2020
Combate la soledad con el Padre Celestial y Jesucristo
Diciembre de 2020


Solo en formato digital: Jóvenes adultos

Combate la soledad con el Padre Celestial y Jesucristo

Cuando te sientas solo, no olvides dejar que el amor del Padre y del Hijo entren en tu vida.

La autora vive en Utah, EE. UU.

La conexión es algo por lo que nos esforzamos toda la vida. Queremos conectar con nuestra familia, nuestros amigos, nuestra pareja. En un mundo de tecnología, es fácil pensar que estás conectado con todo el mundo. Eso en parte es verdad —puedes mantenerte en contacto con los demás y ver sus publicaciones en las redes sociales— pero eso no siempre proporciona una profunda conexión emocional.

Sentir la soledad durante la Navidad

La desconexión puede hacernos sentir solos, y esa soledad puede sentirse durante todo el año, pero a menudo empeora durante las fiestas navideñas, lo cual es una lástima, porque se supone que es una época en la que estamos rodeados de amor y gozo. Sin embargo, podemos sentirnos solos porque estamos lejos de casa y de nuestros seres queridos o incluso porque estamos con nuestra familia pero realmente no conectamos con ella.

Cuando sientas que estás solo contra el mundo, recuerda que hay dos personas que siempre están ahí para ti, dos personas que siempre están dispuestas a conectar contigo sin importar por lo que estés pasando: el Padre Celestial y Jesucristo. Creo que a veces olvidamos que siempre podemos recurrir a Ellos cuando estamos desesperados por conectar con todos los demás.

Dejarlos entrar

Cuando pienso en conectar con el Padre Celestial y Jesucristo, me viene a la mente una experiencia que tuve hace tiempo.

Estaba mirando por la ventana una tormenta, esperando que el sonido de la misma me transmitiera sentimientos de paz. En general, cuando me concentro en escuchar las gotas de agua golpeando el suelo, todo lo demás que estoy sintiendo desaparece durante unos preciados instantes de paz.

Recibí sentimientos de paz, pero no tantos como necesitaba. La mayoría de mis pensamientos estaban todavía atrapados en el caos de la vida. No entendía por qué eso no me ayudaba a sentirme mejor.

Después de unos minutos, me asaltó el pensamiento de que no estaba dejando que entrara la lluvia. Abrí entonces la ventana y dejé que el sonido formara parte de mi ser. Allí estaba la paz que estaba buscando. El resto de mis pensamientos agitados se desvanecieron al escuchar la suave lluvia.

Me quedé allí un rato, antes de que acudiera a mi mente una pregunta: ¿Estoy dejando que Dios y el Salvador entren en mi vida?

Eso me tomó por sorpresa; no era algo sobre lo que hubiera pensado antes. Sin embargo, cuanto más pensaba en ello, más sentido cobraba. Recibí paz al dejar entrar la lluvia y podría recibir aún más si dejaba que mi Padre Celestial y mi Salvador entraran en mi vida.

Abrir el corazón a Dios

Dejar entrar al Salvador y al Padre Celestial fue solo el primer paso; todavía tenía que darles cabida en mi corazón. Cuando escuché por primera vez la lluvia a través de la ventana, el sonido era apagado y no me proporcionó la paz definitiva que yo deseaba. Si no hubiera abierto la ventana para dejar que entrara el sonido, no habría sentido lo que sentí.

Lo mismo ocurre con todas las “ventanas” de mi vida. Si las tengo todas cerradas y bajo llave, ¿cómo puedo aceptar de verdad a la Deidad y establecer una relación con Ellos? ¿Cómo puedo sentir el Espíritu y la paz de Su amor que inundan mi ser?

Es más fácil decir que tengo que abrir todas las ventanas que hacerlo. Me he dado cuenta de que, cuando me siento desconectada del Espíritu, tengo que averiguar qué es lo que me mantiene separada de Él. La mayoría de las veces, son cosas pequeñas, como estar siempre conectada al teléfono; o no leer las Escrituras tanto como debería; o decidir seguir mi propia voluntad en lugar de buscar conocer la de Ellos; o incluso el sentirme abrumada por todas mis pruebas y distanciarme de Ellos porque creo que el Padre Celestial no está contestando mis oraciones.

Cuando averiguo lo que me impide sentir el Espíritu, puedo elegir dejar de hacer esas cosas, una por una. Puedo abrir las ventanas poco a poco, invitando al Padre Celestial y al Salvador a entrar hasta que pueda sentir Su amor rodeándome.

Saber que nunca estamos solos

La soledad puede parecer oscura e interminable a veces, sobre todo durante la Navidad. En esos momentos en los que queremos rendirnos, tenemos que recordarnos a nosotros mismos: No estamos solos. Simplemente, tenemos que estar dispuestos a permitir que Ellos entren.

El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, ha enseñado: “[D]ebido a que Jesús caminó totalmente solo por el largo y solitario sendero, nosotros no tenemos que hacerlo. Su solitaria jornada proporciona una compañía excelente para la corta versión de nuestro sendero”1.

Nuestro Padre Celestial y Jesucristo están siempre ahí para cada uno de nosotros. Tienden la mano, aguardando con paciencia que les abramos el corazón y nuestra vida, ya sea en Navidad o en cualquier otro momento.

Nota

  1. Jeffrey R. Holland, “Nadie estuvo con Él”, Liahona, mayo de 2009, pág. 88.