Jesucristo
Capitulo 42: Jesus el Cristo ha de Volver


Capitulo 42

Jesus el Cristo ha de Volver

Se predijo el segundo advenimiento del Señor en las Escrituras antiguas

“VARONES galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.”a De este modo hablaron los ángeles vestidos de blanco a los once apóstoles, mientras el Cristo resucitado ascendía de entre ellos sobre el Monte de los Olivos. Abundan en las Escrituras las predicciones de la vuelta del Señor.

El “segundo advenimiento”, según lo entendemos, no se refiere a la aparición personal del Hijo de Dios a unos pocos, como por ejemplo su manifestación a Saulo de Tarso, a José Smith en 1820 y más tarde en el Templo de Kirtland en 1836; ni tampoco a las visitas que posteriormente hará a sus siervos dignos, como categóricamente lo ha prometido;b sino a su todavía futura venida con poder y grande gloria, acompañado de las huestes de seres resucitados y glorificados, para ejecutar su juicio sobre la tierra e inaugurar un reinado de justicia.

Los profetas de ambos hemisferios que vivieron antes del meridiano de los tiempos dijeron comparativamente poco concerniente a la segunda venida del Señor; pues a tal grado rebosaban sus almas a causa del misericordioso plan de redención relacionado con el nacimiento del Salvador en la carne, que no podían hablar de la consumación más distante aún, señalada para los últimos días. Sin embargo, a varios de ellos les fue permitido ver en visión el cumplimiento de los propósitos divinos hasta el fin de los tiempos; y éstos testificaron con fervor insuperable acerca de la gloriosa venida de Cristo en la dispensación final. Enoc, séptimo desde Adán, profetizó, diciendo: “He aquí, vino el Señor con sus santas decenas de millares, para hacer juicio contra todos.”c En una de las revelaciones del Señor a Enoc, tomada de un relato más extenso que el que aparece en la Biblia, leemos que este justo profeta—después de habérsele mostrado las escenas de la historia de Israel no sólo hasta la muerte, resurrección y ascensión de Jesucristo, sino más allá—le suplicó a Dios, diciendo: “Te pregunto si no volverás otra vez a la tierra. Y el Señor respondió a Enoc: Vivo yo, que vendré en los últimos días, en los días de iniquidad y venganza para cumplir el juramento que te he hecho concerniente a los hijos de Noé … Y aconteció que Enoc vio el día de la venida del Hijo del Hombre, en los últimos días, para morar en justicia sobre la tierra por el espacio de mil años.”d Contemplando con éxtasis el triunfo final de la justicia, Isaías exclamó: “Decid a los de corazón apocado: Esforzaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con retribución, con pago; Dios mismo vendrá, y os salvará”; y en otro lugar: “He aquí que Jehová el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro.”e

Las condiciones de referencia no se cumplieron durante la vida terrenal del Salvador; y además, el contexto claramente muestra que las palabras del profeta se aplican únicamente a los postreros días en los cuales está comprendida la época de los rescatados del Señor y la hora de la restitución y del triunfo de Sión.

De todos los pasajes bíblicos que se refieren a nuestro tema, las palabras que el propio Cristo habló durante el curso de su ministerio terrenal son las más directas y ciertas. Ya hemos considerado muchas de ellas en la narrativa de la vida del Salvador, por tanto, las pocas que a continuación se dan bastan para la demostración presente: “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.f

A los apóstoles y al pueblo en general Jesús proclamó: “Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.”g Hallándose atado y preso ante el altanero Caifás, Jesús respondió a la ilícita conjuración del sumo sacerdote, afirmando: “Además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo.”h

Los apóstoles quedaron tan impresionados por la certidumbre con que el Maestro había afirmado volver de nuevo a la tierra con poder y gloria, que afanosamente le preguntaron el tiempo y señales de su venida.i Explícitamente declaró, aunque no pudieron entenderlo en esa ocasión, que se verificarían muchos acontecimientos grandes e importantes entre su partida y regreso, incluso la prolongada época de tinieblas relacionada con la apostasía.j Pero en cuanto a la certeza de su advenimiento en gloria, como Juez, Señor y Rey, Jesús no dejó ningún motivo para que hubiera incertidumbre en los pensamientos de sus apóstoles. Después de la ascensión del Salvador, y durante el período de la administración apostólica se predicó con énfasis significativo la futura venida del Señor.k

