíritu del Señor? ¿Qué podemos hacer para conservar la prosperidad económica en la debida perspectiva?

  • ¿Qué responsabilidades tenemos cuando Dios nos da bendiciones materiales? ¿Qué actitudes pueden impedirnos cumplir esas responsabilidades?

  • ¿Para hacer qué cosa nos da poder el dinero si ponemos nuestra actitud con respecto a él en la debida perspectiva?

Notas

  1. En Brian H. Stuy, compilador, Collected Discourses Delivered by President Wilford Woodruff, His Two Counselors, the Twelve Apostles, and Others, 5 tomos, 1987–1992, tomo III, pág. 374.

  2. Relief Society Magazine, mayo de 1932, págs. 299, 302.

  3. En “Symposium of Best Thought”, Improvement Era, febrero de 1898, pág. 283.

  4. Gospel Standards, compilado por G. Homer Durham, 1941, pág. 111.

  5. Gospel Standards, pág. 111.

  6. Gospel Standards, pág. 112.

  7. Gospel Standards, pág. 112.

  8. Gospel Standards, pág. 113.

  9. En Conference Report, octubre de 1921, págs. 6–7; los párrafos se han cambiado.

  10. Gospel Standards, pág. 58.

  11. Relief Society Magazine, mayo de 1932, pág. 303.

  12. Gospel Standards, pág. 64.

  13. Gospel Standards, pág. 61.

  14. Gospel Standards, pág. 181; los párrafos se han cambiado.

  15. Gospel Standards, págs. 60–61.

  16. En Conference Report, octubre de 1912, pág. 50.

  17. En Collected Discourses, tomo III, págs. 374–375; los párrafos se han cambiado.

  18. Gospel Standards, pág. 62.

  19. Gospel Standards, págs. 108–109.

  20. En Collected Discourses, tomo IV, pág. 356.