2022
Modelos de discipulado
Noviembre de 2022


Modelos de discipulado

El aprender sobre Cristo y Sus caminos nos lleva a conocerlo y a amarlo.

El modelo de fe

Esta mañana, los dos hijos y los tres nietos que tenemos en Norteamérica, y casi una mitad del mundo, vieron el resplandor del sol asomándose majestuosamente por el este. Los otros tres hijos y siete nietos que están en África, y la otra mitad del mundo, vieron caer la noche gradualmente conforme el sol desaparecía bajo el horizonte por el oeste.

La constancia inmemorial con que se suceden el día y la noche es una de las cosas que a diario nos recuerda las realidades que gobiernan nuestra existencia y que no podemos alterar. Cuando respetamos esas realidades eternas y alineamos nuestras acciones de conformidad con ellas, experimentamos paz interior y armonía. Cuando no lo hacemos, estamos inquietos y las cosas no salen como esperamos.

El día y la noche son un ejemplo de los modelos que Dios ha concedido a todo el que ha vivido en la tierra: son modelos de las cosas como realmente son. Es una verdad absoluta de la existencia humana que no podemos regatear conforme a nuestros deseos personales y salir bien librados. Recuerdo esto cada vez que tomo un avión en África para ir a la conferencia general y debo reajustar mi reloj corporal unas diez horas en un solo día.

Cada vez que nos interesamos en percibirlo, vemos que el Padre Celestial nos ha dado suficientes testigos de la verdad para que gobernemos nuestra vida a fin de que lleguemos a conocerlo y tengamos las bendiciones de paz y gozo.

El Espíritu del Señor afirma por medio del profeta José Smith: “Y además, os daré una norma en todas las cosas, para que no seáis engañados; porque Satanás anda por la tierra engañando a las naciones”1.

Korihor, el anticristo, fue víctima de tales engaños y puso en duda la existencia de Dios y la venida de Cristo. El profeta Alma le testificó: “… [T]odas las cosas indican que hay un Dios, sí, aun la tierra y todo cuanto hay sobre ella, sí, y su movimiento, sí, y también todos los planetas que se mueven en su orden regular testifican que hay un Creador Supremo”2.

Cuando Korihor insistió en que se le mostrara una señal para que él pudiera creer, Alma hizo que quedara mudo. Movido a la humildad por causa de su aflicción, Korihor confesó abiertamente que había sido engañado por el diablo.

No tenemos por qué ser engañados. El milagro de la vida inteligente se manifiesta constantemente ante nosotros. Una breve mirada y una reflexión sobre las maravillas en los cielos, en los que se despliegan incontables estrellas y galaxias, inspiran al alma del corazón creyente a proclamar: “¡Grande eres Tú!”3.

Sí, nuestro Padre Celestial vive y se manifiesta a nosotros todo el tiempo y de múltiples maneras.

El modelo de humildad

Pero para reconocer a Dios, para creer y permanecer en Él, nuestro corazón debe estar receptivo al Espíritu de verdad. Alma enseñó que la humildad precede a la fe4. Mormón agregó que es imposible que alguien que no sea “manso y humilde de corazón” pueda tener fe y esperanza y reciba el Espíritu de Dios5. El rey Benjamín declaró que todo aquel que dé más prioridad a la gloria del mundo es “enemigo de Dios”6.

Aun cuando Jesucristo era justo y santo, al someterse al bautismo para cumplir con toda justicia demostró que la humildad ante Dios es un atributo fundamental de Sus discípulos7.

Se requiere de todos los nuevos discípulos que demuestren su humildad ante Dios mediante la ordenanza del bautismo. Así “[t]odos los que se humillen ante Dios, y deseen bautizarse, y vengan con corazones quebrantados y con espíritus contritos […] serán recibidos en su iglesia por el bautismo”8.

La humildad inclina el corazón del discípulo hacia el arrepentimiento y la obediencia. El Espíritu de Dios puede entonces llevar verdad a tales corazones, y esta hallará entrada9.

Es la falta de humildad lo que más contribuye a que se cumpla la profecía del apóstol Pablo en estos últimos días:

“Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, impíos,

“sin afecto natural, implacables, calumniadores, sin dominio propio, crueles, aborrecedores de lo bueno”10.