Las profecías del Libro de Mormón concernientes al advenimiento del Señor en los últimos días son claras y precisas. Cuando apareció a los nefitas sobre el hemisferio americano, poco después de su ascensión en el Monte de los Olivos, Cristo predicó el evangelio a las multitudes reunidas “y les explicó todas las cosas, sí, desde el principo hasta la época en que él viniera en su gloria”, y también los acontecimientos que seguirían, “hasta aquel grande y postrer día”.l Al conceder el deseo de los tres discípulos nefitas que deseaban continuar su ministerio en la carne durante las generaciones venideras, el Señor dirigió a ellos las siguientes palabras:

“Viviréis hasta ver todos los hechos del Padre para con los hijos de los hombres, aun hasta que se cumplan todas las cosas según la voluntad del Padre, cuando yo venga en mi gloria, con los poderes del cielo. Y nunca padeceréis los dolores de la muerte; sino que cuando yo venga en mi gloria, seréis cambiados de la mortalidad a la inmortalidad en un abrir y cerrar de ojos; y entonces seréis bendecidos en el reino de mi Padre.”m

La venida del Señor se proclama por medio de revelaciones modernas

Repetidas veces se ha comunicado la palabra del Señor a la Iglesia de Jesucristo, restaurada y restablecida en estos postreros días, en la cual se ha declarado la realidad de su segundo advenimiento y la proximidad de ese glorioso y a la vez terrible acontecimiento. La Iglesia tenía solamente unos pocos meses de haber sido organizada, cuando la voz de Jesucristo, amonestando a los élderes a que fueran vigilantes, proclamó lo siguiente:

“Porque la hora está cerca, y próximo el día cuando el mundo estará maduro; y todos los soberbios y los que hacen maldad serán como rastrojo, y los abrasaré, dice el Señor de los Ejércitos, a fin de que la maldad no exista en la tierra. Porque la hora está cerca, y lo que fue dicho por mis apóstoles tiene que cumplirse; porque tal como hablaron, así acontecerá; porque con poder y gran gloria yo me revelaré desde los cielos con todas sus multitudes, y moraré en justicia con los hombres sobre la tierra por mil años, y los malvados no permanecerán.”n

Al mes siguiente el Señor dio instrucciones a ciertos élderes, a la conclusíon de las cuales les comunicó estas palabras portentosas:

“Por lo tanto, sed fieles, orando siempre, llevando aderezadas y encendidas vuestras lámparas, y con suficiente aceite, para que estéis listos al tiempo de la venida del Esposo. Porque he aquí, de cierto, de cierto os digo vendré pronto. Así sea. Amén.”o

Leemos además en una revelación posterior:

“Y bendito eres, porque has creído; y más bendito eres, porque te he llamado a predicar mi evangelio: para alzar tu voz como con el son de trompeta, larga y fuertemente, proclamando el arrepentimiento a una corrupta y perversa generación, preparando la vía del Señor para su segunda venida. Porque he aquí, de cierto, de cierto te digo, la hora está próxima cuando vendré en una nube con poder y gran gloria. Y será un gran día la hora de mi venida, porque todas las naciones temblarán.”p

El Señor Jesús dirigió una revelación general a su Iglesia en marzo de 1831, en la que explicó las profecías que previamente había declarado a los Doce poco antes de verificarse su traición en Jerusalén, y reiteró la certeza de su gloriosa venida en estos términos:

“Miráis y observáis la higuera, y la veis con vuestros ojos; y cuando empieza a retoñar, y sus hojas todavía están tiernas, decís que el verano se acerca. Así será en aquel día, cuando vean todas estas cosas, entonces sabrán que la hora se acerca. Y acontecerá que el que me teme estará esperando la venida del gran día del Señor, sí, las señales de la venida del Hijo del Hombre. Y verán señales y maravillas, porque se mostrarán arriba en los cielos y abajo en la tierra; y verán sangre, y fuego, y vapores de humo. Y antes que venga el día del Señor, el sol se obscurecerá, y la luna se tornará en sangre, y las estrellas caerán del cielo. Y el resto será juntado en este lugar; y entonces me buscarán, y he aquí, vendré; y me verán en las nubes del cielo, investido con poder y gran gloria, con todos los santos ángeles; y el que no me esté esperando, será desarraigado.”q

