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Salvación


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Estudio doctrinal

Salvación

De acuerdo con la doctrina de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los términos salvo y salvación tienen varios significados. En el contexto de Romanos 10:9–10, las palabras salvo y salvación significan una relación de convenio con Jesucristo. Mediante esta relación de convenio, se garantiza a los seguidores de Cristo la salvación de las consecuencias eternas del pecado si son obedientes.

Reseña

De acuerdo con la doctrina de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los términos “salvo” y “salvación” tienen varios significados. En el contexto de Romanos 10:9–10, las palabras “salvo” y “salvación” significan una relación de convenio con Jesucristo. Mediante esta relación de convenio, se garantiza a los seguidores de Cristo la salvación de las consecuencias eternas del pecado si son obedientes. “Salvo” y “salvación” aparecen en otros contextos en las Escrituras con diferentes significados.

Si alguien le preguntara a otra persona si es salva, la respuesta dependería del sentido en que se utilice la palabra. La respuesta podría ser “sí” o también “sí, pero con ciertas condiciones”. Las siguientes explicaciones detallan seis significados diferentes de la palabra salvación.

Salvación de la muerte física. Todos moriremos algún día. No obstante, por medio de la expiación y la resurrección de Jesucristo, todos resucitaremos y seremos salvos de la muerte física. Pablo testificó: “Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22). En este sentido, todos somos salvos, independientemente de las decisiones que tomemos durante esta vida. Se trata de un don gratuito del Salvador para todos los seres humanos.

Salvación del pecado. Para ser limpia del pecado mediante la expiación del Salvador, la persona debe ejercer la fe en Jesucristo, arrepentirse, bautizarse y recibir el don del Espíritu Santo (véase Hechos 2:37–38). Las personas que se han bautizado y han recibido el Espíritu Santo mediante la debida autoridad del sacerdocio son salvos del pecado bajo ciertas condiciones. En este sentido, la salvación es condicional y depende de la fidelidad continua de la persona, o de su perseverancia hasta el fin en guardar los mandamientos de Dios (véase 2 Pedro 2:20–22).

No podemos salvarnos en nuestros pecados; no podemos recibir una salvación incondicional por el mero hecho de declarar nuestra creencia en Cristo, sabiendo que inevitablemente cometeremos pecados durante el resto de nuestra vida (véase Alma 11:36–37). Sin embargo, mediante la gracia de Dios, todos podemos ser salvos de nuestros pecados (véanse 2 Nefi 25:23; Helamán 5:10–11) al arrepentirnos y seguir a Jesucristo.

Nacer de nuevo. El principio de nacer de nuevo aparece con frecuencia en las Escrituras. El Nuevo Testamento contiene la enseñanza de Jesús de que todos debemos “nacer de nuevo” y que “el que no naciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios” (Juan 3:5). En el Libro de Mormón se confirma esta enseñanza: “No te maravilles de que todo el género humano, sí, hombres y mujeres, toda nación, tribu, lengua y pueblo, deban nacer otra vez; sí, nacer de Dios, ser cambiados de su estado carnal y caído, a un estado de rectitud, siendo redimidos por Dios, convirtiéndose en sus hijos e hijas; y así llegan a ser nuevas criaturas; y a menos que hagan esto, de ningún modo pueden heredar el reino de Dios” (Mosíah 27:25–26).

Este nuevo nacimiento se produce cuando las personas se bautizan y reciben el don del Espíritu Santo. Viene como resultado de la disposición de “concertar un convenio con nuestro Dios de hacer su voluntad y ser obedientes a sus mandamientos en todas las cosas que él nos mande, todo el resto de nuestros días” (Mosíah 5:5). Por medio de este proceso, nuestros “corazones […] cambia[n] por medio de la fe en su nombre; por tanto, […] nac[en] de él y […] llega[n] a ser sus hijos y sus hijas” (Mosíah 5:7). Todos los que se han arrepentido sinceramente, se han bautizado, han recibido el don del Espíritu Santo, han hecho el convenio de tomar sobre sí el nombre de Jesucristo y han sentido Su influencia en su vida, pueden decir que han nacido de nuevo. Podemos renovar ese nuevo nacimiento todos los días de reposo al tomar la Santa Cena.

Salvación de la ignorancia. Muchas personas viven en un estado de oscuridad, sin conocer la luz del Evangelio restaurado. “[N]o llegan a la verdad solo porque no saben dónde hallarla” (Doctrina y Convenios 123:12). Los que tienen conocimiento de Dios el Padre, de Jesucristo, del propósito de la vida, del Plan de Salvación y su potencial eterno son salvos de esta condición. Siguen al Salvador, que declaró: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

Salvación de la segunda muerte. Las Escrituras a veces hablan de la salvación de la segunda muerte. La segunda muerte es la muerte espiritual final, el quedar separados de la rectitud y no hallar lugar en ningún reino de gloria (véanse Alma 12:32; Doctrina y Convenios 88:24). Esta segunda muerte no se producirá sino hasta que llegue el juicio final, y muy pocos la sufrirán (véase Doctrina y Convenios 76:31–37). Prácticamente todas las personas que han vivido en la tierra tienen asegurada la salvación de la segunda muerte (véase Doctrina y Convenios 76:40–45).

Vida eterna o exaltación. En las Escrituras, las palabras salvo y salvación a menudo se refieren a la vida eterna o exaltación (véase Abraham 2:11). La vida eterna consiste en conocer al Padre Celestial y a Jesucristo y morar con Ellos para siempre, es decir, heredar un lugar en el grado más alto del Reino Celestial (véanse Juan 17:3; Doctrina y Convenios 131:1–4; 132:21–24). Esta exaltación requiere que los hombres reciban el Sacerdocio de Melquisedec, y que todos los miembros de la Iglesia hagan convenios sagrados en el templo y los cumplan, entre ellos el convenio del matrimonio eterno. Si la palabra salvación se utiliza en este sentido, nadie es salvo durante la vida terrenal. Este don glorioso solo se recibe después del Juicio Final.

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Cómo utilizar el Plan de Salvación para contestar preguntas”, Liahona, abril de 2014

El Plan de Salvación”, Liahona, agosto de 2010

Margaret Lifferth, “Tiempo para compartir: El plan de felicidad”, Liahona, enero de 2005

Judy Edwards, “Tiempo para compartir: El Plan de Salvación nos da paz”, Liahona, marzo de 1994

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