“Las lecciones aprendidas al invitar a Cristo a ser el autor de mi historia”, Liahona, septiembre de 2025
Mujeres del convenio
Las lecciones aprendidas al invitar a Cristo a ser el autor de mi historia
Todos tenemos experiencias diferentes, pero si dejamos que Dios prevalezca en nuestra vida, cumpliremos la medida de nuestra creación de maneras que nunca habríamos imaginado.
Detalle de Protector by Day and by Night [Protector de día y de noche], por Caitlin Connolly, prohibida su reproducción
En 2016 —en medio de casi tres décadas de matrimonio, teniendo hijos, criando y amando a nuestros tres hijos, ejerciendo como abogada a tiempo completo, sirviendo en llamamientos de la Iglesia y atendiendo las necesidades de nuestros familiares—, mi esposo, Doug, y yo fuimos llamados a servir durante tres años como líderes de misión en Arequipa, Perú. Nos fuimos justo después del nacimiento de nuestro primer nieto.
Regresamos a casa en 2019, teníamos dos nuevas nietas. Nuestros dos hijos mayores se casaron y el menor estaba enamorado y pronto se casaría. Volví a ejercer como abogada y en mi llamamiento favorito, el de mamá y abuela.
Entonces llegó el llamamiento de servir como Presidenta General de la Primaria. La narrativa cómoda que había escrito para mí era que iba a pasar tiempo con mi familia, que ejercería como abogada otra década para garantizar nuestra seguridad económica y que serviría en mi barrio o en el templo.
¿Qué habría sucedido si me hubiera quedado con esa narrativa cómoda?
Habría disfrutado al pasar más tiempo con mis nietos y me habría garantizado cierta seguridad económica. Y me habría perdido una experiencia de reflexión, de crecimiento y de edificación de la fe. ¿Fue cuesta arriba? Sí. ¿Valió la pena? ¡Claro que sí!
Comparto mi testimonio de que “debido a que [el Salvador] conoce nuestro potencial de manera perfecta, nos llevará a lugares que nunca hubiéramos imaginado”. Estoy segura de que Él las llevará a lugares que nunca imaginaron y que su servicio les hará crecer el alma. Dejen que Dios las guíe y encamine hacia alguien que las necesite.
Es posible que lleguen a encontrarse enseñando a adultos a leer, o tal vez prestando servicio a inmigrantes. Tal vez dirijan un grupo comunitario que mantenga la seguridad de los parques para las familias. Cuando permitamos que Dios prevalezca, Él nos llevará justo a donde nos necesita y a lugares que nunca imaginamos.
El presidente Russell M. Nelson declaró que “recib[imos] más fe haciendo algo que requier[e] más fe”.
Sé que esto es verdad, porque al permitir que Dios prevalezca en mi vida, al dejar que Él sea el autor de mi historia, mi fe en Jesucristo ha aumentado.
Entonces, ¿cómo dejarán ustedes que Él prevalezca?
¿Qué significa eso para una persona joven que está estudiando y desea casarse y tener una familia? El presidente Dallin H. Oaks, Primer Consejero de la Primera Presidencia, ha dicho que la decisión no es entre la familia o los estudios y la carrera profesional. Él dijo: “Tenemos que elegir el momento oportuno y buscar la inspiración del Señor y las enseñanzas de Sus siervos al hacerlo”.
Al abordar este tema, deseo ser sensible con quienes tienen el deseo sincero y perdurable de casarse y tener hijos en esta vida y están solteros. Reconozco que muchas personas están criando a los hijos solos debido a la muerte o al divorcio. Conozco a innumerables parejas que están casadas y desean tener hijos, y sufren de infertilidad y abortos espontáneos. Sé que están sufriendo y desean que las cosas cambien. Esta no es la historia que habían escrito para ustedes. Mi corazón sufre por ustedes.
La vida de cada persona es diferente
Busqué formación académica, tanto una licenciatura como un título de abogada. Me casé cuando estaba en la mitad de mis estudios de Derecho. Tuve mi primer hijo un año después de aprobar el examen de abogacía. Tenía bebés, y mi esposo y yo los amábamos y cuidábamos mientras ambos trabajábamos. Era ajetreado y a veces frenético; estábamos estresados y a veces cansados. Yo lo apoyé a él, y él me apoyó a mí. La familia era, y sigue siendo, nuestra principal prioridad. Mi esposo y yo buscamos inspiración en esas decisiones y en el momento oportuno. Fue lo que sentimos que debíamos hacer. Estábamos tratando de dejar que Él prevaleciera.
Desde una perspectiva económica y profesional, debería haber postergado el tener hijos hasta que estuviera más establecida en mi carrera. Sin embargo, al permitirle que Él sea el autor de nuestras historias, a veces hacemos cosas que el mundo no puede entender. Tuve que equilibrar los embarazos, los partos, la crianza de los niños, el uso compartido del automóvil, los deportes de los niños, las responsabilidades de la Iglesia, ser una esposa comprensiva y mis actividades profesionales. Y fue un equilibrio gozoso que no cambiaría. Nos sentíamos seguros en nuestro camino porque estábamos dejando que Dios prevaleciera.
Por favor, no me malinterpreten; no estoy sugiriendo que todos deban seguir mis pasos. Nuestras historias no son las mismas. Comparto la mía porque es lo que sé. Sin embargo, lo que sí tenemos en común es nuestra motivación: el dejar que Dios prevalezca.
Ser madre es mi mayor prioridad y mi mayor gozo. Dios bendijo a nuestros primeros padres y les mandó: “Fructificad y multiplicaos; y henchid la tierra” (Génesis 1:28). El primer mandamiento que se les dio a Adán y a Eva “se relacionaba con el potencial […] de ser padres”.