La consumación se halla tan próxima que el período de tiempo interyacente es llamado “hoy”; y al aplicar esta designación al año 1831, el Señor dijo:

“He aquí que el tiempo presente será llamado hoy, hasta la venida del Hijo del Hombre; y en verdad, es un día de sacrificio y de requerir el diezmo de mi pueblo, porque el que es diezmado no será quemado en su venida. Porque después de hoy viene la quema—esto es, hablando según la manera del Señor—porque de cierto os digo, mañana todos los soberbios y los que hacen maldad serán como rastrojo; y yo los quemaré, porque soy el Señor de los Ejércitos; y no perdonaré a ninguno que quedare en Babilonia. Por lo tanto, si creéis en mí, trabajaréis mientras dura lo que es llamado hoy.”r

El tiempo y señales de la venida del Señor

Jamás se ha revelado al hombre la fecha del futuro advenimiento de Cristo. A los apóstoles que obraron con el Maestro, El dijo: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre.”s En la época actual el Padre ha hecho una declaración similar: “Yo, el Señor Dios, lo he hablado; mas la hora y el día ningún hombre sabe, ni los ángeles del cielo, ni lo sabrán hasta que venga.”t Solamente por medio de la diligencia y la oración podrán interpretarse correctamente las señales de los tiempos y percibirse la inminencia de la aparición del Señor. Para los negligentes e impíos el acontecimiento será tan repentino e inesperado como el ladrón que llega en la noche.u Sin embargo, no se nos deja sin información definitiva respecto de las señales precedentes, y ya en una ocasión anterior tuvimos la oportunidad de considerar las profecías bíblicas referentes a este tema.v

De acuerdo con lo que afirman las revelaciones posteriores: “Antes que venga el gran día del Señor, Jacob prosperará en el desierto, y los lamanitas florecerán como la rosa. Sión prosperará en los collados y se regocijará en las montañas, y será congregada en el lugar que he señalado.”x A tal grado se generalizará la guerra, que todo hombre que no tome las armas contra su prójimo, se verá obligado a huir a la tierra de Sión para estar a salvo.y Efraín se congregará en Sión sobre el continente occidental, y Judá quedará establecida de nuevo en el oriente; y las ciudades de Sión y Jerusalén serán las capitales del imperio mundial, sobre el cual el Mesías reinará con autoridad indisputable. Las tribus perdidas serán traídas del lugar donde Dios las ha conservado ocultas durante los siglos, y de manos de Efraín recibirán sus bendiciones por tan largo tiempo aplazadas; y el pueblo de Israel será restaurado de su condición esparcida.z

Dirigiéndose a los élderes de su Iglesia en 1832, el Señor recalcó la necesidad imperiosa de una diligencia sincera, y dijo:

“Perseverad en la libertad que os ha hecho libres; no os enredéis en el pecado, sino queden limpias vuestras manos hasta que el Señor venga. Porque de aquí a poco la tierra temblará y se bamboleará como un borracho; y el sol esconderá su faz, y se negará a dar su luz; y la luna será bañada en sangre; y las estrellas se irritarán excesivamente, y se arrojarán hacia abajo como el higo que cae de la higuera. Y después de vuestro testimonio vienen la ira y la indignación sobre el pueblo. Porque después de vuestro testimonio, viene el testimonio de los terremotos, que causarán gemidos en medio de la tierra, y los hombres caerán al suelo y no podrán permanecer en pie. Y también viene el testimonio de la voz de truenos, y la voz de relámpagos, la voz de tempestades, la voz de las olas del mar precipitándose más allá de sus límites. Y todas las cosas estarán en conmoción; y de cierto, desfallecerán los corazones de los hombres, porque el temor vendrá sobre todo pueblo. Y ángeles volarán por en medio del cielo, clamando en alta voz, sonando la trompeta de Dios, diciendo: Preparaos, preparaos, oh habitantes de la tierra, porque el juicio de nuestro Dios es venido. He aquí, el Esposo viene; salid a recibirlo.”a

Una de las características de las revelaciones de la época actual es la reiteración del hecho de que el acontecimiento está muy próximo y se halla “a las puertas”. Las Escrituras repetidamente llaman “el día grande y terrible de Jehová” a tan funesta época.b Verdaderamente espantosa será para las personas, familias y naciones que, habiéndose hundido profundamente en el pecado, hayan perdido su derecho a la misericordia. No será la hora del juicio final, es decir, cuando toda la raza humana comparecerá en su estado resucitado ante el tribunal de Dios; no obstante, será un tiempo de bendiciones sin precedente para los justos, y de condenación y venganza para los inicuos.c