La invitación del Salvador a aprender de Él es una invitación a alejarnos de las tentaciones mundanas y a llegar a ser como Él es: manso y humilde de corazón. Entonces somos capaces de tomar Su yugo sobre nosotros y descubrimos que este es fácil, que el discipulado no es una carga, sino un gozo, tal como el presidente Russell M. Nelson nos ha enseñado con elocuencia y repetidas veces.

El modelo de amor

El aprender sobre Cristo y Sus caminos nos lleva a conocerlo y a amarlo.

Él nos mostró por Su ejemplo que, teniendo una actitud humilde, es realmente posible conocer y amar a Dios el Padre con todo nuestro ser, y amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos, sin retener nada. Su ministerio terrenal, en el que depositó Su voluntad así como Su cuerpo sobre el altar, fue un modelo de la aplicación de estos principios sobre los que se fundamenta el Evangelio. Ambos principios nos hacen ver hacia afuera y se refieren a cómo nos relacionamos con los demás y a no buscar gratificación ni gloria personal.

La milagrosa ironía de esto es que cuando centramos nuestros mejores esfuerzos en amar a Dios y a los demás, quedamos facultados para descubrir nuestro verdadero valor divino como hijos e hijas de Dios junto con la paz y el gozo plenos que esta experiencia produce.

Llegamos a ser uno con Dios y con los demás mediante el amor y el servicio. Entonces podemos recibir el testimonio del Espíritu Santo acerca de ese amor puro, el fruto que Lehi describe como el “más dulce, superior a todo cuanto yo había probado antes”11.

La corona que Cristo recibió por darlo todo y hacer todo lo que estaba en Su poder para establecer el modelo de amar al Padre y amarnos a nosotros consistió en recibir todo poder, incluyendo todo lo que el Padre tiene, que es la exaltación12.

La oportunidad de alimentar en el alma un perdurable amor por Dios y el prójimo comienza en el hogar, mediante hábitos santos de conectarnos a diario con el Padre mediante la oración personal y familiar en el nombre de Su Hijo Unigénito, de aprender juntos sobre Ellos por medio del estudio individual y familiar de las Escrituras, de observar juntos el día de reposo y de poseer individualmente una recomendación vigente para el templo y usarla juntos tanto como podamos.

A medida que cada uno de nosotros aumenta individualmente su conocimiento acerca del Padre y del Hijo y crece su amor por Ellos, también crece el aprecio y el amor de unos por otros, y aumenta enormemente nuestra capacidad de amar y servir fuera del hogar.

Lo que hacemos en el hogar es el verdadero crisol donde se forja el discipulado perdurable y gozoso. Las bendiciones más dulces del Evangelio restaurado que mi esposa, Gladys, y yo hemos disfrutado en nuestra familia han resultado de aprender a conocer y honrar a Dios en casa y de compartir Su amor con nuestra posteridad.

El modelo de servicio

El amar a Dios y el servirnos unos a otros en el hogar, junto con el servicio a otras personas fuera de él, con el tiempo se convierten en el atributo de la caridad.

Esto se refleja en el modelo de servicio consagrado en el Reino de Dios que manifiestan ante nosotros los profetas y apóstoles vivientes del Señor. Llegamos a ser uno con ellos.

Se nos faculta entonces, a través de ellos, para mirar hacia el Señor “en todo pensamiento”, de modo que “no dud[emos]” ni “tem[amos]”13.

Tal como los profetas y apóstoles vivientes del Señor, podemos salir con las “entrañas […] llen[as] de caridad para con todos los hombres, y para con los de la familia de la fe, [con] virtud engalan[ando nuestros] pensamientos incesantemente […]; [y nuestra] confianza […] fortalec[iéndose] en la presencia de Dios; y la doctrina del sacerdocio destila[ndo] sobre [nuestra] alma como rocío del cielo”.

Junto con los profetas y apóstoles vivientes del Señor, también nosotros podemos unirnos en un círculo virtuoso de fe fortalecidos por el servicio consagrado, en el cual el “Espíritu Santo [es nuestro] compañero constante, y [nuestro] cetro [es] un cetro inmutable de justicia y de verdad; y [nuestro] dominio [es] un dominio eterno, y sin ser compelido [fluye] hacia [nosotros] para siempre jamás”14. Porque tal es la promesa del plan del Padre. En el nombre de Jesucristo. Amén.