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Si has estado viviendo fuera del Evangelio, no es demasiado tarde para regresar
Recordar los convenios que hice con el Padre Celestial y Jesucristo me ayudó a encontrar el valor para regresar a la Iglesia.
Crecí en Krasnodar, Rusia. Cuando era niña, fui bautizada en una iglesia cristiana que formaba parte de mi cultura. Sabía que Jesucristo era real, pero no era muy activa en mi religión.
Unos años más tarde, conocí a unos misioneros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Obtuve un testimonio de la veracidad del Evangelio y concerté un convenio con Dios por medio del bautismo: un convenio de servir a Dios, guardar Sus mandamientos y estar dispuesta a tomar sobre mí el nombre de Jesucristo y recordarlo siempre.
Hambre espiritual
Cuando fui bautizada, ¡mi vida iba bien! Amaba a Dios, a Jesucristo y la Iglesia, y amaba tanto el Evangelio que quería compartir mis sentimientos con mis compañeros de clase, pero cuando lo hice, me encontré con oposición. Debido a la forma en que otras personas me trataban por mi fe, tuve que cambiar de escuela y tuve que recorrer el camino como discípula de Cristo casi siempre sola.
Pude manejar eso por un tiempo; pasé tiempo con mis pocos amigos y con los misioneros. Mi testimonio era fuerte, pero después de graduarme y mudarme a una nueva ciudad, fui un poco más cautelosa en cuanto a compartir mi fe debido a mis experiencias negativas del pasado.
Empecé a centrarme cada vez menos en el Evangelio. Durante ese tiempo, aunque no le daba mucha prioridad al Evangelio, todavía esperaba que Dios me ayudara con mis dificultades, pero cuando esas bendiciones que esperaba no llegaron, decidí que no quería esperar más Su guía.
Una reunión de la iglesia a la que no asistí se convirtió en tres, lo cual se convirtió en meses sin asistir. Eso me llevó a tomar pequeñas decisiones que iban en contra de las normas del Evangelio, lo que con el tiempo se convirtió en una serie de decisiones más importantes. Antes de darme cuenta, había estado viviendo fuera de la Iglesia durante cinco años y nunca me había sentido tan distante de Dios.
En el fondo de mi corazón, sabía que había hecho convenios y todavía conservaba un pequeño testimonio, pero dejé de lado esos pensamientos porque me resultaba incómodo reconocer que no estaba viviendo de acuerdo con el Evangelio.
Con el tiempo, llegué a un punto de quiebre en el que estaba experimentando hambre espiritual. Sabía que tenía que regresar a Dios; nada me traía verdadera felicidad ni satisfacción. Sin embargo, comenzar el viaje de regreso a Él parecía demasiado abrumador. Yo quería ser la persona que había sido hacía cinco años, la que tenía una fe muy fuerte, pero me sentía perdida.
Me pregunté si había siquiera una forma de regresar.
El camino de regreso
Finalmente, me armé de valor para actuar. El camino de regreso parecía muy difícil para recorrerlo por mí misma, pero recordé que no estaba sola. Como leemos en Deuteronomio 31:6: “Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis ni tengáis miedo […], porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te desamparará”.
Tan pronto como decidí acudir a Jesucristo de nuevo, los milagros continuaron guiándome de regreso a la senda de los convenios. Debido a los convenios que hacemos con Dios, si escogemos regresar a Él y arrepentirnos con un corazón sincero, Él honrará y renovará esos convenios con nosotros.
Mis pequeños pero intencionales actos de arrepentimiento me ayudaron a encontrar renovación por medio de Jesucristo. Al estudiar las palabras de mi bendición patriarcal, orar a mi Padre Celestial y hacer esas cosas sencillas que nos acercan más a Cristo, adquirí confianza en que el Salvador me estaba cambiando para bien.
Como el élder Dale G. Renlund, del Cuórum de los Doce Apóstoles, expresó recientemente: “Conforme anden por la senda de los convenios, del bautismo al templo y a lo largo de la vida, les prometo que tendrán el poder de ir contra la mundana corriente natural: el poder de aprender, el poder de arrepentirse y ser santificados, y el poder de hallar esperanza, consuelo e incluso gozo al afrontar los desafíos de la vida”.
Como alguien que se apartó de la senda de los convenios y luego regresó, puedo testificar que esto es verdad.
Si sientes que estás demasiado lejos del Evangelio para regresar, ¡no lo estás! Yo también me sentía perdida, pero a medida que permanezcas centrado en Jesucristo, Él te guiará.
Lo único que tienes que hacer es confiar en Él.