Mi orientación principal es hacia la maternidad y esa orientación no era incompatible con mi búsqueda diligente de educación. Se nos manda que procuremos aprender y una parte de ese aprendizaje se obtiene en nuestra búsqueda de formación académica. También proviene del hecho de ser padres, con el que aprendemos a llegar a ser semejantes a Dios a medida que cultivamos los atributos del amor, la compasión y la paciencia.
Permitir que Dios prevalezca incluye invitarlo a tomar parte en el momento oportuno de nuestras decisiones.
Estoy eternamente agradecida por haber recibido inspiración del Señor y dirección de los profetas, que nos ayudaron a mi esposo y a mí en cuanto al momento oportuno de decidir traer hijos a nuestra familia cuando lo hicimos. Estoy muy agradecida de haber actuado según las impresiones y de no permitir que las influencias mundanas, las conveniencias, el honor o el dinero se interpusieran en mi decisión de cumplir con mi potencial divino de tener y criar hijos.
Women with and without Children [Mujeres con y sin hijos], por Caitlin Connolly, prohibida su reproducción
La medida de nuestra creación
Si los hombres y las mujeres dejaran de tener y criar hijos, esta experiencia terrenal finalizaría. Es de vital importancia, por consiguiente, que no descuidemos ni desestimemos la sagrada responsabilidad de ser padres.
Una gran cantidad de datos de las ciencias sociales demuestran el impacto decisivo y negativo en las naciones y civilizaciones que dejan de tener hijos. En muchas partes del mundo, el promedio de nacimientos vivos por mujer es menos de dos. Eso significa que no nos estamos reemplazando.
Como líderes de la Iglesia, nos preocupan las tendencias recientes concernientes al matrimonio y tener hijos. En los Estados Unidos, en los últimos treinta años, hemos visto una disminución del ocho a nueve por ciento del número de ciudadanos que alguna vez se han casado. Estas cifras “representan un problema mundial”. Cuando las personas no se casan, nacen menos hijos.
Recientemente, Estados Unidos cruzó un “umbral en el que, entre los adultos de dieciocho a cincuenta y cinco años, hay ahora una mayor proporción de adultos solteros sin hijos que de adultos casados con hijos”.
Los hijos son vitales para mantener la civilización; son esenciales para el glorioso plan de felicidad. El mandamiento que se nos dio de multiplicarnos y henchir la tierra “permanece en vigor”.
Detalle de Us with Them and Them with Us [Nosotros con ellos y Ellos con nosotros], por Caitlin Connolly, prohibida su reproducción
Dejen que el Señor escriba su historia
Sé que el deseo sincero de muchos corazones quizás sea casarse y criar hijos. Sin embargo, muchos son solteros o sufren infertilidad. Mi mejor amiga, que nunca se ha casado ni ha tenido hijos propios, ha amado y cuidado de los míos. Esto no constituye un sustituto de sus propios hijos, sino que es una evidencia de que su orientación sigue apuntando hacia la maternidad.
Mi hijo y mi nuera han lidiado con el desafío de repetidos abortos espontáneos. Su deseo es justo; están tratando de dejar que Dios prevalezca en su vida. Recuerden: cuando pedimos con fe que permitamos que Jesucristo sea el autor y consumador de nuestra historia, debemos estar preparados para desarrollar una narrativa incómoda con la esperanza de que sea, aunque dolorosa, en última instancia, más grandiosa y celestial de lo que podamos imaginar.
Entre mis queridos amigos se encuentra una pareja sin hijos, que se casó a una edad avanzada y sufrió de infertilidad. Preguntaron con fe si debían adoptar niños. En lugar de un bebé, sintieron la impresión de adoptar a cuatro hermanas de entre cinco y diecisiete años. De manera absoluta y con toda seguridad, esa no era la narrativa que habían escrito para sí mismos; pero, ¡oh, qué magnífica historia Él ha escrito con ellos!
Sean cuales sean nuestras circunstancias personales, todos formamos parte de la familia de Dios, somos miembros de una familia terrenal y nos estamos preparando para ser padres eternos. Las bendiciones de la exaltación, que están a nuestra disposición por medio del Salvador Jesucristo, incluyen la de tener posteridad. Y así, ya sea que nos sellemos y tengamos hijos en esta vida, o en la próxima, nuestro objetivo es la exaltación, la cual puede ser nuestra si hacemos convenios y los guardamos. Cuando entramos en una relación por convenio con Dios, estamos unidos verticalmente a Él y nunca estamos solos. Somos bendecidos con “una medida adicional de [Su] amor y misericordia”.
Como pueblo del convenio, planeamos y nos preparamos para el matrimonio, y para tener y criar hijos. ¡Qué llamamiento tan sagrado y santo! Amamos, lideramos, ministramos y somos padres para mostrar nuestro amor por Dios y Sus hijos, porque deseamos que Él prevalezca en nuestra vida.
Es una época gloriosa para estar vivos y hacer convenios en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Comprender nuestra función, propósito y responsabilidad en el plan de felicidad es ennoblecedor, reconfortante y gozoso. Saber que tenemos un profeta viviente que nos prepara para lo que está por venir me brinda paz e incluso optimismo en medio de la incertidumbre. Mi relación por convenio con Dios me da confianza. Mi confianza por convenio está puesta en Jesucristo.
Testifico que Él vive, que Su amor por nosotros se manifiesta en Su disposición a ofrecer Su vida y Expiación por cada uno de nosotros.