2022
Que el hacer lo bueno sea lo normal
Noviembre de 2022


Que el hacer lo bueno sea lo normal

Si somos firmes e inmutables en hacer lo bueno, nuestras costumbres nos ayudarán a mantenernos en la senda de los convenios.

Siempre estaré agradecido por mis asignaciones en la Iglesia, las cuales me han llevado a vivir en diferentes países. En cada uno de esos países encontramos gran diversidad de personas extraordinarias con diferentes costumbres y tradiciones.

Todos tenemos costumbres y tradiciones personales, familiares y de la comunidad en la cual vivimos, y esperamos retener todas aquellas que coincidan con los principios del Evangelio. Las costumbres y tradiciones edificantes son fundamentales en nuestros esfuerzos de mantenernos en la senda de los convenios, y las que sean un obstáculo son aquellas que debemos descartar.

La costumbre es la práctica o el modo habitual y frecuente de hacer o pensar de una persona, cultura o tradición. Con frecuencia, las cosas que pensamos y hacemos de modo habitual son las que identificamos como “lo normal”.

Permítanme ilustrarlo: a Patricia, mi amada esposa, le encanta tomar el agua de coco y luego comer la pulpa del coco. Durante nuestra primera visita a Puebla, México, fuimos a un lugar donde compramos un coco, y después de tomar el agua, mi esposa pidió que cortaran el coco y le trajeran la pulpa para comerla. Cuando la trajeron, la pulpa estaba rojiza. ¡Le habían agregado chile! ¡Coco (dulce) con chile! Eso nos pareció muy raro, pero después aprendimos que los raros éramos mi esposa y yo, que no comíamos coco con chile. En México no es raro; es muy normal.

En otra ocasión, estábamos comiendo en Brasil con unos amigos, y nos sirvieron aguacate. Cuando íbamos a ponerle sal, nuestros amigos nos dijeron: “¿Qué están haciendo? ¡Ya le pusimos azúcar al aguacate!”. ¡Aguacate con azúcar! Eso nos pareció muy raro, pero después aprendimos que los raros éramos mi esposa y yo, que no comíamos aguacate con azúcar. En Brasil es normal comer aguacate con azúcar.

Lo que es normal para algunos puede ser raro para otros, dependiendo de cuales sean sus costumbres y tradiciones.

¿Qué costumbres y tradiciones son normales en nuestra vida?

El presidente Russell M. Nelson dijo: “Hoy en día, a menudo escuchamos sobre ‘una nueva normalidad’. Si realmente desean adoptar una nueva normalidad, los invito a volver cada vez más el corazón, la mente y el alma hacia nuestro Padre Celestial y Su Hijo, Jesucristo. Permitan que esa sea su nueva normalidad” (“Una nueva normalidad”, Liahona, noviembre de 2020, pág. 118).

Esta invitación es para todos; no importa si somos pobres o ricos, instruidos o indoctos, ancianos o jóvenes, enfermos o sanos. A todos se nos invita a que las cosas normales en nuestras vidas sean aquellas que nos ayuden a mantenernos en la senda de los convenios.

Ningún país o cultura contiene la totalidad de lo que es bueno o admirable. Por lo tanto, como enseñaron Pablo y el profeta José Smith:

“… Si hay algo virtuoso, o bello, o de buena reputación, o digno de alabanza, a esto aspiramos” (Artículos de Fe 1:13).

“[S]i hay algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8).

Nótese que esta es una exhortación, no solamente un comentario.

Quisiera que todos dedicáramos un momento para meditar sobre nuestras costumbres y la forma en que estas están influyendo en nuestra familia.

Entre los maravillosos hábitos que deben ser normales como miembros de la Iglesia se encuentran los siguientes cuatro:

  1. El estudio personal y familiar de las Escrituras. A fin de convertirse al Señor Jesucristo, cada persona es responsable de aprender el Evangelio; los padres son responsables de enseñar el Evangelio a sus hijos (véanse Doctrina y Convenios 68:25; 93:40).

  2. La oración personal y familiar. El Salvador nos manda que oremos siempre (véase Doctrina y Convenios 19:38). La oración nos permite comunicarnos personalmente con nuestro Padre Celestial en el nombre de Su Hijo, Jesucristo.

  3. Asistir semanalmente a la reunión sacramental (véanse 3 Nefi 18:1–12; Moroni 6:5–6). Lo hacemos para recordar a Jesucristo al tomar la Santa Cena. En esta ordenanza, los miembros de la Iglesia renuevan el convenio de tomar sobre sí el nombre del Salvador, de recordarlo siempre y de guardar Sus mandamientos (véase Doctrina y Convenios 20:77, 79).

  4. Participar frecuentemente en la obra del templo y de historia familiar. Esta obra es el medio para unir y sellar familias por la eternidad (véase Doctrina y Convenios 128:15).

¿Cómo nos sentimos cuando escuchamos de estos cuatro hábitos? ¿Son parte de nuestra normalidad?

Hay muchas otras tradiciones que podrían ser parte de la normalidad que hemos adoptado; de esa manera permitimos que Dios prevalezca en nuestra vida.

¿Cómo podemos determinar cuáles serán las cosas normales en nuestra vida y en la de nuestra familia? En las Escrituras encontramos un gran modelo, en Mosíah 5:15, donde leemos lo siguiente: “Por tanto, quisiera que fueseis firmes e inmutables, abundando siempre en buenas obras”.

Me encantan estas palabras, porque sabemos que las cosas que llegan a ser normales en nuestra vida son aquellas que repetimos una y otra vez. Si somos firmes e inmutables en hacer lo bueno, nuestras costumbres estarán en concordancia con los principios del Evangelio y nos ayudarán a mantenernos en la senda de los convenios.

El presidente Nelson también aconsejó: “Acojan su nueva normalidad arrepintiéndose todos los días. Procuren ser cada vez más puros en pensamiento, palabra y hechos; ministren a los demás; mantengan una perspectiva eterna; magnifiquen sus llamamientos. Y sean cuales fueren sus desafíos, mis queridos hermanos y hermanas, vivan cada día de tal manera que ustedes estén más preparados para comparecer ante su Hacedor” (“Una nueva normalidad”, pág. 118).

Ahora no es raro para mi esposa, Patricia, ni para mí comer coco con chile y aguacate con azúcar, de hecho, nos gusta; sin embargo, la exaltación es algo mucho más trascendental que el gusto del paladar, es un tema relacionado con la eternidad.

Ruego que nuestra normalidad nos permita experimentar ese estado de “interminable felicidad” que se promete a los que guardan los mandamientos de Dios (Mosíah 2:41), y que mientras lo hacemos, podamos expresar: “Y sucedió que vivimos de una manera feliz” (2 Nefi 5:27).

Mis hermanos y hermanas, testifico de quince hombres a quienes sostenemos como profetas, videntes y reveladores; y entre ellos, nuestro amado profeta, el presidente Russell M. Nelson. Testifico que La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días es verdadera. Especialmente testifico de Jesucristo, nuestro Salvador y Redentor. En el nombre de Jesucristo. Amén.