Con Cristo vendrán aquellos que ya hayan resucitado, y la venida del Señor señalará la inauguración de una resurrección general de los muertos justos, mientras que los puros y justos que todavía se encuentren en la carne, serán cambiados instantáneamente del estado mortal al inmortal, y serán arrebatados con los recién resucitados para recibir al Señor y su compañía celestial, y descender con El. Por tal motivo el apóstol Pablo profetizó al respecto: “Así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él … Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire.”d Compárese con la promesa hecha a los tres nefitas: “Y nunca padeceréis los dolores de la muerte; sino que cuando yo venga en mi gloria, seréis cambiados de la mortalidad a la inmortalidad en un abrir y cerrar de ojos.”e De las glorias superlativas que esperan a los justos cuando venga el Señor, se nos ha dado en esta época la siguiente descripción parcial: “Y la faz del Señor será descubierta. Y los santos que se hallen sobre la tierra, que estén vivos, serán vivificados y arrebatados para recibirlo.”f Las naciones paganas, habiendo sido redimidas, tendrán parte en la primera resurrección.g

El reino de los cielos ha de venir

La venida de Cristo en los postreros días, acompañado de los apóstoles de la antigüedadh y los santos resucitados, señalará el establecimiento del Reino de los Cielos sobre la tierra. Los fieles apóstoles que estuvieron con Jesús durante su ministerio terrenal se sentarán en calidad de jueces de toda la casa de Israel;i y juzgarán a los doce discípulos nefitas, los cuales a su vez serán facultados para juzgar a los descendientes de Lehi, o sea la rama de la nación israelita que se estableció sobre el continente occidental.j

Aun cuando se usan las expresiones “Reino de Dios” y “Reino de los Cielos” de una manera sinónima e indistinta en la Biblia, la revelación moderna da un significado particular a cada una de estas frases. El Reino de Dios es la Iglesia establecida por autoridad divina sobre la tierra; esta institución no pretende ningún dominio temporal sobre las naciones; su cetro de poder es el del Santo Sacerdocio, que se ha de emplear para predicar el evangelio y administrar sus ordenanzas para la salvación de todo el género humano, los vivos así como los muertos. El Reino de los Cielos es el divinamente ordenado sistema de gobierno y dominio en todas las cosas, temporales así como espirituales; y sólo cuando venga a reinar su verdadero Gobernante, el Rey de reyes, Jesús el Cristo, se establecerá este régimen sobre la tierra. Su administración será ordenada, y obrará mediante la agencia de los representantes por El comisionados, investidos con el Santo Sacerdocio. Unicamente cuando aparezca Cristo en su gloria —no antes—se realizará el cumplimiento total de la plegaria: “Venga tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.”

El Reino de Dios se ha establecido entre los hombres a fin de prepararlos para el Reino de los Cielos que ha de venir; y los dos se fundirán en uno durante el bendito reinado de Cristo el Rey. La relación que guardan uno y otro se ha revelado a la Iglesia en estas palabras:

“Escuchad y oíd una voz como de alguien enviado de lo alto, uno potente y poderoso, cuya salida es hasta los cabos de la tierra; sí, cuya voz se dirige a los hombres: Preparad la vía del Señor, enderezad sus sendas. Las llaves del reino de Dios han sido entregadas al hombre sobre la tierra, y de allí rodará el evangelio hasta los confines del mundo, como la piedra cortada del monte, no con manos, hasta que haya henchido toda la tierra. Sí, una voz que proclama: Preparad la vía del Señor, alistad la cena del Cordero, aparejad para el Esposo. Orad al Señor, invocad su santo nombre, divulgad sus maravillosas obras entre el pueblo. Implorad al Señor, a fin de que se extienda su reino sobre la faz de la tierra, para que los habitantes de ella lo reciban y estén preparados para los días que han de venir, en los cuales el Hijo del Hombre descenderá del cielo, envuelto en el resplandor de su gloria, para recibir el reino de Dios establecido sobre la tierra. Por tanto, extiéndase el reino de Dios, para que venga el reino de los cielos, a fin de que tú, oh Dios, seas glorificado en los cielos, así como en la tierra, para que tus enemigos sean vencidos; porque tuya es la honra, y el poder, y la gloria, para siempre jamás. Amén.”k

