2020
De modo que vean
Mayo de 2020


De modo que vean

Busquen y oren para tener oportunidades de hacer que su luz brille a fin de que otras personas puedan ver el camino hacia Jesucristo.

Hermanos y hermanas, nuestros corazones han sido bendecidos y renovados por el Espíritu que hemos sentido en esta conferencia.

Imagen
Una columna de luz.

Hace doscientos años, una columna de luz descendió sobre un jovencito en una arboleda. En esa luz, José Smith vio a Dios el Padre y a Su Hijo, Jesucristo. Su luz disipó las tinieblas espirituales que cubrían la tierra y le mostró a José Smith —y a todos nosotros— el camino a seguir. Gracias a la luz revelada aquel día, podemos recibir la plenitud de las bendiciones que se logran por medio de la expiación de nuestro Salvador, Jesucristo.

En virtud de la restauración de Su evangelio, podemos ser llenos de la luz de nuestro Salvador. No obstante, esa luz no es solo para ustedes y para mí. Jesucristo nos ha mandado: “… así alumbre vuestra luz delante de este pueblo, de modo que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”1. Me encanta la expresión “de modo que vean”. Es una ferviente invitación que nos hace el Señor a actuar con más intención al ayudar a otras personas a ver la senda y así venir a Cristo.

Imagen
Élder L. Tom Perry

Cuando yo tenía diez años, mi familia tuvo el honor de hospedar al élder L. Tom Perry, del Cuórum de los Doce Apóstoles, que se encontraba en una asignación en mi ciudad.

Al anochecer, la familia Perry y la mía nos sentamos en la sala de estar para disfrutar del delicioso pastel de manzanas de mi madre mientras el élder Perry contaba historias sobre santos de todo el mundo. Yo estaba embelesada.

Se estaba haciendo tarde cuando mi madre me dijo que fuera a la cocina y me hizo una sencilla pregunta: “Bonnie, ¿diste de comer a las gallinas?”.

El corazón me dio un vuelco; no lo había hecho. Como no quería alejarme de la presencia de un apóstol del Señor, sugerí que las gallinas podían ayunar hasta el día siguiente.

Mi madre respondió con un definitivo “no”. En ese momento, el élder Perry entró en la cocina y, con su resonante y entusiasta voz, preguntó: “¿He oído que hay que dar de comer a las gallinas? ¿Podemos acompañarte mi hijo y yo?”.

¡Oh, cuán gozosa se me hizo entonces la idea de alimentar a las gallinas! Fui corriendo a buscar la linterna amarilla grande. Emocionada, me puse al frente, brincando por el conocido camino que iba al gallinero. Con la linterna oscilando en mi mano, atravesamos el maizal y cruzamos el campo de trigo.

Al llegar a la pequeña acequia que atravesaba el camino, la salté de manera instintiva tal y como había hecho muchas otras veces. No me percaté de los esfuerzos del élder Perry por mantener el ritmo por un sendero oscuro y desconocido. El constante movimiento de la linterna no le ayudó a ver la acequia y, sin una luz constante para ver, pisó directamente dentro del agua, haciéndolo emitir un fuerte gemido. Alarmada, me di la vuelta para ver a mi nuevo amigo sacar el pie empapado de la acequia y escurrir el agua del pesado zapato de cuero.

Con un zapato empapado y chapoteando, el élder Perry me ayudó a dar de comer a las gallinas. Cuando acabamos, me indicó tiernamente: “Bonnie, necesito ver la senda. Necesito que la luz ilumine el lugar por donde camino”.

Yo iba alumbrando con mi luz, pero no de manera que ayudara al élder Perry. Ahora, sabiendo que él necesitaba mi luz para transitar seguro por la senda, dirigí la luz de la linterna justo por delante de sus pasos, y pudimos regresar a casa con confianza.

Mis queridos hermanos y hermanas, durante años he meditado el principio que aprendí del élder Perry. La invitación del Señor, así alumbre vuestra luz, no consiste solo en agitar sin dirección un rayo de luz y hacer que en general el mundo brille más. Consiste en enfocar nuestra luz de modo que otras personas puedan ver el camino hacia Cristo. Es recoger a Israel en este lado del velo— ayudar a otras personas a ver el siguiente paso para hacer y guardar convenios sagrados con Dios2.

El Salvador testificó: “He aquí, yo soy la luz; yo os he dado el ejemplo”3. Veamos uno de Sus ejemplos:

La mujer junto al pozo era una samaritana que no conocía a Jesucristo y a quien muchos consideraban una persona marginada en su propia sociedad. Jesús la encontró y entabló una conversación. Él le habló del agua y luego la dirigió hacia una luz mayor al declarar que Él era el “agua viva”4.

