“Hawn’s Mill”, Relatos de Doctrina y Convenios, 2024
“Hawn’s Mill”, Relatos de Doctrina y Convenios
Octubre de 1838–febrero de 1839
Hawn’s Mill
Un ataque y un milagro
Willard Smith tenía once años. Su familia vivía en Hawn’s Mill, Misuri, con otros santos. Querían reunirse pronto con los santos en Far West.
Doctrina y Convenios 115:7–8; Santos, tomo I, págs. 354–355
Un día, Willard estaba con su padre y sus hermanos, Sardius y Alma. De repente, escucharon disparos y gritos. Habían venido personas a atacar a los santos.
Santos, tomo I, págs. 355–356
Todos corrieron para ponerse a salvo. Muchos hombres y niños se escondieron en la herrería. El padre y los hermanos de Willard también entraron, pero Willard quedó separado de ellos. Se escondió detrás de una pila de leña. Escuchó disparos a su alrededor.
Santos, tomo I, págs. 356, 360
Willard corrió de un lugar a otro para esconderse. Finalmente, los disparos terminaron. Los atacantes habían abandonado Hawn’s Mill.
Santos, tomo I, pág. 360
Willard fue a la herrería a buscar a su familia. Su padre y Sardius habían sido asesinados, pero Alma, el hermano menor de Willard, aún vivía.
Santos, tomo I, pág. 361
Alma había recibido un disparo en la cadera. Tenía una herida muy grave. Willard recogió a Alma y lo llevó a la tienda de su familia.
Santos, tomo I, pág. 361
Amanda, la madre de Willard, no sabía qué hacer con respecto a la cadera de Alma, pero ella sabía que Dios sí lo sabía. Oró y oyó una voz que le decía exactamente lo que tenía que hacer.
Santos, tomo I, pág. 362
Amanda lavó la herida de Alma con cenizas. Luego molió un poco de raíz de árbol y se la puso en la herida. Le vendó la cadera con un paño. “Ahora quédate recostado y no te muevas”, dijo, “y el Señor te hará otra cadera”.
Santos, tomo I, pág. 362
Más tarde, el gobernador de Misuri dijo que los santos tenían que abandonar el estado o serían asesinados, pero la cadera de Alma todavía no mejoraba. Amanda oró y pidió ayuda al Señor. Una voz le dijo que Jesús nunca abandonaría a su familia. Amanda sentía que nada podía hacerle daño.
Doctrina y Convenios 88:83; Santos, tomo I, págs. 380, 386–387
Poco después de orar, Amanda oyó a sus hijos gritar. Corrió a buscarlos y, cuando lo hizo, Alma estaba corriendo de un lado a otro. “¡He sanado, mami, he sanado!”. ¡Su cadera estaba sanada! Fue un milagro del Señor. Amanda y sus hijos salieron de Misuri para buscar un lugar seguro con el resto de los santos.
Santos, tomo I, págs. 387–388