Mensaje de Área
El mandamiento de llevar un registro
Desde que conocí la Iglesia hace ya más de 30 años, siempre me ha llamado la atención la importancia que le damos como miembros de la Iglesia a llevar un registro histórico de nuestra vida y nuestras experiencias. Siendo obediente, luego de bautizarme junto con mi esposa, comencé a anotar en un diario personal mis sentimientos y algunos eventos importantes de mi vida. Desde entonces lo he tratado de hacer con regularidad.
Recientemente, al estar durante algunas semanas en Lago Salado para recibir instrucción como una nueva Autoridad General, fue interesante conocer el edificio de Historia de la Iglesia y también las instalaciones que mantiene la Iglesia en las profundidades de las montañas rocosas. En ambas instalaciones, la Iglesia preserva todos los documentos que son valiosos para mantener un registro de lo más importante que sucede en la Iglesia, tal como lo son las historias que elaboran anualmente todas los barrios y estacas, las cédulas de miembros, los libros y registros y de las ordenanzas efectuadas en los templos, el archivo genealógico, las minutas de las reuniones de la Primera Presidencia y del Cuórum de los Doce Apóstoles y muchos otros documentos importantes. Adicionalmente, cada miembro puede entregar los registros familiares o diarios para que puedan ser preservados y leídos más adelante por sus descendientes.
Podría ser que nos preguntemos: ¿por qué todo este esfuerzo?
Reflexionando sobre esto, recuerdo lo importante que ha sido para mi propio testimonio el poder leer los relatos de los sucesos alrededor de la Restauración tales como el proceso de traducción del Libro de Mormón, el relato de la vida de Jose Smith y de su familia, los primeros años de la Iglesia en Kirtland y Nauvoo, las manifestaciones divinas que se dieron en Kirtland y muchos otros. Las narraciones de personas que estuvieron presentes durante esta época y describieron lo que iba sucediendo en sus cartas a familiares y amigos, en sus diarios, en minutas de reuniones, etc. ha sido un elemento muy importante de mi propia conversión. Me mostró cómo un mismo suceso, vivido por diferentes personas desde diferentes perspectivas, cobraba vida y se hacía incontrovertible para quien pudiera tener cierto grado de incredulidad.
Entonces me doy cuenta de lo importante que ha sido que la Iglesia se haya preocupado por preservar todo este acervo histórico para nosotros, quienes vivimos en épocas posteriores a cuando ocurrió todo esto.
La importancia de los registros de la Iglesia
La importancia de los registros ya se muestra cuando Lehi pidió a sus hijos a traer las planchas de bronce que estaban en manos de Labán. Los necesitaba para conocer su genealogía, para aprender de las profecías de los antiguos profetas en relación con la historia del pueblo de Israel y el Mesías, de sus mandamientos, sus preceptos, y para aprender el lenguaje y la escritura de sus padres y para que esta no se perdiese.
El rey Benjamín instruyó a sus hijos sobre la importancia fundamental de estas planchas que Lehi había traído consigo al decir: “si no fuera por estas planchas, que contienen estos anales y estos mandamientos, habríamos padecido en la ignorancia, … no conociendo los misterios de Dios; porque no habría sido posible que nuestro padre Lehi hubiese recordado todas estas cosas para haberlas enseñado a sus hijos… él pudo leer estos grabados y enseñarlos a sus hijos, para que así estos los enseñaran a sus hijos… si no fuera por estas cosas, las cuales se han guardado y preservado por la mano de Dios… aun nuestros padres habrían degenerado en la incredulidad, y habríamos sido como nuestros hermanos, los lamanitas, que nada saben de estas cosas” (Mosíah 1:3–5).
Más adelante, incluso los lamanitas fueron bendecidos: “si no hubiese sido por estas cosas que estos anales contienen, … Ammón y sus hermanos no habrían podido convencer a tantos miles de los lamanitas de las tradiciones erróneas de sus padres; sí, estos anales y sus palabras los llevaron… al conocimiento del Señor su Dios, y a regocijarse en Jesucristo su Redentor” (Alma 37:9).
A diferencia de los nefitas, el pueblo de Zarahemla (los “mulekitas”) no había llevado consigo los registros de sus profetas, por ello “su idioma se había corrompido, y… negaban la existencia de su Creador; y ni Mosíah ni su pueblo podían entenderlos” (Omni 1:17).
La Iglesia en la época del Libro de Mormón llevaba un registro de sus miembros: “y se inscribían sus nombres, a fin de que se hiciese memoria de ellos” (Moroni 6:4). Y nuevamente para esta dispensación, el Señor mandó a Su Iglesia llevar una historia y un registro cuando dijo: “He aquí, se llevará entre vosotros una historia” (D. y C. 21:1) y “escribiendo, copiando, seleccionando y obteniendo todas las cosas que sean para el bien de la iglesia, y para las generaciones futuras” (D. y C. 69:8).
La importancia de los registros personales y familiares
Cuando voy al templo, con frecuencia tengo el privilegio de efectuar de forma vicaria convenios para algún antepasado. Recientemente lo hice para un tío de mi abuela paterna. Reflexionando sobre este tío, me preguntaba cómo habría sido su personalidad, como habrá sido su vida, cuales habrán sido sus desafíos personales y alegrías y muchas otras cosas más que me encantaría poder conocer sobre él. Ya que ninguno de mis antepasados fue miembro de la Iglesia, la verdad es que es muy poco lo que tengo sobre los detalles de sus vidas, aparte de sus fechas de nacimiento y fallecimiento. Esto me ha enseñado lo importante que es, para cada uno de nosotros, que dejemos un recuento de nuestra vida para el beneficio de nuestros descendientes.
Ojalá dejemos a nuestros descendientes un registro de nuestras “cosas del alma” así como lo hizo Nefi (“Y sobre estas [planchas] escribo las cosas de mi alma” [2 Nefi 4:15]). Al hacerlo, podremos diferenciar entre las “planchas mayores”, que contienen un registro histórico de nuestra vida y las “planchas menores”, que contienen un registro de lo más preciado que hemos aprendido y que deseamos preservar para nuestros descendientes (véanse 1 Nefi 9 y 2 Nefi 1–2). Ese legado de los aprendizajes más importantes, de las lecciones espirituales, es decir las “perlas” que hayamos hallado a lo largo de nuestra vida y que deseamos transmitir a nuestros descendientes o dejar como aprendizajes, será un tesoro invaluable para ellos. También un relato cronológico de cuándo estuvimos en dónde haciendo qué cosa podrá ser importante para entender el contexto en el que aprendimos estas “perlas espirituales”.
Mi invitación el día de hoy es que nos esforcemos en llevar un registro de los asuntos más importantes de nuestra vida, y que lo hagamos de tal forma que pueda ser una fuente de inspiración, fortaleza y ejemplo para nuestra posteridad. Este registro también podrá incluir fotografías (lo cual hoy en día es tan fácil de hacer con nuestros celulares) e incluir fechas y lugares. Pero lo central será que podamos dejarles nuestras “cosas del alma”, siguiendo el ejemplo de Nefi.
Deseo finalizar dando mi testimonio que yo sé que el llevar un registro es un mandamiento divino, y que, al hacerlo, podremos sentir y ver la influencia del Señor en nuestras vidas. En el nombre de Jesucristo. Amén.