Cristo era compasivamente consciente de ella y de sus necesidades. Conoció a la mujer donde ella se encontraba y comenzó hablando de algo familiar y común. Si Él se hubiera detenido ahí, aquel habría sido un encuentro positivo pero no habría ocasionado que ella fuera a la ciudad a proclamar: “Venid, ved […] ¿No será este el Cristo?”5. Gradualmente, a lo largo de la conversación, ella descubrió a Jesucristo y, a pesar de su pasado, se convirtió en un instrumento de luz, iluminando el camino para que otros vieran6.

Veamos ahora a dos personas que siguieron el ejemplo del Salvador de iluminar la luz. Hace poco, mi amigo Kevin estaba sentado junto a un directivo de empresa en una cena. Le preocupaba no saber de qué hablar durante dos horas. Siguiendo una impresión, Kevin preguntó: “Hábleme de su familia; ¿de dónde proviene?”.

El caballero sabía poco de su herencia cultural, así que Kevin sacó su teléfono y dijo: “Tengo una aplicación que conecta a las personas con sus familias. A ver lo que podemos encontrar”.

Después de una larga conversación, el nuevo amigo de Kevin preguntó: “¿Por qué la familia es tan importante para su Iglesia?”.

Kevin sencillamente contestó: “Creemos que seguimos viviendo después de morir. Si encontramos a nuestros antepasados y llevamos sus nombres a un lugar sagrado llamado templo, podemos efectuar ordenanzas de matrimonio que mantendrán a nuestras familias juntas aun después de la muerte”7.

Kevin comenzó con algo que su nuevo amigo y él tenían en común. Luego buscó una manera de ser testigo de la luz y del amor del Salvador.

El segundo relato es sobre Ella [pronúnciese “Ela”], una jugadora de baloncesto de una liga universitaria. Su ejemplo comenzó cuando recibió su llamamiento misional mientras estaba en la universidad. Ella decidió abrir el llamamiento delante de sus compañeras de equipo que no sabían casi nada acerca de la Iglesia de Jesucristo y no entendían el deseo que Ella tenía de servir. Esta oró repetidamente para saber cómo explicar su llamamiento misional de manera que sus compañeras de equipo pudieran sentir el Espíritu. ¿Su respuesta?

“Hice un PowerPoint”, dijo Ella, “porque soy así de estupenda”. Les habló acerca de la posibilidad de servir en una de las más de cuatrocientas misiones y tal vez aprender un nuevo idioma. Destacó a los miles de misioneros que ya estaban sirviendo y acabó con una imagen del Salvador y este breve testimonio: “El baloncesto es una de las cosas más importantes de mi vida. Me trasladé al otro lado del país y dejé a mi familia a fin de jugar para este entrenador y con este equipo. Para mí, las dos únicas cosas más importantes que el baloncesto son mi fe y mi familia”8.

Ahora, en caso de que estén pensando que “estos son extraordinarios ejemplos de mil vatios, pero yo soy una bombilla de veinte”, recuerden que el Salvador testificó: “… yo soy la luz que debéis sostener en alto”9. Él nos recuerda que Él llevará la luz si tan solo dirigimos a otras personas hacia Él.

Ustedes y yo tenemos suficiente luz para compartirla ahora mismo. Podemos iluminar el siguiente paso para ayudar a alguien a acercarse a Jesucristo, y luego el siguiente paso, y el siguiente.

Pregúntense: “¿Quién necesita la luz que ustedes tienen para encontrar el camino que deben seguir pero no pueden ver?”.

Mis queridos amigos ¿por qué es tan importante que hagamos brillar nuestra luz? El Señor nos ha dicho que “todavía hay muchos en la tierra […] que […] no llegan a la verdad solo porque no saben dónde hallarla”10. Nosotros podemos ayudar. Podemos hacer brillar intencionadamente nuestra luz para que otros puedan ver. Podemos extender una invitación11. Podemos recorrer el camino con aquellos que dan un paso hacia el Salvador, aunque sea un paso vacilante. Podemos recoger a Israel.

Testifico que el Señor magnificará cada esfuerzo pequeño. El Espíritu Santo nos guiará para que sepamos qué decir y qué hacer. Tal vez esos intentos requieran que salgamos de nuestra zona de confort, pero podemos estar seguros de que el Señor ayudará a que nuestra luz brille.

Cuán agradecida estoy por la luz del Salvador, que continúa dirigiendo esta Iglesia por medio de la revelación.

Imagen
El Salvador sosteniendo una lámpara

Invito a todos a que sigamos el ejemplo de Jesucristo y a estar compasivamente al tanto de quienes nos rodean. Busquen y oren para tener oportunidades de hacer que su luz brille a fin de que otras personas puedan ver el camino hacia Jesucristo. Su promesa es grande: “… el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”12. Testifico que nuestro Salvador, Jesucristo, es el camino, la verdad, la vida, la luz y el amor del mundo. En el nombre de Jesucristo. Amén.