2021
Piedras en el camino
Marzo de 2021


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Piedras en el camino

La piedra que encontré en mi camino

me mostró dolorosamente cuán frágil soy,

que puedo caer aún más bajo

sí atento no estoy;

pero también que puedo vencer si me ilumino

que solo no estoy cual solitario peregrino,

gracias, Señor, por esa piedra estoy contigo.

Varias piedras se han cruzado en mi camino,

con algunas he tropezado

y alguna otra me ha ayudado

a ser más fuerte y a luchar por mi destino.

Hace 5 años yo vivía solo en un departamento en un tercer piso que estaba junto a un parque con muchos árboles alrededor. La perfecta ubicación me permitía seguir alejado de todo y de todos. Ese tiempo de inactividad en la Iglesia parecía no tener cuándo acabar.

Recuerdo que, aunque era un edificio moderno, el intercomunicador no funcionaba, lo cual era perfecto para evitar visitas inesperadas.

La primera semana, luego de instalar todas mis cosas, el propietario me dijo que lo mandaría a arreglar pronto, a lo que le respondí: “no tengo apuro por ello”, lo que fue muy conveniente para mis propósitos. Por muchos meses los maestros orientadores, las llamadas por celular, los WhatsApp y los mensajes de texto no eran problema porque resultaban ser muy fáciles de ignorar.

Las piedras en el camino no solo nos muestran cuán frágiles podemos ser, en ocasiones y en las manos correctas pueden ser los instrumentos que un Padre Celestial amoroso utiliza para hacernos regresar al destino para el cual fuimos creados.

Un sábado por la tarde, mientras escuchaba música en mi dormitorio, comencé a escuchar que algo golpeaba las ventanas cada vez con mayor fuerza. Cada impacto parecía ser más fuerte que el anterior. Evidentemente incómodo y molesto me acerqué a la ventana y dije: ¿qué está pasando …quién está haciendo esto? En ese instante vi a mi obispo en el parque diciéndome con una gran sonrisa: hermano Blotte, ¡qué alegría verlo, ya se me estaban acabando las piedras pequeñas!

En vez de seguir molesto, y aunque me sentía avergonzado, me dio alegría verlo. Bajé a abrirle la puerta de entrada y me abrazo diciéndome: ¡qué gusto me da poder estar con usted! Las lágrimas no se hicieron esperar mucho. No estaba allí para reprenderme, no fue para recordarme sobre lo que implica ser un miembro de la iglesia… él fue para decirme que me apreciaba, que cualquier cosa que yo necesitara él estaría allí para ayudarme. Me recordó que no estaba solo, y que había recibido la impresión de que yo estaba allí; que Dios también lo sabía.

Ese día empezó mi camino de regreso; con su ayuda, su guía y con inspiración me acompañó a poner mi vida en orden. Realmente cuando encontramos piedras en nuestro camino hallamos personas que nos recuerdan que, aunque creemos estar alejados de todo y de todos tenemos un Padre que siempre está allí para decirnos que nos ama, ¡que somos importantes para Él y que nos llama… aun utilizando piedras pequeñas!

Siempre recordaré al obispo Mauricio Dipaz, quien atendiendo la inspiración del Espíritu decidió tocar la ventana de un tercer piso con un puñado de piedras.

El élder L. Tom Perry dijo lo siguiente: Yo sé del gran poder que yace en el oficio de obispo; yo sé de la paz, la seguridad, la felicidad y el contentamiento que él puede dar a un barrio si tan solo le permitimos actuar libremente en el papel al cual ha sido llamado a servir, y no lo distraemos con responsabilidades que pueden llevarse a cabo sin su intervención. Démosle la libertad necesaria para que organice su propio tiempo y no le quitemos esos preciosos minutos que necesita para desenvolverse en su llamamiento. Recordemos que él tiene las mismas obligaciones que todos los otros jefes de familia: primero, ser un buen esposo; segundo, ser diligente como padre; y tercero, cumplir con su deber de proporcionar lo necesario para su familia. No debemos interrumpir el tiempo que dedica a su familia ni a su progreso y logros profesionales. Después que él ha cumplido con sus obligaciones familiares, entonces tiene la gran oportunidad de servir en su llamamiento (L. Tom Perry, “El cargo de obispo”, Conferencia General de octubre de 1982).

Estoy agradecido por los obispos que el Señor ha llamado y que a veces cuando una puerta no se abre, pueden utilizar las piedras del camino.