El milenio

La inauguración del reinado de Cristo sobre la tierra señalará el establecimiento de una época que se distinguirá en muchos particulares importantes de todo otro período anterior o subsiguiente; y el Señor reinará con su pueblo mil años. El gobierno que regirá al individuo, las comunidades y naciones durante este Milenio será una teocracia perfecta bajo Jesús el Cristo, en su carácter de Señor y Rey. La parte más inicua de la raza humana habrá sido destruída; Satanás será atado durante este período “para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años”, mientras que los justos participarán con Cristo en un gobierno y dominio de rectitud. Los muertos dignos habrán salido de sus sepulcros, mientras que los inicuos permanecerán sin resucitar hasta que pasen los mil años.l Los hombres que aún vivan en la carne se asociarán con seres inmortales; los niños crecerán hasta alcanzar su edad madura, y entonces morirán en paz o serán cambiados a la inmortalidad “en un abrir y cerrar de ojos”.m Cesará la enemistad entre el hombre y las bestias; desaparecerá el veneno de las serpientes y la ferocidad de los animales salvajes, y el amor será la fuerza dominante que prevalecerá.

Una de las primeras revelaciones sobre el tema de referencia fue la que se dio a Enoc, en la cual se aseguró a este profeta que él y su pueblo justo volverían con Cristo en los últimos días:

“Y el Señor dijo a Enoc: Entonces tú y toda tu ciudad los recibiréis allí, y los recibiremos en nuestro seno, y ellos nos verán; y nos echaremos a sus cuellos, y ellos a los nuestros, y nos besaremos los unos a los otros; y allí será mi morada, y será Sión, la cual saldrá de todas las creaciones que he hecho; y por el espacio de mil años la tierra descansará. Y aconteció que Enoc vio el día de la venida del Hijo del Hombre, en los últimos días, para morar en justicia sobre la tierra por el espacio de mil años.”n

Instando una preparación para la época milenaria y describiendo en parte sus glorias, el Señor ha dicho lo siguiente en estos postreros días:

“Preparándose para la revelación que ha de venir, cuando en mi tabernáculo será quitado el velo del manto de mi templo que esconde la tierra, y toda carne me verá juntamente. Y toda cosa corruptible, tanto entre los hombres, las bestias del campo, las aves del cielo o los peces del mar, que more sobre la faz de la tierra, será consumida; y también lo que fuere elemento se derretirá con calor abrasador; y todas las cosas serán hechas nuevas, a fin de que mi conocimiento y gloria moren sobre toda la tierra. Y la enemistad del hombre y de las bestias, sí, la enemistad de toda carne cesará de ante mi faz en aquel día; y entonces se le concederá a cualquier hombre cuanto pidiere; y en aquel día Satanás no tendrá poder de tentar a ningún ser; y no habrá pesar, porque no habrá muerte. En aquel día, el infante no morirá sino hasta que sea viejo; y su vida será como la edad de un árbol; y cuando muera, no dormirá, es decir, en la tierra, sino que será cambiado en un abrir y cerrar de ojos; y será arrebatado, y su descanso será glorioso. Sí, en verdad os digo, que el día en que el Señor viniere, él revelará todas las cosas.”o

El Milenio precederá el tiempo que las Escrituras llaman “el fin del mundo”. Cuando los mil años hayan pasado, Satanás será suelto por un corto tiempo y se efectuará la prueba final de la fidelidad del hombre para con Dios. Los que tengan propensión a ser impuros de corazón cederán a la tentación, mientras los justos perseverarán hasta el fin.p Con relación a lo anterior, se dió una revelación a la Iglesia en 1831, parte de la cual dice:

“Porque vendrá el gran Milenio de que he hablado por boca de mis siervos. Porque Satanás será atado; y cuando de nuevo quede libre, reinará tan solamente una corta temporada, y entonces vendrá el fin de la tierra. Y el que viviere en rectitud, será cambiado en un abrir y cerrar de ojos, y la tierra pasará como si fuera por fuego. Y los inicuos irán a un fuego inextinguible, y su fin, ninguno en la tierra lo sabe, ni lo sabrá jamás, hasta que comparezca ante mí para su juicio. Escuchad estas palabras. He aquí, soy Jesucristo, el Salvador del mundo. Atesorad estas cosas en vuestros corazones, y sobre vuestras mentes descansen las solemnidades de la eternidad.”q

