Recursos para la familia
La organización y el propósito de la familia


La organización y el propósito de la familia

Organización

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family

La familia es la unidad básica de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y la unidad social más importante que pueda existir tanto en esta vida como en la eternidad. Dios ha establecido la familia para que Sus hijos sean felices, para que puedan aprender principios correctos en un ambiente de amor y para que se preparen para la vida eterna.

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family walking into church

El hogar es el lugar idóneo para enseñar, aprender y aplicar los principios del Evangelio. Es donde las personas aprenden a proveer de alimentos, ropa y cobijo y a satisfacer otras necesidades que tengan. El padre y la madre, como iguales, deben ayudar a cada uno de los miembros de la familia a:

  • Buscar la verdad y desarrollar la fe en Dios.

  • Arrepentirse de los pecados, ser bautizado para la remisión de los pecados, llegar a ser miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y recibir el Espíritu Santo.

  • Obedecer los mandamientos de Dios, estudiar las Escrituras diligentemente, ofrecer oraciones personales a diario y servir a los demás.

  • Compartir el Evangelio con los demás.

  • Recibir su investidura y casarse en el templo por la eternidad con una persona que sea digna, fundar un hogar feliz para su familia y apoyarla por medio de su amor y sacrificio.

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    bride and groom
  • Buscar datos sobre sus antepasados fallecidos y efectuar las ordenanzas del templo por ellos.

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    family doing geneology
  • Proporcionar a su familia los elementos necesarios para su salud espiritual, social, física y emocional.

Un padre que posea el sacerdocio es un oficial básico del sacerdocio dentro de la Iglesia. Él es la cabeza o el patriarca de la familia (véase Efesios 5:23). Como líder del sacerdocio de su familia, él la preside y tiene la responsabilidad de enseñar, bendecir y proveer para las necesidades vitales de su familia. Dirige a su familia en su preparación para regresar a la presencia de nuestro Padre Celestial. Su esposa es la compañera y consejera más importante que tiene. El esposo y la esposa deben consultarse el uno al otro en cuanto a todos los asuntos que afecten a la familia y al hogar.

El padre debe proveer para las necesidades espirituales de su familia. Debe asegurarse de que se les enseñe el Evangelio de Jesucristo y debe hacer todo lo que pueda para motivarles y ayudarles a obedecer los mandamientos del Señor.

Un padre digno puede poseer el sacerdocio, el cual es el poder y la autoridad para actuar en el nombre de Dios. Con ese poder y esa autoridad, el padre se convierte en el líder del sacerdocio de su familia. El padre que posea el sacerdocio podrá bendecir a los miembros de su familia y proveer para las necesidades espirituales de ella. Mediante la autoridad del debido sacerdocio y con autorización de su líder del sacerdocio, el padre puede:

  1. Dar nombre y bendecir a sus hijos.

  2. Bautizar a sus hijos (y a otras personas).

  3. Confirmar a sus hijos (y a otras personas) miembros de la Iglesia y conferirles el Espíritu Santo.

  4. Conferir el sacerdocio a sus hijos (y a otras personas) y ordenarles a oficios dentro del sacerdocio.

  5. Bendecir y repartir la Santa Cena.

  6. Dedicar sepulcros.

Sin necesidad de autorización de su líder del sacerdocio, un padre que posee el Sacerdocio de Melquisedec puede consagrar el aceite y bendecir a los miembros de su familia y a otras personas cuando estén enfermos y, si fuera necesario, darles bendiciones especiales si surgiera la necesidad. (Véanse las págs. 21–28 de esta guía para más instrucciones en cuanto a la manera de efectuar las ordenanzas y dar bendiciones del sacerdocio).

El padre debe asegurarse de que su familia tome parte activa en las tres responsabilidades básicas del sacerdocio:

  1. Preparación espiritual y temporal tanto en el plano personal como en el familiar.

  2. Compartir el Evangelio.

  3. La historia familiar y las ordenanzas del templo por los vivos y por los muertos.

La madre tiene el privilegio de dar a luz y criar a sus hijos. Ella es compañera y consejera de su esposo en igualdad con él. Colabora con él en enseñar a sus hijos las leyes de Dios. Si no hay un padre en el hogar, la madre es la responsable de la familia.

El padre y la madre deben ser uno en propósito. Su meta debe ser el preparar a todos los miembros de la familia para su regreso a la presencia de nuestro Padre Celestial. Deben estar unidos en su esfuerzo por alcanzar esa meta. El Señor ha establecido la Iglesia para ayudar a los padres y a las madres a enseñar a los de su familia y a cuidar de ella.

Cuando los niños llegan al seno de la familia, los padres deben amarles, enseñarles las verdades del Evangelio y ser ejemplos de una vida recta. Los niños deben aprender los mandamientos de Dios y guardarlos. Deben honrar y obedecer a sus padres.

La fortaleza de la Iglesia estriba en las familias y en las personas que viven el Evangelio de Jesucristo. El grado en que una familia disfrute las bendiciones del Evangelio depende en gran medida de la forma en que el padre y la madre entiendan y cumplan con sus deberes fundamentales como padres. Nunca ha sido la intención de la Iglesia establecer programas ni extender responsabilidades a los padres ni a las madres que les abrumen o desalienten o que hagan que desatiendan estos deberes básicos.

Propósito

Nuestro Padre Celestial nos ama y por ese motivo desea que lleguemos a ser exaltados como Él. Para ayudarnos, ha preparado un plan basado en leyes divinas de verdad que debemos seguir. Los que aprendan el plan y lo sigan fielmente podrán algún día llegar a ser como nuestro Padre Celestial y disfrutar del tipo de vida que Él vive.

Una parte de este plan consistía en que nosotros abandonáramos los cielos y viniéramos a la tierra.

Aquí obtenemos un cuerpo físico, aprendemos por medio de la experiencia y demostramos nuestra dignidad para volver a la presencia de Dios. Demostramos nuestra dignidad a través de nuestra libre elección de vivir de acuerdo con Sus leyes. (Véase Abraham 3:23–25; 2 Nefi 2:27.)

Para ayudarnos a que nos preparemos para vivir con Él, nuestro Padre Celestial nos ha organizado en familias. Nuestras familias terrenales son similares a las que podremos tener en el reino celestial.