2022
Un don de testimonio y amor
Enero de 2022


Solo para versión digital: Retratos de Fe

Un don de testimonio y amor

Temía que el testimonio que el hermano Bravenec expresaba mediante la música hubiera llegado a su fin, pero entonces lo vi dirigirse lentamente hacia el órgano.

Imagen
Hombre tocando el órgano

Fotografía por Carter Hydrick

“La Santa Cena al tomar”1, comenzamos a cantar. Me habría gustado que hubiéramos cantado un poco más rápido, pero me centré en la ordenanza.

Me sobrevino una calma que tranquilizó mi alma; el tono y la métrica del órgano eran totalmente apropiados para prepararnos para la Santa Cena.

Miré a nuestro organista con gratitud mientras se balanceaba con reverencia al compás de la música y recordé nuestra primera reunión ocho años atrás. Solo unos pocos meses antes de conocernos, los incendios habían destruido la casa de Ed Bravenec, junto con la mayoría de las posesiones de su familia. Cuando los misioneros y yo tuvimos una conversación sobre el Evangelio en su nueva casa rodante, el hermano Bravenec nos contó que tocaba el órgano.

“Toco para expresar mi testimonio y amor por Dios”, dijo. Después hablamos de si era posible que tocara para nuestro barrio en caso de que se uniera a la Iglesia.

Observé las puntas de sus dedos; un par de ellas habían sido amputadas. Me sentí inspirado por su fe, pero tuve dudas acerca de su capacidad para tocar.

“Sé que en la Iglesia estarían agradecidos de que compartiera sus dones”, le dije.

El hermano Bravenec quedó satisfecho con mi respuesta y seguimos disfrutando de una buena lección y del comienzo de una sólida amistad. Pronto fue bautizado y, conforme a su deseo, se convirtió en organista de nuestro barrio.

En los años posteriores a su bautismo, vi que sus desafíos de salud condujeron a la amputación de uno de sus dedos del pie. No mucho después de eso, a la hermana Bravenec, quien regresó a la actividad en la Iglesia cuando su esposo se convirtió en miembro, se le diagnosticó cáncer en etapa IV. Luego, el hermano Bravenec perdió otro dedo del pie.

Lo extrañamos por algunas semanas mientras cuidaba de su esposa y lidiaba con su dura prueba, pero pronto regresó a la Iglesia para compartir su testimonio por medio de los hermosos acordes del órgano.

En 2019, el hermano Bravenec se enteró de que perdería una de las piernas. Me sentí triste por él y pensé que sus años en el órgano habían llegado a su fin, pero unas pocas semanas después de su cirugía, el hermano Bravenec entró cojeando a la capilla con su nueva pierna ortopédica.

Usando bastones para mantener el equilibrio, se dirigió con lentitud al órgano y allí se sentó en la banqueta, se quitó la extremidad ortopédica y comenzó a tocar la música de preludio. Unos minutos después, tocó el himno de apertura y entonces llegó el momento de la Santa Cena.

“A Cristo quiero recordar”, cantamos con tono y métrica perfectos.

Nota

  1. “La Santa Cena”, Himnos, nro. 103.