La consumación celestial

La derrota de Satanás y sus huestes será completa. Los muertos, grandes y pequeños, todos cuantos hayan aspirado el aliento de vida sobre la tierra, han de resucitar—toda alma que haya encarnado, sea buena o mala—y comparecerán ante Dios para ser juzgados según las cosas escritas en los libros.r Así llegará a su gloriosa consumación la misión de Cristo. Entonces vendrá el fin, “cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia. Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies. Y el postrer enemigo que será destruído es la muerte. Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies.”s Entonces el Señor Jesús entregará el reino y lo presentará sin mancha al Padre, diciendo: “He vencido y he pisado solo el lagar, sí, el lagar del furor de la ira del Dios Omnipotente. Entonces será coronado con la corona de su gloria, para sentarse sobre el trono de su poder y reinar para siempre jamás.”t La tierra pasará a su condición glorificada y celestial, y será la morada eterna de los hijos e hijas exaltados de Dios.u Reinarán para siempre como reyes y sacerdotes del Altísimo, redimidos, santificados y exaltados por conducto de su Señor y Dios,

JESUS EL CRISTO.

  1. Enoc, “séptimo desde Adán” según la epístola de S. Judas, fue padre de Matusalén. En Génesis 5:24 leemos: “Caminó, pues, Enoc, con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios.” La revelación del Señor a Moisés nos hace saber que Enoc fue un gran hombre, favorecido de Dios por motivo de su justicia, y director y revelador de su pueblo. Por conducto de él se edificó una ciudad, cuyos habitantes alcanzaron una vida tan justa, que obraban como si fueran de un solo corazón y un solo pensamiento, y no había pobres entre ellos. Se llamó la Ciudad de Santidad o Sión. El resto de la raza humana se había corrompido a los ojos de Dios. Enoc y su pueblo fueron llevados de la tierra, y han de volver con Cristo en su venida. (P. of G.P., Moisés 7:12-21, 68, 69; compárese con Doc. y Con. 45:11, 12.)

  2. Los paganos en la primera resurrección.—“Y entonces serán redimidas las naciones paganas, y los que no conocieron ninguna ley tendrán parte en la primera resurrección; y para ellos será tolerable.” (Doc. y Con. 45:54) Tal es la palabra del Señor respecto de aquellos pueblos desviados que viven y mueren sin conocer las leyes del evangelio. Esta afirmación tiene el apoyo de otros pasajes de las Escrituras, así como el de una consideración de los principios de la justicia verdadera, conforme a los cuales será juzgada la humanidad. El hombre será declarado inocente o culpable según sus hechos, interpretados éstos de acuerdo con la luz de la ley bajo la cual tuvo que vivir. No concuerda con nuestro concepto de un Dios justo creer que El sea capaz de decretar la condenación para uno que no cumplió una ley acerca de la cual nada supo. No obstante, las leyes del evangelio no se pueden suspender, ni aun en el caso de aquellos que hayan pecado en las tinieblas y la ignorancia; pero sí es razonable creer que el plan de redención dará a éstos la oportunidad de conocer las leyes de Dios; y al grado que las vayan aprendiendo, les será requerido que las obedezcan, so pena de un castigo.—Véase Artículos de Fe, pág. 428.

  3. La regeneración de la tierra.—Hablando de las glorias graduadas y progresivas que se han preparado para sus creaciones, así como de las leyes de regeneración y santificación, el Señor ha dicho lo siguiente por medio de una revelación en la dispensación actual: “Y además, de cierto os digo que la tierra obedece la ley de un reino celestial, porque llena la medida de su creación y no traspasa la ley; así que, será santificada; sí, a pesar de que morirá, será revivificada, y se sujetará al poder que la vivifica, y los justos la heredarán.” (Doc. y Con. 88:25, 26) En numerosos pasajes de las Escrituras este cambio designado, mediante el cual la tierra pasará a la condición de una esfera celestial, es llamado la institución de “un cielo nuevo y una tierra nueva”. (Apo 21:1, 3, 4; Eter 13:9; Doc. y Con. 29:23)